Por Marina Artusa Julio 24, 2013

La Piazza Ognissanti en Florencia, un rectángulo de cemento del siglo XIII a orillas del río Arno para recibir a los cientos de fieles que asistían a las plegarias de los humillados de la iglesia que corona la piazza, se volvió a poblar de devotos hace unas semanas que, esta vez, veneraban con igual pasión los modelos surgidos de la creatividad de la automotriz que Enzo Ferrari fundó en 1929. Entre el 27 y el 30 de junio, la casa del cavallino rampante convocó a sus mejores clientes y coleccionistas para invitarlos a recorrer con sus propios Ferraris los más exclusivos escenarios de la Toscana. 

Bautizada Cavalcade 2013, il giro de tres días reunió noventa modelos que llegaron hasta aquí desde treinta países. Ferraris provenientes de Nueva Zelanda, Estados Unidos, India, Finlandia, Puerto Rico, el Líbano e Israel, entre otros, desfilaron por las calles de Florencia, el punto de partida de este itinerario de lujo. También hubo chilenos que recibieron la exclusiva invitación a participar, pero finalmente ninguno se sumó.

“La primera edición de la Cavalcade fue en 2012 y nuestro propósito, a través de este evento, es presentar a nuestros clientes los paisajes extraordinarios, las maravillas artísticas y la cocina excepcional de Italia”, explican desde la casa matriz de Ferrari en la ciudad de Maranello. “Ésta será la filosofía de los próximos eventos relacionados con la Cavalcade, que forma parte de un plan trienal, de 2012 a 2014, que hemos trazado”.

Ésta es una experiencia para pocos, porque no basta con ser dueño de un Ferrari para participar. “Sólo pueden hacerlo los que reciben la invitación”, aclaran en las oficinas de Ferrari, y los que están dispuestos a desembolsar algún dinero: “Se requiere una contribución de varios miles de euros para cubrir los gastos de hotel y comidas”, explican con cortesía los organizadores.

En 2013, la Cavalcade surcó tres etapas, consagradas al arte, los placeres gourmet y al gusto por las pistas. Bien vale tomar nota del itinerario: con o sin un Ferrari, la Toscana es una de las regiones más bellas de Italia, que siempre merece una visita.

Alojados en el St. Regis Firenze Grand Hotel -un cinco estrellas donde pasar la noche cuesta entre 609 y 10.250 euros-, los participantes del evento partieron desde Florencia a la ciudad medieval de Volterra y luego a Bolgheri, tierra ideal para cepas como el cabernet franc, el cabernet sauvignon, el merlot y el petit verdot. El recorrido incluyó una parada en Villa Palmieri, en Fiesole, conocida por ser la escenografía en la cual los protagonistas de El Decamerón, de Giovanni Boccaccio, se reunían a contarse las cien historias del libro. Conservada tal como quedó tras ciertas modificaciones del siglo XVII, alojó en varias oportunidades a la reina Victoria de Inglaterra y hoy pertenece a la familia Benelli y se la puede visitar sólo con una cita previa.

En las colinas del Chianti, donde se produce el que es uno de los vinos más conocidos de Italia, siguió el camino de los castillos y la abadía de Monte Oliveto Maggiore. El menú, una degustación de productos típicos de la zona, abundó en los salames y embutidos de cinta senese (una raza de cerdos autóctona alimentada en base a bellotas, castañas y raíces salvajes y que se cría en esta región desde el Medioevo) y, entre los vinos, el brunello.

Una parada en Arezzo para conocer los frescos de Piero della Francesca en la basílica de San Francesco y luego un paso por la soñada San Gimignano, donde todavía se conservan trece de las setenta y dos torres que las familias ricas levantaron en el siglo XIV como símbolo de su abundancia. 

 

EL MOMENTO TUERCA

Una sorpresa fue la visita al autódromo del Mugello, donde los Fórmula Uno de Ferrari se prueban y se sienten como en casa. Diseñado en los años 70 y luego remodelado por Ferrari, es una de las pistas más espectaculares y modernas de los circuitos actuales. “Es también una de las más seguras”, agregan en la automotriz sobre los cinco mil metros de asfalto que cruzan bosques y otros espacios verdes.

Allí los esperaba el piloto japonés Kamui Kobayashi, protagonista de las recientes 24 Horas de Le Mans y del Campeonato Mundial de Resistencia al volante de la 458 GT, para hacer de tutor en una sesión de manejo.

Otra de las sorpresas fue poder ver de cerca una de las últimas creaciones de la marca del caballito: LaFerrari, el primer auto híbrido de la marca, que Kamui manejó para el público de la Cavalcade.

Se trata de un auto para pasear al que Ferrari trasladó buena parte de la tecnología que hoy usa en sus modelos de Fórmula Uno. Cuenta con dos motores eléctricos -uno les da potencia a las ruedas y el otro a los sistemas auxiliares-, baterías de tan sólo 60 kilos que se recargan durante las frenadas y en las curvas, y en menos de tres segundos logra una potencia de aceleración de 100 km/h. “Se producirán 499 ejemplares-  aclaró Luca Cordero di Montezemolo, presidente de Ferrari-, aunque ya hemos recibido más de 700 pedidos por escrito, cuarenta de los cuales son de Italia. Me tocará a mí elegir a los clientes que podrán comprarla. Como criterio para la selección sobre quiénes serán los dueños de LaFerrari, me basaré en la fidelidad a la marca. Porque éste es un auto para coleccionistas”. ¿Y cuánto costará esta escultura sobre ruedas? Cerca de 1,2 millones de euros.

Durante los tres días de la Cavalcade desfilaron modelos icónicos como el Ferrari Enzo o el F40, que se cruzaron con ediciones limitadas del 599 GTO y del Ferrari SA Aperta. Una de las más admiradas fue el Ferrari FF blanco de Di Montezemolo, quien en la bienvenida a los participantes resumió esta experiencia: “Nuestros mejores clientes y los coleccionistas más fieles, todos juntos para compartir la pasión por el cavallino rampante y sus Ferraris a través de los paisajes más bellos de Italia y entrando en lugares únicos, abiertos sólo para ellos: esto es la Cavalcade”, dijo. 

 

EL GRAN FINAL

Y la exclusividad definió esta travesía. Un buen ejemplo fue la cena en el Claustro Grande del Convento de Santa María Novella. Construido entre 1340 y 1360 y famoso por sus frescos, es el más grande de Florencia y hoy funciona como sede de la escuela de alumnos mariscales y brigadieres de los carabinieri, por lo que no está abierto al público. Salvo para los invitados de Ferrari.

Di Montezemolo, sin embargo, no tuvo en cuenta que tanta exclusividad le traería un dolor de cabeza el último día en la cena de gala sobre el Ponte Vecchio. Mientras Ferrari supuestamente pagó cien mil euros para poder montar mesitas y una orquesta sobre el puente y otros veinte mil para restaurar un monumento, los florentinos y los turistas pusieron el grito en el cielo cuando vieron a uno de los símbolo de Florencia y uno de los puentes más famosos del mundo custodiado por guardias de seguridad y cerrado al resto de los mortales. 

Arropados por los acordes de la orquesta que tocaba junto a la estatua de Benvenuto Cellini, el buen vino que se esfumaba en el paladar y las delicias del banquete, los participantes de la Cavalcade, por suerte, ni se enteraron.

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