Por Juan Pablo Garnham Noviembre 15, 2012

Claudia Muñoz

37 años, dueña de un servicio de catering

Si algo tenía este país de lo que yo me asombraba era la tolerancia, pero creo que este gobierno ha generado lo contrario. Con amigos hay temas de los que ya no podemos hablar mucho. Estoy acá desde 1998 y me ha tocado todo.

En 2009, junto a mi marido, decidimos poner un local de comida chilena. Desembarcamos con todo en Palermo Viejo, con un restaurante llamado Valparaíso. La revista de La Nación nos eligió en 2010 como uno de los diez mejores restaurantes en Argentina. Pero el tema se empezó a poner complicado cuando decidieron frenar las importaciones. Empezamos a tener un montón de problemas con vinos, salmón y mariscos varios. Mis proveedores no los podían traer: tenías que pagar coimas en Mendoza o el precio era exorbitante. El salmón ahumado que se trae de Chile o el salmón rosado nosotros lo partimos comprando a 35 pesos el kilo y hoy está a 89 pesos. Hay un aumento de casi el 300% de todos los productos. En un restaurante es muy difícil decirle a la gente: ‘Mire, no tengo esto, no hay de lo otro’ y decidimos cerrarlo en abril de este año. Hoy sólo hacemos catering.

Además del alza de los precios, nos afecta la restricción de poder comprar. Por ejemplo, vas al supermercado y no puedes comprar más de un kilo de azúcar por persona. Esto viene pasando hace más de un año. Con la leche llegamos en un minuto a no poder comprar más de dos litros por persona. ¡Este país, que tiene todas las vacas!

En los restaurantes se ve una baja del consumo de un 50%, con las restricciones económicas, más el cepo del dólar, más la inflación disfrazada que existe en el país, la gente lo primero que deja es el ocio, y parte de eso es la gastronomía. El argentino, en vez de salir a comer dos o tres veces por semana, sale una. Y comen la opción más barata: la pizza. Pero mira qué loco: hace tres años una pizza costaba 30 pesos, hoy te cuesta sin ningún problema 80 pesos.

Yo he vivido los cacerolazos activamente. He participado en todos. Lo del jueves pasado fue gente de la clase media, de sectores como Caballito, Almagro, Villa Crespo, que se sumaron a la de barrios más pudientes. La franja más importante de la sociedad, la clase media, está debilitada y quebrada.

 

Luis Hevia

31 años, arquitecto

En el penúltimo cacerolazo, el del 13 de septiembre, dentro de la asistencia hubo de todo: opositores duros de derecha, gente que solamente no los votó y también gente que quizás apoyó a los Kirchner y ahora están descontentos por decisiones particulares. Dentro de esa mezcla una consigna que se repitió era la de “Cristina, no te tenemos miedo”. Esto fue consecuencia directa de una noticia que generó el diario Clarín, sacando de contexto algo que comentó Cristina en una cadena nacional. Yo vi ese discurso, en el que e se refería específicamente al trabajo de sus ministros y funcionarios y hace un chiste en referencia a ellos, dijo que sólo le tenían que tener miedo a Dios, y un poquito a ella. Pero esta información se tergiversó, dando a entender que era el conjunto de los argentinos los que le tenían que tener miedo a Dios y a ella.

Hay una división importante, que se nota. Hay mucha gente que dejó de creer en lo que decía Clarín y hay gente que sigue creyendo férreamente. Hasta el penúltimo cacerolazo, que es el que te comentaba, éstos habían sido bastante aislados y concentrados exclusivamente en los barrios más acomodados. El último fue un poco más masivo y se empezó a expandir a los barrios de clase media. Yo vivo en Caballito y antes nunca los escuché, pero esta vez sí.

En el último tiempo se han tomado decisiones políticamente muy difíciles y otras que se han llevado a cabo mal. Por ejemplo, el tema de cómo administrar el cambio. En Argentina hay una desconfianza enorme por la inestabilidad de la moneda nacional, lo que ha llevado a la gente a confiar en el dólar ciegamente y olvidarse de las contingencias económicas.

Yo votaría por Cristina absolutamente si tuviera que votar. Me parece que no se ve una nueva opción dentro de la misma coalición. Y en el presente de la política argentina no me parece que haya tampoco una figura que tenga las capacidades ni las posibilidades. Hoy a nadie le da lo mismo, se ha armado una especie de línea divisoria que tiene que ver con los valores. Más allá de las buenas o malas decisiones, tiene que ver con quién uno se identifica. En el gobierno de Cristina quizás se han hecho las cosas no de la mejor manera, pero a mí me sigue identificando su manera de pensar un país.

 

Francisca Espinoza

30 años, emprendedora

Argentina es un país que a mí me ha dado muchas oportunidades. En un principio lo vi como un país libre, donde tú puedes ejercer ese derecho a la libertad. Pero también es un país muy proteccionista. Yo tengo una sociedad y el manejo de impuestos es complicado: en cualquier momento Argentina puede decirte: “Ya, sabes qué, las sociedades civiles estaban exentas de impuestos, pero estamos perdiendo plata, así que ahora todos pagan”. Con el proyecto de reciclaje fuimos a la Cumbre de las Américas y ganamos cinco mil dólares. Nos hicieron la transferencia al banco acá, pero mi plata estaba retenida. Cuando llamé me dijeron: “Tú no puedes cobrar premios en Argentina”. Tuve que decirles que me cambien el giro, que yo di un servicio. Obviamente no me lo dieron en dólares, sino al cambio del banco. El dólar oficial acá está a 4,74 y el mercado negro te lo cambian a 7,15.

