Por Emilio Maldonado Junio 23, 2011

Norberto Morita aterrizó el domingo en Buenos Aires desde Europa, continente al que viaja todos los inviernos junto a su familia.

A su llegada, lo primero que hizo fue contactarse con su socio en Chile para preguntarle cómo iba el "tema de La Polar".

-Lee los diarios -fue la escueta respuesta que dio Raúl Sotomayor al otro lado de la línea.

En su edición dominical, La Tercera había publicado un testimonio que aseguraba que los supuestos ilícitos que se cometían en La Polar -repactaciones de deudas sin autorización de los clientes- se efectuaban a escala masiva desde 2003.

A partir de ahí, los telefonazos entre Santiago y Buenos Aires no cesaron.

Si bien la versión que una ex empleada de la multitienda entregaba de forma anónima apuntaba directamente al ex gerente de Crédito de La Polar, Julián Moreno, el ejecutivo más antiguo de la firma, el testimonio dejaba abierta la puerta para involucrar a otros miembros de la plana mayor.

Y pese a que no era mencionado explícitamente, el nombre del ex gerente general Pablo Alcalde, un hombre histórico de Southern Cross se asomaba entre líneas.

En la nota eran aludidos, además de Moreno, la ex gerente de Administración de la multitienda María Isabel Farah, dos de los ejecutivos de mayor confianza de quien fuera el gerente general de la firma durante una década.

Las alertas se encendieron en el piso 16 de la calle El Regidor, en Las Condes, donde funciona Southern Cross Group Chile. Si el ex gerente general de La Polar -reclutado por Morita y Sotomayor en 1998, al comprar la firma- se convertía en foco de sospechas, era altamente probable que las indagaciones alcanzaran a los ex dueños del operador de retail. El ingeniero comercial no sólo fue el hombre de confianza de ambos, sino que mano derecha de Morita mientras ocupó la presidencia del directorio, entre 2005 y comienzos de 2009, y Sotomayor, la vicepresidencia. En noviembre de ese año, cuando el argentino dejó la presidencia de la mesa fue sucedido por Alcalde, lo que internamente se interpretó como un recambio natural.

Con los nuevos datos sobre la mesa, los asesores de la firma iniciaron el mismo lunes un proceso de control de daños y comenzaron a evaluar los posibles escenarios.

En Southern Cross reconocen que el "modelo" que se aplicó en La Polar, que incluía compras a crédito para sectores no bancarizados, con mayores tasas de interés, es obra de ellos.

La alternativa de que el fondo de inversiones se convierta en otro de los protagonistas del caso era, a diferencia de una semana antes, más que una simple probabilidad.

Cita en Argentina

El martes de esta semana, a las 18.00 horas, Raúl Sotomayor -uno de los cuatro socios que fundaron el fondo de private equity en 1998- viajó a Buenos Aires. Debía reunirse a primera hora del miércoles con su socio -y "cerebro" del Southern Cross-, Norberto Morita, y con Horacio Reyser, otro de los creadores de la inversora.

Si bien el encuentro, que se realizó en un céntrico hotel porteño, se había fijado previamente, la agenda de la cita fue copada por el escándalo de su ex compañía en Chile.

La rápida actuación que ha mostrado el Ministerio Público en el tema y la serie de querellas de distintos afectados tenían a los socios de Southern monitoreando atentamente el caso. Pero en las últimas horas, los hechos parecían desencadenarse antes de lo previsto.

En Chile, las evaluaciones encabezadas por los abogados de Barros&Errázuriz, bufete que ha asesorado a los ex dueños de La Polar desde su ingreso al mercado chileno, daban cuenta de una atmósfera preocupante. Además de Sotomayor, las reuniones de evaluación son integradas por el asesor del fondo de inversiones, Gonzalo Dulanto (quien también viajó al encuentro en la capital trasandina), y el socio de B&E Cristián Barros.

Y aunque todavía no es definitivo, en Southern Cross reconocen que si la arista penal llegara a involucrarlos, lo más probable es que su representante será Carlos Cortés, litigante que suele trabajar con B&E en casos de índole comercial y penal.

