Por Francisca Jara, desde Cartagena de Indias Noviembre 7, 2013

Considerada el tercer mejor destino de Centro y Sudamérica por la revista Condé Nast Traveler, Cartagena de Indias deslumbra. No sólo por esa impresionante muralla que protege su colorido centro histórico o los kilómetros de mar Caribe que la rodean, sino también porque aquí hay sabor. Desde frutas tropicales en las calles, hasta picadas playeras y restaurantes de autor. Aquí cinco lugares para conocer la ciudad desde el paladar.

LA PALETTERÍA

Caminar y perderse por las calles de la “Ciudad Amurallada” de Cartagena de Indias es un deber. Cómo no, si en 1984 fue declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad gracias a esa atractiva dualidad entre arquitectura colonial y estructuras militares, que sorprende principalmente por el colorido. Casas amarillas, rosadas, celestes, balcones de madera con buganvilias fucsias enredadas en ellos, pequeñas plazas e iglesias, son parte del paisaje a contemplar. ¿Mucho calor? Seguramente. Entonces no olvide  visitar La Palettería. Una muy de moda heladería artesanal que sorprende gracias a una nevera repleta de lindas paletas de colores, con 32 sabores para regodearse. Ofrecidos a la crema, al agua o al yogur, hay desde sabores clásicos como chocolate -aunque en seis versiones: con cereza por ejemplo- a otros más inusuales, como milo (choclo) o chicle, además de exquisitas alternativas frutales: entre ellas, fresa con hierbabuena, maracuyá, granadilla o coco, con lonjitas crocantes de la fruta que se deshacen en la boca. Realmente adictivos. No hay que olvidar consultar por las coberturas del día.

Calle de Ayos 03-86.

LA CEVICHERÍA

Recomendado por el mediático y trotamundos Anthony Bourdain, este restaurante es un imperdible. No sólo por el ceviche, ideal para paliar el calor tropical, sino también por su atrevido y exótico concepto a la hora de ejecutarlo. Aquel que incorpora, por ejemplo, jugo de mandarina o de tomate a esa preparación. Pueden ser de camarón, pulpo, caracol, calamar, del pescado del día (como róbalo), de pescado al coco y limón, o de langosta. Todos de la costa local. También en versiones calientes y cada uno en tres tamaños, como para pedir varios diferentes y degustar. Si la variedad es abrumadora, la mejor opción es la deliciosa Trilogía de Ceviches: pulpo atomatado bien blandito y algo dulzón, un diferente ceviche de róbalo en jugo de limón y mandarina, más unos crocantes camarones en salsa de mango. Perfecto para hacerse una idea de la gama de sabores que ofrece Colombia, y disfrutarlos en una de sus mesitas de la vereda.

Calle Stuart 7-14.

MILA VARGAS

Una pastelería moderna, combinada con  cocina de autor -la de Mila, su dueña-, es lo que se encuentra al interior de este pequeño lugar, que parece sacado de una revista de decoración. De hecho los pasteles y bombones de colores plata, oro y bronce que descansan en la vitrina parecieran estar ahí para decorar. Pero no, se comen, y lo mejor de todo es que son deliciosos. Al igual que la mayoría de los platos de su breve pero entretenida carta, que se pasea por sándwiches hasta entradas, ensaladas, wraps y fondos. Cada uno con el sello de Mila: platos de rica sazón, entretenidos y bien montados ¿Un recomendado? Las tradicionales carimañolas, frituras de yuca rellenas de queso de cabra. Crocantes por fuera, cremosas por dentro y con frescas salsas para untar, vienen cuatro y son perfectas para abrir el apetito. Luego una buena alternativa es el Crunchy Rice, una sabrosa croqueta de arroz con chorizo picante, maíz y cilantro, dispuesta sobre salsa de queso picante y cubierta por un huevo frito… tan poderosa como para después ir a tirarse un piquero al mar. También hay una novedosa coctelería, en la que destaca el Daiquiri Banana. Ubicada a una cuadra de la Plaza Santo Domingo y en la mitad del camino que une la Catedral Santa Catalina de Alejandría y el Teatro de Heredia, disfrutar de un almuerzo o cena en una de las 12 mesas de Mila Vargas es toda una experiencia. No se la pierda.

Calle de la Iglesia 35-76.

CAFÉ DEL MAR

Para ser honesta, aquí la comida no es el fuerte. La oferta es escasa y costosa, seguramente aprovechando que se trata de uno de los puntos turísticos más importantes de la ciudad. Pero hay un gran detalle: no debe haber un atardecer más lindo en toda Cartagena. Además de que se trata de uno de los lugares con más historia de la ciudad -el Baluarte de Santo Domingo-, pues aquí comenzó la construcción de la muralla de 14 kilómetros que en los siglos XVII y XVIII protegía a la ciudad de los piratas y corsarios que llegaban a Cartagena. Así, entremedio de cañones y sobre la muralla misma, se encuentra este lounge. Abierto los 365 días del año, su terraza en altura con privilegiada vista a la playa Bocagrande y al centro histórico es de los lugares más codiciados al final del día. Ahí la recomendación es pedir cócteles elaborados con productos locales, como la Piña Colada, el Daiquiri de lulo (fruta de sabor similar al maracuyá) o los Mojitos con hierbabuena que, ojo, también venden por litro, para compartir. Otra alternativa que no falla es una botella de espumante. Y con música de fondo para relajarse, aquí ver caer el sol con una copa en la mano bien vale la visita.

Baluarte Santo Domingo s/n.

 

DISFRUTAR EN BARÚ

A 30 kilómetros de la Ciudad Amurallada está Barú, una península convertida en isla y una de las mejores escapadas desde Cartagena. Para llegar, basta con caminar hacia el embarcadero en dirección a Getsemaní y tomar una lancha. En menos de una hora se llega a un lugar de aguas color turquesa y arenas tan blancas y suaves que es imposible dejar de visitarlo para bucear, hacer kitesurf, snorkeling o, simplemente, descansar. ¿Y luego? Comer, claro.

Si bien es fácil encontrar puestos de comida (o mejor dicho que los lugareños lo encuentren a usted) que por unos pocos pesos venden un plato único de pescado fresco a la grilla, arroz con coco y patacones (plátanos aplastados y luego fritos, riquísimos), la recomendación es otra. En Playa Blanca, considerada la mejor de Cartagena, hay que instalarse a la orilla del mar y esperar a que le ofrezcan ostras frescas con limón a un precio muy barato y abiertas en el minuto. Si queda con hambre, se recomienda caminar hasta una inconfundible caseta blanca frente al mar que anuncia ceviches. Pida el de langosta. Un manjar.

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