Por Sebastián Rivas, desde Chicago. Abril 19, 2016

Acostumbrada a las luces que no terminan y a estar siempre en el centro de la atención, Nueva York tendrá hoy un rol al que no está acostumbrada: ser el punto de interés en las elecciones estadounidenses. Como el estado se considera un sólido bastión de los demócratas, y habitualmente está hacia el final en el calendario de primarias, es raro que los candidatos dediquen tiempo o recursos a pelear por los votos en una política en que el cálculo del costo y beneficio guía casi todas las decisiones.

Sin embargo, en 2016 tanto demócratas como republicanos llegan a NY con cosas relevantes en juego. La palabra clave hoy por hoy es el momentum, una construcción de los medios que se basa en quién llega en la mejor situación en cuanto a expectativas. Así, aunque quienes lideran en cuanto a delegados en ambos frentes son Hillary Clinton y Donald Trump, el momentum estaría en poder de Bernie Sanders y Ted Cruz, ambos ganadores en Wisconsin hace dos semanas.

Con la recta final de las primarias asomándose, y con California apareciendo a la distancia como el punto clave de la carrera, Nueva York mostrará esta noche cuán lejos o cerca están los candidatos de lograr sus metas. Así, habrá que mirar no sólo a quién gana o pierde, sino a los porcentajes y los delegados que obtienen, para poder tener la mirada completa. Éstos son los puntos a observar en la jornada que da voz a la Gran Manzana.

  • ¿PUEDE HILLARY CERRAR LA DISPUTA?

Las cifras son elocuentes: Hillary Clinton ha perdido ocho de las últimas nueve primarias que se han celebrado, y no gana hace más de un mes. De poco importa que las reglas del partido –que reparten los delegados proporcionalmente- hagan que su liderazgo sobre Bernie Sanders se mantenga sólido. Dependiendo del conteo, hoy su diferencia en cuanto a delegados electos es entre 200 y 250; eso casi le garantiza llegar con la mayor cantidad al final del camino salvo un descalabro.

Sin embargo, Sanders está basando su campaña en la aparente debilidad de Hillary, y la decisión de su equipo es argumentar que el senador al final de la carrera estará mejor posicionado en las encuestas para enfrentar a cualquier candidato republicano. La animosidad entre ambas campañas se ha incrementado en las últimas semanas. En la siempre protocolar política estadounidense, que Sanders haya asegurado que Hillary “no está calificada” para ser presidente apareció como un duro golpe. Al mismo tiempo, el equipo de Clinton no ha cesado en insistir que el senador no sabe cómo realizar las promesas de campaña que hace.

Lo importante de esta noche, de nuevo, será el margen. Ambos candidatos tienen el bono de “ser locales” por algún factor. Bernie Sanders nació en Brooklyn, y Clinton fue senadora por el estado. Las encuestas la dan como favorita, y cualquier triunfo por menos de 10 puntos se vería como algo que respondió al avance del senador. Sin embargo, en términos prácticos, el resultado que sorprendería sería un triunfo de Sanders por cualquier cifra, lo que le daría impulsos y ánimos para la parte final, y una opción matemática de quedar en un rango menor de 50 delegados de Hillary, lo que avivaría la discusión.

  • TRUMP CONTRA LA LETRA CHICA

En el lado republicano, nadie duda del triunfo de Donald Trump, ni tampoco que será por amplio margen. Nacido y criado en el barrio de Queens, su carrera está tan asociada a Nueva York que hasta ha aparecido en cameos de películas: cuando Macaulay Culkin se perdía en esa ciudad para “Mi pobre angelito 2”, el hotel en que se quedaba era el Plaza, de propiedad del magnate, y cuando el niño le pedía instrucciones a un extraño para llegar a su departamento, ese extraño era el propio Trump.

Sin embargo, como las reglas republicanas son distintas que las demócratas, los ojos estarán puestos en si el millonario supera la “cifra mágica” del 50% en todos los distritos, lo que le permitiría llevarse todos los delegados en disputa. De hecho, los grupos organizados en contra de Trump están trabajando en estrategias para apoyar o bien a Ted Cruz o a John Kasich –los dos rivales que quedan en disputa- dependiendo de en qué lugar tienen más posibilidades de quitarle delegados.

Este esquema de “letra chica”, además, es el resumen de las últimas semanas en la campaña republicana. En un escenario que sorprendería a cualquiera que no siga muy de cerca los avatares de la política estadounidense, Trump ha ido perdiendo delegados que ya había ganado de acuerdo al voto popular en estados porque el proceso de selección interno es complejo y permite, básicamente, que las campañas aún disputen esos espacios en pequeñas convenciones y votaciones acotadas a nivel de cada estado.

El gran ganador con esto ha sido Ted Cruz, cuyo objetivo, claramente, no es ganar entre los delegados, sino impedir que Trump obtenga la cifra mágica de 1.237, la “mitad más uno” de los votantes de la Convención Republicana, con la que se ungiría como el nominado. Ahí, de nuevo, regresa la “letra chica”: los delegados llegan a la convención con la obligación y el mandato de votar por un determinado candidato, pero si en la primera votación no hay una mayoría absoluta, empiezan a quedar liberados de acuerdo a las leyes de cada estado en las votaciones sucesivas, y pueden votar por quien ellos estimen.

En muchos estados, los delegados no son necesariamente simpatizantes del candidato por el que votan. Como el escenario de una convención disputada no se da en ninguno de los grandes partidos hace cerca de 40 años, lo que se volvió más común es que ellos sean miembros del partido, dirigentes locales y personas vinculadas a los establishments locales, que además pueden pagar los cerca de tres mil dólares que se solicitan por costos de alojamiento, transportes y comidas. Este grupo, por cierto, está más cerca de quienes son escépticos de Trump, y varios medios estadounidenses han reportado que entre 100 y 150 de ellos desistirían de seguirlo apoyando tras la primera vuelta en la convención.

Así, el propio Trump y su equipo reconocen abiertamente que su objetivo es ganar por un claro margen en las elecciones que quedan para evitar ese escenario y, al menos, quedar al borde de la mayoría absoluta de delegados, con lo cual sería complejísimo que se le denegara la nominación. Por eso, Nueva York redobla su importancia: es donde él puede sacar una más amplia ventaja que se traduzca en más delegados y lo acerque a lo que parecía impensado hace un año, ser el candidato republicano a la Casa Blanca.

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