Por Raphael Bergoeing* Agosto 15, 2009

La candidatura de Sebastián Piñera se ha impuesto dos metas ambiciosas pero posibles: erradicar la indigencia en 2014 y sentar las bases para alcanzar el desarrollo en 2018. Para ello, debemos crecer al menos 6% en promedio durante los próximos 8 años.

El comando de Frei cree que eso no es posible, nosotros sabemos que sí lo es.

No extraña que Frei dude. Representa a una coalición cuyo crecimiento económico por gobierno pasó desde 7,7% a 2,8% en 20 años; con una expansión en 2009 que, pese al reconocido manejo macro, ocupará el lugar 112 entre 182 economías según el FMI; y que ha mantenido una tasa de desempleo promedio sobre 9% durante una década.

¿Por qué se estancó Chile? Porque cada uno de los componentes que explican producción ha caído. La tasa de inversión, en precios corrientes, apenas bordea el 22%; el empleo nunca recuperó su nivel precrisis asiática; y la eficiencia agregada, clave para el crecimiento sostenido, se contrajo cada año durante este gobierno.

En lo económico, la Concertación merece reconocimiento por haber mantenido y validado socialmente las reformas macro implementadas desde mediados de los años 70. Hoy nadie duda que la columna vertebral del modelo será preservada, y que la estabilidad generada nos autoriza a soñar con el desarrollo.

Pero para alcanzarlo pronto, falta crecer con mucha más fuerza. Así, no sólo podremos ampliar y profundizar la red de protección ya existente, sino que también construir una economía con capacidad para reinsertar en la sociedad a quien tropieza, con nuevas y mejores oportunidades para generar ingresos.

¿Por qué se estancó Chile? Porque cada uno de los componentes que explican producción ha caído. La tasa de inversión, en precios corrientes, apenas bordea el 22%; el empleo nunca recuperó su nivel precrisis asiática; y la eficiencia agregada, clave para el crecimiento sostenido, se contrajo cada año durante este gobierno.

¿Cómo volver a crecer 6%? Reconozcamos que debemos hacernos cargo de innumerables problemas que, aunque individualmente insignificantes, en conjunto explican nuestra brecha con el desarrollo.

Algunas de estas reformas esenciales incluyen facilitar el empleo desde el hogar, fortalecer el pre y postnatal y permitir las bolsas anuales de horas trabajadas; promover la adaptabilidad pactada, a través de la negociación colectiva; potenciar el seguro de cesantía, acotando las indemnizaciones; incentivar los contratos de aprendizaje, y la capacitación con un bono individual que permita escoger dónde capacitarse; ampliar el subsidio al empleo a los sectores vulnerables; aumentar el tope de tributación sobre la base de las utilidades retiradas para ventas de hasta 25 mil UF, con una reducción gradual del beneficio hasta las 100 mil UF, y permitir transitoriamente la depreciación acelerada; desarrollar un nuevo estatuto para las pymes y mejorar su acceso al financiamiento; reactivar las concesiones de obras públicas, extendiéndolas a la educación, salud, deporte y transporte; asumir en serio la reforma educacional y la modernización del Estado; promover el emprendimiento, la innovación y la competencia en los mercados.

Pero muchas de estas reformas requieren tiempo para ser implementadas e impactan con rezago.

Por ello, inicialmente aprovecharemos el exceso de capacidad generada por la crisis y el estancamiento previo para impulsar aumentos rápidos en la inversión y el empleo. Nuestro crecimiento tendencial se estima en un rango de 4% - 4,5%. Así, habiendo crecido 3,3% promedio desde 1999, hemos acumulado al menos 5 puntos porcentuales de producto rezagado. Durante 2010, además, se espera que el crecimiento mundial esté recuperándose.

En este contexto, los estímulos tributarios al capital físico ya mencionados activarán la recuperación de la inversión. Y el reimpulso del mecanismo de concesiones prolongará esta mayor inversión. Por ejemplo, en pavimentación urbana tenemos un déficit estimado en 4.600 kilómetros de vías. Esto requeriría cerca de US$ 1.000 millones durante el periodo 2010-2014. Además, sólo para inversiones en obras de riego se necesitan US$ 850 millones adicionales.

Finalmente, y para que el mayor crecimiento sea sostenido, dos comentarios adicionales. Porque las medidas económicas son replicables, la visión de país no.

Primero, no alcanzaremos el desarrollo si no nos hacemos cargo de la modernización del Estado. El sector público representa un tercio del PIB en Chile. Y la brecha de eficiencia entre este sector y el privado es cada día mayor. Un caso ilustra: mientras las utilidades por unidad producida en las principales mineras privadas superan el 80%, en Codelco éstas apenas alcanzan a 50%. Bastaría con eliminar esta brecha para aumentar significativa y permanentemente nuestro PIB. Pero reformar el Estado exige liderazgo. ¿Lo tendrá quien representa a una coalición que está naturalmente agotada después de 20 años en el poder?

Segundo, hay que promover el emprendimiento. El enfoque debe reorientarse desde el contentamiento con preservar lo hecho, hacia la exigencia de crear algo mejor. Porque la Concertación, sea por ignorancia o por falta de cariño, ha bloqueado el emprendimiento. Según el Banco Mundial, Chile ocupa un mediocre lugar 55 en el ranking de condiciones para iniciar negocios, y un inaceptable lugar 112 al evaluar las condiciones para reorganizar proyectos. Así, mientras en Nueva Zelandia cuesta US$ 25 empezar una nueva empresa, en Chile el costo es US$ 1.200 (¡48 veces!). Esta desidia por el emprendimiento, además de condenar a los más pobres, impide mejorar nuestra distribución del ingreso. Los emprendedores no están restringidos por barreras sociales o raciales. Sólo necesitan un entorno dinámico, con mercados financieros profundos y una fuerza laboral capacitada. Es un rol fundamental de la autoridad generar las condiciones institucionales para que, a través del emprendimiento, las oportunidades se igualen.

Como dije, la tarea es ambiciosa, pero posible. La última vez que Chile asumió un desafío como éste fue durante el gobierno de Patricio Aylwin, cuando aprovechamos la mística y el conocimiento de un grupo de economistas que durante largo tiempo se preparó para contribuir al desarrollo de nuestro país. Dos décadas después el grupo equivalente está en el comando de Sebastián Piñera.

* Raphael Bergoeing  es economista y asesor del comando de Sebastián Piñera.

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