El terremoto vivido en Chile fue la antesala de múltiples remezones en distintos ámbitos de la sociedad. La televisión abierta no fue una excepción.
La forzada venta de Chilevisión a Time Warner fue el inicio de varios cambios en la propiedad de las estaciones. La llegada de nuevas autoridades a TVN, con el nuevo gobierno, hizo que el remezón fuera mayúsculo.
Las consecuencias de estos cambios son aún inciertas, pero claramente traerán ajustes en equipos, contenidos y rostros, como, de hecho, se está produciendo.
A Canal 13 lo veo en un escenario de reconquista de su audiencia perdida y de sus ingresos publicitarios tras la desoladora herencia que dejó, desde mi punto de vista, una visión errada de una parrilla que buscaba innovación y flexibilidad. Esto provocó que la UC y la Iglesia perdieran su invaluable capacidad de influencia y el valor de su marca televisiva. La entrada de los Luksic claramente cambia el escenario. Un gobierno corporativo sano, un presidente del directorio cuya capacidad y conocimiento del negocio son indudables, un director ejecutivo con gran trayectoria, y la capacidad financiera para regenerar la solidez de sus equipos crean otra situación. Nadie duda que Jorge Cabezas, Patricio Ovando, Renato de la Maza y Pilar Rodríguez son garantía de oficio, experiencia y calidad en prensa y reportajes. Por otra parte, el retorno de Patricio Hernández y Verónica Saquel, ambos con experiencias de éxito conjunto, les permitirá generar un tren programático que dé una buena entrada a las noticias. Su gran desafío es crear un matinal competitivo y recuperar su liderazgo en la entretención sin contar con un director como Juan Pablo González.
CHV, por su parte, era hasta antes del cambio de propiedad un canal contenido en sus costos para lograr un mejor precio de venta. Este factor tarde o temprano generará una presión al alza. Es difícil que un director como Juan Pablo González sea retenido en las condiciones actuales. González sacó adelante programas más por amor propio y hambre de rating, que por los recursos asignados a sus producciones. El Área Dramática seguirá consolidándose de la mano de Vicente Sabatini, mientras que Prensa continuará con su línea de impacto, de la mano de Patricio Caldichoury. Habrá que ver qué pasa con su, ahora, "primo hermano" CNN Chile, sus alianzas con radio Bío-Bío, La Tercera y varios canales regionales.
TVN tiene como desafío reinventarse tras las grandes pérdidas de talento producidas por la grúa del nuevo 13. Mauro Valdés posee las capacidades para llevar adelante un nuevo proyecto, pero seguro pagará grandes costos de aprendizaje, más aún con un gobierno que no duda en manifestar su disconformidad con líneas editoriales que no le acomoden.
Finalmente, Mega seguirá consolidando su liderazgo en las audiencias populares que ya conoce y a las que sabe llegar.
Pero los cambios no se quedarán aquí. El desafío está en cómo los canales chilenos se plantean frente a la entrada masiva de las nuevas cajas de TV por internet. Por lo pronto, Google TV y Apple TV podrían arrebatarles pedazos de mercado, tal como lo han hecho con los diarios. Si los canales piensan que es sólo TV, el futuro será complejo, porque lo que se avecina es mucho más que eso.
*Socio director de la Consultora Sámara.
Los competidores en el punto de partida
Este año será inolvidable para la industria televisiva chilena. Primero, por la envergadura de los hechos que se instalaron en la pantalla. Al mismo tiempo, por poner de manifiesto que el relato de la realidad despierta, como pocos, el interés de las audiencias.
Pero el año que culmina además será recordado por la venta de Chilevisión a Time Warner, operación que implica el ingreso al mercado local del primer actor propiamente global. Será, también, el año en que Andrónico Luksic compró a la Universidad Católica el 66% de Canal 13. En un movimiento con menos visibilidad, pero también relevante, Álvaro Saieh, propietario de Copesa y del Grupo Dial, adquirió Canal 22.
Los competidores están en sus marcas. Hasta hace poco más de un año esta industria vivía una suerte de calma chicha. Hoy, en cambio, la carrera está por iniciarse.
La llegada de la TV digital no sólo supone un sensible aumento de las frecuencias y la posibilidad de transmitir en alta definición, junto con la portabilidad. También obligará a reconstruir las bases del sistema sobre el cual opera la industria. En primer lugar, por la duración de las concesiones. El proyecto de ley plantea que se otorguen por un tiempo determinado. Ello abrirá la discusión sobre derechos ya otorgados y la eventual compensación a quienes dispongan de concesiones indefinidas.
La nueva tecnología supone, además, transformar al concesionario de una señal "en el operador de una plataforma multimedial" (donde Turner es, seguramente, el actor con más ventajas). Esto ha obligado a la revisión de las atribuciones de TVN, a través de un proyecto que se encuentra en trámite en el Senado (discusión que, sorprendentemente, no ha trascendido a la opinión pública), de modo que se le permita ampliar su giro. Así, la red estatal estaría en igualdad de condiciones para competir. Por otra parte, la diversificación de intereses que algunos actores de la industria tienen en distintas áreas (el retail, la banca, el transporte), podría reforzar el rol de TVN como televisión pública. Doblemente, si la aspiración del surgimiento de canales locales y comunales se demuestra utópica, como probablemente ocurra. Aunque la inauguración digital produzca una explosión de iniciativas entusiastas, los costos de producción y el tamaño del mercado forzarán un ejercicio de realismo.
Y todavía falta un ingrediente: el del regulador. El proyecto separa la autorización para emitir contenidos audiovisuales del que otorga la concesión. Ello enfrenta los roles del CNTV, al que correspondería lo primero; y al Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, a cargo de lo segundo.
Con tantas preguntas abiertas, quién sabe el si 2011 sea el año que se recuerde por las respuestas.
Por Eliana Rozas, decana Facultad de Comunicaciones, Universidad Central.