La fuerte apreciación cambiaria de agosto del 2010 ha resultado no sólo ser un gran dolor de cabeza para los exportadores, sino también para el gobierno. Empresarios y autoridades muestran preocupación frente a los vaivenes. Sólo en agosto, nuestra moneda se ha apreciado en 20 pesos, lo que representa una de las mayores apreciaciones respecto al dólar en la región y el mundo. Sin embargo, si tomamos distancia y miramos la trayectoria durante el año, la apreciación se reduce a casi $7. Esto significa 1,3%, que se compara favorablemente con lo que viven otros países, como Perú y Colombia, cuyas monedas se apreciaron 3,1% y 10,6%, respectivamente.
Como esta tendencia a la apreciación del peso es un tema de discusión, somos testigos de peticiones y debates que muchas veces incluyen e inducen a errores o desconocen lo que la autoridad fiscal y monetaria puede realmente hacer. Despejemos los mitos y veamos qué queda.
El primer mito es que el tipo de cambio es la medida de la competitividad del país. El World Economic Forum define ese indicador como "el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país". Por lo tanto, la competitividad es un concepto de varias caras, que se aplica a todos los sectores productivos, no sólo al exportador. El argumento principal de los exportadores es que por el mismo dólar reciben menos pesos y, por lo tanto, cuando la rentabilidad de las exportaciones es menor, Chile pierde competitividad. Pero el indicador más adecuado de competitividad en este sector es el que se mide según el tipo de cambio real, que incluye el valor nominal y también la relación de precios externos e internos. En estricto rigor, el tipo de cambio real depende de la competitividad y no viceversa. Por lo tanto, la discusión debiera centrarse en la evolución del tipo de cambio real y no si el nominal está bajo o sobre un determinado nivel, como los actuales $500 por dólar. Si miramos el tipo de cambio real de los últimos 20 años, nos encontramos con la sorpresa de que el último dato de julio de 2010 es prácticamente igual al indicador promedio del período. Es decir, no hemos perdido competitividad respecto al promedio histórico. Obviamente, hablamos en promedio y no de sectores en particular que se han visto afectados por un tipo de cambio más apreciado.
El segundo mito es que el gobierno puede defender la paridad cambiaria a través de intervenciones. En los últimos años, las cuentas públicas registran altos superávits en dólares (mayores ingresos que gastos en esa moneda), pero también grandes déficits en pesos, moneda en la que el Ejecutivo paga casi la totalidad de sus gastos (como pago de salarios, pensiones y beneficios sociales). Así, no le queda otra opción que ser un vendedor neto de dólares. Por lo tanto, presionar al gobierno para que realice una intervención en el mercado cambiario es inconducente.
El tercer mito es que el Banco Central puede intervenir en cualquier momento. La ley orgánica le fija dos claros objetivos: estabilidad de precios y estabilidad financiera. Por lo tanto, el BC sólo intervendrá en el mercado cambiario en circunstancias excepcionales que afecten cualquiera de esos dos objetivos. La estabilidad de precios no está amenazada con la apreciación. Respecto del segundo objetivo, durante el 2008 el BC implementó un plan de compra de dólares por US$ 8 mil millones (que no alcanzó a completar totalmente), justificándolo por la alta incertidumbre y volatilidad de los mercados globales, que podían amenazar la estabilidad financiera chilena. Hoy no tenemos un tipo de cambio que haya experimentado una sobrerreacción y que amenace nuestra economía.
El cuarto mito afirma que el tipo de cambio no se ajusta rápidamente a las expectativas de los agentes de mercado. Quien dice eso desconoce que los operadores financieros son, como dijo The Economist en 1997, "la especie más carnívora del mundo". Relatando cómo en Tokio se cerraban transacciones a la hora de almuerzo, el semanario afirmó que "a diferencia de la mayoría de la gente, que debe tomar un descanso en su jornada de trabajo para ingerir algún alimento, el operador promedio es perfectamente capaz de devorar su almuerzo y a sus clientes en forma simultánea". En Chile es lo mismo. Apenas se conocen noticias respecto de futuras políticas económicas y cambios en los mercados, los agentes financieros ajustan sus expectativas y actúan inmediatamente. Esto dura poco ya que la gran mayoría de los traders reaccionan de la misma forma. Por lo tanto, el tipo de cambio hoy tiene incorporada toda la información esperada futura: mantención de un precio del cobre sobre US$3 la libra, un gobierno vendedor neto de dólares, un BC con perspectivas a seguir subiendo su tasa de política, e inversionistas internacionales que buscan mayores retornos en países emergentes y bien portados.
Como vemos, existe muy poco espacio, al menos hoy, para forzar al mercado a tener un dólar más caro. ¿Qué herramientas se podrían utilizar? Dando por descontado que el sistema de flotación provee beneficios a la economía, se pueden cambiar las expectativas mediante la intervención oral (que las autoridades muestren preocupación pública por el tipo de cambio, tal como lo hemos visto en las últimas semanas), la intervención cambiaria (compra de dólares por parte del BC en episodios excepcionales) y el control de capitales, entre otras. Pero, otra vez, no caigamos en mitos: todas estas acciones tienen impactos inmediatos, pero acotados. Y en algunas ocasiones, simplemente no son efectivas.
¿Qué más se puede hacer? En el corto plazo, no mucho. Simplemente porque una posible mayor apreciación estará dada principalmente por la debilidad del dólar en los mercados internacionales y no por los efectos que ya están incorporados en el valor del tipo de cambio de hoy. En el largo plazo, debemos continuar con los esfuerzos para aumentar la productividad, tanto del sector privado como público; continuar con la responsabilidad fiscal; y promover mecanismos que ayuden a generar coberturas menos onerosas para las empresas, como recientemente lo anunció el gobierno.
*Profesor de la UAI y consultor del FMI y del Banco Mundial. Fue coordinador de Finanzas Internacionales del Ministerio de Hacienda.