Por quepasa_admin Abril 3, 2010

Sergio de Castro

1. ¿La palabra privatizar dejó de ser un tabú?

Más que privatizar o no privatizar, me parece que la discusión verdaderamente fructífera para un Chile que quiere superar la pobreza es qué instituciones de propiedad debemos generar para alcanzar el máximo desarrollo económico posible en las próximas décadas.

La experiencia mundial ha demostrado claramente que los países cuyas empresas estatales son manejadas en forma independiente del poder político crecen más aceleradamente que aquellas en que esto no ocurre. Petrobras -de Brasil- es digna de un estudio profundo por parte de todos los partidos políticos de Chile y de los países que aspiran a acelerar su desarrollo económico y social.

2. ¿Es el momento propicio para abrir el debate sobre las privatizaciones?

Enfáticamente sí. Los dividendos serían por partida doble: el fisco recibiría recursos que necesita imperiosamente para la reconstrucción después del megaterremoto y además mejoraría muchísimo la productividad de las empresas estatales. Independizar a los directorios de las estatales de las influencias políticas generaría un milagro de productividad.

3. ¿El gobierno tiene piso político para impulsar una agenda privatizadora?

Tengo la esperanza de que después de la negociación salarial de Codelco con sus sindicatos, el año pasado, la opinión pública se haya percatado de que los beneficios del cobre se están desviando crecientemente hacia los sindicatos más que hacia los pobres de Chile. La valiente actitud de la administración de Codelco de establecer parámetros de productividad para fijar los bonos y porcentaje de reajuste fue sacrificada por las necesidades políticas de las elecciones presidenciales y parlamentarias y siempre será así.

4. ¿La opinión pública está de acuerdo con que se privaticen empresas estatales?

Como lo anticipé en la respuesta anterior, estimo que sí.

5. ¿Codelco y Enap deberían estar entre las empresas sujetas a la entrada de capitales privados?

Por supuesto, pues son las más  importantes, pero no sólo ellas sino que todas las empresas estatales deberían ser parcial o totalmente privatizadas. Las empresas privadas, al igual que las estatales, cometen errores pero éstos se subsanan rápidamente en aquellas y nunca en éstas. La razón es que los que fracasan son despedidos en las empresas privadas; pero no en las estatales, dado el apoyo político de quienes gobiernan.

Jorge Marshall

Jorge Marshall

Director de Expansiva/UDP

1. ¿La palabra privatizar dejó de ser un tabú?

Primero hay que tener claro que las privatizaciones o los contratos de concesiones que se han hecho en democracia, como los de los puertos o de las sanitarias, fueron evaluados caso a caso en base a sus costos y beneficios, los que se sometieron a un amplio debate. No obstante, cuando las privatizaciones se miran como un objetivo en sí mismo sin considerar sus repercusiones y sin cuidar los procesos con que la democracia tiene que tratar  temas sensibles como éste, se desarrolla en la opinión pública una reacción negativa frente al tema. Ya lo vivimos con las privatizaciones de los 80, las que en su mayoría tenían un fundamento económico, pero se implementaron sin los cuidados necesarios.

2. ¿Es el momento propicio para abrir el debate sobre las privatizaciones?

Éste no es el momento de abrir el tema por razones políticas y financieras. La emergencia de la reconstrucción necesita de acuerdos básicos y de la amplia colaboración de todos los sectores, lo que sólo es posible si el gobierno renuncia a utilizar las condiciones especiales que vive el país para empujar reformas que dividen. En la actualidad se ha creado una disposición de la población a trabajar por la reconstrucción, dejando en segundo plano las diferencias políticas. Por esta razón poner una agenda con temas sensibles como las privatizaciones tiene un costo para los objetivos de la reconstrucción. Hay que recordar que en la mayoría de los casos hay acuerdos políticos recientes en torno a la participación del Estado en las empresas públicas y modificarlos tomará tiempo.

3. ¿El gobierno tiene piso político para impulsar una agenda privatizadora?

