Por Sebastián Rivas, desde Chicago Febrero 17, 2016

“Hay mucha gente que dice que el Partido Republicano premió al Tea Party. Ellos sólo le dicen a la gente lo que quieren oír: ‘movámonos hacia la derecha y seremos recompensados’, salvo que no pueden conseguir hacer nada. Bueno, eso ahora está pasando en nuestro partido”. Las palabras del ex presidente Bill Clinton en un evento en Palm Beach, Florida, no tenían nada de inocentes. Comparar a un demócrata con el Tea Party, el grupo extremo que ha obligado a los republicanos a abandonar su perfil más moderado en los últimos años, es una de las mayores afrentas que se puede recibir. Y más cuando el destinatario de esa frase es el rival directo de su esposa Hillary en la carrera a la Casa Blanca.

Que Bernie Sanders esté recibiendo duras críticas desde el bando de los Clinton es la señal más clara de que el juego verdadero ya comenzó en las primarias demócratas. Si los resultados de Iowa y New Hampshire, los dos estados que votan primero, usualmente son tomados como una referencia pero mirados con cuidado en cuanto a su proyección, en las próximas dos semanas 13 estados emitirán sus votos. Será en la noche del martes 1 de marzo –el “Súper Martes” de esta elección”- cuando se tendrá el sentido real de cómo está la carrera en ambos bandos, republicano y demócrata.

Sin embargo, esta semana habrá una previa que es crucial en las apuestas. La tarde del sábado 20, el estado de Nevada –famoso mundialmente por su ciudad ícono, Las Vegas- tendrá sus caucus demócratas, en un formato similar al de Iowa, aunque menos complejo. Y si en todas las previsiones se anticipaba hace unos meses como el estado que debería dar el impulso definitivo a Hillary, a tres días de la elección la incertidumbre está instalada. En parte por el juego de expectativas, pero también en parte porque será la primera prueba del poder de ambas candidaturas y de ambas campañas en el escenario que dominará las contiendas de aquí en adelante.

Hillary sigue a Obama

Quizás la señal más preocupante para Hillary Clinton sea que el pronóstico de Nevada sea reservado, pese a que la semana pasada fue una de las mejores para su campaña en lo que va de carrera. El jueves pasado, la ex secretaria de Estado ganó claramente el debate que sostuvo con Sanders en Milwaukee, con un desempeño casi perfecto. Mientras Sanders se notaba incómodo en el escenario y con síntomas de un resfrío –algo usual en una campaña que cambia de temperaturas y husos horarios más de lo aconsejable-, Clinton logró salir de su habitual tono distante, plantearse como una candidata con experiencia e incluso marcar dos puntos que serán claves en su estrategia en los meses por venir: que ella no es una candidata de “un solo tema” –una alusión a Sanders y su insistencia con vincular todos los asuntos a su mala evaluación del rol de Wall Street- y que está orgullosa y defenderá el legado de Barack Obama, del cual Sanders se ha distanciado. En el debate, incluso le acusó de tener comportamientos poco leales con el actual presidente, a lo que Sanders replicó, con visible molestia: “Uno de los dos candidatos en este escenario compitió contra Obama, y no fui yo”.

Además, la prensa parecía girar su foco por primera vez en meses hacia el hecho de que Hillary es la candidata preferida entre los demócratas –no así entre los independientes que votan en las primarias del partido- y en que el calendario de primarias aparentemente favorece sus perspectivas. Es decir, más allá de que Sanders haga más cerrada la elección, sigue siendo la favorita.

Sin embargo, en los últimos días la narrativa nuevamente ha cambiado, aunque esta vez de forma inesperada. En los medios estadounidenses se han sucedido uno tras otro los artículos que marcan que la propia campaña de Hillary está inquieta por el resultado de Nevada, un estado cuya composición demográfica con un fuerte voto latino debería darle, en el papel, una ventaja decisiva. Es más: algunos artículos aseguran que miembros de su equipo están intentando cambiar el enfoque y plantear que Nevada es un “tercer estado blanco”, tal como Iowa y New Hampshire; es decir, que no representa la diversidad racial de Estados Unidos y que su composición, al igual que los dos primeros, favorecería a la campaña de Sanders. Algo que es rechazado por los analistas.

