“Hacía mucho que no bebía champán”, fue lo último que dijo Antón Chéjov antes de morir, en julio de 1904. Luego se acostó de lado y dejó de respirar, dicen. La muerte del escritor ruso, ese último sorbo visto como un salmo, es una de las primeras imágenes que aparecen en el libro Perdiendo la batalla del Ebr(i)o, de Tomás Harris: “El prístino final de una vida, más bien, cruel”, apunta el poeta chileno en esta publicación de 2013, citando a su vez a Raymond Carver en su evocación a la muerte del escritor ruso. Y es también uno de los breves episodios que trae a escena la compañía Performer Persona Project, dirigida por Claudio Santana, en la obra homónima del libro de Harris que por estos días presenta en el Teatro del Puente.
Más que una obra convencional de teatro, se trata de una performance poética. Un viaje etílico que sigue la ruta propuesta por Harris en una suerte de desdoblamiento coral, a la manera del borracho que ve doble o triple, ejecutado por Freddy Araya, Félix Venegas, Juan Pablo Vásquez, Sebastián Zeballos, Braulio Verdejo y el propio Santana, en un rol de cantinero y bebedor. Pero no todo es farra en estas andanzas. Hay también pesadillas, delirios, fantasmas vidriosos, amnesias y resacas de terror. Está la felicidad de decir “otro” y que llegue el mismo trago en el bar de siempre, pero también está la agonía de los que se debaten entre beber o no beber. Malcolm Lowry, Charles Baudelaire, Edgar Allan Poe, Alfonso Alcalde, Joseph Roth, Rihaku (Li Bai) y un elenco de alcohólicos más o menos anónimos son convocados en esta batalla “contra un batallón de doce mil botellas de tinto”, como dirá el poeta. “Así soy realmente: maligno, borracho, pero lúcido”, escribió Joseph Roth -figura ineludible al hablar de alcohol y escritura- en noviembre de 1938, seis meses antes de morir. Es justamente la cita que reproduce Harris al inicio de su libro. Y exceptuando lo maligno, es también la frase que calza perfecto para describir el sentido de esta performance grupal: el diálogo chispeante de unos tipos ebrios, pero lúcidos. Alcohólicos, pero inspirados y elocuentes. Y acaso lo mejor: unos borrachos en escena que no caen nunca en la tentación de hablar con la lengua traposa.
“Perdiendo la batalla del Ebr(i)o”: en el Teatro del Puente, hasta el 4 de junio.