Por Nicolás Alonso Febrero 16, 2012

Una mujer escribe un libro. Está en su casa en la ciudad de Chihuahua, la capital del estado homónimo en México, y mientras cría a tres pequeñas niñas, se sienta durante las tardes a redactar el manuscrito. En él reúne las enseñanzas que hace años imparte en charlas motivacionales y en conferencias sobre libertades y democracia para empresas, pero esta vez se enfoca en las dificultades de ser mujer. Inventa capítulos como "Trabajo, ¿enemigo o aliado?" o "De profesión mujer", cita pasajes bíblicos de cuando Dios creó a Eva, ordena los 10 mandamientos para educar a los hijos y dice cosas como: "Quiero ser viuda: del miedo a ser yo misma, de todo aquello que me impida el ejercicio de mi libertad, del activismo sin razón".

El libro, que finalmente se llama Dios mío, hazme viuda por favor y es publicado en 1999, tiene un relativo éxito dentro del público femenino, y luego queda olvidado en los estantes de autoayuda de las librerías mexicanas. Seguramente su editorial, Panorama, jamás proyectó  que 13 años después de su publicación, de un momento a otro todo el mundo estaría interesado en leerlo en México. Difícilmente podrían haber previsto que su autora, Josefina Vázquez  Mota, tardaría apenas una década en transformarse en una de las mujeres más poderosas del país y en lanzarse a los 51 años detrás del reto de ser la primera mujer presidenta de México, a la cabeza del derechista Partido Acción Nacional (PAN), uno de las dos partidos más grandes del país. "Hay un vínculo estrecho entre el mundo motivacional y el político", dice Josefina Vázquez desde México. "Porque cuando se hace política escuchando a las personas, estando cerca de ellas, los ciudadanos creen en el liderazgo y están dispuestos a seguirlo".

Cómo una absoluta outsider, una economista que llegó a cobrar 6 mil dólares por dar una conferencia, pero que nunca militó en ningún partido, pudo llegar en tan poco tiempo a tener en sus manos todas las cartas de la derecha mexicana para lograr su tercer periodo consecutivo en el poder, es una pregunta que muchos se hacen en México. ¿En qué momento esta académica, que ingresó al mundo político contratada para dar charlas  a militantes, logró tomarse el poder que nunca una mujer había tenido en un partido importante del país, menos aún en el PAN, el partido conservador por excelencia de un país reconocidamente machista?

"En sólo 13 años ha hecho un gran recorrido, siempre desde atrás y contra el viento", dice Antonio Navalón, analista político mexicano. "Primero fue ministra de Desarrollo Social y nadie pensó que sobreviviría. Luego enfrentó al candidato del presidente Calderón y todos pensaron que sería derrotada. Pero acá está".

Cómo una absoluta outsider, una economista que llegó a cobrar 6 mil dólares por charla, pero que nunca militó en ningún partido, pudo llegar en tan poco tiempo a tener en sus manos todas las cartas de la derecha mexicana para lograr su tercer periodo consecutivo en el poder, es una pregunta que muchos se hacen en México. 

El pasado 5 de febrero fue su gran día. En unas esperadas elecciones primarias, de las cuales saldría el contendor derechista para las dos alternativas de izquierda a la presidencia -el gran favorito, Enrique Peña Nieto, del PRI, el partido que gobernó durante 70 años, hasta el 2000; y Andrés Manuel López Obrador, del PRD-, Josefina Vázquez logró su victoria final dentro del PAN. Ese día derrotó con una sorpresiva paliza -más del 55% de los votos- al ex ministro de Hacienda Ernesto Cordero, el favorito del presidente Calderón y de los dirigentes históricos del partido, dando una especie de "golpe de Estado" dentro de la tienda derechista.

Esa noche, mientras sus seguidores la vitoreaban, miró a las cámaras y lanzó una consigna feminista que ya nada tenía que ver con los cándidos consejos  de su libro de autoayuda. Más bien, sonó como una mujer que se toma revancha. "Con el orgullo de ser una mujer panista vengo frente a ustedes", dijo con exaltación. "Y a los hombres de México les dedico cada día de la campaña. Hasta llegar a ser la primera mujer presidenta de México".

