No se esperaba. No se escucharon rumores y nadie tampoco lo adelantaba. Por eso mismo, este miércoles tiene que haber tenido un sabor especial para Carlos Heller (48). Muy temprano se supo que Bethia, el holding familiar donde él es vicepresidente, había llegado a un arreglo con LAN y firmaría una promesa de compraventa por el 8% de la aerolínea.
Hasta ese día, Sebastián Piñera llevaba dos semanas como presidente de Chile y aún no se había desprendido del 11,3% de sus títulos en LAN. El tema del conflicto de intereses era, a esas alturas, un debate nacional y las críticas por ese punto venían incluso desde la propia Alianza. Por eso, se anticipaba que en esta semana podría ocurrir algo importante. Alguien tendría que dar el batatazo.
Quienes conocen a Heller sostienen que si bien no tenían indicios de esta compra de un 8% de las acciones que el presidente aún mantenía en la aerolínea, "les calza" que el hijo de Liliana Solari esté dando esta nueva jugada. "No me llama la atención que haya entrado a LAN. Algunos empresarios lo vieron como un negocio sin business sense, porque el porcentaje no era suficiente para tener el control, además de que muchos lo castigaron por ser un negocio muy visible. Sin embargo a él y a Gonzalo Rojas (su socio en Bethia), lo visible no les molesta. Esto de que todo el mundo esté comentando que 'Heller compró LAN' lo debe tener fascinado", comenta un empresario cercano.
Por lo mismo, aunque el porcentaje que adquirió no le da control sobre la sociedad -pese a que trascendió que negoció tener un director-, se especula que luego irá por más. "Sin duda que esta operación no es para quedarse en las sombras de LAN. Tanto a él como a Gonzalo Rojas les gusta la presencia. Apenas Heller tenga la posibilidad, crecerá", comenta un cercano a su familia.
El clan
A Carlos Heller su familia le dejaría de herencia dos rubros que terminarían cruzando su vida: el fútbol y los negocios. Agustín, su padre, fue dirigente de la Universidad de Chile, cuando el equipo era conocido como el "Ballet Azul". Su abuelo, Sandro Solari, fue presidente de Audax Italiano. Y su madre, Liliana Solari, es la bisnieta del fundador de Falabella y una de las mujeres más ricas de Chile. Probablemente de ahí vinieron los primeros instintos empresariales de Heller. Sin ir más lejos, cuando él y sus dos hermanas eran niños salían por su barrio a vender tomates y otras frutas que cultivaban en la chacra de la casa.
Bethia es el holding del clan. Se formó en 1994. El nombre lo sacaron de una yegua que tuvo la familia, que fue campeona de Chile y ganó clásicos en Estados Unidos. Un día, mientras la llevaban de un hipódromo a otro, el trailer en que transportaban a Bethia se incendió y la yegua murió calcinada.
Hoy, el extenso portafolio de este grupo -presidido por Liliana Solari- posee intereses en varios sectores: Ancali en el área agrícola; Sotraser en transportes; Parmalat, Calán y Copala en el rubro de los alimentos; Titanium en el inmobiliario; la Viña Indómita en el área vitivinícola; y Aeroandina en jets y helicópteros privados. También poseen paquetes accionarios en el Club Hípico -donde Heller es presidente- y en el Hipódromo Chile.
Pero sin duda es Falabella su fuente de ingresos más importante. Ahí, Bethia es dueño del 12,4%, cuyo valor en bolsa, se especula, alcanza los US$ 1.400 millones. Heller, además, es uno de los accionista mayoritarios de Azul Azul.
Heller, para muchos, es un outsider. Pero eso, explica un abogado que lo conoce, "tiene su aporte. Puede hacer preguntas que nadie más haría. Se le ocurren ideas que otros jamás verían. Tiene una visión completamente diferente".
Un cercano al empresario cuenta que en el holding son Heller y Gonzalo Rojas los que buscan nuevas oportunidades de negocios, las que someten a la evaluación del resto del directorio: su madre, su hermana y el abogado Alberto Morgan.
Un accionista de Azul Azul dice que "los negocios en los que está involucrado Heller tienen que ver con cosas que le gustan. En Azul Azul perdió el control de la empresa porque su familia le recomendó no aceptar la presidencia. Entonces él dejó pasar esa oportunidad. Ya se resignó, pero de todas maneras se arrepiente".
De todas formas, hoy su objetivo está en los bienes raíces. El mismo accionista de Azul Azul cuenta que "Heller ha tratado de meterse en varios negocios, pero el directorio de Bethia aún no le ha dado el visto bueno. Uno de esos proyectos fue un conjunto de edificios cerca del Parque Arauco y el estadio de Azul Azul".
En el campo
Liliana Solari, presidenta del grupo Bethia.
"Carlos Heller es un personaje atípico dentro del mundo empresarial. Lidera varias actividades agrícolas, y de lo que más se preocupa es de lo que tiene en Los Ángeles, en la Octava Región. Ahí está su centro de operaciones. Para él venir a Santiago es un dolor de cabeza, mientras que para el común del empresariado es un must".
