Los aviones son un espacio conocido para María Gabriela Luksic Fontbona (45). Luego de radicarse en Londres junto a su marido inglés y sus cuatro hijos, la menor del clan chileno-croata prepara su aterrizaje definitivo en Chile para los primeros días de julio. Por ello, durante estos últimos meses ha intensificado los vuelos entre Inglaterra y Santiago.
Lo primero que hizo en estos viajes fue encargarse de lo doméstico: matriculó a sus hijos en el colegio The Grange, le encargó a la arquitecta Nöelle Echenique que remodele su casa en Vitacura y que termine la construcción de su "refugio" de veraneo en la playa.
Junto con eso, Gaby, como le dicen sus cercanos, aceleró la puesta en marcha de su irrupción en el mundo empresarial, pues aunque su look es, a primera vista, relajado -suele usar jeans y llevar suelto su largo pelo crespo-, Gabriela ya es toda una business woman. Hace dos años comenzó a fraguar sus propios negocios, que consisten en la producción de aceite de oliva en Ovalle, y la creación de una empresa inmobiliaria. Sus primeros proyectos -que reúnen arquitectura de vanguardia y alto diseño- están en Vitacura -con un edificio de departamentos- y en Zapallar.
Un estudiado segundo plano
Aficionada al montañismo, a la remodelación de inmuebles y a la arquitectura en general, su distancia con el país convirtió a Gabriela en la integrante de más bajo perfil de la familia. En total, ha vivido 12 años en Inglaterra, donde conoció a su marido, el inglés Alexander Newman: un ingeniero civil mecánico que trabajó en la Casa Real de Armas inglesa.
Debido a su lejanía con Chile, los Newman Luksic han mantenido un estudiado segundo plano, pero aun así desde Inglaterra se han preocupado de estar informados de lo que ocurre con sus cuatro hermanos, en los negocios familiares y en el país. Aplaudió cuando supo que Andrónico ingresó al negocio de la televisión, con Canal 13, y siguió de cerca los detalles del desembarco de los Luksic en la Compañía Sudamericana de Vapores y en Shell. Tras el terremoto, participó junto a sus hijos en la construcción de casas para los damnificados en Villa Prat: "Creo que fue importante, por nuestro compromiso con el país, por quienes estaban pasándolo tan mal en esos momentos", confiesa.
Aficionada al montañismo, a la remodelación de inmuebles y a la arquitectura en general, su distancia con el país convirtió a Gabriela en la integrante de más bajo perfil de la familia. En total, ha vivido 12 años en Inglaterra, donde conoció a su marido, el inglés Alexander Newman: un ingeniero civil mecánico que trabajó en la Casa Real de Armas inglesa.
Según sus cercanos, ella no descarta tener un rol más activo en la Fundación Andrónico Luksic A. Pero por ahora, lo claro es que Gabriela Luksic se concentrará en concretar tres frentes de batalla: el sector inmobiliario, el agrícola, y su gran pasión, el montañismo.
La faceta inmobiliaria
A pesar de la diferencia de edad que tiene con sus dos hermanos mayores, Andrónico y Guillermo -hijos del primer matrimonio de su padre, quien enviudó muy joven-, Gabriela se siente muy cercana a ellos, tanto como con Jean-Paul y Paola, los hijos que Luksic Abaroa tuvo con Iris Fontbona. De hecho es común verlos a todos, año a año, en Chan Chan, el fundo familiar que tienen en Panguipulli; y también en Hornitos, balneario cercano a Antofagasta. Son frecuentes además las estadías en su refugio en La Parva y son varios los viajes que Gabriela ha realizado a Croacia con el resto del clan.
Por ser la menor de la familia, siempre fue muy apegada a sus padres. Con el patriarca con quien ella creó un vínculo especial: quienes la conocen aseguran que de él heredó el gusto por el diseño. Cuando aún era una alumna de las Ursulinas, Gabriela Luksic solía acompañarlo a ver sitios y casas, y era recurrente escucharlos hablar de los proyectos inmobiliarios que él soñaba desarrollar. Por eso, a nadie le sorprendió que, al salir del colegio, decidiera profundizar esta pasión fuera de Chile: se trasladó al departamento que sus padres tenían en South Kensington, uno de los barrios más elegantes de Londres, y se inscribió en Historia del Arte en Sotheby´s. Después realizó un curso de restauración de muebles antiguos en el London College.
Se quedó en Inglaterra hasta que cumplió 26 años. Fue entonces cuando conoció, en la fiesta de un amigo, al ingeniero civil británico Alexander Newman, con quien se casó en 1992 por el civil en Londres, y meses más tarde, por la Iglesia en Chile. Luego, se radicaron en Santiago. Newman, hijo de diplomático y proveniente de una acomodada familia londinense, ingresó a las empresas del grupo Luksic, específicamente al holding minero, Antofagasta Minerals. Trabajó en las áreas comercial y financiera y su misión fue buscar socios estratégicos para Los Pelambres. También fue presidente de la Cámara Chileno-Británica de Comercio.
Así vuelve la menor de los Luksic
Gabriela, en tanto, trabajó como ejecutiva de cuentas del Banco O´Higgins -entonces propiedad de su familia- hasta que nació su segundo hijo. El 2006 decidieron partir a Londres: la idea era que los Newman Luksic se identificaran con la cultura inglesa. Ahí comenzó a desarrollar una actividad propia y se dedicó a la restauración y remodelación de inmuebles.
Su gusto por el tema inmobiliario escaló a tal punto que la historiadora del Arte decidió poner en práctica su expertise en Chile: hace dos años se asoció con su amigo publicista Álvaro Gómez, dueño de Puerto Más Arquitectura.
