La Concertación enfrenta el desafío de implementar una nueva fase de políticas públicas progresistas. Un desafío en un contexto muy diferente de hace 20 o incluso 10 años atrás.
Siete nuevos desafíos
1.Tenemos un Estado solvente que puede hacer promesas sociales y financieras creíbles. Antes, el desafío era reconstruir el buen nombre financiero del Estado chileno; hoy, es cómo poner ese buen nombre al servicio del desarrollo.
2.Tenemos un sector financiero local maduro y sólido, que ha sabido expandirse sin irresponsabilidad financiera. Antes, el desafío era lograr solvencia y estabilidad; hoy, es introducir más competencia y aprender a exportar estos servicios.
3.Tenemos una economía abierta e integrada al mundo. Antes el desafío era lograr esta apertura; hoy, es cómo profundizarla conquistando nuevos mercados, no sólo geográficos, sino de nuevos productos y servicios.
4.Enfrentamos el fin de una fase de estabilidad global y entramos en una de mayor volatilidad y riesgo. Antes, el desafío era estabilizarnos junto con el mundo; hoy, es continuar desarrollándonos en un marco de mayor incertidumbre.
5.Enfrentamos el surgimiento de una nueva arquitectura financiera global. Antes, el desafío era aprovechar las oportunidades de un mundo que se abría y desregulaba; hoy, es mantener nuestra integración al mundo en un marco cambiante.
6.Enfrentamos un proceso de concentración del poder de mercados que se ha convertido en una traba a la competencia. Antes, el desafío era simplemente incentivar la inversión; hoy, el desafío es la política pro competencia, antimonopolio, anticolusión, pro pyme y pro consumidor.
7.Enfrentamos un agotamiento del marco de relaciones laborales. Antes, el desafío era priorizar la inversión; hoy, el desafío es compatibilizar flexibilidad con seguridad, adaptabilidad con dignidad, negociación con cooperación y la participación de todos los actores relevantes en el desarrollo de la empresa y del país.
En definitiva, estamos en un mundo nuevo y con un país diferente, una nueva generación de desafíos que requiere de una nueva generación de políticas y una nueva generación progresista.
Cuatro trampas neoliberales
En lo inmediato, necesitamos recuperar el dinamismo, pero no puede ocurrir que lo que hagamos se convierta en un obstáculo para más adelante. No podemos volver a las políticas efectistas desreguladoras que en el pasado practicaron nuestros adversarios. La gran lección de la crisis internacional es que hay políticas que suenan como pro crecimiento en el corto plazo, pero que en el largo plazo son fuente de enorme riesgo y fragilidad económica. Algunos ejemplos:
1.Si es que se desregulara agresivamente el mercado de capitales, como desean algunos especuladores financieros y entusiastas de la información privilegiada, se podría producir una burbuja que generaría una falsa sensación de riqueza, como ocurrió en otros períodos históricos bajo la dirección de la derecha (1960-62; 1979-82). En el mediano plazo, sin embargo, se generaría una crisis que nos haría retroceder severamente como país. Nosotros creemos en una regulación financiera prudencial que desarrolle la economía real en forma sustentable y solvente.
2.Si es que se desregulara agresivamente el mercado laboral, como han propuesto siempre nuestros adversarios, se podría generar algo de crecimiento económico en el corto plazo. En el mediano, sin embargo, se acentuaría la especialización internacional del país en rubros en los cuales la competitividad no se basa en una fuerza de trabajo altamente calificada y se originaría un problema social muy profundo, derivado de los grados de vulnerabilidad a los que se sometería a los trabajadores. Esto terminaría en más desigualdad, menor crecimiento e inestabilidad social. Nosotros creemos que solamente es posible modernizar la legislación laboral a través de un proceso de diálogo social en el que todos los actores sean capaces de ceder en algo, para que el conjunto sea el que gane.
3.Si es que se hiciera retroceder la legislación ambiental o se frenara su aplicación como proponen nuestros adversarios, esto generaría algo de crecimiento en el corto plazo. En forma irresponsable estaríamos posibilitando proyectos que producen daño ambiental. Pero en el mediano plazo acarrearía costos enormes, ambientales, por cierto, pero además económicos, en la medida en que se nos cierren mercados y oportunidades por ser un país que no está a la altura de los desafíos ambientales globales. Nosotros creemos que para generar crecimiento sustentable necesitamos compatibilizar las necesidades económicas del país con la existencia de una institucionalidad ambiental de estándares técnicos OECD.