El que habla es un abogado que lo conoce bien. Que sabe que Heller, un agrónomo que nunca completó sus estudios universitarios, llega a Santiago todos los lunes y que no regresa a Los Ángeles antes del miércoles. Allá tiene a sus amigos, a su mujer y su criadero de caballos. Allá crecieron sus tres hijos y está su casa, que es descrita como "bonita pero sin lujos". Allá también está una estatua a escala de la yegua Bethia que se quemó.
La Sociedad Agrícola Ancali -el segundo negocio más lucrativo de Bethia- tiene más de diez mil hectáreas entre la VIII y la IX Región. Ahí poseen un haras, miles de cabezas de ganado y una lechería. Ésta es probablemente el orgullo de Heller. Porque ahí tiene 5.200 vacas y las trata con tecnología de punta. Implementó la filosofía del cow comfort, que busca entregarles las mejores condiciones posibles a los animales, para lograr un máximo de rendimiento. En datos duros, eso se tradujo en que cada vaca terminó entregando 30 litros de leche diarios, cuando antes daban 20. En eso gastó US$ 11 millones, incluso cuando su propia madre pensaba que era una locura.
Para potenciar la lechera, en 2004 Heller compró los activos de Parmalat en US$ 15 millones. Después, logró que la línea light de esa compañía superara el 43% del mercado.
Heller ahora vuela
Atípico
Un abogado que lo conoce dice que en Chile la mayoría de los empresarios tienen un perfil estándar: "Son ejecutivos con MBA y estudios fuera del país. Él, en cambio, está mucho más cómodo arriba del tractor y es mucho más feliz yendo a ver un partido de la U que hablando de temas financieros, de directorios o estando sentado en una oficina. Muchos, por eso, no tienen cercanía con él".
Carlos Heller, comparado con el club empresarial de Santiago, se ve distinto. Porque a pesar de su riqueza y de que estudió en el Craighouse, no terminó su carrera de Agronomía en la Universidad de Chile y las veces que va a una reunión de directorio, dice otro accionista de Azul Azul, habla poco. "Este año ha ido sólo a uno y el año pasado fue a tres. Nada más. Sólo asiste a los partidos y llega en su avión o helicóptero, piloteado por él", indica.
Heller, para muchos, es un outsider. Pero eso, explica el abogado, "tiene su aporte. Puede hacer preguntas que nadie más haría. Se le ocurren ideas que otros jamás verían. Tiene una visión completamente diferente. Y eso vale mucho".
En la cancha
Carlos Heller tuvo que esperar varios años antes de entrar a la "U". El club pasó por las dirigencias de René Orozco y Lino Díaz. Y el club, claro, también tuvo que quebrar. Pero Heller, de cierta forma, ya era parte de él hace bastante tiempo.
No sólo era hijo de un dirigente y ex arquero de cadetes. También era socio y parte de la generación de hinchas que tuvo que acompañar a la "U" en su paso por la segunda división. Antes de que llegara a ser el accionista mayoritario, después de que Azul Azul -la concesionaria a cargo del club- saliera a la bolsa en 2008, Heller fue capaz de aportar recursos a través de un auspicio de Parmalat, para que el delantero mendocino Diego Rivarola no partiera a la Universidad Católica buscando un mejor sueldo.
Tan reconocido es dentro del club, que cuando compitió contra Lino Díaz por la presidencia, en 2005, varios jugadores históricos lo apoyaron. Entre ellos, gente respetada por cualquier hincha azul, como Héctor Hoffens, Sandrino Castec y Alberto Quintano.
Claro que Heller tuvo su primera prueba en el mundo del fútbol antes de Azul Azul. Sucedió en 2003, cuando asumió como presidente de Iberia: un club de Los Ángeles que juega con los mismos colores del Barcelona, pero que llevaba diez años fuera del fútbol profesional.
Heller invirtió en ese equipo, pagó todos los sueldos pendientes y puso el logo de algunas de sus empresas como auspiciadores, pero aun así nunca pudo hacer que el Iberia saliera campeón y subiera a primera B. En Los Ángeles, donde los amigos de Heller lo llaman "Caco", incluso se hablaba de una maldición. Y por eso, Heller ha dicho que lo de Iberia "ha sido su negocio más difícil".
A sus hijos también los ha metido al fútbol. Juega partidos con ellos y su primogénito -de 21 años- se hizo cargo del Unión Santa María, un equipo de cuarta división y considerado el hermano menor de Iberia. El joven ostenta el cargo de presidente de ese club.
Donde Carlos Heller sí ganó el campeonato fue en la Universidad de Chile. Pasó durante el Apertura de 2009. Un año después que el equipo se abriera a la Bolsa, donde Heller hizo una inversión inicial importante para convertirse en el socio mayoritario, con un 25% de las acciones. En ese directorio, eso sí, ha ido perdiendo territorio frente a la arremetida de José Yuraszeck, quien supo cautivar a otros accionistas importantes, como el empresario Peter Hiller.