Por Emilio Maldonado Enero 12, 2012

Esta semana la agenda de María Luisa Vial tenía apuntado un compromiso importante: el jueves 12 de enero la viuda de Ricardo Claro visitaría por última vez Mega. Tras la venta a Bethia, su idea era recorrer los estudios y oficinas del canal y despedirse, uno a uno, de sus trabajadores. Pues, tal como comentó ella a sus cercanos, aunque fue partidaria de que el grupo se desprendiera de aquella empresa, le dolía desligarse definitivamente de la estación televisiva a la cual su marido tenía especial cariño.

Pero esta visita no fue antojadiza. Desde que su marido murió, en octubre de 2008, "Ucha", como le dicen sus cercanos, se convirtió inesperadamente en la cabeza del holding. Tarea nada fácil para una mujer que si bien siempre fue "una voz clave" para su marido, jamás cumplió un rol en el día a día de los negocios. De hecho, era poco frecuente que visitara las empresas del grupo.

Pero la situación cambió y desde entonces no sólo se le ha visto participar más activamente, sino que, además, encabezar decisiones clave para el grupo, como la venta de Mega. Según se lo comentó a sus cercanos, vender el canal no fue una decisión fácil, pues sabía que en esta pasada el Grupo Claro estaba dividido: mientras Baltazar Sánchez, presidente ejecutivo del canal, se negaba a perder la estación, otros -entre ellos Juan Antonio Álvarez, ex ejecutivo del holding y hasta ahora estrecho colaborador de Vial- promovían la transacción. Pero finalmente María Luisa dijo "sí". Y una de las razones que primaron en esta decisión  fue que, a su juicio, el canal no era el mismo que su marido fundó en los 90.

Juan Agustín Figueroa, amigo y director de empresas del grupo, lo explica: "Para Ricardo, el objetivo de tener un canal era poder influir y defender sus empresas. Pero hace tiempo que aquello ya no ocurría. Además, la necesidad de captar más audiencia obligaba a los ejecutivos del canal a desarrollar programas más frívolos, los cuales no eran su estilo". Las conversaciones con Liliana Solari y su hijo Carlos Heller prosperaron, y aunque María Luisa no fue parte del deal ni del avance de las negociaciones, siempre le siguió el pulso de cerca. Se informaba a través del mismo Sánchez y también de Álvarez.

El 28 de diciembre ella fue la primera en saber que el negocio había llegado a puerto y que el canal pasaría a manos de Bethia. Con todo, la venta de Mega dejó secuelas: Baltazar Sánchez resultó golpeado y quedó de manifiesto la falta de un liderazgo claro en un grupo empresarial cuyos directores evidenciaban divisiones en sus posturas.

Buque a la deriva

Otro de los momentos de mayor tensión que han marcado la viudez de María Luisa ocurrió en marzo del 2011: tras millonarias pérdidas de la emblemática Compañía Sudamericana de Vapores (CSAV), el Grupo Claro vendió parte de la naviera, perdiendo así el control de la firma más querida por Ricardo Claro.

"En CSAV tuvimos que licuarnos. Fuimos disminuyendo nuestra participación por necesidad. Sin duda que a ella le dio pena vender la compañía, porque sabía que Ricardo le tenía especial cariño. De todas formas, ella aceptó la venta", recuerda el abogado Juan Agustín Figueroa.

Aquí, el rol de María Luisa también fue decisivo. Conocida por ejercer un liderazgo en segundo plano, o "tras bambalinas", como dicen sus cercanos, en una oportunidad se reunió con Guillermo Luksic a tomar café. Ahí le habría manifestado que estaba contenta de que ellos asumieran el control de la firma, pero que sentía profunda pena por ceder el control de una compañía tan querida por su marido. Tal sentimiento lo ha seguido transmitiendo a su círculo de confianza durante los últimos meses, aunque también ha dicho que está conforme con cómo Juan Antonio Álvarez ha manejado el buque. En especial, porque la naviera no seguirá representando una carga financiera para el grupo. "En Sudamericana tuvimos que licuarnos. Fuimos disminuyendo nuestra participación por necesidad. Sin duda que a ella le dio pena vender la compañía, porque sabía que Ricardo le tenía especial cariño. De todas formas, ella aceptó la venta", recuerda el abogado Juan Agustín Figueroa.

