Por Daniel Greve* Agosto 22, 2009

El éxito parece siempre llegar dosificado. En spray. Con cuentagotas. Cada vez que nos hablan de una misión exitosa nos señalan los peldaños. Que es uno, luego el otro. Pero Concha y Toro parece haber dibujado su historia lejos de la lógica común y construido el éxito con peldaños más largos. O numerosos. Peldaños que, de un momento a otro, parecen llegar todos juntos. Y, aunque así no sea, el estilo Concha y Toro se ve así: poderoso, explosivo. Uno que se reconoce por lo visionario, arriesgado y moderno. Que se adelanta. Que lo quiere todo hoy. Aquí y ahora. No es casual que Concha y Toro sea la primera bodega chilena en exportaciones -con presencia en 131 países-, la que lidera la producción vitivinícola nacional y una de las marcas más valoradas del Nuevo Mundo. No es fortuito que este año se haya mantenido, por cuarto año consecutivo, como una de las diez marcas de vinos más poderosas del mundo en el ranking The Most Powerful Wine Brands 2009, de la consultora inglesa Intangible Business. No es accidental, porque para el éxito de esta receta se necesitó carácter, visión, olfato comercial y, por sobre eso, entender la industria desde la perspectiva necesaria. Hay un nombre al cual culpar. Varios, en realidad, pero uno que suena fuerte y claro: Eduardo Guilisasti.

Guilisasti es hoy, sin duda, el chileno más influyente en el mundo del vino. No es metafórico. The Power List, el listado donde la revista inglesa Decanter rankea a los 50 personajes más influyentes del mundo del vino, posiciona a Eduardo Guilisasti en el número 12, apenas por debajo del presidente francés Nicolás Sarkozy (en el puesto 9), el CEO de Pernod-Ricard Pierre Pringuet (10) y Joseph Gallo (11), el gigante productor estadounidense.

Es el único chileno de toda la lista y el único sudamericano que le sigue, y desde bastante lejos, es Nicolás Catena, dueño de la bodega Catena, de Mendoza. Guilisasti queda por encima de titanes como Bernard Arnault, presidente y gerente general de Louis Vuitton Moët Hennessy; Michel Rolland, el consultor de vinos más influyente del mundo, asesor de cientos de bodegas -incluyendo Casa Lapostolle, para Clos Apalta-; Miguel Torres, el gran productor catalán, con inversiones en Estados Unidos, España, Chile y China -mediante un joint venture-; y Piero Antinori, director de la bodega más famosa de Italia y heredero de más de 600 años de tradición vitivinícola.

Isabel Guilisasti Gana, hermana de Eduardo y gerente de marketing de vinos de origen de Concha y Toro, tiene claros los alcances y la validez de la lista: "Creemos que este rating refleja la muy buena percepción que existe hoy en la industria del vino con respecto a Concha y Toro. Los encuestados son personas relacionadas con el mundo del vino, se realiza cada dos años, y éstos deben destacar aquellas figuras que tengan una directa influencia sobre el estilo de vino que se toma hoy y se podría tomar en el futuro. Pueden ser enólogos, políticos, gente de los medios o empresarios, que con su visión son relevantes en la selección que hará el consumidor en la góndola al final del día".

Si vemos a Concha y Toro desde lejos, tomando en cuenta todo lo que hace desde cierta perspectiva, no es difícil hacerse una idea de por qué está donde está.

Primero, porque tiene diversidad. De terruños, repartidos por todas las zonas de elite de Chile, y también por las mejores de Argentina -con su marca Trivento-, como si su planificación agrícola la hiciera un adivino con Google Earth; diversidad de marcas, todas sólidas, bien definidas, coherentes; y, dentro de esas marcas, diversidad de líneas, las que alcanzan, cada una en su rango, una calidad constante y un precio razonable.

El periodista especializado Patricio Tapia lo explica de manera gráfica: "Da la sensación de que siempre está en proceso de búsqueda, de autoinventarse. Y eso evidentemente le da dinamismo y la ubica como líder. Claro que se trata de una viña que maneja grandes volúmenes, pero lo que produce, en términos generales, se parece mucho a lo que una buena casa disquera sabe entregar; es decir, pop que puede ser todo lo comercial y oreja de este mundo, pero buen pop a fin de cuentas".

La misma revista Decanter se refiere a Concha y Toro como "la Penfolds de esta década", apuntando al éxito fulminante del gigante australiano. Pero es muy difícil buscar un alma gemela para Concha y Toro. Y puede que no la haya. Muy pocas bodegas son capaces de armar un pool de enólogos tan refinados, trabajólicos e intelectuales -como Marcelo Papa, Ignacio Recabarren, Enrique Tirado o Adolfo Hurtado, por nombrar algunos- y de dar igual énfasis a la calidad de los viñedos. Si para algunos es el packaging, la modernidad de la bodega, el wine tour y los grandes lanzamientos, para Concha y Toro es eso y más, aunque muy posiblemente ocupen los últimos puntos de la lista de prioridades.

Isabel Guilisasti complementa: "Sin lugar a dudas es la visión estratégica de la compañía y el liderazgo ejercido por Eduardo en las últimas décadas lo que nos hace concentrarnos en producir vinos de muy buena calidad para todos los segmentos de precios, hacer inversiones agrícolas y tecnológicas que apoyen el desarrollo de vinos de alta calidad y un diverso portfolio de marcas orientadas a identificar y potenciar las tendencias del consumidor. Todo esto se logra siempre y cuando haya un extraordinario equipo humano". Y taurino, claro. Por esas venas corre vino. Un muy buen vino.

Los doce hombres de Decanter

Relacionados