La decisión de impulsar una agenda privatizadora no tiene nada que ver con el cálculo del "piso político". Eso sería pensar la reconstrucción como un gallito en el que unos ganan y otros pierden, lo que es completamente inútil. Tampoco comparto que se diga que enfrentamos un escenario de "economía de guerra" porque es una alarma innecesaria. La verdadera barrera que tiene hoy la eficiencia con que se desarrolle la  reconstrucción se encuentra en la gestión de este proceso y no en los recursos para realizarla, justamente lo opuesto al escenario que tuvimos en 1985, cuando vivíamos sin democracia y con una aguda restricción financiera. El riesgo para el gobierno es no darse cuenta de lo que significa esta enorme diferencia.

4. ¿La opinión pública está de acuerdo con que se privaticen empresas estatales?

Como ya lo expresé más arriba, cuando las privatizaciones se plantean como un objetivo en sí mismo la opinión pública se divide y poco importan los porcentajes en uno u otro lado. Lo importante es que si miramos las privatizaciones en el contexto de las opciones de financiamiento para la reconstrucción, se deben privilegiar las fuentes más eficientes, como la colocación de deuda y los ahorros del cobre. El esfuerzo del gobierno debe estar en lograr una buena gestión de los recursos que tiene, que son muchos.

5. ¿Codelco y Enap deberían estar entre las empresas sujetas a la entrada de capitales privados?

Todas las empresas públicas deben tener la opción de hacer alianzas con empresas privadas, incluyendo permitir la entrada a la propiedad del capital, como parte de la gestión de sus negocios. En caso contrario, se está renunciando a opciones estratégicas que crean valor para el sector público. También se puede pensar en la apertura de una fracción minoritaria a la Bolsa, como una manera de generar un control más eficiente en estas empresas, lo que en el caso de Codelco complementaría los cambios que se han hecho en el gobierno corporativo. Sin embargo, esto no debe vincularse al financiamiento de la reconstrucción.

Klaus Schmidt-Hebbel

Klauss Schmidt-Hebbel

Profesor de Economía de la Universidad Católica

1. ¿La palabra privatizar dejó de ser un tabú?

En rigor, la palabra privatizar nunca fue un tabú para la gran mayoría nacional. Sin embargo, el entusiasmo privatizador sufrió una fuerte merma durante los gobiernos anteriores. Con ello, Chile pospuso en una década las ganancias en productividad y crecimiento que se habrían obtenido si se hubiese continuado al ritmo privatizador de las décadas de los ochenta y noventa. ¿Cuáles son los beneficios de las privatizaciones? Primero, la evidencia mundial y chilena muestra sin ambiguedades que el sector privado es más eficiente que el sector público en la producción de todos los bienes y servicios en mercados competitivos o regulados. El fracaso de los socialismos reales no fue sólo político - una derrota de las dictaduras socialistas-, sino también económico-, una derrota de la producción en manos de las empresas públicas-. En el caso de Chile, una parte del alto crecimiento potencial y efectivo logrado entre los años 1986 y 1998 se debió a la privatización de empresas públicas.

Segundo, las empresas públicas se caracterizan por una gobernanza más débil y una transparencia de gestión más opaca, donde la corrupción económica y política es más factible - y mucho más dañina - que en la empresa privada.

Tercero, las empresas públicas implican una excesiva concentración de los activos públicos en sectores arbitrarios de riesgos idiosincráticos - como el cobre y los servicios educacionales y de salud en Chile - que es financieramente ineficiente al impedir una mayor diversificación. Por estos tres motivos, conviene privatizar todas o casi todas las empresas públicas de Chile. El peso de la prueba está en manos de quienes se oponen a privatizar empresas públicas. Ellos deben señalar por qué la cartera actual de empresas públicas en Chile - desde Codelco hasta los puertos, desde las participaciones en sanitarias hasta los hospitales y liceos públicos - es la que maximiza el crecimiento y el bienestar en Chile. Y si ellos piensan que la cartera actual no es óptima, ¿sugieren privatizar sólo algunas, y por qué? ¿O más bien creen que es óptimo estatizar grandes empresas privadas, y cuáles deberían ser ellas?