Pero no sólo el posible protagonismo en el caso judicial, inquieta a los ex dueños de La Polar.

Además -y tal vez más relevante-, es el daño que esto puede causar a la imagen de un fondo de inversiones que gracias al "milagro" obrado en La Polar,ha logrado levantar miles de millones de dólares entre inversionistas de todo el mundo. De hecho, su vehículo Southern Cross IV, lanzado en 2010, es el mayor fondo de América Latina, y maneja US$ 1.700 millones. En él, además de inversionistas chilenos -incluidas las AFP y otros institucionales-, participan aportantes estadounidenses, chinos y qataríes.

Caso La Polar: Las cuentas por cobrar

En la mira

En el piso 9 del Centro de Justicia, donde funciona la Unidad de Delitos de Alta Complejidad de la Fiscalía Centro Norte, la versión de la ex empleada del área de Cobranzas de la firma no fue una sorpresa.

Fuentes cercanas a la investigación aseguran que el fiscal a cargo, José Morales, ya cuenta con otras tres versiones de ejecutivos de "segunda línea" que cuentan en detalle cómo operaba el sistema de "normalización" de carteras. Con esos testimonios, señala un profesional que sigue el caso, Morales ya estarían en condiciones de formalizar en las próximas semanas a los dos principales imputados en la causa: el ex gerente de Productos Financieros, Julián Moreno de Pablo, y la ex gerente corporativa de Administración, María Isabel Farah. Si bien, la fiscalía aún no tiene a firme el nexo entre estos dos profesionales y Alcalde, quienes han seguido las pesquisas sostienen que es "cuestión de días para conectarlos".

Una vez dictados los primeros cargos, Morales se abocará de lleno al actor que hasta ahora ha circulado como fantasma entre los involucrados: el fondo Southern Cross.

"El fiscal está armándose un cuadro en orden cronológico. Partió con lo más reciente -que es más fácil de pesquisar-, pero tiene claro que a medida que retroceda en el tiempo se va a encontrar con los últimos dueños de la empresa", explica una fuente judicial.

Y si bien es altamente probable que Sotomayor y Morita sean citados a declarar en la causa criminal que investiga la Fiscalía Centro Norte, en Southern sostienen que el principal flanco podría venir por las demandas civiles.

"Tenemos asumido que vamos a ir a declarar", dice uno de los integrantes de la sociedad formada en Argentina. Eso sí, aseguran, el frente más probable será en la esfera civil, lo que involucra directamente a Morita y Sotomayor, ex presidente y vicepresidente de la compañía, respectivamente.

Esta posibilidad se reafirmó el miércoles, cuando el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, al asistir a una sesión especial en el Senado, responsabilizó al directorio de La Polar por "un caso claro de falsificación, de fraude", indicó.

Esta semana la nueva mesa directiva de la compañía, encabezada por César Barros, anunció el despido de 11 ejecutivos de la compañía. Un abogado cercano al caso no descarta que algunos de estos profesionales ya estuvieran colaborando con la fiscalía.

"El fiscal está armándose un cuadro en orden cronológico. Partió con lo más reciente, que es más fácil de pesquisar, pero tiene claro que a medida que retroceda en el tiempo se va a encontrar con los últimos dueños de la empresa", explica una fuente judicial.

No es todo, Morales afina una lista que ya ronda las 50 personas, que comenzarán a ser interrogadas en las próximas semanas.

Otro de los penalistas vinculado con las indagaciones asegura que las primeras formalizaciones podrían ocurrir de aquí a dos meses.

Los excesos del "modelo"

Los principales ejecutivos de Southern reconocen que el "modelo" que se aplicó en La Polar, que incluía compras a crédito para sectores no bancarizados, con mayores tasas de interés, es obra de ellos.

"Cuando compramos esta compañía, en 1998, nuestro plan de negocios estaba claro: apuntar a los segmentos C2, C3 y D, un esquema que fuera mitad compras en efectivo y el otro 50% -aproximadamente- mediante un crédito que permitiera financiar productos de consumo masivo a tasas más altas que el resto", explica una alta fuente.

