Por Valeria Bastías Octubre 16, 2014

Recuerda que solía ir en camioneta rumbo a los campos colombianos, junto a  funcionarios del gobierno, y que a mitad del camino los detenían un par de jóvenes armados. Les preguntaban hacia dónde iban, conversaban un rato, se despedían y los dejaban pasar. Recuerda que la situación, pese a lo peculiar, se sostenía, pero que un día no se pudo más. Fue alrededor de 1989, cuando sintió que la violencia desmedida no le permitiría seguir pisando esos terrenos. Eso recuerda Julio Berdegué, - ingeniero agrónomo, doctor en Ciencias Sociales e investigador principal de Rimisp, Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural-, quien ha dedicado su carrera a trabajar en políticas públicas para el desarrollo rural, tanto en Colombia como en Chile, y en Latinoamérica en general. Hoy, 15 años después de esos últimos recorridos por los campos colombianos, tiene una oportunidad única: aportar en la reforma rural que procura implementar el gobierno de Colombia, en respuesta a uno de los puntos claves del tratado de paz que está resolviendo con las FARC-EP en La Habana.

Ya se cumplieron veintidós  meses desde el inicio de la mesa de negociaciones instalada para acabar con el conflicto que Colombia ha padecido durante cinco décadas. El gobierno y la guerrilla han acordado tres de los cinco temas que contempla la negociación, de los cuales publicaron los borradores hace tres semanas, y que tratan el desarrollo agrario, la participación política de los grupos paramilitares y el fin del narcotráfico. Por estos días, las conversaciones giran en torno a cómo resarcir a las más de seis millones de víctimas que ha dejado el conflicto armado, el asunto más sensible para los colombianos y tema que ha implicado encuentros cara a cara entre víctimas -seleccionadas por la ONU y la Universidad Nacional de Colombia- y las FARC. Sin embargo, el tema clave es la recuperación del campo. Ahí radican desde el nacimiento de los grupos insurgentes hasta el estancamiento de la economía. En el campo, ahí está el principio de la paz.


UNA INVITACIÓN IMPERDIBLE

La carta decía: “Teniendo en cuenta su prestigiosa trayectoria profesional y conocimiento profundo del sector rural y agropecuario, pensamos en usted para integrar este Consejo Directivo y quiero agradecerle, apreciado Julio, por su aceptación”. La firma: Juan Manuel Santos, Presidente de la República de Colombia. Ésa fue parte de la invitación que recibió, y aceptó de inmediato, Julio Berdegué (57), en febrero de este año. Desde entonces, es parte de un selecto grupo de expertos encargados de dilucidar qué, cómo y en cuánto tiempo se efectuarán las políticas públicas del programa de gobierno “Misión Rural”, cuyo objetivo es implementar una gigantesca reforma en el campo colombiano que dé una salida pragmática a las negociaciones de paz. 

Julio Berdegué, mexicano de nacimiento y chileno por decisión desde hace 30 años, cuando aterrizó en el país con su esposa chilena, asegura que es un honor y un desafío ser parte del proceso que podría terminar con una guerra que carga con 220 mil muertes, más de 5 millones de desplazados y otros crímenes. Ese motivo, dice, hace que valga la pena el veinte por ciento de incremento en su carga laboral, las pocas horas de sueño, trabajar los fines de semana y los viajes que realiza una vez al mes, durante una semana, a Bogotá. El investigador está confiado en que la “Misión Rural” se llevará a cabo sí o sí.

“Santos ha dado fuertes señales de que es el objetivo primordial de su segundo mandato”, argumenta Berdegué. “Un hecho no menor es que el ex secretario general de la Presidencia es ahora ministro de Agricultura, señal de que se necesita a una persona con gran experiencia política para llevar a cabo estos cambios. Si hay un acuerdo de paz, tomará una magnitud mayor, pero la decisión del presidente es ir adelante con una transformación profunda del sector rural”.

El investigador asegura que otra fuerte señal dada por Santos fue el incremento de presupuesto: si en 2010 el fondo del sector agrícola correspondía al 3,5% del PIB agropecuario, este año se elevó a un 8,5%, equivalente a US$ 1.800 millones.

La “Misión Rural” es una iniciativa liderada por el Departamento Nacional de Planeación (DNP) de Colombia, e incluye la llamada Reforma Rural Integral, la que impactará tanto en los territorios más afectados por el conflicto como en aquellos con peores niveles de pobreza, los usados para cultivos ilícitos y los con menor presencia institucional. Para efectuarla se acordó la puesta en marcha de programas de desarrollo con enfoque territorial. Ésa es la especialidad de Berdegué.

