“Mi madre solía decirme: ‘Hijo, yo he hecho tanto con tan poco por tanto tiempo, que puedo hacer cualquier cosa con nada’. Y eso no era simplemente una frase pegajosa para repetir. Ella lo hacía. Antes de nosotros, siempre ha habido gente que ha hecho muchísimo más con mucho menos”.
Estaban solos los dos: Chris Gardner y su hijo Christopher, en un sucio y pequeño baño de una estación de tren en San Francisco. Principios de los 80, la crisis financiera y Reagan con sus medidas de austeridad. Los “sin casa” eran tantos en la ciudad, que los albergues estaban colapsados. Para los que han visto la película En busca de la felicidad, la escena es familiar. Podrán recordar a Will Smith como Gardner y Jaden Smith como su hijo. “Fue el punto más bajo de mi vida”, dice Gardner. Pero este momento fue más difícil en la realidad que en la versión de Hollywood.
“En la película, Jaden actúa como si mi hijo hubiera tenido cinco años. Lo hicieron por los diálogos”, explica Gardner, “la verdad es que tenía 14 meses. Todavía estaba en pañales”. Y ese tiempo en el baño de la estación no fueron unos días, sino semanas. En total, estuvieron alrededor de un año sin hogar. Cada día, Gardner limpiaba a su guagua en ese pequeño lavatorio y se miraba al espejo. “Me hacía a mí mismo preguntas difíciles: por qué pasó esto, qué pasará después. Pero lo más difícil era preguntarme cómo llegué hasta aquí. La respuesta era brutal y yo la sabía: yo me traje hasta aquí”, recuerda Gardner. Mirándose al espejo, dice que se encontraba con lo más duro, consigo mismo, pero que también se daba fuerzas para seguir adelante. “Si yo me había llevado hasta ese punto, yo también me podía sacar de ese lugar”, explica, “no puedes cambiar una situación hasta que te adueñas de ésta”.
Meses antes, su ex mujer le había dejado a su hijo y él casi no tenía dinero, porque estaba intentando algo difícil: conseguir un puesto en una empresa de inversiones a través de un programa de entrenamiento no pagado. No tenía contactos, educación ni experiencia, y sólo el mejor lograría quedar.
“Yo crecí sin un padre y me había dicho a mí mismo que mi hijo nunca tendría que decir lo mismo”, recuerda. Ésa era una de las dos decisiones que había tomado cuando era niño. La otra era que quería ser el mejor, ser “clase de mundial”. Pero él era negro y pobre. Sus compañeros en el programa eran de clase alta, educados, blancos. “Habían ido al jardín infantil en Harvard”, comenta riéndose.
Sin embargo, Gardner lo logró. Consiguió el puesto y, tiempo después, en 1987, se independizó y creó su propia firma financiera. En 2006 vendió parte de ésta por una cifra multimillonaria y creó Christopher Gardner International Holdings, con oficinas en Nueva York, San Francisco y Chicago.
Hoy, Gardner viaja por el mundo contando su historia. A eso llegará a Chile, como uno de los principales expositores del Congreso Mundial de Recursos Humanos, a realizarse en Santiago, organizado por la Caja de Compensación La Araucana y el Círculo Ejecutivo de RR.HH. de Chile, del 15 al 17 de octubre. Un relato que encarna en mucho sentidos el “sueño americano” en una época en la que, en su propio país, muchos dan ese sueño por muerto.
“Creo que el sueño americano se ha hecho universal”, precisa Gardner. “Déjame contarte algo al respecto: Will Smith personalmente seleccionó a Gabriele Muccino (director italiano) para dirigir la película por algo que Gabriele nos dijo en la entrevista: que, a quien fuera que eligiéramos, no fuera estadounidense, porque los estadounidenses no aprecian ese concepto”.
-¿Usted lo cree así?
-Sí, yo creo que el resto del mundo aprecia más el sueño americano que los misms americanos.
-¿Qué les diría entonces a esos jóvenes que están saliendo de la universidad con muchas deudas y sin posibilidades de trabajo?
-Yo les diría que sigan caminando hacia delante. Si avanzas, incluso los pasos de bebé cuentan. Tenemos que preguntarnos, realmente, qué es lo que quieres estar haciendo. Si quieres solamente un trabajo o una oportunidad para crecer hacia lo que sea que quieras ser en tu vida. Porque ésas son dos cosas distintas.