4.Si es que frenáramos la política antimonopolios y anticolusión como proponen algunos de nuestros adversarios podríamos generar algo de crecimiento en el corto plazo. Algunos monopolios y oligopolios podrían expandirse entusiasmados con fusiones y economías de escala. Pero en el mediano plazo la reducción en la competencia, en la equidad en el acceso a los mercados, la pérdida de poder relativo de los proveedores pyme y de los consumidores generaría una economía menos competitiva en los mercados globales. Nosotros creemos en una agresiva política pro competencia que garantice igualdad de acceso a los mercados, evite concentraciones de poder de mercado donde ello sea posible y regule cuidadosamente los monopolios donde son inevitables.
Las fórmulas fáciles son espejismos: pan para hoy y hambre para mañana. Necesitamos políticas que nos permitan generar los incentivos correctos hacia el sector privado, que nos hagan crecer a tasas más aceleradas, pero construyendo una nación altamente educada, capacitada, comprometida con sus unidades productivas, responsable y participativa. Este desafío no es fácil. Requiere mejores políticas públicas, mejores regulaciones, mejores servicios públicos, más voluntad política. Finalmente, requiere de un mejor Estado, un Estado más activo, pero más sutil, más efectivo y más eficiente, un Estado que está donde tiene que estar y deja espacio donde corresponde.
La mejor hora
Tres oportunidades progresistas
Desde nuestro punto de vista, los tres desafíos que enfrenta el proyecto político progresista son los siguientes: una reforma laboral, una educacional y una económica. Son desafíos que apelan a lo más profundo de nuestra identidad política.
1.Chile requiere de un nuevo marco de relaciones laborales, que simultáneamente modernice la legislación laboral y permita que una mayor cantidad de chilenos pueda negociar en forma colectiva. Hemos propuesto que esto se haga a través de un Acuerdo Nacional, con la concurrencia de trabajadores, empresarios y todos los sectores políticos; que incluya compromisos y concesiones de las partes y que no excluya temas. Esta es una oportunidad para el progresismo: para demostrar a los escépticos que el diálogo social sí genera progreso nacional y que los sindicatos son elementos centrales de una economía próspera y una sociedad libre.
2.El desafío estratégico central que abordará el próximo gobierno será una reforma en la que se reafirmará el compromiso del Estado con la educación pública. Los elementos centrales de ésta son dos: primero, el compromiso del Estado con una gestión y dirección educativa de calidad y segundo, el compromiso del Estado con una docencia de calidad. El principio ordenador de esta reforma, sin embargo, deberá ser que siempre que se entreguen recursos adicionales sea contra compromisos y/o resultados de desempeño, lo que es un desafío para las agencias estatales. Esta es una oportunidad para el progresismo: para demostrar a quienes desprecian a los trabajadores públicos, cómo se movilizan los servidores civiles chilenos cuando se les convoca a una tarea nacional.
3.Un aspecto central de la política de crecimiento del próximo gobierno será la formulación de una nueva estrategia de desarrollo articulada por un Ministerio de Desarrollo Económico que dé cuenta del carácter multisectorial de los clusters y de la necesidad de articular y modernizar la gran variedad de instrumentos y agencias sectoriales que hoy existen. Es fundamental intensificar la vinculación de la entrega de subsidios productivos públicos al logro de metas de certificación de conformidad con normas reconocidas, crecimiento de valor agregado, empleo, ventas, penetración de mercados, desarrollo de personal, etc. Esta es una oportunidad para el progresismo: para demostrar que es posible desarrollar una política de fomento productivo activa y selectiva, pero inteligente y eficiente, dirigida a transformar la estructura productiva de nuestro país a una que haga compatible el crecimiento con la equidad.
Como se puede ver, los desafíos que enfrentamos son, en verdad, oportunidades que apelan a algunas de nuestras convicciones más profundas.
Confesión
Tenemos la convicción de que en este contexto, bajo sitio, con fuego en dos motores e inundación en la sala de máquinas; en este contexto, sangrando de narices y pómulos, con los ojos entrecerrados, y doblados sobre el ajuar de defensa; en este contexto en que nuestros adversarios ríen de vernos así y se ilusionan con el prospecto de una restauración en el poder; en este contexto de confusiones, malentendidos, irritaciones y prejuicios; en este contexto de hastíos, cínismos y egoísmos, lo haremos. Será en este contexto, en que nos hablan de una elección imposible, de una coalición imposible, de un Parlamento imposible y de una economía imposible. Será en este contexto que haremos algunas cosas imposibles y demostremos cómo es un país con diálogo social, con sindicatos fuertes y leales, con política de desarrollo centrada en el factor humano y con una opción estratégica por la educación pública. Tenemos la convicción de que haremos lo imposible justo ahora y, como diría Churchill: si la Concertación llegara a durar por décadas, entonces en ese futuro habrá gente que mire este momento y diga: "ésa fue nuestra mejor hora".
*Oscar Landerretche es doctor en economía de MIT, académico del Departamento de Economía y Director de la Maestría en Políticas Públicas de la Universidad de Chile.