Por Catalina Lobo-Guerrero, desde Caracas Febrero 20, 2014

Tampoco hay unidad de criterio entre el movimiento estudiantil. Muchos de ellos no son militantes de partidos y no estuvieron de acuerdo con que Leopoldo López se involucrara tanto con su iniciativa, especialmente cuando se celebra el Día de la Juventud en Venezuela.

Las imágenes de las golpizas, el uso de gases lacrimógenos, perdigones y tanques blindados que disparan potentes chorros de agua  han dado la vuelta al mundo. Buena parte de ellas las han captado los mismos jóvenes con sus teléfonos celulares.

Un gran río humano, vestido de blanco, desbordó la Avenida Francisco de Miranda, una de las principales arterias de Caracas, el martes 18 de febrero. Aunque muchas de las estaciones de metro estaban cerradas, y la zona acordonada por la Guardia Nacional, miles de venezolanos buscaron el camino para llegar a la avenida y marchar en solidaridad con el líder opositor Leopoldo López. Una lluvia de cintas de papel, que caía desde un edificio de oficinas, les daba la bienvenida.

La marcha había sido convocada por el mismo López el pasado domingo, a través de un video, que fue difundido por YouTube y se volvió viral en minutos. “Los invitaré a caminar conmigo hasta un punto, y de allí caminaré yo solo, a entregar unas peticiones ante el Ministerio del Interior y de Justicia”, decía López en el video. Llevaba varios días desaparecido y algunos especulaban que se había marchado del país, luego de que el presidente Nicolás Maduro lo acusara de instigar a los jóvenes a cometer actos vandálicos contra la sede de la Fiscalía General y a chocar contra la Guardia Nacional el pasado miércoles 12 de febrero. Como resultado de esa jornada, tres personas fueron asesinadas, dos de ellas estudiantes.

La gente respondió a su llamado. Los estudiantes salieron con las caras pintadas y carteles de Maduro con nariz de payaso, recordando una de sus frases más recientes: “Me llamarán dictador”. A paso más lento iban los mayores, con sombrillas para resguardarse del sol. Un grupo de mujeres repartía rosas blancas con el tallo forrado en papel de aluminio, para no pincharse con las espinas y un hombre alto agitaba una bandera venezolana. En la calle gritaban: “Y no, y no, y no nos da la gana, una dictadura igualita a la cubana”.

A las 10:45 de la mañana los manifestantes entonaron el himno nacional, animados por una de las principales líderes estudiantiles, Gaby Arellano, que recorría la avenida montada encima de un camión con parlantes. “No te van a alcanzar las bombas lacrimógenas ni las balas”, le gritaba por el micrófono al presidente Maduro. El miércoles anterior, había sido ella, animada por López, la que había pronunciado el principal discurso ante los demás estudiantes.

Rodeado de guardaespaldas y periodistas, López llegó al mediodía a la Plaza Brión, donde culminaba  la marcha. Logró abrirse paso entre la marea de gente, a punta de empujones, y encaramarse sobre el monumento en honor al héroe cubano José Martí. Sosteniendo una bandera venezolana en una mano, y en la otra un megáfono, les dijo a los manifestantes desde lo alto que si su encarcelamiento servía para despertar a los que estaban dormidos, bien valdría la pena. 

No todos los que estaban allí pensaban como él. “Que no se entregue porque aquí no hay justicia”, decía María Tufano, una abogada de 56 años que no había ido a trabajar para salir a la protesta. Cerca de ella, un grupo de estudiantes gritaba: “Leopoldo, amigo, el pueblo está contigo”. Entre ellos estaba Eusebio Costa, presidente estudiantil de la Universidad Católica Santa Rosa, que fue atacada por uno de los colectivos armados chavistas conocido como los Tupamaros. Costa y sus compañeros dijeron que los Tupamaros los amenazaron con armas y los encerraron en los salones de clase el miércoles pasado, para evitar que protestaran. Otra estudiante se quejaba que la Guardia Nacional, que custodia la zona porque está cerca el Palacio de Miraflores, no había hecho nada.

Las organizaciones de derechos humanos han empezado a recolectar testimonios de varios estudiantes sobre los abusos de la Guardia Nacional. Llevan un registro desde hace dos semanas, cuando empezaron a protestar en distintos puntos del país. Las razones son variadas: 39 asesinatos por cada 100.000 habitantes, según cifras oficiales, porque el Observatorio Venezolano de Violencia dice que son el doble. Las largas colas para conseguir alimentos y medicinas, que han alcanzado su mayor nivel de escasez en los últimos meses, y cada vez están más caros porque la inflación llegó al 56,2%.