La mujer guerrera

Dicen sus simpatizantes que la política la buscó a ella. Fue en 1997, cuando aún repartía su tiempo entre conferencias y un negocio familiar de revestimientos con su esposo. Los dirigentes del PAN comenzaban a configurar lo que sería el histórico desalojo del PRI tres años después, y andaban en busca de algo que nunca habían tenido: una figura femenina que hiciera contrapeso a las líderes de la izquierda. Como tampoco existían muchas candidatas, se fijaron en esa economista que hacía charlas dentro del partido y que tenía una evidente habilidad oratoria. Así, un día Josefina Vázquez levantó el teléfono y se enteró de que era muy importante que ella se presentara como candidata a diputada. Y tuvo que decir que no, porque cuando consultó a su esposo, éste le dijo que no quería que se metiera en un mundo donde no hay gente decente. "Jamás he seguido instrucciones de los hombres", dice la candidata. "Pero de ese momento me quedó la lección de no pedir sugerencias, sino seguir mi intuición". Tres años duró su sacrificio familiar, hasta que en 2000 finalmente aceptó la oferta.

De alguna forma, el ascenso vertiginoso de Josefina Vázquez estuvo marcado por estar siempre en el lugar correcto y en el momento indicado. Poco tiempo después de iniciado el  gobierno del PAN, el presidente Vicente Fox necesitaba una mujer para poner al frente del Ministerio de Desarrollo Social, y así cumplir con su promesa de cuoteo de género en su cartera de ministros. Los headhunters elaboraron un minucioso listado de candidatas, las cuales una a una se fueron bajando hasta dejar vacío el puesto. Entonces Fox, quien apenas tenía referencias de ella, pero sabía que contaba con la aprobación de Felipe Calderón, entonces presidente del PAN, la llamó para ofrecerle el desafío.

La mexicana sorpresa

Según el Premio Nacional de Periodismo Ricardo Alemán, una de las virtudes de Vázquez Mota era el hecho de sensibilizar al ciudadano común y corriente. "En México hay millones de madres solteras, las llamadas mujeres guerreras, que salen a trabajar, mantienen la casa y educan a sus hijos. Josefina siempre fue vista como una mujer así, y eso atrae el voto de la clase media del país".

Su primer gran enfrentamiento en el gobierno fue, sin embargo, con una mujer. Mientras estaba a cargo de Desarrollo Social sostuvo una batalla permanente con la polémica primera dama Marta Sahagún, quien intentaba disputarle su rol de figura femenina dentro del PAN. Esta disputa la terminó favoreciendo ante la opinión pública, y la llevó a ocupar un lugar clave en la campaña de Felipe Calderón a la presidencia en 2006. Una vez con él en el poder, fue nombrada ministra de Educación, una de las carteras más importantes de la época. Vázquez Mota había ascendido en sólo seis años de no ser nadie a ocupar un lugar presidenciable, pero un nuevo enfrentamiento, esta vez con la mujer más poderosa de México, echaría abajo sus pretensiones.

De la humillación al triunfo

La imagen dio la vuelta a todo México. Josefina Vázquez temblando ante las cámaras, incapaz de responder, teniendo que ser socorrida para llegar a una silla sin desmayarse. El exabrupto ocurrió durante la ceremonia de cambio de ministros, luego de que Felipe Calderón decidiera removerla de Educación, por no considerarla una figura presidenciable, y también por sus constantes conflictos por el control de la educación mexicana con la poderosa profesora Elba Esther Gordillo, presidenta del sindicato más grande de Latinoamérica, con más de un millón de afiliados. Era 2009 y Vázquez Mota recibía su primera derrota, y la asumía de la peor forma posible. "Fue un momento emocionalmente muy fuerte, yo no quería ir al Congreso y me generó mucha resistencia, pero aprendí las lecciones que me trajeron hasta donde estoy hoy", dice Vázquez Mota. Para muchos analistas, ése era el final de su meteórica carrera.

