A seis horas de la capital de Costa Rica está Playa Tamarindo. Bañada por el Pacífico y envuelta en amplios bosques de palmeras, el idílico escenario es el refugio por estos días de Guillermo Larraín.
Fue en este lugar, y en medio de sus vacaciones, que el economista se enteró del acuerdo logrado entre el Ministerio Público y cinco imputados por el caso Falabella-D&S. Vicente Aresti, Eugenio Eben, Alejandro Irarrázabal, Ana María Laguna y Peter Studer comparecían finalmente ante la justicia por el uso de información privilegiada, cargos formulados por Larraín en julio de 2008, cuando lideraba la Superintendencia de Valores y Seguros, y que derivó finalmente en una investigación penal y en el desfile de estos ejecutivos por el Centro de Justicia de Santiago el lunes pasado.
No era de extrañar, entonces, que la sombra de Larraín estuviera presente aquel día. Fue él quien, en mayo de 2007 y a pocos días de haber asumido el cargo en la SVS, detectó movimientos anómalos en las compras de acciones de la entonces empresa de los hermanos Ibáñez. Mandató de inmediato una investigación, la cual tomó un año. En julio de 2008 Larraín soltó la bomba: ocho connotados ejecutivos del mundo empresarial -los citados cinco más María Luisa Solari, Marcel Zarour y Hans Eben- serían multados por un total de US$ 2,2 millones. La justicia, en paralelo, iniciaba su propia investigación.
Sin embargo, y a pesar de su protagonismo en este caso, quiere mantenerse al margen. "Estoy en otra", enfatiza desde Costa Rica, aunque deja en claro que el tema aún sigue en su agenda, la misma que lo hiciera cursar 17 sanciones en sus tres años al mando de la SVS, llevándolo incluso a involucrarse con el hoy presidente Sebastián Piñera.
-Tomando casos como el de Falabella-D&S y otros ligados a la información privilegiada, ¿los empresarios trabajan al límite de las normas?
-No soy partidario de hablar de una actitud por parte del empresariado. Hay algunos empresarios que viven al filo de las normas y algunos que las traspasan alegremente y con frecuencia. Pero también hay muchos que intentan cumplir las normas y las leyes.
-Después de tres años en la SVS ¿los empresarios usan a su antojo la información privilegiada?
-Esto era así en el pasado. Alguien por ahí se jactaba de que él no tendría la fortuna que tenía si no fuera por sus amigos. Eso era antes. Creo que han pasado dos cosas. Primero, que la SVS ha ido profesionalizando su accionar en esta materia. Hoy la Superintendencia tiene un poder de fuego potente, y espero que la actual administración la fortalezca aún más. Lo segundo, es que el mercado mismo ha ido tomando conciencia que el uso de información privilegiada no es una forma lícita de generar riqueza. Los que verdaderamente generan riqueza no lo hacen sobre la base de un dato, sino sobre la base de un esfuerzo empresarial y laboral. La riqueza no puede ser el fruto de un llamado telefónico de un amigo que tiene un dato o producto de que vi en el escritorio de mi jefe un papel que no debí haber visto. El uso de información privilegiada es pésimo para el mercado, y Chile está enfrentando bien ese problema, que existe en todas partes.
-¿No ahuyenta a potenciales inversionistas que una acción como ésta derive en sanciones y también en una causa penal?
-Si fuera así, entonces todos los inversionistas debieran huir de Estados Unidos e Inglaterra y emigrar a países donde no se produzcan sanciones de este tipo. Lo que observamos es lo contrario: los inversionistas van donde sus derechos como minoritarios son mejor defendidos. El hecho que la SVS haya tomado un rol tan activo en esta materia y que el Poder Judicial también decida involucrarse, desde la perspectiva de un inversionista extranjero, es una señal importante sobre la seriedad con la que las autoridades defienden los derechos de los socios minoritarios.
-¿Cuál fue el caso más difícil en su gestión en la SVS?