LA SALIDA Y LOS CAMINOS

La captura de los tres primeros estudiantes en el estado andino de Táchira movilizó a miles a marchar. Los políticos de oposición, especialmente López, cuyo partido, Voluntad Popular, tiene un fuerte trabajo de bases entre los universitarios, y defienden con vehemencia la calle como espacio de presión contra el gobierno, impulsaron fuertemente la protesta y la bautizaron como “la salida”. Otros políticos, como el ex candidato presidencial opositor Henrique Capriles, han dicho que la sola protesta no conducirá a un cambio de gobierno, porque el chavismo cuenta con muchos simpatizantes todavía, especialmente entre los sectores más populares. Para miles de ellos, López y los estudiantes son los antidemocráticos, que no respetan que Maduro haya sido elegido popularmente para continuar el legado de Chávez.

Tampoco hay unidad de criterio entre el movimiento estudiantil. Muchos de ellos no son militantes de partidos y no estuvieron de acuerdo con que López se involucrara tanto con su iniciativa, especialmente cuando se celebra el Día de la Juventud en Venezuela. A las 9 p.m. del pasado miércoles, ya no había motivos para celebrar. La manifestación pacífica terminó manchada de sangre en Caracas. Además de los asesinatos, hubo más de 60 heridos y 100 detenidos.

Desde entonces, las protestas se intensificaron. Los estudiantes se volcaron a las calles de nuevo, no sólo en Caracas, sino en otras ciudades del país para exigir que liberaran a los compañeros detenidos y para que parara la represión de la Guardia Nacional. Las imágenes de las golpizas propinadas contra ellos, el uso de gases lacrimógenos, perdigones y tanques blindados con mangueras que llaman “ballenas”, y disparan potentes chorros de agua para disolver las manifestaciones, han dado ya la vuelta al mundo.

Buena parte de las fotografías y videos los han captado los mismos jóvenes con sus teléfonos celulares, para contrarrestar la censura que denuncian, especialmente en la televisión nacional. El canal privado Globovisión, el único de noticias que hasta hace un año mantenía una línea editorial abiertamente crítica contra el gobierno, fue vendido a un grupo de empresarios que abogan por una línea más “neutra”. Desde entonces, han renunciado muchos reporteros del canal. En los últimos días, 8 entregaron sus cargos y los que se han quedado en la cadena han tenido que enfrentar insultos de los propios manifestantes en la calle, que los critican por no transmitir en vivo lo que está pasando.

López no había terminado de pronunciar su discurso en Plaza Brión cuando el canal cortó el audio, y pasó a dar una información de la marcha oficialista que se estaba desarrollando al mismo tiempo, y en la que participaban 30 mil trabajadores de la empresa petrolera estatal PDVSA, que iban a Miraflores vestidos con uniformes y cascos de trabajo rojos, a firmar la renovación de su contrato colectivo con el presidente Nicolás Maduro. Sólo les habló a los obreros cuando supo que López, a quien llama “personaje fascista”, se había entregado ante las autoridades. “El fascismo es una infección y el único tratamiento que hay es la justicia”, dijo.

No fueron muchos los venezolanos que vieron cómo los manifestantes levantaron a Lilian Tintori para que pudiera despedirse de su esposo antes de entregarse. Segundos después, el líder opositor se despidió y se lanzó de nuevo a la marea humana, que quería impedir su paso. “No se lo lleven”, gritaban mientras él forcejeaba y caminaba con dificultad a donde estaba una tanqueta blindada de la Guardia Nacional. Los que lo seguían, pudieron leer el mensaje estampado sobre la parte trasera de su camiseta blanca bañada en sudor: “El que se cansa pierde”.

Los manifestantes rodearon la tanqueta y no la dejaban avanzar. López tuvo que pedirles a través del megáfono que se retiraran. Pero otro grupo volvió a trancar el paso cuando tomaron otra avenida, minutos después. Finalmente, hizo transbordo, y el mismo presidente de la Asamblea Nacional, y presidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, el teniente Diosdado Cabello, lo acompañó en un jeep negro. Horas más tarde, sería trasladado a la prisión de Ramo Verde, en un municipio cerca de Caracas.

Los abogados de López informaron que al día siguiente estaba citado a comparecer al Palacio de Justicia, donde sería imputado por los delitos de homicidio, terrorismo, lesiones graves, daños a la propiedad pública, intimidación, instigación a delinquir y delitos de asociación. La audiencia era a las 10 de la mañana y algunos manifestantes y políticos llegaron al lugar, que estaba fuertemente custodiado por guardias antimotines. Hacia las 4 de la tarde, el abogado defensor Juan Carlos Gutiérrez alertó que no habían autorizado trasladar a López, argumentando razones de seguridad, y que la audiencia tendría lugar en las próximas 48 horas en la misma prisión.

Mientras tanto, sus colaboradores y simpatizantes rebotaban un nuevo video por las redes sociales, que López había dejado preparado de antemano. “Si están viendo este video es porque ya se ejecutó un abuso más por parte del gobierno”, decía acompañado por su esposa. Les pedía a los venezolanos, especialmente a los jóvenes, organizarse mejor y actuar.

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