Todo indicaba que aquel era un día de fiesta. El pasado 11 de julio, más de 2.800 turistas llegaron a Isla de Pascua para ser testigos de un eclipse solar. Las expectativas eran altas. Tanto, que el presidente de Mitsubishi, el japonés Mikio Sasaki, cruzó todo el Pacífico para contemplar in situ -y desde un lugar privilegiado- cómo la Luna taparía el Sol durante cinco minutos. Reservó una de las habitaciones que tiene uno de los hoteles más lujosos de la isla, el Hangaroa Eco Village & Spa, propiedad de la familia Schiess. El evento duró tres días, y aunque parecía ser una gran celebración -se descorcharon los mejores champagnes, y se ofrecieron los más exóticos pescados de la isla-, los dueños del hotel estaban lejos de poder festejar.
Una controversia originada en los gastos extraordinarios que demandó el hotel, tiene desde mediados del 2009 al clan de origen alemán enfrentado con dos compañías aseguradoras. Se trata de la española Mapfre y la chilena Continental, que desde 2008 -y lejos de los planes de todos los involucrados- se hicieron cargo de costear la edificación del Hangaroa. Ello a raíz de la quiebra de constructora del empresario Felipe De Mussy, quien estuvo a cargo de la edificación desde sus inicios, en 2007.
Hoy, ambas partes están en medio de un arbitraje, que podría poner en suspenso la donación del inmueble a la comunidad rapanui, cuestión que está siendo observada desde el mismo corazón de La Moneda, en el Ministerio del Interior.
El 4 de enero pasado las partes designaron al abogado Sergio Urrejola como árbitro del caso, para que resuelva la disputa. El 4 de mayo, Urrejola recibió los últimos escritos y en los próximos meses, el presidente del Consejo de Defensa del Estado deberá dilucidar quién tiene la razón.
Punto de quiebre
Los plazos y el destino que los dueños de la Termas de Puyehue proyectaron para la renovación de su hotel en la exótica isla eran muy distintos a como resultaron. A mediados del 2007, luego de una licitación, Sociedad Hotelera Interamericana S.A. -brazo hotelero de los Schiess- adjudicó la construcción de un hotel de lujo a la Empresa Constructora De Mussy Rapa Nui Limitada, filial del empresario Felipe De Mussy. El diseño original contemplaba la construcción de un hotel cinco estrellas en un plazo no superior a 18 meses y por una suma cercana a los US$ 30 millones. Pero a fines de 2008 el plan cambió radicalmente: reconociendo una deuda superior a los $8.500 millones, la constructora De Mussy se declaró en quiebra.
Desde entonces, Mapfre y Continental -contratadas por De Mussy, y que garantizaban el pago de US$ 9,5 millones en caso de no cumplir con el contrato- tomaron un rol protagónico en el proyecto turístico. En un comienzo, cuando la constructora se declaró en quiebra, los Schiess optaron por cobrar las boletas.
Las aseguradoras exigen que se transparente el pacto de cesión del hotel a la comunidad rapanui, celebrado con el visto bueno del gobierno. Por lo mismo, solicitarán una medida cautelar sobre el Hangaroa, que imposibilite que el inmueble sea enajenado o traspasado.
Pero surgió otra alternativa para terminar el proyecto, que entonces llevaba un 28% de construcción. El 16 de octubre de 2008, representantes de ambas aseguradoras y del hotel -encabezados por el vicepresidente del holding, Patricio Schiffrin y Jeannette Schiess- iniciaron las conversaciones para resolver el impasse. Luego de dos semanas de negociación, salió humo blanco y tras una reunión efectuada en las antiguas oficinas de Transoceánica -la matriz empresarial de los Schiess-, en la Portada de Vitacura, arribaron al acuerdo que hoy los tiene enfrentados. La idea sonaba bien en el papel: para evitar una nueva licitación, las aseguradoras se harían cargo de costear la construcción del hotel. El "salvataje" -como lo denominaron- consistía en que las empresas asumían la posición y deberes de la constructora. A cambio, Sociedad Hotelera Interamericana renunciaba a cobrar las pólizas de seguro, y dejaba sin efecto la cancelación anticipada del contrato de construcción.
