- ¿Cómo caracterizaría usted el contexto económico, político y social de Chile cuando se publica el Mapa de la Extrema Riqueza?
-Fue un período de gran euforia, especialmente entre los agentes económicos. El PIB per cápita de Chile venía cayendo desde comienzos del siglo XX en relación al de todas las regiones, excepto África. A pesar de haberse intentado la aplicación de varios modelos de muy diversa índole para revertir la situación, nada parecía funcionar. Para agravar la cosa, éramos incapaces de derrotar una elevada tasa de inflación y además habíamos vivido, pocos años antes, la aguda crisis económica, social y política de la Unidad Popular y la fuerte recesión de 1975. Pero en 1979 la economía ya llevaba tres años de fuerte crecimiento económico, con una inflación en franca retirada. Había gran confianza en que el nuevo modelo -basado en la economía de mercado que había llevado al desarrollo a EE.UU. y Europa- nos daría prosperidad y estabilidad. De allí la euforia.
- En el prólogo del libro se plantea que el autor no busca con la publicación hacer juicios políticos ni morales sobre el país. Sin embargo, éstos se encuentran implícitos en casi toda la obra. ¿Qué reacciones produjo?
- El libro fue aplaudido por aquellos que criticaban el modelo económico que se estaba implementando. Entonces -por motivos que no necesito explicitar- era difícil hacer crítica política, por lo que se utilizaba la crítica al manejo económico -a la cual las autoridades de entonces no se oponían- para hacer política. Además, no se debe olvidar que entonces los sectores hoy afines a la Concertación eran, en general, críticos acérrimos del modelo.
-¿Cómo fue recibido entre los ejecutivos y socios del grupo BHC?
- Positivamente. El grupo -que obviamente tenía conciencia que estaba manejando muchos activos- se dio cuenta de que no bastaba con tratar de hacer bien las cosas y que también debía hacer un gran esfuerzo por transmitirle al país que dicho manejo era útil para toda la comunidad, en términos de los bienes, servicios, empleo e impuestos que generaba. Los asesores de comunicaciones contratados sugirieron que, dado el tamaño del grupo -unos 10 mil trabajadores-, tal información se debía canalizar al resto del país por boca de los propios trabajadores. Y así se hizo. Pero también hicimos ver que el estudio de Dahse tenía un grave defecto metodológico, que lo llevó a confundir riqueza -que el grupo BHC no tenía ni cercanamente en la medida que él estimaba- con control sobre activos.
Anacleto Angelini y Manuel Cruzat
- Hay quienes sostienen que tanto la UP como el régimen militar promovieron la extrema concentración de riqueza en Chile. ¿Comparte esto?
- Concentración de la riqueza siempre ha habido en Chile y en el mundo. Ya Ricardo Lagos, en su tesis de graduación de la Escuela de Derecho, ilustró la situación de mediados de siglo XX en Chile. No obstante, las nacionalizaciones de las aproximadamente 500 mayores empresas bajo el gobierno de Allende llevaron la concentración a un extremo: casi toda la riqueza y todo el poder en manos del Estado. Luego, bajo el gobierno de Pinochet, cuando se privatizó la mayoría de las empresas estatales, no se aprovechó la oportunidad para redistribuir esa riqueza en forma mucho más amplia, a pesar del esfuerzo hecho por Hernán Büchi en la segunda ronda. La privatización de Codelco durante los gobiernos de la Concertación podría haber sido utilizada como un instrumento para aumentar su eficiencia y al mismo tiempo redistribuir riqueza. Pero tampoco se hizo.
Lobby y tecnócratas
- En su obra, Dahse asegura que los grupos económicos ejercían presión e influencia sobre las políticas económicas y sociales impuestas por el gobierno militar. ¿De qué manera ocurría esto?
- Mi experiencia es exactamente la contraria. Por una parte, los dos mayores grupos -Cruzat-Larraín y BHC- no participaban en forma destacada en los principales gremios empresariales, salvo Javier Vial en la Asociación de Bancos. Tanto así, que recibieron duras críticas de parte de éstos. Por otra parte, el poderoso ministro de Hacienda de la época era -correctamente, a mi modo de ver- extremadamente impermeable a presiones de todo tipo. El ministro prácticamente no daba audiencias a empresarios o grupos de interés, siendo muy criticado por ello. Es cierto que los conglomerados tenían departamentos de estudio que opinaban públicamente en materia de política económica. Pero ello no significó en absoluto que el gobierno recogiera sus sugerencias, que, por lo demás, no eran siempre coincidentes.
