El 20 de septiembre de 2011 -apenas nueve días después de los atentados en Washington y Nueva York- el entonces presidente de EE.UU., George W. Bush, pronunció un discurso ante ambas cámaras del Congreso de su país: “Nuestra guerra contra el terrorismo comienza con Al Qaeda, pero no concluye allí. No terminará hasta que todo grupo terrorista de alcance global haya sido ubicado, detenido y derrotado”. Trece años después, el sucesor de Bush ha iniciado una nueva operación militar, esta vez para enfrentar al grupo Estado Islámico en Siria e Irak. Al anunciar la ofensiva el mes pasado, el presidente Barack Obama recalcó que acabar con ISIS es “un proyecto de largo plazo” cuya ejecución “tomará algún tiempo”.
Otra vez Estados Unidos se enfrenta a un grupo terrorista islámico. Ahora es Estado Islámico y su líder Rashid al-Baghdadi, que buscan consolidar un califato en Irak y Siria y difunden videos en los que rehenes occidentales son brutalmente asesinados. Es la segunda parte de una guerra interminable.
A Bruce Hoffman, profesor de la Universidad de Georgetown en Washington, esto no le sorprende: considera que Estados Unidos sigue librando la guerra que comenzó en 2001. Hoffman explica que el terrorismo es uno de esos “conceptos políticos que desafían una categorización sencilla”, por lo que prefiere sostener que un acto terrorista es aquel que “usa la violencia o la amenaza del uso de la misma para conseguir un cambio político fundamental”. El académico -autor de varios libros sobre el tema- es crítico de algunas de las decisiones que ha tomado su país en los últimos años para enfrentar al terrorismo.
-¿Es la operación contra el grupo Estado Islámico una continuación de la “guerra contra el terrorismo” declarada por George W. Bush?
-Es la misma guerra. A mucha gente le gustaría verla como un conflicto diferente, decir que Al Qaeda ya fue derrotado y que esto es algo distinto. Pero pienso que no nos hemos dado cuenta de que ésta es una lucha generacional, no una guerra que termina porque nosotros así lo decidimos o porque estamos cansados.
-¿Qué tipo de guerra es ésta, que puede durar décadas y desarrollarse en tantos frentes de manera simultánea?
-Es una guerra nueva para un nuevo siglo.
-¿Y cómo se gana esa guerra?
-Dado que es una guerra nueva en un nuevo siglo, las definiciones convencionales de victoria son inapropiadas. No hay una capital que conquistar, tampoco recursos físicos del enemigo que destruir. La guerra se gana a través de la reducción de la amenaza.
-¿No se puede eliminar la amenaza?
-El terrorismo ha existido durante dos mil años. Es una ilusión creer que podrá ser eliminado.
-¿Y en el caso concreto del grupo Estado Islámico y otros similares?
-Las FARC fueron creadas en 1964 en Colombia y han existido desde entonces, evolucionando hacia formas nuevas y diferentes. Hoy son menos políticas que antes, pero siguen siendo las FARC. Así que si miramos las dificultades que significa enfrentar una amenaza como las FARC, que operan en un país solamente y están centradas en lo ideológico y lo económico, imagínese la dificultad que implica derrotar la amenaza del terrorismo islámico, que es transnacional, recluta personas de distintos países, no respeta fronteras y está inspirado por un muy profundo impulso religioso que en algunas instancias entrega una justificación divina a la violencia.
-¿Puede el grupo Estado Islámico ser derrotado a través de bombardeos aéreos, sin el envío de tropas terrestres?
-No. Ellos usan la violencia, así que hay que derrotarlos usando violencia también. La clave es que hay que proveer seguridad para la población civil, que ha sido abandonada, y poner en práctica en terreno las políticas que impidan el resurgimiento del terrorismo.
-¿Deberían ser fuerzas norteamericanas o de la OTAN las que se desplieguen para enfrentar a Estado Islámico, o podrían ser tropas iraquíes?
-Desafortunadamente, los iraquíes han mostrado que son incapaces de hacerse cargo de la situación. La lección que hemos aprendido en los años recientes es que si Estados Unidos no lidera, ningún otro país lo hace. En todo caso, debe ser un esfuerzo mancomunado, no puede ser sólo una acción de Estados Unidos.
En su libro Inside Terrorism (2006), Hoffman subraya la naturaleza “fundamental e inherentemente política” del terrorismo, mientras que en The evolution of the global terrorist threat, volumen del que es coeditor y que sale a la venta a fines de este mes, distintos expertos de todo el mundo analizan los 25 más importantes atentados terroristas desde el 11 de septiembre de 2001 hasta la muerte de Osama bin Laden en 2011. “Hay quienes postulan que el terrorismo moderno ya no obedece a una organización amplia, sino que funciona sobre la base de individuos que actúan más o menos en solitario. Nosotros concluimos lo contrario: las organizaciones terroristas todavía importan”. Hoffman ve un ejemplo de ello en la manera en que operan grupos como Jabhat al-Nusra (filial de Al Qaeda en Siria) o Estado Islámico, cuyos integrantes utilizan las redes sociales para recibir “mensajes altamente controlados”, lo cual refuerza la noción de que “el terrorismo todavía depende de organizaciones que proveen guía, comando y control”.
-¿Cómo se combate un terrorismo como el que propicia Estado Islámico, que no está dispuesto a negociar sus convicciones religiosas?
-En la medida en que los terroristas islámicos quieren y consiguen poder, tienen una motivación política similar a la de otros grupos terroristas tradicionales. Por eso deben ser enfrentados en, primer lugar, a través de operaciones militares, con el objetivo de reducir su poder y quebrar su resistencia. Cuando esto se haya logrado, será posible reconstruir las sociedades que ellos han destruido.
-¿Es el uso de la fuerza militar el único medio para derrotar al terrorismo?
-No, es sólo una parte. Debe haber una respuesta holística que aproveche todas las herramientas que el Estado tiene a su disposición.
-¿Está haciendo Estados Unidos ese esfuerzo?
-Sí. Entrega asistencia económica, apoya reformas políticas como, por ejemplo, el empoderamiento de las mujeres o la habilitación de escuelas…
-Entonces el “poder blando” es clave en la lucha contra este tipo de terrorismo.
-Así es. No existe una solución basada puramente en el “poder duro”. Éste sirve para reducir el poder de las organizaciones terroristas, pero se requiere “poder blando” para asegurarse de que desaparezcan y no se repitan las razones que explican el surgimiento de estos grupos.
-¿Fue un error retirar a las fuerzas militares norteamericanas de Irak en 2011?
-Sí, absolutamente. El error en Irak fue que se declaró la victoria demasiado pronto. Mucha gente creyó que la de Irak fue una guerra equivocada y que tuvo un costo muy alto, más de lo que se anunció al principio en vidas perdidas, recursos gastados y daño y sufrimiento en general. Eso provocó una tendencia muy natural a cerrar el libro, pero no nos dimos cuenta de que el capítulo final de esta lucha todavía está por escribirse.