Por Mayo 5, 2011

Estos días se siente una mayor presión del sector exportador para que el gobierno y/o el Banco Central de Chile tomen medidas "urgentes" debido a la apreciación del peso. La presión incluye anuncios de movilización y la amenaza de reducción de empleos. Esto no ha sido nuevo en épocas de un peso apreciado, y menos este año. Es más, tan pronto el Banco Central anunció la compra de US$ 12 mil millones el 4 de enero de 2011, dirigentes del sector exportador ya pedían burdamente la introducción de controles de capital. Hubiera sido más elegante y empático, con otros sectores, esperar la reacción del tipo de cambio en los días siguientes. Pero, en pedir no hay engaño.

Más allá de la forma, lo importante es analizar los objetivos de los controles de capital y si éstos realmente son efectivos. La discusión técnica debiera estar fuera de cualquier línea dogmática respecto al uso de instrumentos que las autoridades monetarias pueden o no usar para evitar algún tipo de dificultad. Los posibles problemas relacionados con mayores flujos de capital incluyen presiones significativas a la apreciación de la moneda, el recalentamiento de la economía, el aumento de la fragilidad financiera y el riesgo de una reversión repentina de los flujos de capital. Por lo tanto, hay que revisar las circunstancias para la introducción de estos controles y derribar algunos mitos respecto de su efectividad.

A los controles de capital se les han asignado diversos objetivos: que eviten el sobreendeudamiento de empresas y familias, que los extranjeros no puedan mover fácilmente flujos especulativos o capitales golondrina, o simplemente, que los residentes locales no puedan tener acceso a activos extranjeros. Y conceptualmente, los controles a la entrada de capitales generarían una depreciación del tipo de cambio o al menos no lo apreciarían más. En un contexto en que el Banco Central de Chile se encuentra subiendo la tasa de política monetaria, los controles de capital parecen aun más atractivos ya que podrían disminuir el incentivo a la entrada de más inversiones financieras, dado el diferencial de tasas de interés -altas tasas internas vs. bajas tasas internacionales en el mundo desarrollado-. Es decir, tratar de hacer menos atractivo el retorno de ingresar capitales al país.

Más aún, el otrora ortodoxo Fondo Monetario Internacional (FMI), además de volverse más flexible respecto al régimen monetario que utiliza metas de inflación, ha aprobado el uso de los controles de capital dentro de las herramientas de política económica que los países debieran contar. Claramente, pueden existir circunstancias en que la implementación de controles temporales a los ingresos de capital puede ser legítima. El FMI justifica el uso de los controles de capital si las economías están operando cerca del potencial, si el nivel de reservas es adecuado, si el tipo de cambio no está subvalorado y si los flujos tienden a ser transitorios. Todos estos factores podrían justificar el uso de estos instrumentos.

Sin embargo, investigaciones recientes del mismo FMI , como también las del actual presidente del Banco Central, José de Gregorio y los economistas Sebastián Edwards, Rodrigo Valdés y Kevin Cowan* , tomando la experiencia chilena en los noventa con el uso de controles a la entrada de capitales, concluyen que éstos no han sido efectivos para afectar los diferenciales de tasas de interés o el tipo de cambio real en el largo plazo. Es decir, los controles de capital no cumplirían con el efecto que los exportadores están buscando: sostener el tipo de cambio en el tiempo. Un ejemplo cercano y actual es el de Brasil y la continua apreciación del real, a pesar de la imposición reciente de esta medida. Eso sí, esta misma literatura concluye que los controles sí son efectivos para cambiar la composición de los flujos de capitales al incentivar plazos mayores.

A pesar de una recuperación global más lenta y sujeta a diversos riesgos, los flujos de capital continúan fluyendo a las economías emergentes. Esto, al contrario de ser una mala noticia para nuestros países, es un signo positivo ya que se basa en buenos fundamentos y perspectivas de un crecimiento dinámico. Pero incluso en ese contexto, actualmente no existe evidencia de que a Chile estén llegando más capitales de los que están saliendo, y/o que se esté produciendo una amenaza a la estabilidad financiera del país.

Por lo tanto, errar en el diagnóstico puede significar un remedio inadecuado para nuestra economía. Ya intervenir en el mercado cambiario comprando dólares está resultando ser costoso, así que no nos equivoquemos al introducir controles a la entrada de capitales, en condiciones que aún no se requeriría, por ejemplo, cambiar la composición hacia flujos de más largo plazo. La discusión de la implementación de controles de capital no debe convertirse en un sustituto de medidas de mediano plazo que se orienten a aumentar la competitividad del sector exportador.

* Ver De Gregorio, Edwards, Valdés (2000) y De Gregorio y Cowan (2005).

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