Valentina y Paula Valverde de pronto entienden que se están sentando en las sillas que definirán su futuro. Son hermanas, tienen apenas 27 y 24 años, y la certeza de que en los siguientes cinco minutos no pueden fallar. No pueden, y piensan en sus padres, que hace un par de décadas tomaron una pequeña maleta con trapos, se fueron al Sur y golpearon puerta a puerta hasta crear Limonada, la marca de ropa para niñas que ahora ellas manejan y que, en apenas cinco años, desde que tomaron el control de la empresa, han hecho crecer brutalmente.
Saben que están preparadas, cómo no van a estarlo, si apenas caminaban y ya trabajaban en esto, como modelos oficiales de la tienda. Pero aun así están nerviosas. La noche anterior asaltaron el departamento de Paula y se robaron el computador con el speech que habían redactado. No hicieron otro, no había tiempo. Como tampoco lo hay ahora que ya están saludando, y que al fin pueden conocer el rostro implacable de sus jueces: Salvador Said, Jean-Paul Luksic, Jorge Errázuriz, José Luis del Río y Sven von Appen.
Ellos son el jurado de Endeavor Chile. Están sentados en una pequeña salita del AutoClub de Antofagasta, y viajaron hasta allí para conocer los cinco emprendimientos que lograron clasificar a la final nacional. Pulgar para arriba: viajar a Jordania para participar de la final internacional, utilizar las valiosas redes de contacto en todo el mundo, acceder a tutorías de empresarios top, postular a financiamiento. Pulgar para abajo: gracias de todos modos y vuelva a intentarlo, que el fracaso es aprendizaje. Las reglas son sencillas. Cinco minutos para hablar y luego a las preguntas. Pueden pasar todos o ninguno.
Pero ya es el turno de Limonada, y Valentina cuenta cómo lucharon para convencer a sus padres de que se podía pensar en grande. Paso a paso: primero viajando a Oriente para comenzar a elaborar la ropa en China y la India, luego creando un concepto que identificara a los clientes, al estilo Apple, finalmente abriendo 27 tiendas en todo el país y dos nuevas líneas de ropa.
"El gran desafío es cambiar nuestra cultura. Los bancos no confían. El sector público no confía. Por eso todo es tan caro. Nosotros acortamos eso, con una red en que todos se miran a los ojos, y están dispuestos a colaborar entre sí", asegura Alan Farcas, director ejecutivo de Endeavor Chile.
De pronto Paula interrumpe el relato y les pide a sus jueces que observen el mar a sus espaldas. "Miren el mar. Yo estoy segura de que nuestro crecimiento puede ser así, no tener límites". Por eso necesitan que Endeavor las ayude con los contactos y la experiencia para poder ingresar a los mercados de Sudamérica y luego de todo el mundo.
Los cinco inquisidores sonríen y entonces Salvador Said, el presidente del directorio, es el que responde. "Partan por registrar sus marcas en Perú y Colombia. Háganlo ahora mismo".
Cuando el juego se hace verdadero
Cada año, la carrera comienza con unos 300 participantes. Algunos llegan por su propia cuenta, otros son recomendados por los miembros de la red, la mayoría son contactados por la misma fundación, a través de sus tres sedes: Endeavor Chile, Patagonia y la recién inaugurada Atacama. En ellas trabajan veedores cuya única misión es rastrear por todo el país casos de posibles emprendedores. Los requerimientos son tres: un proyecto de alto impacto, una historia que sirva de inspiración a la sociedad y un perfil solidario. Incluso, de ser necesario, se realizan exhaustivas investigaciones éticas a los candidatos. Ellos nunca se enteran.
Luego se selecciona a los 80 que serán parte del proceso, y comienza la serie de entrevistas con especialistas en cada rubro. La idea es que, aun si no llegan hasta la final, todos se lleven un feedback que les permita mejorar sus proyectos. En la última cita, con un experto en finanzas, se analiza el plan de negocios y se selecciona a los cinco finalistas locales. Ellos intentarán convencer a los directivos de que los lleven a la final internacional, en donde serán entrevistados por algunos de los empresarios más poderosos del mundo, como el brasilero Beto Sicupira, dueño de Burger King, o el magnate de las telecomunicaciones mexicano Emilio Azcárraga. También darán su opinión académicos de Harvard y del MIT, y capitalistas de riesgo estadounidenses. Recién entonces se decidirá si merecen o no ser nombrados emprendedores Endeavor.