2. ¿Es el momento propicio para abrir el debate sobre las privatizaciones?

Sin duda, éste es un momento propicio para retomar el debate y luego el impulso privatizador. Chile ha sufrido una merma de un punto porcentual en su tasa de crecimiento potencial, desde aproximadamente un 5% -5,5% anual en los años 1990 hasta un 4%-4,5% anual en el presente. La privatización de empresas públicas, asociada a la adopción de un adecuado marco regulatorio en sectores no competitivos, y complementada con las necesarias reformas microeconómicas, sectoriales y del Estado, podría contribuir a elevar significativamente nuestro alicaído crecimiento económico.

3. ¿El gobierno tiene piso político para impulsar una agenda privatizadora?

Así lo espero.

4. ¿La opinión pública está de acuerdo con que se privaticen empresas estatales?

Un buen debate, quizás una buena comisión presidencial que lidere dicho debate, podría informar al público sobre los beneficios de las privatizaciones y también sobre los riesgos de hacerlas mal. Ello ayudaría a generar un consenso sobre el diseño óptimo de las privatizaciones de empresas públicas, que maximice el valor de su venta y asegure la adopción o reforma de las condiciones de regulación en aquellos mercados que lo requieran.

5. ¿Codelco y Enap deberían estar entre las empresas sujetas a la entrada de capitales privados?

Sin duda alguna. Al cotizarse en Bolsa y al incluir directores privados, mejoría significativamente su gobernanza y su eficiencia productiva.

Privatizaciones ¿Se acabó el tabú?

Joseph Ramos

1. ¿La palabra privatizar dejó de ser un tabú?

La palabra privatización es un tabú para muchos, y una panacea para otros. No creo que sea ni lo uno ni  lo otro. Para tomar el caso más emblemático ¿debería privatizarse Codelco? Si se hubiera hecho 10 años atrás como querían muchos (cuando el precio del cobre era US$0,75 la libra), se habría vendido por US$ 10.000 millones. Con los precios que posteriormente se dieron y las utilidades que ha tenido la empresa habrían fusilado al que la hubiera vendido a ese precio. Por consiguiente, entre muchas consideraciones, hay que preguntarse ¿privatizarla a qué precio? A US$ 20.000 millones no, pues el flujo de utilidades probables bien puede valer mucho más que eso. A US$ 100.000 millones, sin duda.

2. ¿Es el momento propicio para abrir el debate sobre las privatizaciones?

Mi impresión es que el terremoto le ha dado espacio al gobierno para intentar hacer algo en esta dirección. Mas, no me es obvio que los beneficios de la privatización parcial valen la pena de levantar y consolidar la oposición de esos que lo consideran un tabú, cuando hay tanto más que hacer y en lo que sí hay consenso.

3. ¿El gobierno tiene piso político para impulsar una agenda privatizadora?

El gobierno debe decidir si vale la pena hacerlo. Si fuera gradual y estuviera bien diseñado, yo lo apoyaría. En efecto, sumando y restando, creo que a la larga sería mejor paulatinamente ir hacia la privatización de muchas empresas estatales. Pero ciertamente no a cualquier precio. Los ejemplos de Petrobras y Vale do Rio Doce en Brasil me alientan en este juicio.

4. ¿La opinión pública está de acuerdo con que se privaticen empresas estatales?

La privatización no es sólo una cuestión de precio. Ni tampoco es un todo o nada. También hay soluciones intermedias, como la de mantener en manos estatales la exploración y nuevas reservas por Codelco, y privatizar las operaciones de las minas. De todas maneras el tema central actual , es ¿cómo mejorar la eficiencia de estas empresas estatales? La reciente ley de gobierno de Codelco resultó en la selección de directores por excelencia e idoneidad, no por color político. Tal vez con este directorio, la empresa pueda operar en forma mejor (aunque persistirá la presión corporativa sindical que le sacó bonos multimillonarios no sólo a Codelco sino a Escondida, que es una empresa privada). De tal modo, que la privatización no necesariamente corrige esto, aunque personalmente pienso que sí lo reduciría.