En esta pasada, indican, María Luisa dio su opinión y optó por delegar la decisión a manos de su círculo de confianza. "Tiene todas las atribuciones para ejercer el poder que estime. Si ella quiere influir, lo hace. Si no, decide delegar", agregan. Frente a esto, un ex colaborador añade: "No sabrá lo que pasa en el día a día, ni en la cosa chica, pero tiene perfecta noción de quién es quién y qué tareas tienen en cada empresa". Otro ejecutivo dice: "Es un poder silencioso, pero fuerte. Invisible, pero muy presente. Aunque la vemos poco, todos tenemos la certeza de que está. Esto tiene que ver con su estilo y su personalidad: fuerte pero discreta", dicen desde la empresa.

Y aunque es común verla en reuniones en Hendaya 60, donde se ubica el cuartel general del holding, desde el Grupo Claro aseguran que ella "interviene" a través de asesores clave y de los directores de su confianza. En esta línea, sus hombres clave son Juan Agustín Figueroa, Baltazar Sánchez y Juan Antonio Álvarez, siendo este último su hombre de máxima confianza y el "cable" que la conecta con las empresas Claro. Tal es su cercanía con el abogado, que luego que él asumiera como vicepresidente ejecutivo de Parque Arauco, en octubre de 2011, ella le dijo: "Recuerda que tú eres sólo un ejecutivo de Parque Arauco, pero el cerebro del Grupo Claro".

Además tiene línea directa con los directores del conglomerado Gregorio Amunátegui, Joaquín Barros, Arturo Claro y Gustavo de la Cerda. Asimismo, los abogados José María Eyzaguirre y su hijo Cristóbal suelen visitarla en su casa en San Damián.

Los colegios Claro

A pocos meses de la muerte de Ricardo Claro, María Luisa Vial fue ungida con el título de "protectora" de una fundación que tenía dos fines: resguardar el patrimonio familiar y destinar recursos a la creación de escuelas para sectores de menos recursos.

Fue así que los abogados comenzaron a estructurar el patrimonio familiar. Ella se quedaría con el 10% de los bienes y la fundación con el 90% restante. Sería esa la fórmula para recibir los dividendos de las empresas y reinvertirlos en obras benéficas, siendo la Sudamericana el mayor aportante.

Después de Ricardo Claro

Pero los malos resultados económicos de la CSAV complicaron los proyectos, y recién en marzo de 2010 -un año y medio después de la muerte de Claro- la Fundación Educacional Claro Vial logró realizar su primer aporte: donó US$ 16 millones para construir dos colegios al alero de la Fundación Nocedal. La institución, ligada al Opus Dei, acomodó a María Luisa Vial por su experiencia en temas de educación, pero también porque se siente muy cercana a esta prelatura.

Fue la propia María Luisa quien buscó el terreno y hace un par de semanas el directorio de la organización, compuesto por Vial, Álvarez y el abogado Cristóbal Eyzaguirre, decidió construir ambos colegios -uno para niños y otro para niñas- en Renca, que albergarán a 2.200 alumnos en total.

"La viña no se vende"

"Por Dios que se hablan cosas", ha sido uno de los comentarios que María Luisa Vial ha expresado a sus cercanos tras la creciente ola de rumores que aseguran que el grupo Luksic compraría la Viña Santa Rita. Aunque el mensaje es claro -"la viña no se vende", "es lo más querido para María Luisa"-, este tema incluso se conversó  en Hendaya, momentos previos a un directorio de la empresa.

