Por Andrés Navarro Octubre 6, 2011

Sobreviviendo al genio

El empresario conoció a Steve Jobs a mediados de los ochenta y de inmediato se transformó en una inspiración para su carrera en la industria tecnológica . Hoy Sonda, la empresa que preside hace 37 años, representa a Apple en Chile. Desde esa privilegiada tribuna, éste es su testimonio.

[ Por Andrés Navarro, presidente de Sonda ]

Parecía ser un día como cualquiera. Pero no. Poco después de las 9:00 de la noche, y minutos antes de que me sentara a comer con mi familia, se acercó mi hija Pilar y me dijo: "Papá acaba de morir Steve Jobs". El impacto fue inmediato. La noticia me caló hondo,  sentí pena. Quizás porque vivo un momento de fragilidad, quizás porque se me vino a la mente que difícilmente tendremos a otro como él, quizás porque hace apenas dos semanas que Sonda se quedó con la representación de Apple en Chile.

La transacción se concretó a sabiendas de que Jobs estaba muy enfermo y que pronto moriría. No obstante, me entristece haber coincidido con él sólo pocos días en la empresa. Pero hoy, más que nunca, siento en mis manos la inmensa responsabilidad de continuar su legado, al menos en Chile. Tenemos temor ahora que se fue, pero es de esperar que los que lo sobrevivimos seamos capaces de hacer algo por mantener el concepto de Apple en el primer lugar del mundo.

Es cierto que no hay muerto malo, pero debo decir que desde siempre admiré su trabajo. Fue a mediados de la década de los ochenta cuando lo conocí personalmente. Intel me invitó a un seminario de tecnología en Santa Clara, California, y el gran expositor de la jornada era, precisamente, Steve Jobs. Pese a su corta edad ya era un crack: era el gran diseñador de Macintosh, y Mac ya era un fenómeno en la industria. En esa época, yo llevaba cerca de 10 años a la cabeza de Sonda y no cumplía aún 40 años; él era siete años menor, pero tenía tanto que enseñarme. Tomé nota de todo lo que decía. Me sedujo su discurso creativo, su historia personal, sus anécdotas y sentido del humor. Su convicción y magnetismo eran realmente inspiradores.

Jobs transformó la industria tecnológica, acostumbrada hasta entonces a los fríos números y la ingeniería abstracta. Fue el primero en pregonar la importancia del diseño, en dar un sitio relevante a la estética  y a la simpleza de los aparatos y los sistemas computacionales. Yo, por mientras, tomaba nota. Este encuentro marcó un hito en mi vida: desde entonces esperé con ansias cada intervención pública del genio.

Sus presentaciones eran casi mitológicas. Recuerdo como si fuera ayer el discurso que dio a la promoción de recién egresados de la Universidad de Stanford, en 2007. En él narró con maestría y emoción hechos claves de su biografía, como su deserción de las aulas universitarias, el despido y exitoso regreso a Apple, y hasta su lucha contra el cáncer. "No pierdan la fe. Tienen que encontrar qué es lo que aman… Así que sigan buscando hasta que lo hallen. No se conformen", animó a los estudiantes. Sin dudas un clásico. Más provocador fue dos años antes, en Harvard, cuando les espetó a los estudiantes del MBA que  "por qué si son tan inteligentes no son ricos".

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La industria de los computadores es joven, apenas cuenta 50 años. Con seguridad puedo decir que en este mundo hay tres grandes héroes: Tom Watson, creador de IBM; Ken Olsen ,de Digital y Steve Jobs, de Apple. Watson fue el gurú del marketing y Olsen de la ingeniería. Jobs creó el concepto de diseño. Sin temor a equivocarme, creo que el mentor de Macintosh es el más grande los tres, pues revolucionó lo que entendemos por tecnología  y la acercó a la gente con simpleza y elegancia.

Hoy muchos repiten que Jobs fue el Edison de la segunda mitad del siglo XX. Creo que tienen razón. Porque aunque Edison es inigualable en la cantidad de inventos que patentó, corrió en otra época y tenía menos competidores… si Edison es Pelé, Jobs es Maradona y Messi juntos.

Pero Jobs es más que eso. Fue un tremendo emprendedor, uno que innovaba todo el tiempo y que lideraba con exigencia a un grupo humano que se enorgullecía al decir que trabajaba con él. Transformó un negocio complejísimo en algo simple. Fue capaz de tomar la tecnología vigente y agruparla de una manera tal que la gente común la internalizara como un objeto cotidiano de su vida. En 100 años más será recordado como el hombre que logró que la informática influyera directamente en la vida de las personas: en la forma de relacionarse, de comunicarse, de entretenerse, de trabajar y hasta de decorar sus casas.

Hoy muchos repiten que Jobs fue el Edison de la segunda mitad del siglo XX. Creo que tienen razón. Porque aunque Edison es inigualable en la cantidad de inventos que patentó, corrió en otra época y tenía menos competidores… si Edison es Pelé, Jobs es Maradona y Messi juntos.

