Garry Weaven (62) camina de chaqueta y corbata por un puente polvoriento que cruza un río de aguas recién salidas de los deshielos. Su cara está algo roja por el sol, que pega duro entre las montañas del Alto Cachapoal. Weaven cojea levemente: es la consecuencia de jugar fútbol australiano -una especie de rugby algo más duro- hasta los 34 años. "Pasados los 60 te pasa la cuenta", explica sobre los resultados de practicar ese deporte. Luego, con soltura, cambia de tema y comienza a hablar de poesía; de ésa que escribe de vez en cuando, de ésas que aún no ha publicado y que no sabe si algún día publicará.
Así como pasa con naturalidad de su deporte favorito a la poesía, este ejecutivo australiano -nacido y criado en Melbourne- no tiene problemas en hablar de sindicalismo e inversiones, del medio ambiente y de energía. En su vida ha pasado de un campo a otro sin problemas. Su papá era camionero. "Él era firme en que yo recibiera una educación universitaria, así que terminé estudiando Economía y Política", dice. Se graduó en 1969 de la universidad LaTrobe en Melbourne con honores y por un par de años enseñó ahí. Luego dejó la academia para dedicarse a trabajar en un sindicato de trabajadores de "cuello blanco", es decir, de trabajadores de oficina. Llegó a ser su líder y en 1986 pasó a ser el secretario adjunto del Consejo Australiano de Sindicatos de Comercio (ACTU), la organización sindical más importante de Australia y que agrupa a trabajadores de todas las áreas.
Pero las vueltas en su vida han sido numerosas y hoy, por ejemplo, está en Chile en calidad de ejecutivo de una empresa que invierte US$ 29 mil millones en varios continentes. Weaven es miembro del directorio de Pacific Hydro, empresa australiana que ha desarrollado proyectos de energía hidroeléctrica, eólica, solar y geotérmica en Australia, Brasil y Chile. Y ese lugar polvoriento por el que camina ahora son las inmediaciones de su última inversión: una central hidroeléctrica de pasada ubicada en Chacayes, VI Región, que proveerá 111 megawatts, energía suficiente para 300 mil hogares, y que costó alrededor de US$ 450 millones.
Weaven ha ganado notoriedad en los círculos de poder australianos por ser una persona que sabe "hacia dónde van las cosas". Todo esto es, en parte, porque conoce bien los dos mundos: el sindical y el empresarial. "Ver los dos lados del muro es algo que puede ser muy útil en los negocios", admite.
De sindicalista a empresario
Durante los ochenta, uno de los focos de lucha de los sindicatos australianos fue conseguir mejoras en el sistema de pensiones y Weaven, como uno de sus líderes, tuvo un rol influyente en lograr reformas al llamado sistema de superannuations. Este modelo opera de forma similar a las AFP chilenas, pero la contribución obligatoria del salario se empina al 9%. "En su origen, esto funcionaba principalmente para servidores públicos. Ellos tenían ciertos beneficios fiscales, pero luego de las campañas de agrupaciones sindicales, el gobierno legisló para que el sistema fuera universal", explica Weaven.
De esta forma, la pensión de un trabajador australiano hoy se compone de tres capas: un mínimo garantizado por el Estado, ahorros voluntarios y este sistema de fondos por el que peleó Weaven. El modelo, sin embargo -y a diferencia de lo que pasa en Chile-, no regula a priori la cantidad de fondos que pueden existir para administrar estos dineros. Esto permitió que varios sindicatos se unieran con las asociaciones de empleadores y crearan nuevos fondos llamados industry funds.
Entre los '80 y los '90, se originaron más de cien de éstos, los que comenzaron a competir con los fondos comerciales, de propiedad de bancos y compañías aseguradoras. Hoy este sector es dueño de un tercio del mercado bursátil australiano, lo que equivale a US$ 1,4 billones.
En los noventa, Weaven pasó de ser dirigente sindical a administrar este tipo de fondos, los cuales comúnmente cuentan con directorios compuestos por representantes de los trabajadores y de los empleadores. Luego el australiano se convirtió en presidente del directorio de Industry Funds Management, un colectivo de 32 fondos que tiene inversiones por más de US$ 29 mil millones. "Nuestra compañía trabaja para lograr utilidades, pero todas las ganancias van a estos fondos sin fines de lucro", explica.
