Por Jorge Isla Enero 5, 2012

En abril del año pasado los ejecutivos de Bethia dejaron sus oficinas de Avenida Kennedy 5454 para trasladarse a la Torre Titanium. La mudanza al piso 50 del segundo edificio más alto de Chile no sólo significó un cambio físico para el family office de una de las herederas del clan Falabella, Liliana Solari, sino que marcó el inicio de una nueva etapa para el grupo que lidera.

El "cambio de casa" fue uno de los hitos más importantes del 2011, sin dudas el año más intenso en la historia del holding familiar: compraron seis empresas, sumando así un patrimonio que se eleva hasta los US$ 4.000 millones, según sus propias estimaciones. Pero el broche de oro llegó días antes del 2012. El 29 de diciembre cerraron públicamente el acuerdo con el grupo Claro para quedarse con el 100% de Mega. Negocio por el cual pagarán  US$ 143 millones. Según muchos, esta jugada los posiciona en un nuevo status dentro del mapa empresarial chileno.

"Más que un family office, ahora somos un grupo económico importante. Sin embargo, nunca vamos a olvidar que partimos como una familia y tenemos una cultura que nos distingue y nos define", dice Carlos Heller (49 años), dando a entender que hoy las cosas han cambiado y que ahora sí se mueven a otra escala.

Pero hay actores en el mercado que miran su estilo con recelo. Se les cataloga de impulsivos y de haber ofrecido un precio demasiado alto por el canal privado. A ellos estas críticas no les preocupan. "La compra de Mega no fue algo que se nos ocurrió de la noche a la mañana, lo veníamos pensando hace tiempo y la oportunidad simplemente se presentó", aclara Heller.

De este modo, el grupo Bethia se distingue por apartarse de las fórmulas convencionales para hacer negocios: entran en las empresas sin dar mayor aviso, invierten grandes sumas de dinero y son los propios miembros de la familia quienes cierran in situ las transacciones comerciales. Además, su estilo es más extravagante que el bajo perfil que ostentan los grupos más tradicionales: se trasladan de un directorio a otro en helicóptero y mientras por la mañana pueden discutir en Vitacura sobre sus millonarias inversiones, por la tarde "viajan" a La Pintana a ver un partido de fútbol de Iberia de Los Ángeles, el club de tercera división del cual Heller es dueño.

Se les cataloga de impulsivos y de haber ofrecido un precio demasiado alto por el canal privado. "La compra de Mega no fue algo que se nos ocurrió de la noche a la mañana, lo veníamos pensando hace tiempo", retruca Heller.

¿Quién manda a quién?

En Bethia reconocen abiertamente que la estructura corporativa les quedó chica: hoy, como controladores y socios minoritarios, participan en 15 compañías.

El directorio está compuesto por Carlos Heller; su madre Liliana Solari; su hermana Andrea; el abogado y amigo de la familia Alberto Morgan; y la mano derecha e hijastro de Liliana Solari, Gonzalo Rojas. "Cada uno tiene un perfil definido y si bien Carlos es más impulsivo y Gonzalo mucho más analítico, la estructura es clara y quien tiene la última palabra es Liliana Solari", precisa uno de sus colaboradores. Una visión que Heller no comparte. "No se trata de que una persona tenga olfato y la otra capacidad técnica. Para liderar un grupo como Bethia hace falta tener una serie de habilidades, que van desde la intuición, el olfato y el conocimiento más técnico, tarea para la cual todos nos hemos preparado", enfatiza.

Detrás del directorio existe un grupo de profesionales que se hanconvertido en el círculo de confianza de Heller. Compuesto por el gerente de Finanzas, Jaime Cuevas; el fiscal Rodrigo Velozo; y la gerente del family office Anny Bull -mujer clave en las finanzas del conglomerado-,  son los encargados de aterrizar las  apuestas empresariales de Bethia.

Muchos coinciden en que el  estilo de trabajo del grupo delata la herencia italiana de la familia. "Es desafiante trabajar con perfiles tan diversos. A veces discuten, pero siempre se soluciona todo entre cuatro paredes", confidencia un ejecutivo. Esta vehemencia también se manifiesta a la hora de hacer negocios, lo que les ha valido varias críticas de quienes los consideran un grupo que se mueve más por aprovechar oportunidades de último minuto, que por seguir una línea estructurada de desarrollo. "No compartimos esa percepción. El tomar una decisión en forma rápida no implica que no se haya estudiado a fondo desde el punto de vista del negocio y su potencial", matiza Heller. De ahí que la semana pasada anunciaran el fortalecimiento de su estructura, con el fichaje de nuevos ejecutivos en marzo,  cuando concreten la compra de Mega. La necesidad del ajuste se venía evidenciando hace varios meses: en 2011 compraron la viña Santa Alicia; ingresaron a Aguas Andinas; compraron la operación de courier de LAN, y arribaron a Empresas Navieras, entre otros negocios.

Zoom a Bethia

Carlito´s way

Aunque Liliana -la mayor de las tres hermanas del clan Solari- encabeza el grupo Bethia, Carlos Heller ha sido el protagonista de sus últimos negocios. "Si a Carlos le gusta algo, lo hace y listo. Es decidido, por eso tiene lo que tiene", relata Jorge Trujillo -"el Talo"-, trabajador agrícola que lo conoce desde que lo tuvo de "copiloto" en su tractor a los 6 años, en el fundo de su abuelo Alberto Solari, en Calera de Tango. Ahí se inició su fascinación por los caballos y las faenas agrícolas, a tal punto, que el peor castigo por sus travesuras era pasar un mes entero sin salir de Santiago.