Parecía una buena salida. Se realizó un due diligence, se redactaron los nuevos estatutos de trabajo, y se firmó el contrato. De Mussy-Rapa Nui, la filial que había sido creada para construir el hotel, seguiría adelante con las labores, con el apoyo económico de las aseguradoras, alejando el fantasma de la quiebra.
La construcción del hotel se reiniciaba con aparente normalidad. Pero sólo unos meses más tarde, volvieron a aparecer problemas: los plazos no se estaban cumpliendo de acuerdo al cronograma original. Sobre el punto existen dos versiones: mientras las corredoras indican que no había un plazo establecido, los Schiess argumentan que la fecha de término era la misma que se había fijado inicialmente para De Mussy.
Como sea, el Hangaroa debía terminarse en un año y medio. Pero el retraso del proceso de quiebra, la salida de algunos proveedores y los nuevos requisitos para la construcción, solicitados por los Schiess -quienes se quejaban por la calidad de la obra-, fueron dilatando la fecha de entrega. De octubre de 2009, la inauguración se pospuso para abril de 2010, meta que tampoco se logró cumplir.
Así estaban las cosas cuando llegó la fiesta del eclipse solar, en julio del año pasado. Después de más de 20 meses de remodelación, Jeannette Schiess y su marido Christoph Schiess se habían hecho la idea que ese fin de semana preinaugurarían el establecimiento. El problema era que no estaban listas las 75 habitaciones del hotel y había capacidad sólo para 60 de las 150 personas que el lugar contempla. Y si bien faltaba mucho para terminar y las aseguradoras se negaban a seguir invirtiendo un peso más, el flujo de turistas en la isla era demasiado tentador. Además, los huéspedes habían hecho sus reservas con dos años de anticipación. Entonces, el Hangaroa abrió sus puertas.
Una relación eclipsada
Fueron 60 huéspedes -de Asia, Arabia Saudita, Europa y EE.UU.- los que llegaron al lujoso hotel para ser parte del espectáculo. Apenas ingresaron al hotel, Jeannette Schiess sospechó que algo andaba mal. Un norteamericano que se instaló en el lobby intentó revisar su correo electrónico sin éxito. Se acercó a la mujer para decirle que su sistema de wi-fi no funcionaba bien.
"Quedamos preocupados, porque en ese momento no supimos ni siquiera si tendríamos los servicios requeridos para todos los huéspedes", recuerda un miembro del directorio de la hotelera. Como no quiso arriesgarse, fue Jeannette Schiess quien, junto a varios gerentes de la empresa, atendió a los turistas.
El otro conflicto por el Hangaroa
Exactamente ocho días después de la fiesta del eclipse, se realizó un nuevo encuentro entre los Schiess y los abogados de Mapfre y Continental para resolver el desacuerdo. La cita en el nuevo edificio corporativo de Transoceánica, en Santa María de Manquehue, tenía un solo objetivo: zanjar de una vez por todas cómo, y quién, se haría cargo de los gastos extras.
Al salir de la reunión, las aseguradoras se pusieron en contacto con el contratista para informarle que las obras se detenían a contar del día siguiente. De lo que pasó después también existen dos versiones. Mientras las aseguradoras indican que fueron los Schiess quienes pidieron a los trabajadores y al constructor que se fueran del lugar, los dueños del hotel sostienen que éstas abandonaron sus obras sin previo aviso.
Para enredar aún más este clima de acusaciones, el 1 de agosto los pascuenses comenzaron una toma de seis meses, retrasando indefinidamente la construcción del mítico Hangaroa.