“El término ‘reforma rural’ incluye la repartición de la tierra, lo que se hizo en Chile en los años 60 y 70, pero lo de Colombia además implicará el ordenamiento y  la devolución de las tierras”, explica. “El gran trabajo será ése, devolverles sus tierras a los desplazados y, luego, protegerlos para que no los saquen de ahí nuevamente”.

Berdegué es uno de los dos extranjeros que forman parte de este Consejo Directivo. El resto del equipo lo completan ministros, ex ministros, economistas, académicos e investigadores colombianos. Juntos tienen la tarea de presentarle recomendaciones sobre cómo implementar la reforma al gobierno a través del DNP. De las cerca de 28 políticas que se discuten, el investigador trabaja específicamente en tres: desarrollo rural, pequeña agricultura y aplicación de la ciencia y tecnología en el sector rural.

“Estas recomendaciones son acerca de, por ejemplo, el ordenamiento de la propiedad. En Colombia, cerca del 70% de las propiedades no tienen títulos, lo que por sí solo es un problema gigantesco”, enfatiza. “Además, hay que zanjar cómo enfrentar la pobreza en el campo. Hay zonas en las que los servicios básicos  son muy precarios aún”.

Precariedad que Berdegué también vio en Chile, a principios de los 80, cuando llegó desde Estados Unidos a trabajar con comunidades indígenas y campesinas del Sur.

DEL CAMPUS AL CAMPO
Conserva su acento mexicano, pero Julio Berdegué ha pasado más de la mitad de su vida en nuestro país, desde que llegó con su mujer chilena en 1983, a quien conoció estudiando Ciencias Agrícolas en la Universidad de California.

“En México conocí a varios profesores chilenos que llegaron exiliados y contaban su experiencia”, recuerda. “Chile se volvió importante para mí, como latinoamericano y hombre de izquierda que soy. Luego, en Estados Unidos, participé en un comité de solidaridad, y acá busqué un trabajo que estuviese relacionado con ese espíritu”.

Berdegué llegó contratado por una organización que funcionaba al alero de la Vicaría de la Solidaridad, que ayudaba en el desarrollo de comunidades campesinas e indígenas de La Araucanía y el Biobío. Impresionado de la pobreza en la que vivían,  las ayudó, entre otras cosas, a mejorar los niveles de producción y a crear sistemas de pozos. En ese contexto realizó sus primeros viajes a las zonas rurales de Colombia, participando en proyectos similares a los de Chile. Fue por esa época también, en 1986, cuando fundó, junto a otros colegas, el Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, Rimisp, organización con sede principal en Santiago  y que trabaja para toda América Latina. Hace poco obtuvo la personalidad jurídica para operar, oportunamente, en Colombia.

UNA HERIDA ABIERTA
Tras la creación de Rimisp, Berdegué se acercó aún más a las comunidades rurales colombianas. Era en ese período, fines de los 80, cuando iba con funcionarios del gobierno a recorrer el campo. “Entrábamos en la zona bajo el control de la guerrilla, hacíamos nuestro trabajo y nos íbamos. Pero esa situación cambió cuando ellos empezaron a incursionar en las drogas. Decidimos no seguir haciendo proyectos allá porque no podíamos garantizar la seguridad de los colaboradores”.

A la distancia, siguió cooperando con ese país. En 2010 instauró el Grupo de Diálogo en Colombia, una especie de think tank que hace las veces de puente entre comunidades rurales y el gobierno. De ahí que la invitación a formar parte del Consejo Directivo sea a título personal y nada tenga ver que Chile sea uno de los países acompañantes de las negociaciones de paz.

Entre las dificultades para implementar una reforma, Berdegué asegura que las principales serán lograr el apoyo mayoritario de la población y de las fuerzas políticas.

“Hay dos complicaciones más: lo costosa y extensa que será esta reforma y lo difícil que será generar un ambiente de diálogo con los campesinos, porque han sido las principales víctimas”, agrega.

Durante su último viaje a Colombia, Berdegué se reunió con el resto del Consejo Directivo. Allí los ministros de Santos ratificaron que la “Misión Rural” está avanzando con fuerza y que, a pedido del presidente, las recomendaciones deben estar listas antes de fin de año.

“Por muchos años, cuando iba a Colombia notaba una sociedad sin expectativas”, recuerda. “Pero hoy está más optimista y, aunque hay muchas dudas, básicamente porque la mayoría no quiere un acuerdo que deje impunes a las FARC, hay fe”.

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