-Hubo muchos. Fue un período muy rico en experiencias, pero todas fueron de una alta tensión. En lo personal, yo me siento más "arquitecto" que "carabinero", entonces me sentía a mis anchas promoviendo la reforma de la SVS o de la supervisión financiera, más que en la parte sancionadora. Quizá la lección que aprendí de manera más dura, porque me era totalmente lejana, fue la importancia del proceso sancionador.
"En países pequeños, las relaciones sociales entre los participantes del mercado -y ojo también del gobierno, especialmente en el caso actual- hacen poco creíble que unos privados tomen decisiones duras contra otros. Me parece más creíble que eso lo haga el Estado".
-Tras el paso por la SVS y los casos de información privilegiada que se analizaron, ¿hace falta mano dura o el mercado se puede autorregular?
-Yo he ido perdiendo la fe en la autorregulación, especialmente en Chile. A propósito de la crisis de Irlanda, el Banco Central de ese país encargó un informe para investigar por lo que pasó. Y lo que dice es que hubo "deferencia indebida" con los bancos y sus gerentes por parte del gobierno. En países pequeños, como Irlanda o Chile, las relaciones sociales entre los participantes del mercado -y ojo también del gobierno, especialmente en el caso actual- hacen poco creíble que unos privados tomen decisiones duras contra otros. Me parece más creíble que eso lo haga el Estado.
Hace un par de años Larraín conoció al abogado Esteban Ovalle bajando el río Toltén en kayak. En 2010, el jurista abandonó su antiguo bufete (Carey y Compañía) y junto al ex superintendente decidieron formar una comunidad de techo en el barrio El Golf.
Ahí Larraín ha montado su centro de operaciones, desde el cual realiza diversas consultorías macroeconómicas y financieras, muchas de ellas al alero del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para naciones como Belice, Nigeria, Costa Rica y Brasil.
Escribe columnas, participa en el Centro de Estudios del Desarrollo, y ahora pretende integrar algún directorio de empresas, para lo cual ya puso su nombre en el registro de las AFP.
Desde su oficina frente al hotel Ritz monitorea el mercado a diario. Es un tema que le apasiona, especialmente la regulación de éste. Durante su gestión en la SVS ocurrieron episodios como el uso indebido de custodias en corredoras como Serrano McAuliffe y Alfa, los cuales sorprendieron a todos. Hoy el economista se refiere a estos casos.
-¿Qué lección dejan casos como los de las corredoras Alfa y Serrano?
-Creo que hay varias. Una es que las custodias estaban desreguladas, pero si hubiéramos intentado normarlas sin esos casos, no hubiera sido posible. Esto ratifica el proverbio chino que las crisis son oportunidades. El punto es si uno tiene la capacidad y la voluntad de aprovechar la crisis. Creo que nosotros tomamos esa oportunidad y cambiamos la regulación de las custodias.
-¿Hay un mea culpa de que quizás faltó control o mayor regulación en el uso de las custodias?
-Yo parto de la base que todo puede ser mejor. A lo mejor estoy siendo muy conceptual, poco jugado, no lo sé. En todo caso, a partir de esta filosofía por supuesto que hubiera sido mejor prever lo que pasó, pero eso es difícil. Un problema que tiene la regulación financiera es que cuando los mercados están boyantes, es difícil para el regulador pinchar la burbuja o poner "lomos de toro". Durante el boom, es el mercado el que tiene el beneficio de la duda, y para el regulador es complicado hacer convincente que la intervención es necesaria. Los temas de uso de custodias no se notan cuando los mercados van al alza. Es virtualmente imposible de detectar. Pero cuando los precios van para abajo, la bicicleta comienza a fallar.
-¿Quién debió dar la primera alerta, la Bolsa o la SVS?
-Depende del caso. Hay roles de cada uno. Independiente de lo que digan quienes perdieron dinero por el mal uso de las custodias, mi impresión -y con la información que cuento- es que durante la crisis, la Bolsa de Comercio actuó prudentemente. Pudo haber sido mejor, obvio.