Por Juan Pablo Garnham Noviembre 29, 2012

Sólo tenía quince años, pero Antonio Villaraigosa ya estaba preocupado por lo que pasaba con su comunidad. “Me interesaban los temas públicos y las políticas, no la política. No quería postular al gobierno, yo era un líder estudiantil”, recuerda. Villaraigosa era un activista más que un político. Se involucró en movimientos de apoyo a los mexicoamericanos y en los sindicatos de profesores. No era parte del Partido Demócrata, como lo es hoy. “Y el voto latino no era tema para casi nadie”, comenta.

Esos eran los 70, pero tanto la forma de participar en el debate público de Villaraigosa como la importancia del electorado hispano cambiarían veinte años después. Fue en su mismo estado, California, donde pasó algo que marcó el antes y el después. “La gente empezó a hablar de este tema tras la aprobación de la proposición 187, en 1994”, dice Villaraigosa. La medida, aprobada por los votantes, prohibía a los inmigrantes ilegales usar servicios públicos como la salud y la educación, además de establecer un nuevo sistema de monitoreo de ciudadanía. Aunque finalmente sería declarada anticonstitucional, la proposición 187 tuvo un importante efecto electoral.

“Después de eso muchos latinos comenzaron a votar, a registrarse y buscaron la ciudadanía. Fue algo que realmente nos ayudó”, explica el mexicoamericano.

Justamente por esos años, Villaraigosa comenzó la carrera política que lo llevaría a la alcaldía de Los Ángeles en 2005. Con ese triunfo, quien es la tercera generación de una familia que emigró de México -y que esta semana visitó Chile invitado por el Consejo Chile-California-, se transformó en el tercer alcalde mexicoamericano de Los Ángeles y el primero en 130 años. Desde ese puesto, se ha convertido en uno de los rostros latinos más relevantes de la política de EE.UU., al punto de que dirigió la última Convención Demócrata y fue parte de los cuarenta líderes del partido que encabezaron la campaña de Obama a nivel nacional.

Habla principalmente en inglés, idioma en el que se siente más cómodo. El español lo aprendió de adulto, aunque se maneja sin problemas en él y, de vez en cuando en la entrevista recurre a él. Como cuando ve a uno de sus asesores medio dormido y dice “my kids... todos tienen veinte, treinta, cuarenta años menos que yo, y yo tengo más energía que todo el grupo junto”.

Esa fuerza la hizo notar en la campaña, cuando  recorrió el país y al asesorar al Partido Demócrata respecto de las comunidades latinas. “En julio yo predije que el presidente iba a llegar hasta un 70% de los hispanos y lo hizo”, dice.

 

Los mitos sobre el voto latino

A pesar de lo que pasó en esta elección -donde Reuters ha establecido que un 66% de los latinos apoyaron a  Obama, adhesión que Associated Press cifró en un 71%-, la idea de que los hispanos votan todos de la misma manera es, para Villaraigosa, el primer mito sobre este electorado. “No somos homogéneos. Los cubanos históricamente han sido más republicanos y los puertorriqueños tienen una tendencia más fuerte que los mexicanos hacia los demócratas”, explica. “Pero esta vez apoyamos a los demócratas porque percibimos que los republicanos apoyan políticas tanto dolorosas como ofensivas para la comunidad latina”. El llamado que hizo Romney para la deportación de 11 millones de personas, dice, fue considerado un ataque personal, incluso para quienes, como él, son tercera generación en el país.

El segundo mito, para Villaraigosa, tiene que ver con los temas que motivan el voto. “Es una concepción errada el creer que sólo nos interesa la inmigración. La agenda latina es la agenda norteamericana: la de las oportunidades y la inversión en educación, buenos trabajos, vivienda, etcétera”. En ese sentido, cree que el rechazo republicano a la reforma de salud de Obama caló fuerte. “De los 32 millones de personas que se beneficiarán con el Obamacare, nueve millones son latinos”, explica.

Otro tema que está cambiando es la idea de que los latinos no votan. “Somos una población joven y desproporcionadamente pobre. Los pobres no votan tanto como la clase media y la alta, y los jóvenes no votan, sin importar el nivel socioeconómico”, dice, “pero nuestro voto está creciendo y seguirá así, especialmente mientras la población hispana envejezca y se transforme en propietarios de  casas”. De hecho, los  latinos pasaron del 9% del electorado en 2008, a un 10% este año.

Finalmente, el cuarto mito es que los latinos puedan asimilarse a los republicanos por la importancia que les darían a los valores conservadores. “Somos muy enfocados en la familia, muy patrióticos y creemos en un gobierno fuerte. Pero no creo que esta noción de que somos conservadores se sostenga”, explica, “incluso, si fuera verdad, mientras los republicanos sigan con estas políticas no creo que los apoyemos, ni siquiera los latinos que naturalmente se vean atraídos por sus ideas”.

 

El pecado republicano

Cuando Villaraigosa miraba a los latinos en la Convención Republicana, la de su competencia, no dejaba de sentir algo de orgullo. “Marco Rubio y Susana Martínez dieron los mejores discursos de la convención”, comenta. El senador por Florida y la gobernadora de Nuevo México tuvieron importantes roles en el encuentro que nominó a Mitt Romney, aunque para Villaraigosa esto no es suficiente. “Su partido es percibido como muy radical en inmigración y políticas sociales”.

El alcalde cree que los republicanos necesitan un cambio drástico. “Si siguen este camino donde domina la derecha extrema se transformarán en el partido Whig del siglo XXI”, dice, refiriéndose a la colectividad que, a pesar de que obtuvo dos presidentes en el siglo XIX, pasó a la historia en 1860. “En esta elección perdieron a los latinos, perdieron a los asiáticos, perdieron a los afroamericanos, perdieron a las mujeres y perdieron a los jóvenes”, sentencia.

Villaraigosa acepta que también ha existido una radicalización entre los demócratas. “El país está quebrado y eso se ve tanto en la izquierda como en la derecha. Pero creo que la mayor parte de la gente se da cuenta que la derecha está más radicalizada”, comenta. Él, quien se define como un demócrata con “d” minúscula, plantea que es necesario lo que llama un “centro radical”. “Tenemos que promover más la diplomacia y actuar de forma más bipartidista”.

Si los republicanos fueran más abiertos, dice, el voto latino podría acercarse a ellos. “No somos genéticamente demócratas o republicanos. Si los demócratas tomamos a los hispanos como algo seguro y los republicanos pasan a ser  más integradores, podríamos ver un cambio en las lealtades”, comenta. Para que no pase esto, dice que será fundamental que los demócratas logren aprobar la reforma migratoria y promuevan la ciudadanía para los latinos.

El riesgo, para ambos lados, está en si sólo se usa a las minorías en las fotos y se repite un par de frases en español para la galería. “No hay duda que ambos partidos hemos caído en formulismos y paternalismos a través de los latinos. Es importante invertir en entender a las comunidades y los temas que les interesan, como con cualquier otro grupo”, dice en su inglés con acento de chicano. “Finalmente, somos una comunidad muy inteligente”, dice. Y concluye, esta vez en español: “Esperamos resultados, no más palabras”.

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