5. ¿Codelco y Enap deberían estar entre las empresas sujetas a la entrada de capitales privados?

Si bien considero que Codelco privada está menos susceptible a presiones políticas para comprar insumos nacionales, para favorecer a determinados proveedores, para mantener la dotación por razones "sociales", para elevar los salarios, etc., y en ese sentido podrá ser más eficiente, también creo (o espero) que un ingeniero o ejecutivo estará más dispuesto a esforzarse para que Codelco sea más eficiente y genere más utlidades para Chile a que sea más eficiente y le genere más utilidades al Sr. X, su dueño. De tal modo que no es sólo un asunto en una dirección. Por lo tanto, la privatización a toda costa dista de ser una panacea.

José Ramon Valente

José Ramon Valente

Socio de Econsult

1. ¿La palabra privatizar dejó de ser un tabú?

La palabra privatizaciones, como muchas otras que son utilizadas en los debates políticos, pasa a tener significados diferentes a los que se pueden leer en el diccionario. El tabú no se produce por el concepto de la privatización, sino por lo que esta palabra significa para mucha gente después de años de manipulación política de este término. Yo creo que el tabú sobre la discusión de la naturaleza pública o privada que debe tener una empresa, o de si ésta debe tener o no capitales privados, nunca existió en la gente. Sin embargo la palabra privatizaciones está contaminada y desvirtuada por la discusión ideológica de muchos años y por lo tanto no debiera ser utilizada para referirse al concepto que originalmente le dio vida.

2. ¿Es el momento propicio para abrir el debate sobre las privatizaciones?

Siempre es un buen momento para preguntarnos como país o como sociedad si las estructuras que tenemos son las correctas. En el caso específico de la propiedad de las empresas públicas, a la luz de las necesidades financieras que se le presentan al país y al gobierno a raíz del terremoto, esta discusión se hace urgente. ¿Es lógico que el Estado tenga miles de millones en activos financieros inmovilizados en empresas -que le reportan flujos (dividendos) relativamente bajos y muchas veces cero o negativos- cuando tenemos la urgencia de allegar fondos para la reconstrucción del país? Entendiendo que las empresas en que hoy participa el Estado seguirán estando en Chile, contratando a trabajadores nacionales, generando miles de empleos indirectos a través de sus proveedores y pagando impuestos en Chile, no veo ninguna razón para que no se considere la venta de participaciones accionarias en dichas empresas como forma de financiar la reconstrucción.

3. ¿El gobierno tiene piso político para impulsar una agenda privatizadora?

El gobierno fue elegido por una mayoría de los chilenos y cuenta hoy con un respaldo aun mayor que el que obtuvo en las urnas. Si el presidente concediera que la venta de activos financieros del Estado para financiar la reconstrucción del país es una buena alternativa de financiamiento éste no debiera sentirse inhibido a presentar un proyecto del ley en esa dirección. El gobierno y el presidente tienen amplio respaldo ciudadano.

4. ¿La opinión pública está de acuerdo con que se privaticen empresas estatales?

Creo que a la opinión pública no le gusta la palabra privatizaciones, pero estoy convencido de que estaría de acuerdo en que el gobierno transformara los paupérrimos dividendos que recibe por su tenencia de acciones en empresas productivas en puentes, escuelas, hospitales y caminos que fueron destruidos por el terremoto.

5. ¿Codelco y Enap deberían estar entre las empresas sujetas a la entrada de capitales privados?

Codelco y ENAP están restringidas en su crecimiento porque hay un accionista que se llama Estado de Chile que tiene objetivos distintos a la maximización del valor de dichas empresas. El Estado -y por ello todos los chilenos- ganarían con la incorporación de capitales privados a Codelco y ENAP. Su participación en dichas empresas disminuiría, pero el valor de la participación remanente sería al corto andar mayor que el valor del total de la participación que actualmente tiene.

Relacionados