TÚ Y TUS CIRCUNSTANCIAS
Al hablar con Gardner, la experiencia de su madre no tarda en aparecer. Está en las frases que repite una y otra vez, como un mantra que le ayudó en los momentos más difíciles. Ella creció como hija de un inquilino en el campo. Su padre -el abuelo de Gardner- trabajaba y sólo recibía comida y techo como pago. “Era medio paso más allá de la esclavitud”, explica Gardner, quien también vio cómo ella fue víctima de violencia intrafamiliar años más tarde, por parte del padrastro de Gardner. “Pese a todo, de alguna manera ella me inspiró a saber que yo podía ser lo que fuera que quisiera ser y yo abracé esa idea”.
-A pesar de todas las dificultades, usted era inteligente, estudioso, de personalidad fuerte. ¿Qué pasa con las personas que no tienen esa suerte?
-Mi madre solía decirme: “Hijo, yo he hecho tanto con tan poco por tanto tiempo, que puedo hacer cualquier cosa con nada”. Y eso no era simplemente una frase pegajosa para repetir. Ella lo hacía. Antes de nosotros, siempre ha habido gente que ha hecho muchísimo más con mucho menos.
-En Chile la movilidad social es un tema pendiente, ¿cómo pueden los gobiernos y autoridades ayudar a que haya más Chris Gardners en nuestra sociedad?
-La verdad, no sé si los gobiernos y los políticos pueden hacer eso. Los Chris Gardners tienen que hacerse a sí mismos. Tienen que estar conscientes de que la caballería no va a llegar- dice, citando a su madre nuevamente-. No hay refuerzos. Sólo tú puedes hacerlo.
Fue por la misma razón que nunca, ni durante el momento más duro, Gardner les contó a sus compañeros en la oficina de inversiones sobre su situación. Nadie supo que no tenía qué comer ni dónde vivir o que tenía un hijo de poco más de un año. “Esto se trataba de mí y de mi responsabilidad. Además, estaba demasiado ocupado”, comenta. Sus colegas sólo se enterarían dos décadas después, cuando se estrenó la película. “Me dijeron: maldita sea, sabía que algo estaba pasando. ¡Por eso era que hacías 200 llamadas telefónicas al día, por eso era que nunca te parabas para ir al baño, por eso era que nunca soltabas el teléfono!”, dice riéndose. “¡No tenían idea!”.
LA VIDA DESPUÉS DE LA PELÍCULA
Gardner dice que, luego del éxito de taquilla de En busca de la felicidad, su vida no cambió. Para él fue mucho más importante, como es lógico, la pérdida de su mujer, hace dos años, por un tumor cerebral. Antes de que ella falleciera, en una de sus últimas conversaciones, su mujer le preguntó qué haría el resto de su vida. Por un momento, estuvo perdido. “Yo había escrito libros sobre esto, había dado charlas… Así que no me quedó más que tomar mis propios consejos. Dije: si no estás haciendo algo que te apasione cada día, estás comprometiéndote a ti mismo”, comenta. Su mujer falleció un 1 de julio. El 2 de julio Gardner dejó Wall Street y el mundo financiero. “Tenía que vivir. Ya había hecho esto por 30 años. Esto me cambió más que cualquier película”, dice.
Desde entonces ha intensificado su carrera de charlista. Pasa alrededor de 200 días al año de viaje, y el año pasado visitó 22 países. Está escribiendo su tercer libro y producirá un documental sobre la escritora Maya Angelou. Además, dice que está en conversaciones con una de las cadenas de televisión más importantes de Estados Unidos para hacer un programa. “No puedo decir mucho, pero la idea es sacar a los banqueros de la banca y ver qué pasa”, explica. “Hoy estoy trabajando más y más duro que nunca en mi vida y lo estoy disfrutando más todavía”. Ya tiene 60 años, pero no ve el retiro cerca.
-Cuando en EE.UU. uno ve sucesos como las protestas contra el abuso policial en la ciudad de Ferguson, se aprecia la realidad de gente condicionada por la pobreza, a pesar de su esfuerzo. Pueden creer en su mensaje, pero no logran salir a flote...
-Pero algunos lo logran, ¿no? Tenemos que verlos a ellos, observar cómo lo hacen. Ellos siguen adelante, ellos no renuncian. Muchas veces tengo esta discusión con emprendedores. Ellos me preguntan cuándo está bien renunciar. Nunca está bien renunciar. Está bien fallar. Se puede aprender de los fracasos, pero no de renunciar.