Los jueces y los concursantes, aquí
El show del emprendimiento
En total, han sido 80 los chilenos que han logrado ese título, de 3 mil que han sido parte del proceso. Entre todos facturan hoy US$400 millones al año y emplean a diez mil personas. Pero el primero fue Rodrigo Jordan, el primer sudamericano en llegar al Everest, y fundador de Vertical, una empresa de educación de liderazgo a través del alpinismo. "Todos los emprendedores tenemos una teja suelta, y estar con un montón de otras personas que también tienen esa teja suelta te da ánimo. En Endeavor compartimos sueños, frustraciones, esperanzas. Al final te ayuda a decir: bueno, parece que no estoy tan loco", dice Jordan, hoy director de la Fundación para la Superación de la Pobreza.
Por eso, uno de los requisitos para ser miembro de la comunidad es asumir el compromiso de estar presente para ayudar a las siguientes generaciones, como consejero en las entrevistas o en los eventos que se realizan durante el año. Existe para ello un pacto de confidencialidad y todas las relaciones económicas entre los integrantes son fiscalizadas, para evitar conflictos de interés. Todos pueden donar dinero -y la mayoría lo hace- para la fundación. La idea final es lograr un clima de confianza hacia el emprendimiento, que permita que Chile pueda dar el esperado salto al desarrollo.
Según Alan Farcas, director ejecutivo de Endeavor Chile, ése es el punto clave en el trabajo de la institución, y donde Chile está aún a años luz de lugares como Silicon Valley. "El gran desafío que tenemos es cambiar nuestra cultura. Los bancos no confían: te piden mil papeles, abogados, sistemas financieros. El sector público no confía y se demora un año en aprobar las cosas. Por eso todo es tan caro. Nosotros acortamos eso, con una red en que todos se miran a los ojos, y están dispuestos a colaborar entre sí", asegura.
Las puertas del financiamiento
Uno podría pensar que a sus 49 años, no hay nada que el español Santiago Querol necesite de Endeavor. El tipo estaba a principios de siglo a la cabeza de la fábrica de envases de su familia en Valencia, a la que ingresó a los 16 años en vez de ir a la universidad, cuando se dio cuenta de que si no daba un paso adelante e inventaba un envase absolutamente ecológico, su negocio tendría pronta muerte. Pero también necesitaba que fuera más resistente que cualquier otro, para que el producto llegara intacto a cualquier parte del mundo.
Por eso, mientras saca cinco cajitas de madera terciada y las reparte a cada uno de los jueces, explica que estuvo seis años investigando una tecnología láser única en el mundo, con la cual sus cajas se ensamblan sin necesitar ningún elemento externo a la madera biodegradable. El jurado juega con las cajitas, las apilan unas sobre otras, y Querol cuenta que decidió instalarse en Chile e invertir US$24 millones para transformar un viejo aserradero de Los Álamos en la moderna fábrica Laserpack, porque Chile tiene un tremendo potencial para la exportación de frutas. Y mientras los demás intentan sin éxito desarmar una cajita, y Querol sigue explicando que tiene a los cinco clientes más grandes del mercado usando su producto, Jorge Errázuriz se dirige a él:
-¿Por qué te interesa Endeavor si tu negocio ya está hecho?- pregunta con tono seco.
-Porque en Chile es casi imposible conseguir financiamiento -responde él-. Tengo la demanda y la tecnología para abastecer el mercado mundial, pero no consigo que un banco invierta dinero.
Que el diálogo se dé entre ambos no es casual, después de todo, Jorge Errázuriz está metido hace años en el negocio de la exportación de uvas, desde sus campos en el Valle de Elqui.
-Pero en la fundación me hicieron postular al fondo de 20 mil millones que un banco da a emprendedores Endeavor -dice Querol-. Pedí 2 mil millones y hoy recibí la gran noticia: me acaban de avisar que me prestarán 1.200 millones.
-¡No los aceptes! -le ordena José Luis del Río-. Exígeles los 2 mil.
-Y dame tu tarjeta para que hagamos negocios -cierra Errázuriz-. La cajita me la quedo.
