Por Andrés Benítez* Agosto 15, 2009

El 29 de enero pasado se anunció la paralización del megaproyecto inmobiliario liderado por el empresario Horst Paulmann. La Gran Torre Costanera, la más alta de Sudamérica, quedó detenida en el piso 23, situación que se mantiene hasta hoy. Desde ese fecha, su estructura a medio terminar ha sido para los habitantes de Santiago un recordatorio diario de la crisis económica, un verdadero símbolo de ésta, tal como lo fue la caída de Lehman Brothers en Estados Unidos.

El día en que Paulmann decidió ponerle stop -o pause- a la obra, el país no se encontraba en lo que los economistas llaman técnicamente una recesión, que es la caída consecutiva del producto en dos trimestres. A pesar de ello, y pese a que el ministro Andrés Velasco insistía en que Chile estaba blindado, todos sabían que la recesión era inminente.

Hoy, siete meses después, cuando el país sigue con tasas de crecimiento negativo, y estamos técnicamente en recesión, podemos afirmar lo contrario: Chile dejó atrás la crisis. La lógica es simple: si los datos de actividad y empleo se demoraron en registrar el comienzo de la crisis, también harán lo mismo en mostrar su final.

¿Qué nos hace pensar que lo peor ya pasó y que el país se encamina a una recuperación? Como dijimos, los datos duros, no. Un indicador más dinámico es la Bolsa, que ha tenido un recuperación espectacular en los últimos meses. El precio de las acciones es como el termómetro del mercado. Acusa las recesiones o las recuperaciones casi en línea con el sentimiento de la gente. Pero la Bolsa no es siempre un indicador confiable: en ella confluyen todo tipo de actitudes, como la especulación. Por ello, no basta con mirar el ciclo accionario para ver lo que sucede.

Entonces, algunos economistas sugieren el modelo "Dr. House". El popular personaje televisivo sirve de inspiración para muchos hombres de negocios, quienes emulan su heterodoxa técnica de diagnóstico para determinar el estado de salud de este paciente que se llama la economía.

¿Cuál es el modelo House? Muy simple. Ignorar al paciente y muchas veces los exámenes. Y diagnosticar siguiendo el olfato o el ojo clínico. Al igual que los pacientes de House, la economía chilena y mundial es un enfermo con muchas contradicciones. Algunos exámenes o datos -como el desempleo, la actividad o los resultados de empresas- la muestran todavía agonizando. Otros, como el precio de las acciones, la dejan en un estado saludable, casi atlético.

Formular un diagnóstico es difícil en estas circunstacias. Por ello, el Dr. House muchas veces deja de lado los datos y comienza a seguir su intuición, basada en la simple observación del paciente. Nunca hablar con él. Sólo observarlo.

Entonces si dejamos de lado los datos económicos, los buenos y los malos, ¿qué debemos mirar? Simplemente el ambiente, en este caso el de negocios, el estado de ánimo de la economía. Un reconocido banquero de inversión me dijo la semana pasada: la crisis se acabó hace dos meses. Muchos discutieron su afirmación, tomando como fuente los datos duros. Pero el banquero insistió. "Los inversionistas regresaron. Hasta hace dos meses nadie quería hacer negocios, todo era problema. Desde ese momento, las cosas cambiaron. La gente viene a diario a buscar nuevas oportunidades de inversión, nuevos proyectos, nuevas ideas".

Así las cosas, si la economía chilena fuera un paciente de House, estaríamos frente a un persona con un poco de fiebre y dolor, pero con buen apetito, con mucho ánimo. Todavía no recupera su buen aspecto, puede incluso que siga bajando de peso, pero la actitud es la de un paciente sano. Y para Dr. House eso sería suficiente. "Mándelo a la casa", diría sin titubear frente a la cara perpleja de sus ayudantes.

Mandar a la casa a la economía es decir simplemente que la recesión se acabó. Que los síntomas de crisis que todavía se observan son residuales y que los hombres de negocios volvieron a salir al mercado. Muchos de ellos ya apuestan a una recuperación importante para el próximo año, en torno al 3 ó 4 %, situación impensada hace algunos meses atrás.

Visto de esta manera, lo que necesitamos es que el símbolo de la crisis salga de nuestra vista. Que la Gran Torre Costanera vuelva a crecer y llegue a lo más alto de Sudamérica. Es cierto, la recuperación llegó y se fortalecerá con o sin  torre, pero los ritos son siempre importantes. Entonces, si el símbolo de la crisis es ese gran complejo abandonado, necesitamos, para cerrar el ciclo, que vuelva a levantarse. Chile ya no está para ruinas.

*Andrés Benítez es rector de la Universidad Adolfo Ibáñez.

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