Y de todas formas, Nevada es más que un simple estado para Hillary. Su jefe de campaña, Robby Mook, saltó a la fama en 2008 cuando dirigió al equipo en ese estado para lograr un empate con Barack Obama en los caucus locales, un resultado que en ese momento parecía una victoria. Mook conoce todos los detalles del lugar, nombró a ex colaboradores como jefes en el estado y la campaña desembarcó en octubre para preparar con antelación el escenario. Una derrota de Clinton, o incluso una victoria ajustada, podría dar pie a una señal interna con reajustes en el equipo de cara al “Súper Martes”.

Sanders, aumentando la apuesta

Pero la peor lectura para Hillary Clinton de esos posibles escenarios es que Nevada replica por primera vez el modelo de lo que será la campaña desde ahora en adelante: desembarcos rápidos en los estados, con jefes de operación de los estados que votaron previamente haciéndose cargo de las operaciones y un fuerte bombardeo de publicidad en los días previos a los comicios. Por eso, Nevada será el test de la verdad para la candidatura de Bernie Sanders.

Si hasta hace pocas semanas las escasas encuestas que había en Nevada le daban 20 puntos de distancia a Hillary, esta semana algunos sondeos marcan que la disputa está más cerrada, en torno a dos puntos. Aun cuando los estudios suelen ser poco confiables en estados con sistema de caucus, ninguna de las campañas parece interesada en desmentir las cifras: a Sanders le sirve para posicionarse como un competidor real y a Hillary para urgir a sus seguidores a que redoblen su trabajo para ganar.

La diferencia es que si en Iowa y New Hampshire la propia campaña de Clinton siempre bajó las expectativas con razón, entendiendo que ambos estados tienen una tradición de “evaluar” a los candidatos y tener comicios disputados, Nevada parecía el primer punto de la “muralla de protección” de Hillary. Pero la campaña de Sanders ha desplegado a su equipo que trabajó en Iowa en el estado y está aprovechando su sorprendente ventaja financiera para pagar más avisos en la TV que su rival. Lo más preocupante para el equipo de Hillary es que costaría evaluar qué se hizo mal en el estado, y los análisis terminarían apuntando a dos áreas que no le convienen a la campaña: el entusiasmo que despierta el político de Vermont y las debilidades personales de la ex senadora como candidata.

Este nuevo estatus ha hecho que el senador redoble su apuesta, respondiendo a los ataques de los Clinton y tratando de enfocarse en temas críticos para su viabilidad electoral, como sumar apoyos entre los afroamericanos, considerando que la siguiente primaria será el sábado 27 en Carolina del Sur. Sin embargo, en el camino ha corrido riesgos que han significado las primeras fallas en una campaña que hasta el momento ha sido casi sin errores estratégicos.

Ayer martes, una de las figuras más prominentes de raza negra que lo apoya, el rapero Killer Mike, señaló en un acto oficial de la campaña de Sanders que “tener un útero no te califica para ser presidente”. Aun cuando la frase completa era una supuesta cita de lo que le había dicho una simpatizante del senador, la intervención despertó polémica porque se enlaza con los reclamos desde la campaña de Clinton de que seguidores de Sanders hacen frecuentemente comentarios misóginos contra la ex primera dama, y además obviaba la extensa trayectoria política de Hillary.

Y es justamente esa clase de errores los que recuerdan que aún Clinton tiene la ventaja estratégica de haber pasado antes por un proceso de primarias y entender la lógica de la campaña. Si bien en medio del pánico y la locura todo está en juego, su estrategia de apelar al “cambio con experiencia” y a su identificación con Obama parece ser el modelo correcto, incluso si con ello no le alcanza para ganar. Y por su parte, Sanders debe hacer todo perfecto y evitar descalificaciones que le pueden costar caro, como el error de Killer Mike. Con todo, lo más asombroso es que el titular que resume a la perfección la fortaleza y el problema de la campaña de Hillary vino no desde The New York Times o el Washington Post, sino que desde The Onion, uno de los medios satíricos por excelencia de Estados Unidos: “Se le pide a una candidata presidencial mujer, que fue senadora y ministra estadounidense, que sea más inspiradora”.

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