El show del emprendimiento
Movilidad en el norte
Cuando Endeavor Global abrió sus oficinas en EE.UU., hace catorce años, la primera decisión que tomaron fue que debían comenzar su cruzada en países en vías de desarrollo, en donde pudieran transformar buenas ideas en negocios de alto impacto mundial. El primer país elegido fue Chile, y no pasó mucho tiempo para que los empresarios locales empezaran a entusiasmarse con la idea. "Es una inspiración, uno cree que viene acá a enseñar y es el que más recibe", dice José Luis del Río, quien lleva diez años en la red. "Me encanta ver esta juventud con ideas, saltándose las barreras que inhiben el emprendimiento. Creo que el país va a ser mejor si más personas deciden tomar el futuro en sus manos, y no esperar que alguien les diga qué es lo que hay que hacer".
Es curioso, pero en un evento repleto de empresarios, donde está buena parte de la gente más rica del país, todos hablan de movilidad social, de ayudar a los de más abajo, de permitir que gente sin educación pueda emprender. Es Hernán Cheyre, vicepresidente ejecutivo de Corfo, uno de los más entusiasmados con esta idea. "El emprendimiento es un atajo a la educación. Una mejor educación es fundamental, pero si a esos jóvenes que tienen una peor educación los introduces al mundo del emprendimiento, las posibilidades que se les abren son enormes", asegura.
Hasta ahora, el norte del país era el territorio más descuidado, y una zona de gran potencial emprendedor por la presencia de las grandes faenas mineras. Por eso, acaban de abrir Endeavor Atacama, una oficina que pondrá énfasis en apoyar iniciativas locales, especialmente las que tengan algo que aportar en ese rubro.
Ése es justamente el perfil de Scrum, la empresa de desarrollo de software para minería que presentan Patricio Rojas y Alfredo Gómez. Ellos sí supieron empezar desde abajo, literalmente, ya que cuentan entre risas que casi todos sus productos los desarrollaron en un sótano sin ventanas y sin baño, el único lugar que tenían para trabajar. Cada cierto rato, salían a la superficie a respirar un poco y colarse al baño de una bomba de bencina.
Su software estrella, Antara, es una aplicación que permite unificar fácilmente los datos extraídos de todas las faenas productivas y de comercialización en una mina, creando un solo flujo de información, que le da al cliente la posibilidad de revisar qué pasó, cómo y en manos de quién en cada paso de la cadena minera. Sólo en el mercado de cátodos de cobre, Antara ya administra el 50% de lo producido en el país. La clave, según ellos, está en haber trabajado desde su juventud en faenas mineras. "Nosotros hablamos minero", dice Alfredo.
Todo suena bien, pero los jueces no entienden por qué hasta la fecha ganan US$1,2 millones anuales, y desde 2014 proyectan US$30 millones al año.
-Eso es fácil- dice Rojas-. Porque aquí nos mostraron que estábamos regalando nuestro producto, y nos animaron a ponernos firmes y hacer un mejor plan de negocios. Ahora lo estamos haciendo.
La última incertidumbre
Los emprendedores esperan afuera, y ninguno tiene el semblante relajado. Los cinco candidatos -Limonada, Laserpack, Scrum, ForexChile y GreatProcess- creen que les ha ido bien en la reunión, pero también saben que nunca en una final local han sido aprobados todos los participantes. Adentro, los cinco jueces deliberan y cada uno tiene sus favoritos, aunque el comentario general es que el nivel de este año ha sido más parejo que nunca.
Cuando salen de la sala, los directivos de Endeavor desfilan directo hacia sus vehículos, camino al almuerzo programado para el cierre de la competencia, en el restaurante Divinus de Antofagasta. Una vez allí, abundan los discursos y las ovaciones, pero todos los candidatos comen con el nerviosismo de no saber si lograron pasar de ronda o sólo llegaron muy lejos en el camino.
Una vez clausurado el evento, casi todos los miembros de la red parten apurados al aeropuerto. Las mesas quedan vacías y cada uno de los cinco participantes se retira con incertidumbre. Pronto se enterarán de que por primera vez, y seguramente como una excepción, todos ellos, esos cinco emprendimientos chilenos, han sido seleccionados para ir a una final internacional.