Por Axel Christensen | Director ejecutivo BlackRock Septiembre 12, 2009

Hace exactamente un año vimos cómo el mundo financiero se derrumbaba frente a nuestros ojos: el 15 de septiembre del 2008, el banco de inversiones Lehman Brothers buscaba protección ante sus acreedores, entrando en Chapter Eleven, terminando abruptamente la historia de una institución fundada en 1850 y de paso marcando la mayor bancarrota en la historia de EE.UU. Este episodio marcó, sin dudas, el punto más álgido de la que se convertiría en la más grande crisis financiera global desde 1929.

Cuesta creer que en tan sólo un año las cosas hayan cambiado tanto, afortunadamente para mejor. Sé que muchos de nosotros no queremos recordar lo difícil que fue la etapa entre diciembre y mediados de marzo de este año, cuando los mercados parecieron topar fondo.

Sin embargo, no hace daño recordar algunas de las escenas más conmovedoras del "año que vivimos en peligro".

A diferencia de otras instituciones que recibieron ayuda estatal para sobrevivir, Lehman Brothers fue el único banco de tamaño que las autoridades financieras de EE.UU. decidieron "dejar caer", como una manera de dar una señal de que la toma exagerada de riesgos debía enfrentar las consecuencias.

Lamentablemente, no fue anticipado el riesgo que esta quiebra tendría sobre el resto del mercado, por el gran número de contrapartes que Lehman tenía en productos derivados.

Así, se generó un verdadero pánico por el posible efecto dominó que provocaría sobre otras instituciones financieras, generando una tremenda desconfianza sobre los bancos o todo lo que se les pareciera.

De esta manera, empezaron a desfilar los candidatos a ser el próximo Lehman. Los temores de que se repitiera la crujidera de bancos -al igual que a comienzos de los 30- llevaron a que para muchos el colchón volviera a perfilarse como la alternativa de inversión más segura. El pánico se extendió a todo el globo, llegando incluso a afectar a los bancos chilenos que, aunque mucho mejor capitalizados y con mucho menores niveles de riesgo, vivieron su propio episodio de apretón de liquidez, que incluso motivó la intervención del Central.

Considerando que después de la guerra somos todos generales, hoy es una opinión bastante generalizada que fue un error dejar caer a Lehman. Fue tal el impacto, que en vez de transmitir un mensaje de que quienes optaban por tomar grandes riesgos financieros tenían que asumir las consecuencias, se produjo todo lo opuesto. Desde entonces, los gobiernos han tenido que salir a rescatar todo lo que huele a riesgo sistémico, con paquetes de ayuda que, aparentemente, financiarán varias generaciones de contribuyentes.

Volver a lo Básico

Sin embargo, no todo fue negativo. El pánico que generó el cataclismo financiero motivó repensar la manera en que tomamos nuestras decisiones de inversión. Nos dimos cuenta de que, tal como se leía en los libros de finanzas, rentabilidad y riesgo, efectivamente son dos caras de la misma moneda.

De repente, las inversiones más conservadoras como oro, depósitos en bancos de primera línea o bienes raíces, volvieron a ser atractivas.

Atrás quedaron sofisticadas (muchas veces inentendibles) alternativas que ofrecían una rentabilidad espectacular, pero sin mayores explicaciones. Al final resultaron ser espectacularmente riesgosas, basadas en valores de modelos no de mercado, o ser presa de estafas de antología. Volvimos a favorecer lo local -"donde mis ojos te vean"-. Volvimos a lo básico.

Un caso interesante fueron los multifondos. De acuerdo a algunas cifras dadas a conocer por la Superintendencia de Pensiones, relativamente poca gente se cambió de fondo durante la crisis. En todo caso, la mayoría de los que lo hicieron era gente de patrimonios relativamente altos. Desgraciadamente, la mayoría se cambió en octubre -en el peor momento- desde los fondos más riesgosos (A y B) a los más conservadores (C, D y E).

El Nuevo Normal

A partir de marzo de este año, los mercados bursátiles fueron los primeros en anticipar la recuperación. No con demasiada convicción, hay que decirlo, pero al menos aliviados ya que no íbamos a presenciar un armagedón financiero, al menos no hasta una próxima crisis.

Con los gobiernos saliendo a salvar todo lo que olía raro, los inversionistas se fueron calmando e incluso se dieron cuenta de que podían tomar crecientemente más riesgos, en la medida en que se percibiera que el Estado intervendría para evitar una recaída de la crisis.

Primero fueron los bonos y después las acciones, principalmente de mercados emergentes -como China, Rusia y Brasil-, los que empezaron a mostrar rentabilidades cada vez más positivas. El mercado chileno no fue una excepción, premiando a los que tuvieron el estómago de mantenerse calmados en medio de la crisis (y más aún, a los que se atrevieron a comprar cuando todos los demás querían vender). Volviendo a los multifondos, los que decidieron no moverse han visto su paciencia recompensada: van en vías de recuperar buena parte de lo perdido en los últimos 12 meses.

Pero, ¿es sustentable este nuevo escenario? ¿Es razonable pensar que las cosas volverán a como solían ser antes de la crisis?

Claramente la respuesta es que las cosas no serán como solían ser, al menos en un futuro cercano. Algunos analistas llaman a acostumbrarse a un "nuevo normal", que estará marcado por la DDR. No, no se trata de nostalgia o la Alemania Oriental. Son las siglas de Des-Apalancamiento, Des-Globalización y Re-Regulación.

En un "nuevo" mundo normal, veremos menos crecimiento porque las personas se endeudarán (apalancarán) menos para consumir, dadas las políticas crediticias más conservadoras de los bancos. Veremos retrocesos en la vertiginosa globalización pre-crisis. Y la mano invisible del mercado tendrá que acostumbrarse a la mano bastante visible del Estado, quien vuelve a escena en gloria y majestad, con el derecho de quien ha pagado por los platos rotos. 

¿Será un mundo peor o mejor? Quién sabe. Lo cierto es que para tener éxito en este orden se necesitará más sentido común y, sobre todo, la capacidad de adaptarse a lo inesperado.

* Director Ejecutivo de Barclays Global Investors.

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