Por Emilio Maldonado y Natalia Saavedra Noviembre 17, 2011

Hace un par de semanas el ex presidente de Mitsubishi Corporation Mikio Sasaki hizo un gesto de hermandad hacia Chile. Recorriendo la localidad de Tohoku, una zona al norte de Japón devastada por el terremoto y tsunami de marzo pasado, encontró entre los escombros la cabeza de un moái. La estatua original había sido donada por el gobierno de Chile en 1960, tras el maremoto de Valdivia, el cual coincidentemente arrasó la misma región en su mortal travesía por el Pacífico.

El alto ejecutivo de Mitsubishi, conmovido por el hallazgo, ordenó a sus colaboradores de la matriz en Tokio que reconstruyeran el cuerpo del moái y que, además, lo emplazaran en una escuela de Tohoku mirando hacia Isla de Pascua, como una forma de unir a ambos pueblos. También Sasaki se comprometió a recaudar fondos para reconstruir la Plaza Chile en la ciudad, la cual desapareció bajo las olas en marzo y donde finalmente se situará la estatua polinesia junto con la escultura de un cóndor, también donado por Chile en los 60, y del cual se perdió el rastro el 11 de marzo.

Pero ése no era el único motivo por el cual el ejecutivo tenía a Chile en su cabeza durante las últimas semanas. La corporación de la cual forma parte, como consejero de la presidencia, decidió comprar el 24,5% del yacimiento Anglo Sur -ex  Disputada de las Condes-, hoy en manos de Anglo American, autorizando para ello US$ 5.390 millones para cerrar el trato.

Con la firma del acuerdo, el conglomerado japonés -un viejo conocido de los negocios en Chile e incluso un actor relevante en las relaciones diplomáticas entre ambas naciones- propinó un duro golpe a Codelco y, de paso, puso en entredicho al gobierno, al entorpecer los planes de la estatal de hacerse del 49% de la mina, negocio en el cual tanto ejecutivos de la cuprera como ministros de Estado habían volcado sus esfuerzos durante los últimos meses.

El acuerdo entre Anglo American (AA) y Mitsubishi se tradujo en una dura ofensiva legal de Codelco para truncar la venta. Así, hoy pocos recuerdan el gesto diplomático que hace un par de semanas les hizo Mitsubishi desde tierras orientales.

Mitsubishi hoy vende US$ 63.000 millones cada año y en la escena empresarial nipona se le sindica como el responsable de la industrialización de Japón, la tercera economía del mundo. En Chile aterrizaron en la década de los cincuenta.

 Pero el actuar de la nipona dejó a otro herido en el camino. Una corporación tan enorme como Mitsubishi, y que también pretende ser parte de este millonario acuerdo: Mitsui & Co. Ltd., holding que actuaría de financista de Codelco y que hoy, tras conocerse la operación entre la anglo sudafricana y sus coterráneos, ha intensificado sus relaciones con el gobierno chileno: ratificó su intención de seguir adelante con el negocio y la palabra empeñada, tal como dicta la filosofía oriental.

El imperio Mitsui

Diez calles de Tokio separan el edificio corporativo de Mitsui de las oficinas centrales de su más férreo competidor: Mitsubishi. Ambos representan a dos de los conglomerados más grandes de Japón. Con presencia en los cinco continentes, hoy tienen a Santiago como el más reciente flanco de sus constantes batallas comerciales.

Con ingresos anuales que en conjunto superan los US$ 120.000 millones (tres veces el PIB de Bolivia), ambas corporaciones tienen larga data en Chile. No sólo en el rubro minero, sino que también en diversas áreas comerciales: desde cátodos de cobre, pasando por automóviles y maquinaria pesada, hasta la venta de erizos chilenos en Japón.

Mitsui, firma que en 2010 facturó US$ 57.000 millones, es uno de los conglomerados empresariales más antiguos de Japón y su creación se remonta a 1622 con el nacimiento de Mitsui Takatoshi, quien siguió los pasos de su padre comerciante.

Takatoshi fue un pionero de los negocios en la isla asiática. Su empresa fue la primera en hacer transacciones en dinero en efectivo, revolucionando el comercio del siglo XVII. Así funcionó hasta 1876, cuando su negocio se transformó en una corporación, emulando los pasos de una compañía que nacía por ese entonces en el imperio: Mitsubishi Corporation, establecida seis años antes.

Ese año, Mitsui lanzó su primer banco, el Mitsui Bank, entidad que ocuparon de paraguas para reunir a todas las empresas que ya llevaban el nombre del comerciante del siglo XVII. Así nació el holding, el cual fue disuelto tras la II Guerra Mundial, pero que rápidamente revivió a fines de los cincuenta. Esa misma década aterrizaron en Chile de la mano de una incursión minera.

En 1958 invirtieron en un pequeño yacimiento llamado "Andrómeda", transformándose de paso en los primeros japoneses en destinar recursos en la minería nacional.

De esos difíciles comienzos poco queda. Mitsui es uno de los grupos más grandes de Japón, con filiales en 67 países, utilidades anuales que bordean los US$ 4.000 millones provenientes de su extenso portafolio, el cual incluye inversiones en la minería de hierro y cobre, bancos, productos químicos, distribución de automóviles (en Chile representan a Toyota y a Daihatsu)  y acciones en empresas de biotecnología.

Los socios japoneses

Los samuráis de Mitsubishi

Aunque sus orígenes como corporación anteceden a los de Mitsui, Mitsubishi se consolidó en 1870 gracias a Yataro Iwasaki, quien pertenecía a una familia de samuráis -los míticos guerreros japoneses- en el sur del país.