Semanas antes de abrir a la compañía en Bolsa, Morita, Sotomayor y Reyser, mostraron al mercado uno de sus logros: la reestructuración del área financiera del retailer.

Con la asesoría de LarrainVial, los socios comentaron en su prospecto de emisión las principales características de su esquema de negocios: "Cuando las transacciones en las tiendas se hacen con la tarjeta de crédito, la filial Inversiones SCG S.A. es la que financia dicho crédito", precisaban. Asesorías y Evaluaciones S.A. se haría cargo de rankear a los clientes. Collect cobraría y TecnoPolar administraría la cartera de terceros. La Polar Corredores de Seguros protegería las colocaciones y Conexión S.A. -todas las sociedades inventadas por el grupo controlador- administraría el marketing de la tarjeta.

La fórmula se mantuvo hasta 2006, cuando se modifica la plataforma de tarjetas, se cambia la banda magnética, abriéndola como medio de pago para otras cadenas. La iniciativa, continúa este ejecutivo, comenzó a aplicarse con fuerza en 2007 y 2008, permitiendo que los clientes de la multitienda tuvieran "líneas de crédito" que les permitieran comprar materiales para la construcción, medicamentos y recarga de celulares.

Fue en esa época cuando se incrementaron -en acuerdo con los usuarios- las cuotas mensuales que pagan.

En la sociedad de capitales argentinos aseguran que "nunca" fue parte de este modelo la repactación unilateral de créditos, práctica que, a través del Sernac, destapó el caso, que hoy tiene implicancias económicas y políticas.

A juicio de los ex dueños de la cadena de tiendas, lo que ocurrió es que la administración que los sucedió -encabezada por Pablo Alcalde- "apretó el acelerador más de la cuenta, disparando la morosidad e ingresando a sectores más riesgosos que los que contemplaba el modelo original", sostienen. Ello, además, en un escenario económico marcado por la crisis financiera de fines de 2008.

Caso La Polar: Las cuentas por cobrar

"Cazador" de negocios

Hace sólo semanas, Morita y sus socios eran conocidos como los reyes Midas del mercado chileno. Con US$ 25 millones habían comprado La Polar quebrada. En ocho años, la transformaron en la "joya" del retail, convirtiéndola en el cuarto actor de las tiendas por departamentos y sumando a los mayores inversionistas del mercado a su propiedad. Las AFP se convirtieron en accionistas, las corredoras tenían sus papeles entre los favoritos y los bancos no se complicaban para prestarle recursos. De hecho, la última gran apuesta -la colocación de US$120 millones en efectos de comercio- ocurrió apenas una semana antes de que un hecho esencial enviado por el directorio desatara el pánico en el mercado.

"Para nosotros Southern, especialmente Morita, era seguido como un genio de las finanzas, que volvía altamente rentables hasta los negocios menos atractivos", recuerda el encargado de inversiones de un importante  grupo empresarial.

Las cifras estaban "a la vista", una pequeña cadena de sólo 12 tiendas y con 300 mil clientes, hoy suma 44 locales y 1,2 millones de tarjeta habientes. Los socios por sí mismos eran una muestra de éxito rotundo: con una inversión cercana a los US$ 50 millones obtuvieron US$ 200 millones, tras vender su última participación en la empresa, en octubre de 2006.

Los elogios al "estilo Morita" también se repetían al otro lado de la cordillera.

En 2003, la revista argentina Fortuna denominó a Morita como el nuevo "cazador de negocios", calificándolo como el inversionista más activo de la era de la posdevaluación.

Si el ex gerente general de La Polar, reclutado por Morita y Sotomayor en 1998 al comprar la firma, se convertía en foco de sospechas, era altamente probable que las indagaciones alcanzaran a los ex dueños del operador de retail.

Pero la misma prensa económica trasandina suele denominar en términos bastante menos loables a este MBA en Columbia. "A raíz de algunas de sus operaciones, a Morita y sus boys se les denomina "fondo buitre" y, más recientemente "fondo carancho", por su apetito por comprar activos en desgracia, reestructurarlos y luego venderlos a precios muy atractivos", comenta un periodista del ámbito de los negocios en ese país.

