Esta semana pareciera ser el momento clave en Europa en la elaboración de una propuesta para enfrentar la crisis de la deuda y acordar un nuevo trato entre, al menos, los 17 países que conforman la zona euro. Todos cruzamos los dedos para que los resultados de estas reuniones no se transformen en el hito que algunos esperan, similar a la quiebra de Lehman Brothers en 2008, para que se inicie una debacle económica y financiera de proporciones globales. Incluso algunos analistas han planteado que estas reuniones representan la última oportunidad para salvar el euro. Ahora, la pregunta es si es viable que los países en problemas vuelvan al año 1999 y reemplacen el euro con sus antiguas monedas y además puedan continuar como si no hubiera pasado nada.
El euro es como el hotel del la canción "Hotel California": donde puedes hacer el trámite para irte (checkout), pero eso no te asegura salir. La canción de los Eagles cuenta la historia de un viajero cansado que se queda atrapado en un hotel de lujo que a primera vista parece atractivo y tentador, pero que termina siendo su peor pesadilla. Su letra es una alegoría sobre el hedonismo, la autodestrucción y la codicia. Esto suena perturbadoramente similar y aplicable a la situación europea en la que algunos países entraron en una espiral de excesos relacionados con un consumo fuera de sus posibilidades y, por lo tanto, con un endeudamiento insostenible. Tarde o temprano la cuenta llega, incluso para los que se creían intocables. Y hoy esta cuenta llegó con furia.
El sueño europeo de formar una unión económica y monetaria es antiguo, pero formalmente nació el año 1988 con la idea de introducir una moneda común. La Unión Económica y Monetaria planteaba una serie de beneficios que incluían incrementos significativos de la actividad económica y de las transacciones comerciales y financieras. Todo esto producto de la eliminación de incertidumbres y costos de transacción por las operaciones de cambio. Para algunos países el esquema funcionó, como el caso de Alemania, pero para la mayoría sólo fue un éxito parcial. El proceso de introducción de la nueva moneda se inició en 1990, pasando por muchas fases, hasta que en 1999 se fijaron los tipos de cambio respecto al euro. En esa fecha el euro existía como unidad monetaria, de cuenta, y cotización, pero no como medio de pago. Recién en 2002 entraron en circulación las nuevas monedas y billetes euro, sustituyendo completamente a las monedas locales. Como vemos, la película fue bastante larga para llegar a un final poco feliz.
Pero, ¿cuál sería la ventaja de salirse del euro? Simplemente, recuperar el instrumental de la política monetaria. Esto permitiría implementar políticas contracíclicas específicas a las condiciones locales de cada país y no a una "política del promedio europeo". También se traduciría en la opción de devaluar las monedas y contar con la capacidad para imprimir dinero. Lo primero contribuiría a la competitividad del sector exportador y lo segundo, dependiendo del esquema, podría beneficiar al sector público, por ejemplo, al comprar deuda pública.
Sólo una catástrofe económica y/o política "ayudaría" a romper o a escapar del Hotel Euro.
Entonces, ¿por qué es costoso y complicado salirse del euro? Como en todas las cosas, hay complicaciones legales e impactos económicos. Por el lado legal, habría que cambiar los tratados para que unilateralmente un país pueda ser expulsado de la unión monetaria. Hoy sólo podrían salir los países del euro si lo hacen simultáneamente, lo que no se ve como posibilidad. Por lo tanto, una salida ordenada no es una opción. Sólo una catástrofe económica y/o política "ayudaría" a romper o a escapar del Hotel Euro. Y esto sería título de otra canción: "The Final Countdown"… de Europe.
En el ámbito económico, la introducción de monedas nacionales debiera generar depreciaciones, estimadas por diversos bancos de inversión entre 40% y 60% vis a vis al euro. Esto sería un escenario catastrófico en los mercados financieros. Irónicamente, una de las soluciones inmediatas a la crisis de la deuda en Europa es una depreciación significativa, pero del propio euro. La introducción de una moneda nacional requeriría anunciar el esquema de reemplazo, pero el simple atisbo de esa medida generaría inmediatamente una fuga de capitales en euros, situación que ya está ocurriendo.
Esto para conservar el valor del dinero denominado en euros, tanto por el lado de la pérdida de valor de las monedas locales producto de la depreciación, como también para contar con euros y solventar las deudas que probablemente seguirán estando en esa moneda. Lo más probable es que esta fatal combinación haría tambalear el sistema financiero con el consecuente golpe en la economía real. Las opciones para evitar el impacto negativo son pocas y complicadas: reemplazar inmediata y sorpresivamente las monedas nacionales, introducir un corralito a la Argentina, y convertir las deudas a moneda local.
Y la opción de largo plazo que queda, y que actualmente se está discutiendo en Bruselas, es continuar con la unificación fiscal de las economías europeas. Este camino es políticamente complicado ya que suprimiría decisiones soberanas sobre el presupuesto de los gobiernos, pero al parecer es la vía menos dolorosa. "Hotel California" lo termina por ejemplificar: "Todos somos prisioneros aquí, de nuestro propio mecanismo".