La agencia de clasificación de riesgos Standard & Poor's (S&P) modificó su percepción de las perspectivas futuras para la deuda de largo plazo de Estados Unidos, desde "estable" a "negativo". Esto no significa que la deuda del país más poderoso del mundo haya perdido su condición de AAA (que técnicamente se considera sin riesgo de crédito). Pero sí representa una señal relevante, en el sentido de que si EE.UU. no implementa medidas efectivas que le permitan resolver el grave problema de déficit fiscal, la capacidad de pago de las obligaciones para el gobierno podría verse afectada en el mediano plazo. Una situación de esta naturaleza no ocurría desde hace 70 años, cuando Estados Unidos sufrió el ataque a su base naval en Pearl Harbor.
Las bolsas reaccionaron inicialmente con una fuerte corrección a la baja. Sin embargo, contrariamente a las expectativas racionales, en el primer momento el dólar se apreció respecto de las principales monedas del mundo. Con un déficit fiscal que llega a un 11% del PIB y una expectativa que podría llegar a US$ 1,5 trillones para el año en curso, sería éste el tercer año consecutivo en que la deuda resultaría superior a US$ 1 trillón por año. En este escenario, la deuda que acumula el Estado podría superar los US$ 15 trillones y, a pesar de ello, el Congreso no logra llegar a acuerdo respecto de qué medidas se deberían tomar para reducir esta brecha.
Estados Unidos lleva muchos años gastando más de lo que produce. Esta situación, que llevada a la realidad de cualquier economía doméstica, incluso la de un presupuesto familiar, conduciría al inevitable colapso, en EE.UU. ha sido sostenida gracias a que el resto del mundo ha estado dispuesto a financiar vía préstamos (comprando bonos del Tesoro) este elevado nivel de gasto. La "magia" que hasta ahora ha hecho posible esta situación, ha sido que el dólar ha mantenido su condición de moneda de referencia para la economía y el comercio del mundo. Siendo su propia moneda la unidad en que el Estado americano se endeuda con el mundo, es efectivo que por definición, nunca debería ocurrir que el gobierno deje de pagar sus obligaciones en dólares. Bajo este prisma, por definición técnica, tampoco debería ocurrir nunca que EE.UU. pierda su condición de emisor de deuda AAA. La paradoja de lo ocurrido en los mercados cuando S&P anunció su percepción negativa (cae la Bolsa pero se aprecia la moneda), se explica porque a pesar de todo, frente a cualquier indicación de riesgo global, los inversionistas mantienen su preferencia por refugiarse en lo único que parece seguro (los bonos del Tesoro americano).
Obviamente, EE.UU. no podrá "abusar" de la confianza que hasta ahora siempre le han tenido los inversionistas y estados del planeta, que ahorran y acumulan reservas mayoritariamente denominadas en dólares. Si no resuelve su crisis de déficit fiscal, el epílogo de esta paradoja será una depreciación continua del valor del dólar respecto de las monedas de países que muestren mayor disciplina. El Estado norteamericano probablemente nunca deje de pagar sus obligaciones, pero lo que efectivamente puede ocurrir es que las vaya pagando con dólares que cada vez valgan menos. La pérdida de valor que ya ha registrado el dólar respecto de monedas de economías emergentes, como la nuestra, tiene pocas posibilidades de revertirse si EE.UU. no toma medidas para reducir su déficit. Es la interpretación que se puede hacer del "outlook" negativo con el que S&P nos sorprendió esta semana. Siendo así, países como Chile tienen un desafío mayor, conservar la competitividad de su economía, la capacidad de mantener sus exportaciones, a pesar de la apreciación de su moneda. Productividad y mayor eficiencia son las únicas armas reales para defendernos ante la amenaza de una pérdida de confianza y credibilidad en la fortaleza de la moneda y la capacidad de pago del gobierno de EE.UU.