El empresario sindical
Weaven ha ganado notoriedad al interior de círculos políticos y económicos de su país. Ha sido calificado como alguien "que mete ruido, pero que es razonable" y como una persona capaz de entregar consejos sobre "hacia dónde van las cosas". Todo esto es, en parte, porque conoce bien los dos mundos: el sindical y el empresarial. "Ver los dos lados del muro es algo que puede ser muy útil en los negocios", admite. Reconoce, además, que ha aprendido de la necesidad de lograr retornos en la inversión y reinvertir en el mundo de los negocios, pero también cree que su origen sindical le entrega una visión distinta: "Venir de un movimiento enfocado en las mejoras sociales es una excelente herramienta. Cuando en tu negocio buscas proveer un beneficio a la comunidad esto puede ser muy bueno en términos económicos, porque, después de todo, le estás dando a la sociedad lo que ella quiere. Y esto te será recompensado".
En su fondo han buscado ejemplificar este espíritu centrando su inversión en energías renovables y buscando ganancias seguras y de largo plazo. "Si estás en el lado correcto en este debate tienes excelentes posibilidades tanto de ser exitoso en los negocios como de lograr satisfacciones personales", reflexiona Weaven.
La apuesta chilena
A mediados de los '90, buscando una inversión pequeña pero segura, el fondo de Weaven apostó por un proyecto hidroeléctrico menor en el norte de Australia. La compañía, Pacific Hydro, creció rápidamente y el conglomerado español Acciona se interesó en comprarla. Industry Funds Management tenía en ese momento sólo un tercio de la empresa y debía tomar una decisión. "O comprábamos el 100% de Pacific Hydro o nos quedarnos en cero", recuerda Weaven y agrega: "Pero pudimos ver la necesidad de energía renovable que venía y las grandes posibilidades del negocio". Entonces decidieron comprar la empresa en su totalidad y seguir invirtiendo en este tipo de energías.
Hoy el balance es positivo, aunque con matices. "Si no estuviéramos en la actual crisis económica, este mercado habría crecido mucho más", opina Weaven. Con todo, el fondo ha logrado ganancias. En Chile, a través de Pacific Hydro, están presentes en otras cuatro centrales y se encuentran en proceso de investigación para construir granjas de energía eólica que entregarán 150 megawatts.
En Chile, Pacific Hydro tiene cinco centrales de pasada y estudia la construcción de varias granjas de energía eólica para producir 150 megawatts. Garry Weaven cree, sin embargo, que "si no estuviéramos en la actual crisis económica, el mercado de la energía habría crecido mucho más".
Eligieron este país por su estabilidad y crecimiento económico. "La energía usada acá por persona es todavía un tercio de lo que se usa en Australia", explica. Sin embargo, cree que todavía hay obstáculos regulatorios que dificultan la inversión. "Hay problemas obvios cuando tienes apagones. Eso es una señal de que el mercado no está funcionando correctamente", dice Weaven.
Hay riesgos que son difíciles de reducir. "Por ejemplo, la situación contractual, en el sentido de que no hay muchos actores en el mercado que compran al por mayor", dice. También critica la existencia de beneficios a plantas de menos de 20 megawatts que se introdujeron para motivar la creación de proyectos pequeños, enfocados en energías de bajo impacto ambiental. "Nuestra tecnología no detiene los ríos. Toma agua y la devuelve. Es la forma más eficiente de producir hidroelectricidad de forma ambientalmente amigable", explica. Sin embargo, su proyecto, al producir una cantidad superior a la que dicta la ley, no opta a las facilidades que otorga ésta. Weaven también cree que se debe perfeccionar el tema del precio pagado. "El precio al que nosotros vendemos debería estar mucho más cercano al mercado para que atraiga más inversión y, en sentido inverso, el precio retail debería ser menor", agrega.
Pese a esto, su empresa sigue pensando que Chile es un buen lugar para invertir y tienen fe no sólo en las centrales hidroeléctricas de pasada, sino también en la energía eólica. Para el desarrollo de esta última, sin embargo, cree que es importante mejorar las conexiones con la matriz. "Normalmente el viento sopla lejos de las líneas y es caro conectarlas. Eso es algo que el gobierno debe analizar", dice Weaven.
Desde hace cuatro años que Weaven viaja periódicamente a Chile, sin embargo ha podido conocer poco más que Santiago y los lugares donde han construido las plantas. Ha disfrutado del pisco sour y del chardonnay, pero aún no conoce la Patagonia. Dice que tiene ganas de ir de vacaciones y agrega que no está en posición para comentar sobre HidroAysén. "Pero puedo decir que alrededor del mundo la gente está valorando con mayor importancia que en el pasado los factores ambientales y hoy hay límites reales sobre lo que puede hacer Chile para conseguir energía", reflexiona. "Más allá de lo que pase con ese proyecto, Chile va a tener que mirar otras formas de producir energía, como el viento y las centrales de pasada", remata.