Guerra de demandas
A fines del año pasado, ambos bandos comenzaron a elaborar sus demandas. Las aseguradoras -representadas por el estudio Molina Ríos y por Carey & Allende- exigen el pago de US$ 24 millones por los sobrecostos incurridos en la obra. Sociedad Hotelera Interamericana, asesorada por el bufete Bofill, Mir&Álvarez Jana, pide US$ 17 millones por incumplimiento de los plazos y lucro cesante.
Para validar su posición, Mapfre y Continental encargaron un informe técnico al Dictuc, quien avaló los sobre costos incurridos por las constructoras. Éste sería el sustento para la demanda contra los Schiess.
El 4 de enero pasado, y con apenas horas de diferencia, Sergio Urrejola recibió el texto de dos demandas en su oficina. Las acciones cruzadas suman deUS$ 41 millones.
En medio de la crisis por la ocupación del hotel en la isla, el arbitraje se manejó en estricto secreto. Al punto que Urrejola -como comenta una de las partes- enviaba las notificaciones a través de un mensajero y no de manera electrónica, para no dejar constancia del caso.
Amenaza de embargo
El 18 de febrero pasado, casi una semana después de que el clan Hito fuera desalojado del recinto, las aseguradoras se enteraron de una noticia que cambiaría el foco de su estrategia judicial: el hotel pasaría a manos de la comunidad rapanui. Fruto de una mesa de negociación en la que participó La Moneda, se acordó que el terreno, de casi siete hectáreas -el único predio privado que pertenece a chilenos continentales en Isla de Pascua-, cambiará su propiedad para ser donado a una fundación pascuense.
El acuerdo -suscrito ese mismo día en La Moneda, con el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, como garante-, señala que si bien los terrenos estarán en poder de una fundación, la operación del hotel se mantendrá en manos de la familia Schiess por 30 años (ver recuadro).
Hoy, las aseguradoras exigen que se transparente el pacto de cesión del hotel a la comunidad rapanui, celebrado con el visto bueno del gobierno. Por lo mismo, solicitarían una medida cautelar sobre el Hangaroa, que imposibilite que el inmueble sea enajenado o traspasado. Desde el entorno de los Schiess aseguran que tal medida es inviable, pues dicen que para llevarla cabo se debe probar que no existen suficientes garantías para responder. Algo que, según el círculo del empresario alemán, no corresponde a la realidad.
Y aunque advierten que se trata de un "conflicto entre privados", el Ministerio del Interior sabe del arbitraje: el abogado Cristián Gandarillas, asesor de esa cartera, ha analizado el tema, y tanto el ministro Rodrigo Hinzpeter como el subsecretario Rodrillo Ubilla están al tanto del caso. Aunque el La Moneda aseguran que el arbitraje no los complica, hay quienes temen que el juicio postergue la donación a la comunidad, una solución que permitió desactivar el conflicto que durante meses tuvo al Hangaroa y al clan Hito como protagonistas.
Las cláusulas de la donación
Sólo falta tramitar la personalidad jurídica y los estatutos para traspasar el Hangaroa a la comunidad rapanui. El acuerdo -que tiene 15 puntos- establece que la donación se materializará sólo cuando se hayan cumplido cuatro condiciones. La primera es la conclusión de las obras del recinto, que se encontraban al 98% al momento de ser ocupado; la inexistencia de nuevas tomas del hotel por más de 24 horas; el término de la demanda de reivindicación que el clan Hito perdió en primera instancia y se encuentra en apelación, y el levantamiento de la hipoteca. La familia chileno-alemana entregará -además de una inversión inicial para la formación de la fundación- el 0,5% de las ventas anuales del hotel durante los 10 primeros años y el 1% de las ganancias el período restante. Las ventas del recinto proyectan alcanzar US$ 1 millón cada mes. De todas formas, pase lo que pase en el arbitraje, la responsabilidad jurídica no se traspasa: es de la Sociedad Hotelera Interamericana, pues ésta tiene su usufructo. "De aquí a 30 años, la sociedad hotelera mantendrá tales facultades", explica Juan Carlos Dörr, abogado a cargo de este proceso.