A los 25 años, en un viaje a Nagasaki, conoció el negocio marítimo y con los años pudo comprar tres barcos para armar su primer emprendimiento, dando origen así a la naviera Tres Diamantes, o Mitsubishi en japonés. Ese fue el puntapié inicial de un grupo que hoy vende US$ 63.000 millones cada año y que en la escena empresarial nipona se le sindica como el responsable de la industrialización de Japón, la tercera economía del mundo.

Además de la fabricación de los vehículos que llevan su nombre, el holding se ha destacado por poseer uno de los bancos más grandes del planeta -el Mitsubishi UFJ Financial Group-, entidad que ha alcanzado un peso tan relevante que pudo rescatar al casi quebrado Morgan Stanley en 2008, luego de inyectarle US$ 9.000 millones y quedarse con el 22% de su propiedad.

Precisamente es el negocio financiero uno de los puntos de roce que han existido entre Mitsui y Mitsubishi. En 2004, ambas corporaciones pelearon la compra del cuarto banco de Japón, el UFJ Holdings. Tras un cierre ajustado, fue  finalmente Mitsubishi quien se quedó con el preciado botín. De esta manera, nació el grupo financiero más grande, en ese momento, del mundo.

Chile no ha sido una simple pieza más en la conformación del imperio de Mitsubishi. Apenas aterrizaron en 1936 con una oficina, los negocios se fueron sucediendo rápidamente. En 1960 instalaron una subsidiaria  y desde ahí formaron un portafolio que suma inversiones mineras, distribución de automóviles (junto al grupo Sigdo Koppers), exportación de materias primas -como fertilizantes, acero, derivados forestales, salmones y hasta erizos- e insumos industriales, siendo Codelco uno de sus mayores clientes. De hecho, según el último reporte financiero publicado en Japón, Chile es la plaza más importante en Sudamérica, incluso por sobre Brasil.

Al igual que la banca, donde han tenido roces con Mitsui, la gran minería es un área en la cual ambos holdings compiten mano a mano.

Ambos grupos, debido a la gran cantidad de material que requieren sus industrias, han aumentado las compras de yacimientos de cobre y hierro en la última década. Mitsubishi incrementó su peso en la Compañía Acerera del Pacífico (CAP) hace un año, al hacerse del 25% de las acciones de la principal filial de la acerera: la Compañía Minera del Pacífico. La operación, rechazada en ese entonces por sus principales socios, la familia Rassmuss, fue uno de los negocios más bullados de 2010, tanto por su cuantía -casi US$ 930 millones-, como por la oposición al interior del directorio de CAP.

Las conversaciones, que se llevaron en el más estricto secreto, son parte de la sigilosa forma en que los japoneses actúan. Ni siquiera de la comida en el hotel W de Santiago, donde ejecutivos de Mitsui celebraron el acuerdo con sus pares de Codelco, se supo: la reserva fue hecha bajo un seudónimo.

Esta compra se agregó a la inversión que ya tenían en el yacimiento Los Pelambres, controlado por la familia Luksic, y a su participación en Minera Escondida.

Mitsui tampoco ha cedido espacio en esta carrera. En 1996 ingresaron a la propiedad de Los Pelambres, donde conviven con sus pares nipones en el listado de accionistas. Además pusieron sus fichas en Collahuasi.

 A estas incursiones se suma la alianza con Pan Pacific Cooper para desarrollar Caserones, yacimiento en el cual han invertido en conjunto cerca de US$ 2.000 millones.

Los movimientos del ninja

Cuando a inicios de este año Codelco conversó con grupos internacionales para ir tras el 49% de Anglo Sur, de inmediato Mitsui acogió el llamado. A través de sus abogados en Nueva York, el bufete Debevoise & Plimpton, los nipones manejaron la transacción, para la cual pretendían destinar US$ 6.750 millones.

Desde ese estudio jurídico se convocó a los bufetes chilenos: Morales y Besa, y a los juristas de Bofill Mir & Álvarez Jana, quienes participaron en el cierre de la millonaria operación, incluso estableciendo oficinas en este cuartel general de la Tercera Avenida de Manhattan.

Fue ahí, con ayuda del bufete Cleary Gottlieb -firma que atiende regularmente a Codelco-, que se elaboraron no sólo las más de mil páginas que tiene el contrato, sino también el pacto de accionistas que sellaron ambas corporaciones. Un plan de acción conjunta al interior del directorio que se aplicaría una vez que Codelco vendiera a la japonesa la mitad de su 49% en Anglo Sur.

Las conversaciones, hechas en el más estricto secreto, son parte de la sigilosa forma en que los japoneses actúan. Ni siquiera de la comida en el hotel W de Santiago, donde  el 11 de octubre celebraron la firma del acuerdo, se supo.

La reserva fue hecha bajo un seudónimo, para no levantar sospechas, y se apartó una mesa no tan visible. Incluso la presencia de Yasushi Takahashi, máximo ejecutivo del área minera de Mitsui, pasó inadvertida.

Son los movimientos de ninja, como describe un ejecutivo que participó en esas maratónicas jornadas, que caracterizan tanto a los personeros de este holding como a los de Mitsubishi. Evitan mostrar los negocios en público y, mucho menos, comentar acerca de sus inversiones. Prefieren sólo exponerse para las relaciones con las autoridades de gobierno, de las cuales hacen gala.

Tanto Masaji Santo, presidente de Mitsubishi Chile, como Yasunori Mori, el máximo ejecutivo de Mitsui en Santiago, mantienen una activa agenda con sus pares chilenos y con el gobierno, ya que, como dice un ejecutivo de una de estas empresas, son muy respetuosos con las autoridades que los acogen. Ambos, además, integran la Cámara Chileno Japonesa de Comercio, siguiendo el ejemplo de Mikio Sasaki, el anfitrión de los empresarios chilenos en el país del Sol Naciente.

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