Pero ella no pensó lo mismo. Logró aprovechar esa baja deshonrosa al puesto de jefa de diputados del PAN para reinventarse y comenzar la estrategia que la llevaría al poder. Consistía en acompañar a los congresistas en sus viajes a los estados de su representación, para hacer campaña dentro del partido. De esa forma, sorprendió cuando el año pasado se atrevió a desafiar al candidato del presidente Calderón para las primarias, y saboreó su redención política la semana pasada cuando arrasó gracias a su gran red de influencias construida a través de los diputados. De alguna manera fue una revancha: despreciada por Calderón, humillada públicamente, había vuelto para derrotar a su favorito y para transformar al mandatario en su obligado adherente y aliado.   

La flamante candidata dice haber seguido en la campaña los consejos que le dio Michelle Bachelet en Nueva York . "Me dijo que me harían preguntas y  observarían cosas en mí que nunca verían en un varón. Y que tenía que estar preparada", recuerda Vázquez Mota. "Pero que no me pusiera bigotes para gobernar".

Esa noche, luego del triunfo, se mostró más dura que nunca, atacando al candidato del PRI Enrique Peña Nieto, quien la aventaja por 16 puntos en las primeras encuestas. "Hoy comenzamos un nuevo camino", dijo la recién ungida candidata. "El camino para derrotar al verdadero adversario de México, a quien representa al autoritarismo y lo peor de la práctica antidemocrática, el regreso hacia la corrupción como sistema y la impunidad como condena. Ese adversario es Peña Nieto y su partido".

Desde entonces, ha estado en el foco de todas las miradas. Y de todos los ataques. Ha sido acusada de un supuesto fraude millonario, de esconder a una de sus hijas por ser gorda, de gastar millones en joyas y de dar una entrevista borracha. Todo en apenas unas semanas. Y también ha recibido ataques de género. Incluidos insólitos cuestionamientos a su capacidad de comandar el ejército durante su periodo menstrual. "Es un hecho que será la mujer más votada en la historia del país", dice Francisco Abundis, director de Parametría, una prestigiosa consultora política mexicana. "Que en este momento ya se encuentre en segundo lugar habla de una ruptura con la posición de que las mujeres no deben gobernar ni tener el mismo papel que los hombres".

La flamante candidata dice haber seguido en la campaña los consejos que le dio Michelle Bachelet en Nueva York . "Me dijo que me harían preguntas y  observarían cosas en mí que nunca verían en un varón. Y que tenía que estar preparada", recuerda Vázquez Mota. "Pero que no me pusiera bigotes para gobernar".

La mexicana, por el contrario, ha adoptado un discurso maternal, señalando que va a cuidar del país como cuidó de sus hijos y de su casa. Y sigue manteniendo escondidas sus cartas ideológicas. Si se declara profundamente católica, agrega que le agrada la teología de la liberación. Si dice que está en contra del aborto, pide no criminalizar a las mujeres que abortan. De esta forma hace señas tanto a las facciones conservadoras como a las liberales de su partido. Nadie sabe bien qué piensa de casi ningún tema.

En lo que sí se ha mostrado muy concreta ha sido en su posición contra el narcotráfico, la mayor mochila del gobierno de Calderón, cuestionado por las 50 mil muertes ocurridas en su mandato. En esta materia, en donde muchos ponen en duda su capacidad, ha dicho que pedirá cadena perpetua para los políticos que estén involucrados. "Un político que pacta con el crimen traiciona a las familias, a los hijos, ya no es un político. Es un capo más", dijo en un acto de campaña.

Aunque la competencia está recién comenzando, y tiene que remontar una desventaja de 16 puntos en las encuestas para ser presidenta, los analistas la ven como una candidata muy seria al cargo. Mientras tanto, sus simpatizantes, cada vez más numerosos, la reciben en todo el país con un mismo grito de batalla: "Ya llegó, ya está aquí, la que va a chingar al PRI".

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