Al llegar a Ulán Bator, la capital de Mongolia, uno se encuentra con un sinfín de contrastes. Es una de las ciudades más grises del mundo y posee la bien ganada reputación de ser la capital más fría del planeta. Esto contrasta con la belleza de su estepa y la hospitalidad de su gente. Pero principalmente impacta la rica historia de esta nación, que proviene del antiguo imperio mongol liderado por Genghis Khan.
En el ámbito económico, las buenas intenciones en la implementación de políticas públicas y el populismo elevado a su máxima expresión se conjugan al unísono. Y todo esto por haber sido beneficiados por la naturaleza con el descubrimiento de Oyu Tolgoi, uno de los más importantes yacimientos de cobre y oro del mundo. Mongolia se encuentra en la cómoda posición de poder elegir su futuro, de seguir el camino de la prudencia o simplemente sufrir la maldición de la abundancia de los recursos naturales, que significa pan para hoy y hambre para mañana. La pregunta clave es cómo poder garantizar que sus cuantiosos recursos sigan siendo una bendición, como lo han sido y lo son para Chile. La existencia de grandes reservas naturales en ese empobrecido país enclavado entre Rusia y China iniciará una serie de eventos que generarán una fuerte dinámica económica en el corto plazo.
¿Cuál es la historia? Tras más de seis años de negociaciones, en 2009 Mongolia autorizó una inversión inicial por US$4 mil millones a las firmas Ivanhoe y Rio Tinto para explotar lo que podría ser una de las minas de cobre más grandes del mundo. El gobierno posee el 34% de participación en el proyecto. La proyección es que el yacimiento tendrá una capacidad de producción de un poco más de 544 mil toneladas de cobre y de 650 mil onzas de oro en los primeros 10 años, comenzando en 2013. La primera fase de Oyu Tolgoi la pondrá detrás de grandes minas como Escondida, Codelco Norte y Grasberg. Ésta sería una de las mayores inversiones recibidas por Mongolia desde que hace dos décadas dejó de ser un satélite soviético y se acogió el capitalismo. El FMI proyecta que la sola inversión en el 2010 por Oyu Tolgoi corresponderá al 20% del PIB de este año; mientras que la actual administración proyecta que el PIB per cápita pasará de US$ 1.800 en 2008 a US$ 15.000 en 2015.
A pesar de que hay más de 18 mil kilómetros de distancia entre ambos, Mongolia y Chile tienen similitudes. Al igual que nosotros, la principal exportación de Mongolia es el cobre, y ambos tenemos a China como principal socio comercial. Las autoridades del país asiático han estado interesadas en implementar políticas públicas que han sido exitosas en Chile. Una de ellas es la regla del balance estructural y la creación de un fondo soberano que administre los recursos extraordinarios sobre los ingresos estructurales que determine la futura regla fiscal.
"La primera fase de Oyu Tolgoi la pondrá detrás de grandes minas como Escondida, Codelco Norte y Grasberg. Ésta sería una de las mayores inversiones recibidas por Mongolia desde que hace dos décadas dejó de ser un satélite soviético: la actual administración mongola proyecta que el PIB per cápita pasará de US$ 1.800 en 2008 a US$ 15.000 en 2015".
La futura ley de Mongolia sobre estabilidad fiscal, que es discutida en su Parlamento, es una variante de nuestra ley. Ella combina no sólo la administración de stocks, sino también formaliza el tratamiento de los flujos que determinan la política fiscal. Tan cerca nos vemos…
Todo esto suena muy bien para un país pobre como Mongolia. Lamentablemente no es así. Una de las grandes complicaciones es lo que podríamos llamar el "bono marzo con esteroides", con fecha y condiciones poco claras para entregarlo. Los dos partidos de la coalición de gobierno prometieron durante las elecciones y legislaron para distribuir US$ 1.100 a cada ciudadano mongol. ¡Sí, leyó bien!: en un país con 2,7 millones de habitantes, la distribución involucrará US$ 3.000 millones. Es una cascada de dinero en un economía cuyo PIB alcanza un poco más de US$ 5.000 millones. Esto claramente huele a un incendio económico cercano y devastador. Proporcionalmente sería como distribuir más de 3 millones de pesos a cada ciudadano chileno.
Y eso no es todo. El gobierno mongol aún no cuenta con esos recursos; por lo tanto, tendría que endeudarse para cumplir con su promesa antes del 2013. Así de lejos nos encontramos…
Los líderes de Mongolia están comprometidos en evitar la "enfermedad holandesa", en la que un repentino aumento de riqueza generado por un recurso natural afecta la competitividad del país. Las políticas recientemente implementadas podrían traducirse en la nueva "enfermedad mongoliana", que combina tanto los efectos de pérdida de competitividad como los del populismo redistributivo. Esta situación es el desafortunado ejemplo de una política populista, que apela a la redistribución del ingreso, ocultando los riesgos inevitables sobre la inflación y los déficits fiscales crónicos. Al fallar las medidas populistas, el costo recae en aquellos que estas mismas políticas trataron de ayudar: los más pobres.
¿Cómo evitar los atajos fáciles y aprovechar la riqueza inteligentemente? La experiencia de Chile es una alternativa clara al respecto: crear un fondo soberano y ofrecer otras formas sustentables de subsidios focalizados que no impacten significativamente en la economía. Otra opción es la de depositar lo prometido en cuentas de previsión individual, lo que transformaría una mala política en un buen ejemplo mundial. Hoy la entrega de recursos les permite a los ciudadanos de Mongolia elegir entre contribuciones para pensiones y seguro de salud; pago de préstamos hipotecarios; de servicios médicos y educacionales; y dinero en efectivo. ¿Qué haría usted? Lo más probable es que elija el efectivo, ya que cada persona sabe cuál es el mejor uso de un dinero extra que se recibe como premio. En cualquier caso, el consumo se elevará significativamente con consecuencias negativas en la economía.
Chile y Mongolia aparecen tan lejos y tan cerca a la vez. Cuando se legisló e inició el ahorro sistemático en nuestros fondos soberanos, Chile tomó acertadas decisiones de política económica, que en un principio fueron incomprendidas. La responsabilidad fiscal no es fácil, pero tiene recompensas en estabilidad y credibilidad. Es la disyuntiva que afrontan Mongolia y otros países cuando sus sistemas políticos enfrentan a las fuerzas de la responsabilidad con las del populismo.
*Es profesor de la U. Adolfo Ibánez y consultor del FMI y del Banco Mundial. Fue coordinador de Finanzas Internacionales del Ministerio de Hacienda.