Tiene muy buena relación con el gerente general, Silvio Rostagno, y es común verla llegar a la viña, ubicada en Alto Jahuel, los miércoles, junto a Cecilia Montes, la mujer de Arturo Claro, primo de Ricardo. Otras veces viaja sola, en un Toyota 4Runner manejado por su chofer. "Le fascina ir y le dedica mucho tiempo al Museo Andino y al parque. Elige las plantas y flores", indican. Ahí, planea levantar un "busto" en honor a su marido.

Además es pieza fija en los eventos vitivinícolas. En ellos da rienda suelta a sus dotes "diplomáticos" y suele conversar con los otros empresarios de la industria. Por ejemplo, en la Gala del Vino que se realizó en diciembre en Casas de Lo Matta, ella fue de las primeras en llegar y aprovechó el tiempo para saludar a Eduardo Guilisasti, de Concha y Toro, y a Eduardo Chadwick, de la Viña Errázuriz. "Es muy política, amable y de comportamiento siempre distinguido", señalan quienes la conocen.

Su "delicadeza" también se dejó ver durante la ceremonia de fin de año de la viña, donde estuvo a cargo del discurso oficial y dio gracias a los trabajadores. También, en el lanzamiento del espumante de Santa Rita, en diciembre. Entonces la empresa realizó un evento en el Museo de la Moda en Vitacura, al cual también fue invitado su cuñado Jaime Claro. "Es sabido que no tienen buena relación. Pero ella es muy polite. Jamás va a pasar por mal educada: conversaron lo necesario y amablemente", indican.

"Por Dios que se hablan cosas", ha sido uno de los comentarios que María Luisa Vial ha expresado a sus cercanos tras la creciente ola de rumores que aseguran que el grupo Luksic compraría la Viña Santa Rita. Frente a esto, el mensaje del grupo es categórico: "la viña no se vende".

Los días en Zapallar

María Luisa Vial se casó con Ricardo Claro en abril de 1959 en una iglesia de Providencia. Hoy, ella suele visitar sus restos en el Parque del Recuerdo, donde hace poco tiempo cambió su tumba a un lugar más grande. "El espacio era reducido y lo trasladó a uno más amplio. Ahí, junto a Ricardo, está también Juana Cruz, su nana de toda la vida", señala Juan Agustín Figueroa.

Socialmente, Vial es conocida por ser una mujer sumamente austera: usa pocas joyas y viste sobriamente. Pero su principal característica es su cercanía con la Iglesia Católica. De hecho, parte de su rutina es la misa diaria -va a la iglesia de la FACh, en Las Condes, o a Las Pataguas, junto a su hermana Elvira-. Del mismo modo, y cuando más se notó su injerencia en Mega era precisamente durante Semana Santa: ella estaba a cargo de la programación de esos días. Entre sus sacerdotes amigos están Raúl Hasbún, John O´Reilly, Sebastián Navarrete, el obispo Fernando Chomalí, el obispo Juan Ignacio Gónzalez y el párroco de Zapallar, Roberto Julio. Con él estuvo el sábado pasado, después de las misa de 12. "Le tengo gran aprecio. Aunque no le gusta que se sepa, ellos han sido los principales benefactores del Colegio Parroquial Francisco Didier", confidencia.

Ese día, María Luisa también se encontró con monseñor Bernardino Piñera, quien celebró la misa. "Él los casó. Entonces evidentemente lo fue a saludar porque se conocen desde hace muchos años. Para ella fue una sorpresa verlo ahí. Se emocionó mucho", dice Julio.

Además de la misa diaria, en Zapallar también es común verla caminar por la orilla de la playa y haciendo las compras a pie. Y si bien antes tenía una vida social más activa, desde que murió su marido dedica el tiempo principalmente a la lectura y está generalmente acompañada de amigas, de su hermana Elvira y los 9 hijos que ella tiene.

"Zapallar es su refugio y un lugar donde recuerda a su marido. Don Ricardo venía con varios libros. Era su lugar de estudio. Hoy, en su casa, aún está su escritorio con una foto de él,  y una lámpara. Tal cual como él lo dejó", indica el párroco.

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