Y aunque todos creen que sus primeros pasos en el mundo de los negocios los dio en el campo, Trujillo corrige: "No, él se ganó sus pesos con la música". A comienzos de los 80, Heller estuvo detrás del programa de radio más escuchado de la época: "Concierto discotheque". Esto, mientras estudiaba para técnico agrícola en el Inacap, un destino impensado para el primer nieto de Eliana Falabella, y para quien tenían pensada una profesión afín al negocio familiar luego de egresar del colegio Craighouse.

Un camino alternativo al que Heller puso pausa a los 21 años. En 1983, y a instancias de su tío Juan Cuneo, se incorporó a Falabella. Trabajó ahí durante cuatro años, primero como vendedor de electrónica y luego como subgerente de compras de ese departamento. En 1987 decidió dejar el retail y sumarse al proyecto más personal de su madre. Ese año compraron su primer fundo en Los Ángeles y crearon el Haras Don Alberto, la gran pasión del clan. Al poco tiempo, el éxito en las pesebreras sentó las bases de sus negocios lechero y de transporte terrestre, de los que son los mayores operadores del país.

L.A. style

A través de Ancali, el brazo agrícola del holding, el grupo es uno de los líderes lecheros. Sin embargo, sus intentos por saltar a la producción de lácteos no han sido igualmente exitosos. Las altas expectativas puestas tras la compra de activos en 2004 para dar forma a Vialat -que manejaba las marcas Parmalat y Calán- no se cumplieron, y cuatro años después decidieron vender esa empresa para volver al despacho de leche fresca.

Con todo, hoy Los Ángeles es el refugio predilecto del clan y ya suman más 10 mil hectáreas en la zona. "La gran fiesta de Navidad es una tradición desde el inicio del haras -cuando la propia señora Liliana compraba los regalos- hasta la actual celebración para 5.000 personas de las distintas empresas", relata el gerente del criadero, Roberto Navarrete.

Con este historial, no es extraño que al momento de su reaparición en Santiago para dar continuidad a sus negocios y asumir su puesto en el directorio de Falabella, Heller haya llamado la atención por su estilo "acampado", su falta de atención a las formalidades y la ajetreada rutina en avión privado con tal de no mudarse de Los Ángeles, donde vive su mujer, Paola Ancarola, y sus hijos Pedro y Alberto. "Dios está en todas partes, pero atiende en Santiago", ha dicho Heller, justificando su decisión de trasladar la administración de sus negocios a la capital, desde donde han dado golpes como la asociación con Abraham Senerman en la Inmobiliaria Titanium  y la compra de Viña Indómita, ambas con participación activa de su hermana Andrea.

"Heller es más impulsivo y Rojas más analítico, pero quien tiene la última palabra es Liliana Solari", dice un colaborador de Bethia.

Tras un intenso 2011, Heller luce notoriamente más delgado y la preocupación por su imagen es evidente. Pese a ello, Anny Bull destaca que su mayor atributo sigue siendo "por lejos, el humor". Su alta exposición pública también ha estado dada por sus inversiones personales en el fútbol -tiene el 24% de Azul Azul- y producto de haber asumido la presidencia del Club Hípico en 2007. Desde esa cancha, además, ha construido sus redes comerciales y sociales en la capital.

Pese a esta multiplicidad de roles, cercanos a Heller dicen que sigue manteniendo las riendas de la administración de sus negocios. Por eso no es raro verlo a las 7 de la mañana inspeccionando las lecherías y en la madrugada analizando números y estudiando para los diversos directorios en los que hoy definitivamente ya alza la voz.

El "meganegocio"

Al interior de Mega, la arremetida de Bethia los tomó por sorpresa. Pero superada la primera impresión, ahora las expectativas son que el holding apunte al fortalecimiento del canal. Una alta fuente de la señal privada explica que si bien Mega es un canal ordenado, sano, con caja y que ha mejorado sus resultados financieros, "hay un proyecto a medias que hay que definir si ellos seguirán ejecutando".  Esta iniciativa dice relación con varios cambios que se realizaron tras la llegada de José Miguel Sánchez a la Dirección Ejecutiva del canal, el año pasado. A septiembre de 2011, la estación ganó $ 3.458 millones y su meta de corto plazo es ubicarse en el segundo lugar del mercado, tras Chilevisión y superando a TVN.

La próxima semana el proyecto global en el que trabaja la plana mayor será presentado al grupo Bethia. Y pese a que el equipo de Mega no conoce a sus ejecutivos, ellos ya han dado las primeras señales de continuidad. La semana pasada, se reunieron con José Miguel Sánchez y le pidieron que siguiera en su cargo al menos por un año. El ingeniero comercial aceptó y les comunicó a sus más cercanos que esa continuidad se extendía a todo su equipo, dando así una señal de tranquilidad.

"Hay mucho que mejorar y que podría disparar nuestro rendimiento", comentan desde el canal. Entre los proyectos más relevantes que esperan continuidad está la actualización del programa operativo de edición que usa el Departamento de Prensa, lo que costaría cerca de US$1 millón y que ya estaba preaprobado por el grupo Claro.

Las expectativas no sólo apuntan a la inyección de recursos, sino que también al manejo editorial. "Los temas más complicados de tratar siempre han sido los valóricos, y si el grupo permite abrir la pauta, sin duda que ganaremos credibilidad, un objetivo que tiene muy bien cumplido Chilevisión y que le entrega importantes ganancias", añade una fuente de la estación privada.

Todos desafíos que los próximos dueños de Mega analizan detenidamente en la cuenta regresiva para irrumpir en la competitiva industria televisiva.

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