"El libro fue utilizado para hacer crítica política"
- En el plano de la gestión, el libro presenta a una nueva clase: los tecnócratas, surgida en esos años. ¿Cuál fue la importancia de este grupo?
- Efectivamente se trataba de profesionales entrenados en materias relacionadas con la administración de empresas, los que empezaron a tener una gran importancia en el manejo de las compañías. Tanto así, que incluso las decisiones de inversión fueron determinadas por la influencia de estos profesionales. Es decir, la intuición fue desplazada en gran medida por la técnica al interior de las empresas. A nivel de gobierno, empezó a suceder antes algo parecido. El mejor ejemplo son las características de los ministros de Hacienda, que en Chile son tecnócratas a partir de los años 60.
- El autor hace una diferenciación entre el control y la gestión de las empresas de un grupo. ¿Cuál de estas funciones cree usted que fue más determinante para consolidar la concentración de activos en Chile? ¿Había real independencia entre estos dos planos?
- Creo que eso varió de grupo en grupo. En algunos grupos, que podría ser el caso del entonces conocido como Cruzat-Larraín, esos planos estuvieron bastante separados. No así en el grupo BHC, en que los directores del grupo también ejercían importantes funciones en la gestión de las empresas operativas.
- En el libro se establece que en su mayoría estos grupos estaban estructurados familiarmente, salvo el caso de los más grandes, en donde la jerarquización era determinada tecnocráticamente. ¿Cuál era el caso del BHC? ¿Qué relación tenía usted con los controladores?
- En el caso de BHC, el control del grupo estaba en manos de Javier Vial, quien era propietario de cerca del 50% de las acciones de las sociedades matrices. Sin embargo, los directores del grupo -ninguno emparentado con Vial- tuvieron, en base a una política, la posibilidad de adquirir acciones del holding, a tal punto que varios de nosotros llegamos a tener alrededor del 10% del grupo.
- Dahse establece en su libro que una característica común de estos grupos era una gestión centralizada de las empresas. Sobre todo en cuanto a la decisión del destino de los excedentes.
- En el caso del BHC, el flujo de excedentes era asignado a nuevos proyectos por el directorio en base a evaluaciones del departamento de estudios. Se me ocurre que este proceso fue similar en el grupo Cruzat-Larraín. Las empresas las dirigían los directorios de éstas y el manejo lo ejercían independientemente sus gerentes generales y sus equipos. Había, como ya he señalado, ciertas políticas comunes, en especial en materia de contratación de ejecutivos y evaluación de proyectos de inversión.
Exceso de optimismo
- ¿Existió real competencia entre los grupos más importantes en aquella época?
- Sí, a pesar de que por iniciativa de los socios controladores los grupos tendieron a invertir en áreas distintas, esto no se aplica en el área financiera, en donde la competencia era total.
"Fuimos en exceso optimistas sobre la evolución de la economía chilena -sobre todo en relación a su particular trayectoria sin mayores crisis- y en consecuencia nos endeudamos en exceso para adquirir activos y crecer".
- ¿Cuál es su principal autocrítica de cómo manejaron el negocio?
- Fuimos en exceso optimistas sobre la evolución de la economía chilena -sobre todo en relación a su particular trayectoria sin mayores crisis- y, en consecuencia, nos endeudamos en exceso para adquirir activos y crecer.
- En la obra no se vislumbra la posibilidad de una crisis financiera como la que afectó al país sólo dos años después. ¿Era imposible pronosticar una debacle de esas dimensiones?
-Absolutamente. Éramos demasiado insignificantes, pero muy competitivos, por lo que -se estimaba- íbamos a seguir creciendo aun si el mundo estuviera en recesión. Debo aclarar, eso sí, que al contrario de la crisis actual, aquélla empezó como una recesión económica, que en Chile se tradujo entonces en un profundo crash financiero.
-¿Cuál es su principal crítica al texto de Dahse?
- El libro tiene un grave error metodológico: no haber considerado apropiadamente la estructura piramidal que tenían los principales grupos de la época y que, por lo demás, es común en todas partes del mundo. Eso lo llevó a sobreestimar significativamente su riqueza. Si los grupos hubieran sido tan ricos, no habrían quebrado poco tiempo después. En realidad, los grupos manejaban entonces cuantiosos activos, pero también tenían -consolidado- un alto grado de endeudamiento.