En Southern desestiman este apelativo. Lo suyo es distinto, aseguran. Realzar el valor de una compañía -siempre como controladores-, para después ofrecerla al mercado. Jamás despedazan una operación.

Hoy, luego de destaparse un escándalo que incluye la probable adulteración de sus estados de resultados, con un forado que podría alcanzar los US$ 1.000 millones, La Polar está avaluada en Bolsa en US$ 284 millones (cierre del miércoles). Una suma que dista dramáticamente de los US$ 1.680 millones en que llegó a valorizarse en el mercado bursátil, en noviembre de 2007.

El discreto Norberto Morita

[Por Ignacio Olivera Doll, desde Buenos Aires]

Quienes lo conocen de cerca, y lo tratan cotidianamente, aseguran que en él hay pocos indicios que revelen su posición social. El empresario argentino-japonés Norberto Morita (66), dueño del mayor fondo de inversión de Sudamérica, merodea por las calles porteñas sin ningún tipo de custodia personal. No asiste a cócteles ni a las grandes cenas empresariales. "No es el empresario lobbista que uno suele ver. Detesta los almuerzos, las cenas. Le gusta más la vida familiar. Pasar el tiempo con su mujer y sus tres hijas", cuenta quien compartió largas jornadas de trabajo con él, durante una buena parte de la última década.

Su celo por pasar inadvertido llegó a tal punto que su propio equipo de prensa se ocupó, años atrás, de pagarle a Google para que lo hiciera descender varios puestos en el ranking de búsqueda. "Yo no figuro. No quiero estar en ningún lado", aclaró desde el principio a sus voceros.

En su entorno suelen admirar su "visión estratégica", en la que destaca una especial percepción respecto a las grandes oportunidades. Le identifican apenas unas pocas amistades afianzadas en toda su trayectoria: una relación de muchos años con Carlos Miguens, de quien supo ganarse la confianza para ingresar en el grupo Bemberg e instalarse como el CEO de la cervecera Quilmes; un estrecho trato con su actual socio, el ingeniero Horacio Reyser; y algunos lazos con Eduardo Escasany, dueño del Banco Galicia, y el patagónico Federico Brown, propietario de la cadena de supermercados La Anónima.

Morita llega a sus oficinas del octavo piso de calle Cerrito entre las 8.30 y las 9 de cada mañana. Ingresa por el estacionamiento en un Volkswagen Bora azul que, hasta hace unos pocos años, solía conducir él mismo. Hoy, en cambio, lo hace con un chofer. "Es muy reservado. Nunca te va a decir nada", aclaran quienes lo saludan todos los días en la mesa de entrada del inmueble.

Cerca de las dos de la tarde, el empresario suele salir con Reyser y otro grupo de ejecutivos a almorzar a La Recova, una zona de bares que está ubicada en la calle Posadas, justo sobre el final de la Avenida 9 de Julio. El bajísimo perfil que ha practicado a lo largo de su vida le permite llegar allí caminando, sin ser reconocido, por las únicas tres cuadras que lo distancian. Ahí, el lugar elegido es el restaurante Piegari. Los restoranes La Stampa y Plaza Mayor también fueron escenario de sus mediodías en el pasado. Allí no hay sushi ni ningún tipo de comida oriental. Sólo carnes argentinas, por un valor de hasta US$ 50 el plato.

Para sus escapadas, Morita suele elegir el campo de golf del Hurlingham Club, que está ubicado a 30 kilómetros de la capital. No es, claramente, el club más selecto de Buenos Aires. "Debe ser uno de los pocos empresarios que siguen yendo ahí", se ríe un colega. Algunos fines de semana de otoño y primavera prefiere destinarlos a otra de sus pasiones: la pesca con mosca, que practica en el sur argentino, donde tiene su propia casa de veraneo. Durante el invierno viaja con su mujer a la Toscana, la zona del norte de Italia. Ahí alquila una casa de no más de 2.000 euros por semana. En ese lugar, dicen, su vida se reduce a descanso y paseos. Momentos de tranquilidad, como ha sabido llevar durante su vida en Argentina.

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