Junto a él y otros dos socios, comenzó a desarrollar una serie de proyectos inmobiliarios de lujo. El primero se llama Punta Ballena, un exclusivo condominio de cinco casas -de estilo provenzal- en Zapallar, exactamente en el sector de El Pangue. El loteo mide 9 mil m2, y la arquitecta a cargo es Nöelle Echenique.
El segundo proyecto se llama Parque de Aguirre 4300 y también se gestó durante el 2009. Consiste en un edificio de departamentos que levantarán en Vitacura, en la esquina de Francisco de Aguirre con Agustín del Castillo. Esta vez el arquitecto es Jorge Figueroa, quien diseñó un edificio de ocho pisos que contempla 35 departamentos, que van desde los 214 a los 357 m2.
Gabriela está creando una empresa inmobiliaria que agrupe las iniciativas en desarrollo más otros proyectos que están en evaluación. En esto la asesora el abogado Sven Herlin, del estudio Jara Del Favero.
Catando aceite de oliva
Pero el tema inmobiliario no es su único interés. La segunda faceta de María Gabriela está ligada -como lo estuvo en su momento su padre- al sector agrícola. Esta historia se remonta hace unos cinco años, durante un viaje familiar a Grecia, mientras comía en un restaurant en Creta. "Ahí probamos unos aceites de oliva muy ricos. En esa época en Chile había a lo más dos o tres opciones. Por lo mismo, decidí investigar el mercado y hacer algo aquí, inspirándonos en Grecia, el segundo mejor productor después de Italia", recuerda. A mediados de 2009 decidió invertir en el cultivo de olivas, en un paño que maneja en Ovalle, muy cerca de la producción que tiene su hermano Guillermo, en el Valle del Limarí.
Tan entusiasmada estaba con la idea, que sus amigos cuentan que era común verla con su cartera llena de aceites de oliva para hacerles pequeñas "catas". "Una vez estábamos almorzando en la playa, y la Gabriela comenzó a sacar botellas españolas, chilenas, italianas y griegas. De repente, llegó el garzón. Todos nos complicamos. Pero ella, con la naturalidad de siempre, le explicó que estaba haciendo una especie de wine tasting, pero de aceite", recuerda uno de los presentes. Luego de que el mozo accediera a esta degustación, Gabriela le pidió más panecillos y platos para seguir probando. "Es un gesto típico de ella. Muy espontánea, desenvuelta y natural. No se complica por cosas que a la mayoría tal vez les da vergüenza", comenta riendo su amigo.
Su gusto por el tema inmobiliario escaló a tal punto que puso en práctica su expertise en Chile. Hace dos años se asoció con su amigo publicista Álvaro Gómez y junto a él comenzó a desarrollar una serie de proyectos inmobiliarios de lujo. El primero se llama Punta Ballena, un exclusivo condominio de casas de estilo provenzal en Zapallar.
La ayuda de su hermano Guillermo, dicen los que conocen el proyecto, ha sido fundamental en este desafío. "Serán negocios 100% independientes, pero lógicamente compartirán experiencias. Se les escucha conversar harto del tema: sus campos están a sólo 40 kilómetros", dicen desde el entorno de los Luksic. Aunque aún no está claro qué tipo de aceite de oliva producirá, ya tiene definido que comenzarán a ofrecer producción a granel y luego la idea es desarrollar una línea premium. Eso sí, todo de exportación.
Mujer de montaña
De todas sus aficiones, sus cercanos coinciden en que es el montañismo lo que hoy más entusiasma a Gabriela, pasión que adquirió gracias a su hermano mayor, Andrónico, un experimentado escalador de cerros. En diciembre de 2004, escuchó cómo él, junto a su hermana Paola, organizaban un viaje al campamento base del Everest. "¡Qué entretenido!", comentó la menor de la familia. "Ven con nosotros", le respondió de inmediato el vicepresidente del Banco de Chile. Gabriela, sorprendida, lo pensó. Lo más cerca que había estado de una cumbre había sido durante el invierno, cuando esquiaba en La Parva junto a sus hermanos. Sin darle más vueltas, aceptó el desafío.
"Estuvimos cerca de un mes afuera, caminando alrededor de nueve horas diarias, con una temperatura promedio de 10 grados bajo cero en la noche. Nos quedó gustando y con Paola nos dijimos: empecemos a subir cerros, y así lo hicimos", cuenta. Al año siguiente, en 2005, Gabriela fue por más. Acompañó a Andrónico al Monte Vinson, en plena Antártida, y se convirtió en la primera mujer latinoamericana en escalar la cumbre más alta de ese continente: un macizo de 4.897 metros.
Además de la satisfacción que le produce el montañismo, estos viajes la han acercado más a Andrónico."En la Antártida compartíamos la misma carpa con mi hermano. Nos reíamos, y hablábamos de todo, fue muy entretenido, porque él se casó muy joven, a los 21, y yo sólo tenía nueve años; era muy chica cuando él se fue de la casa, entonces ésta fue una oportunidad para volver a conocerse", asegura.
Juntos han escalado también el McKinley en Alaska, y el Kilimanjaro, en el noreste de Tanzania, siempre con los montañistas Rodrigo Jordán, Eugenio Guzmán y Misael Alvial, de la empresa Vertical. En agosto tiene proyectado subir el Elbrus, en Rusia, razón por la que Gabriela está concentrada en un duro entrenamiento: va tres veces por semana al gimnasio en Londres y cada vez que viene a Chile sube cerros.
Quienes la han acompañado en estas travesías aseguran que en la montaña es cuando a la historiadora se le ve más feliz. "Ahí da lo mismo si uno es Luksic o Pérez. Todos estamos en igualdad de condiciones, y eso a la Gabriela, con lo piola que es, le encanta", asegura un amigo. Y ella lo reconoce: "Es que ahí no importa nada más. Uno es como es".