Acá tienes todo el derecho de hacer lo que quieras. Si haces tartas, te pones a venderlas en la feria de San Telmo y alguien te lo va a comprar. Hay un mercado para cada persona y la gente te da una oportunidad. En Chile te piden título, currículum, a quién le has vendido, a quién le has ganado. Los top solamente surgen en Chile. El loco que quiere emprender está ahí pidiendo por favor que le compren su producto. Acá yo, que nunca en mi vida hice jabón, ya me compró 175 kilos Falabella Argentina. Falabella Chile jamás me hubiese comprado, porque para ellos yo no soy nadie. Ésa es una oportunidad real que ves acá: la gente cree en ti.

Yo encuentro que Cristina, como persona, es admirable. Tiene una fuerza de sentarse y decir lo que piensa.  La gestión que hace con la nación, no lo sé, como que siento que un país no puede ser protegido todo el tiempo. Somos los polluelos y el gobierno son las alas de una gran gallina y estamos aquí todos debajito, esperando tener algún hoyito que nos muestre el exterior.

 

Diego Glaser

30 años, músico

En 2004 me fui a Argentina. En aquel entonces, con lo que uno pagaba una universidad en Chile, podía vivir y pagar una universidad privada acá. Una de las cosas que más me llamaron la atención es que los monumentos y los bancos estaban rayados, todos contra la clase política. La crisis  había pasado, pero eso lo dejaron a propósito para recordar lo que había pasado en 2001. Antes era la propia gente la que salía a rayar y hoy son las organizaciones.

Hoy en día, luego de haber pasado esa época turbulenta  y cuando Néstor Kirchner ha armado y consolidado un proyecto, muchos se ponen detrás de eso y ya no disparan para que se vayan todos. Hay más tranquilidad al  hacer un análisis. Mucha gente se pone detrás desde el gobierno kirchnerista, sin ser kirchnerista. Por otra parte, hay un descontento bastante generalizado, pero no es tan grave como aparece en los medios. No es que la gente viva con la sensación de que va a colapsar la economía o que el gobierno se va a caer. Es una impresión que muestran los medios, sobre todo de Chile o Colombia, pero en Brasil o Uruguay es muy distinto.

Me parece que los Kirchner lo hicieron mejor después de la crisis y hoy en día no veo nada en el espectro político argentino que pueda superar eso. No veo que exista una personalidad o un proyecto o partido que venga a superarlos. La crisis de 2001 que pasó acá fue terrible y la manera en que se salió fue valiente y patriótica.

Lo que me hace quedarme acá es principalmente la libertad con la que uno puede vivir. Yo dejé de estudiar, no terminé la carrera, pero acá puedo trabajar en distintas cosas y estoy dedicado a la música de distintas maneras. Si quisiera volver a estudiar, lo podría volver a hacer en la universidad pública, que es gratuita, cosa que se hace mucho más complicada en Chile.

 

Carlos Müller

29 años, publicista

Acá se habla mucho de inseguridad, pero eso está bien. En la tele ves todo el día que pasan asesinatos y hay un tono muy amarillista, pero lo que ha cambiado es la plata. Cómo en un mes te alcanzan las ocho lucas y al siguiente no te alcanzan; y ahora son nueve y al mes siguiente son diez. Se te eleva el presupuesto porque sí, sin gastar más, sin salir más y sin hacer nada extra. Hay lugares donde vas, por ejemplo, a comprar una lámpara y en vez de decirte el precio te pasan un papelito que dice: “Hoy $150, mañana $152, pasado mañana $156”. Te sientes muy inestable, no sabes hasta dónde puede seguir. De repente, en menos de un año, necesitas casi el doble de la plata que necesitabas antes para vivir, y nadie está ganando el doble. Es inflación pura y, encima, tampoco te la dicen, porque el dato oficial del gobierno no es el verdadero.

Con todas estas leyes de la aduana y de importaciones, lo que empezó a pasar es que si tú quieres importar algo electrónico a Argentina, para que pase bien no tiene que haber ningún producto de la industria nacional que le compita. Argentina tiene computadores made in Argentina, entonces a Mac, a HP y a todas esas marcas se les hace muy difícil entrar. Tú vas a la tienda de Apple y tienen con suerte una compu. Si quieres un cargador no hay y tienes que esperar noventa días. Tal como con el dólar, existe todo un mercado negro. Nadie quiere esperar noventa días, así que lo buscas por abajo. Hay una sensación de que tienes que ser pirata para sobrevivir y, cuando no es tu país, tampoco te dan tantas ganas de pelearla.

El mercado de la publicidad es tan grande que si en Chile tienes un presupuesto x, en Argentina es cinco x. El tema son los sueldos. Es un mercado competitivo, que te exige tanto, pero no ganas bien. Mis amigos argentinos empezaron a buscar opciones, como Brasil, México, Estados Unidos. A mí de un día para otro me empezó a dejar de alcanzar la plata. Yo tengo un hijo y una mujer en Buenos Aires y me dan ganas de traerlos para Chile, porque siento que todo el trabajo y lo que te sacas la mierda día a día acá tiene frutos. Si  fuera mi casa, mi país, de más lucho, pero no estoy ni ahí con aguantar a esa señora Cristina, que no tiene nada que ver conmigo.

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