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Es miércoles en la noche y me preparo con esmero para el homenaje que mañana rendiremos a Jobs en Sonda. Quiero hacerle un tributo al hombre que admiro. No fui su amigo, pero yo lo vi y lo escuché y ahora a lo único único que atino es a decir:  "Dios mío como me gustaría tener la calidad de diseño y visión que tuvo este hombre". En los 37 años que llevo a la cabeza de Sonda hemos hecho cosas importantes, todo de a poco; él en un año hacía cosas increíbles.

Por eso trato de inspirar con su ejemplo a los jóvenes ejecutivos de mi compañía. Les digo a diario que miren a la gente que sabe hacer diseños simples y elegantes, les digo que miren a Jobs, que ahí están las claves.

Pero es difícil. Como él hay muy pocos. Lamentablemente tipos como él aparecen muy de vez en cuando. El secreto de su éxito es difícil de imitar, sólo lo tienen los genios. Debe haber sucesores, pero yo no los conozco. Se habla de la genialidad de Mark Zuckerberg, de Facebook, que promete mucho, pero en la industria de la tecnología nadie  alcanza aún los logros de Jobs. Él era entretenido, agresivo e ingenioso.

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Es difícil imaginar a Apple sin él. Aunque apenas tenía un porcentaje pequeño de la empresa, era su líder y mentor. Steve Jobs era el corazón de la manzana. Pero tengo fe en su visión y capacidad formativa. Tengo la esperanza de que haya hecho escuela y que sus colaboradores sigan su legado con éxito. Es difícil que sean tan creativos y rigurosos como lo fue él, pero si logran asemejarse aunque sea la mitad a su maestro hay mucho camino recorrido.

Nunca el mordisco de esa manzana ha sido tan simbólico como hoy. El mundo llora la partida de  Steve Jobs, pero su lugar en el salón de honor de la historia está asegurado: no sólo logró en pocos años transformar a su empresa en la número uno en valor de mercado del planeta, además cambió códigos sociales y acercó generaciones y culturas. Hoy todos hablamos su idioma.

Ése es el gran tributo en el día de su muerte.

El impacto de Jobs

Un héroe moderno

El académico trajo el primer computador Macintosh de Apple a Chile en 1984. Junto a sus socios, entre los que se incluía un joven Sebastián Piñera,  fue el escogido para crear la primera firma que representó a la empresa en Chile, en 1988.  Hoy asegura que la figura de Steve Jobs cambió el curso de la historia y ha inspirado a quienes sueñan con un mundo distinto.

[ Por Alfonso Gómez, decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez ]

¿Por qué tanto revuelo por la muerte de Steve Jobs?  Si hubiera muerto Carlos Slim, o el propio Bill Gates, lo más probable es que la conmoción no sería la misma.  Mi conclusión es que, para el mundo, esto no es la muerte de un empresario. Estamos ante la partida de un héroe, un ícono,  alguien que afectó profundamente la manera en la que trabajamos, nos divertimos y nos relacionamos.  Aparte de los rasgos de su personalidad, Jobs estuvo en el lugar preciso en el momento preciso. 30 años antes o 30 años después no habría sido el héroe que terminó siendo.

Él jugó un rol único en uno de los más asombrosos procesos de cambio en la historia de la humanidad. Una sola vez en la historia del hombre, el planeta que era fundamentalmente analógico pasó a ser un planeta digital, con todas las profundas repercusiones que esto tiene. Steve Jobs estuvo ahí, en el momento preciso, con el ojo y la sensibilidad precisos, para protagonizar antes y más lúcidamente que otros las innovaciones que un cambio así era capaz de generar en las vidas de las personas.

Jobs siempre pensó en grande. Uno de los primeros eslóganes de Apple fue: "Changing the world one bit at a time". Cambiando el mundo de a un bit a la vez, poco a poco, pero sin perder de vista que su límite era, desde siempre, cambiar el mundo para mejor.

Como todo héroe, supo derrotar a quien él vio como  grandes villanos. Era una suerte de David rebelde que batalló en peleas formidables, primero contra el gigante IBM y más tarde contra Microsoft. Con el apoyo de un ejército de incondicionales desarrolladores, y de la lealtad a toda prueba de una clientela que cualquier empresa soñaría, supo imponer su visión una y otra vez.

Como pocos, supo integrar los mandatos de su hemisferio izquierdo con los de su hemisferio derecho.  Era capaz de volarse a niveles increíbles, pero al mismo tiempo se aplicaba obsesivamente a la ejecución de los planes de acción que se requerían para materializar sus visiones.

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Yo tuve una relación curiosa con las tecnologías digitales. Me tocó estudiar Ingeniería en la Universidad Católica en la época en que la computación partía. Era el tiempo de las tarjetas perforadas y los computadores que ocupaban enormes salas asépticas, parecidas a un quirófano. En un momento determinado, llegué a la conclusión de que no se podía hacer nada muy creativo con un computador y simplemente le dije "chao" a la computación.  Me alejé de ella, según yo, para siempre.

Pero un día, caminando por la universidad de Berkeley, me encontré con una maquinita en que había un tipo que movía una cosa con la mano -mi primer contacto con un mouse- , dibujaba en una pantalla, y haciendo un simple clic era capaz de hacer aparecer por la impresora imágenes y textos en las más increíbles tipografías.  Gracias al Macintosh de Apple, vislumbré que la computación se convertía en una herramienta de cultura, en "alas para la mente" para citar una frase que le encantaba a Jobs.  Ahí supe de manera instantánea que quería estar cerca de esa tecnología, pero más aún, quería estar cerca de lo que esa tecnología era capaz de hacer por los seres humanos.

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El primer Macintosh que llegó a Chile me lo traje, literalmente, en mi falda desde Estados Unidos.  Lanzado en mayo de 1984, con el mítico aviso más famoso de la historia de la publicidad, ya en junio lo tenía en Santiago.  Aún lo tengo en mi oficina: su número de serie, el M00001, atestigua que es uno de los primeros diez mil Mac que se construyeron, está firmado por dentro por Jobs y por el resto de su equipo de desarrollo.

Jobs siempre pensó en grande. Uno de los primeros eslóganes de Apple fue: "Changing the world one bit at a time". Cambiando el mundo de a un bit a la vez, poco a poco, pero sin perder de vista que su límite era, desde siempre, cambiar el mundo para mejor.

Pagué 4.500 dólares por mi primer Mac 128/400.  Obviamente me fui por la sección roja "algo que declarar" cuando llegué con mi preciosa carga.  Lo deposité arriba del mesón y esperé al agente de aduanas.  El funcionario se acercó lentamente y, manos en cadera, me preguntó: "Dígame, joven, ¿la tele es blanco y negro o color?".

"Blanco y negro", dije en una respuesta literalmente correcta. Y recibí un lacónico:  "En ese caso, pase no más". Así entró el primer Mac a Chile, libre de impuestos.< /p>

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Con él, tuve la posibilidad de desarrollar el proyecto Crisol en la UC y fuimos pioneros a nivel mundial en la adopción de la computación personal en todas las disciplinas.  La computación dejaba de ser el feudo exclusivo de los ingenieros, y se ponía al servicio de las humanidades, de las artes, de todas las formas de la cultura.

Tres años después, recibí un llamado de EE.UU., de la gente de Apple, que se enteró de lo que hacíamos en la Universidad Católica y querían invitarme a formar una empresa que se encargaría de representarlos en Chile, que al final llegó en 1988.  Fue en ese contexto en que conocí a Steve Jobs y al resto del equipo que soñaba con hacer de Apple la empresa líder en tecnología computacional.

No había cómo estar en Apple sin sentir el liderazgo y la presencia de Jobs.  Era un tremendo líder. Un hombre que inspiraba a tener una causa, a sentir que haríamos algo grande por la humanidad. No es exagerado decir que él nos cambió la vida a muchos. La manera en la que trabajamos, cómo nos divertimos, cómo nos comunicamos. Y cómo nos relacionamos con otros seres humanos.

Él concibió al computador como algo personal, y luego reinventó la manera de relacionarse con la música y la entretención. Y luego reinventó la manera de definir lo que era un teléfono, haciendo de éste una plataforma no sólo para hablarle al otro, sino para interactuar con todo el mundo y con todas las funcionalidades imaginables.  Decir que un iPhone es un teléfono es sólo porque heredó el nombre de los aparatos que lo precedieron.

Pero la herencia de Jobs es también indirecta, a través de los cambios que inspiró en toda la industria. Ni Microsoft, ni Samsung, ni Motorola, nadie podía quedar indiferente ante las propuestas de valor y los diseños de Apple. Obligaba a los demás a hacerse preguntas, a redefinirse. Jobs no sólo cambió la computación, revolucionó la industria de la música, de la entretención, de los medios, de las comunicaciones.

Era un inspirador. Un obsesivo comunicador. Un tipo que impresionaba por el fondo, pero también por la forma de sus discursos. Un gran seductor. Y, sin embargo, nadie lo acusó de ser un tipo simpático. Por el contrario: está lleno de historias de una relación tensa, exigente a morir y muchas veces dura con sus colaboradores. Podía ser muy implacable. Pero era tal la obsesión que tenía por llevar a cabo su visión de cómo transformar el mundo, que eso estaba antes que todo para él.

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Él no fue ni un gran científico ni un gran inventor: fue un gigantesco innovador, un gran diseñador, un enorme visionario. Él fue un personaje al que se le asociaba con tecnología. Pero veía la tecnología como un medio. Para Jobs, siempre fue el hombre el objetivo. Siempre fue el efecto de la tecnología para la vida de las personas. Jamás se perdió en eso. Nunca la tarea estaba terminada demostrando que el computador era más rápido, que el programa tenía más funcionalidades: siempre él llegaba hasta el impacto de estas tecnologías en la vida de las personas. Y por eso es que fuimos tantos los tocados por él.

El mundo parece menos atractivo, menos innovador, menos lleno de posibilidades, oportunidades, juguetes, a partir del hecho de que él no va a estar con nosotros aportando ese genio. Por eso es que la sensación cuando él parte es que se nos va un héroe capaz de desenterrar secretos y tesoros donde nadie más los ve.

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