Alejandro Toro, un chileno que vive en Río de Janeiro desde hace 32 años, se reserva febrero para lo que hoy es una costumbre irreversible: asistir al sambódromo de Río, el ícono del carnaval en Brasil. Lo hace sagradamente desde hace seis años: fue entonces cuando compró acciones de una de las 12 escuelas profesionales de samba más importantes de esa ciudad; las que conforman el "grupo de elite", por sus triunfos en las competencias de esta fiesta, la más grande del planeta.
En cerca de 25 minutos -lo que tarda el desfile de sus carros alegóricos- el chileno y sus socios exponen lo que ha sido el trabajo de un año. Son minutos en que cada escuela disputa el título donde sólo una de estas 12 se transformará en la mejor del carnaval de Río de Janeiro, el espectáculo artístico más importante de Brasil, y que entre el 17 y el 21 de febrero reunirá a más de un millón de turistas en la ciudad.
Este año, como de costumbre, Alejandro Toro está nervioso. El lunes União da Ilha, la escuela donde es socio, deberá salir a escena frente a 120 mil espectadores. Y eso sucederá unos minutos antes de las 10 de la noche.
Las semanas previas, Toro se pasea por el backstage, donde revisa cada detalle y observa qué tal se encuentran las 3.500 personas que desfilarán para representar a su escuela, que junto a otras 11 debutarán para sacar el puntaje necesario que les permita no bajar a la "segunda división", la cual está conformada por otras 14 escuelas.
Estas 3.500 personas -bailarines, cantantes, acróbatas-, salen a la pista del sambódromo y desfilan ante miles de personas que, eufóricas, viajan de todo el mundo a presenciar este colorido show, transmitido en vivo a 140 países, y catalogado como el mayor espectáculo de la tierra según el récord Guinness. Ahí, en los 700 metros de pista que recorrerán este lunes, União da Ilha disputará el título de la "Mejor Escuela". Permanecer en la "primera división" también es un desafío. Toro lo sabe bien: ser parte de esta categoría le ha permitido acceder a patrocinios para financiar su puesta en escena, que este año llegaron a US$ 4 millones.
El carnaval 2012 tiene un sabor especial para Toro: el año pasado, semanas antes del evento, un incendió arrasó con sus instalaciones. No pudieron competir y sólo participaron a modo de exhibición. En sólo 25 minutos deberán mostrarán si su equipo está a la altura de las circunstancias.
Un extraño en Brasil
Alejandro Toro habla español con acento carioca. En Chile, hasta que tenía 25 años, vivió en Gran Avenida, donde aún está la casa de su madre. Al terminar el colegio comenzó a trabajar con su abuelo en una pequeña agencia de turismo. Él se encargó de viajar para negociar acuerdos con distintos operadores. Fue en uno de sus viajes a Brasil cuando conoció a su mujer. Se casó y decidió establecerse allá. De a poco, fue abultando su red de contactos la que lo llevó a convertirse en el único chileno que hoy es socio de una las 30 escuelas de samba más importantes de Brasil.
El camino no fue fácil: con una hija de un año y medio llegaron a vivir a un barrio similar a La Cisterna. "Venía de Chile donde aún había toque de queda. Acá en Brasil no era fácil ascender ni que te fuera bien", recuerda Toro.
Lo primero que hizo fue echar mano a una serie de personas que había conocido cuando trabajaba en la empresa familiar. Decidió acudir a Joaquín González, entonces gerente de Ladeco en Río. "Me ayudó a encontrar trabajo en una agencia de viajes, pero ganaba mal", dice el chileno. Por ello, comenzó a idear un negocio propio: le propuso a González que la línea aérea lo apoyara en su iniciativa de "vender" Chile entre los brasileños. Recibió el apoyo. "Aquí nadie conocía nuestro país: comencé a ofrecerlo como destino turístico. Me fue tan bien que LAN, entonces aún estatal, me levantó para trabajar con ellos", cuenta Toro.
Luego se independizó y formó la agencia Turismo Andino, firma que sigue liderando y que se convirtió en nexo para acercarse al "planeta carnaval". Hoy la empresa vende todo tipo de paquetes a brasileños que viajan por Sudamérica. De paso, la firma de turismo ha sido la plataforma para extender sus redes, algo importante en una ciudad donde viven 11 millones de personas. "En el 2000 el cónsul de Chile en Brasil Florencio Galleguillos y el embajador Juan Martabit me propusieron que los apoyara en la formación de la Cámara de Comercio Brasil-Chile", dice. Así, se convirtió en el primer presidente del gremio y generó contactos con personeros políticos del gobierno de Frei y Lagos.
En ese ir y venir de reuniones sociales y acuerdos empresariales, conoció a Ricardo Graciano, un músico que competía para transformarse en el autor del tema principal de una escuela de samba: União da Ilha -representante del barrio Ilha do Governador cercana al aeropuerto de Río de Janeiro-, que desfilaría en el Carnaval. "Empecé a acompañarlo a las clasificatorias. Me gustó ver que era un grupo diverso, donde había desde empresarios hasta barredores de calles", recuerda Toro. El chileno se abrió puertas de a poco. Al principio, lo que hizo fue participar "como espectador". Porque pertenecer a ese club era muy complejo. Dependía de que uno de los accionistas vendiera un paquete.
Un chileno en el sambódromo
Era 2006 cuando un abogado miembro de esa escuela le ofreció comprara las acciones de su padre. Toro sabía que la oferta era una oportunidad única. "Las acciones de una escuela de samba no se transan en el mercado ni se venden a cualquiera. Debes ser parte de ese mundo", explica el chileno.
Dos años más tarde otra puerta se abría: le ofrecieron ser director de marketing de la escuela y la cara visible del grupo. Por eso, desde entonces, Toro reparte su tiempo entre su agencia de viajes y la gestión para levantar fondos. Como parte del staff directivo, hoy es una pieza clave dentro de un selecto grupo de ejecutivos que estos días se juegan el todo por mantener su prestigio en la industria del carnaval.
La fiesta en números
Por estos días Río de Janeiro recibirá a miles de turistas que viajarán desde todo el mundo a presenciar el espectáculo que generará ingresos por US$ 700 millones para la ciudad en una semana. Parte importante de esa entrada es producto de las escuelas que desfilarán en el Carnaval 2012.
Las escuelas de samba en Brasil funcionan como organizaciones sociales sin fines de lucro y operan en base a donaciones de empresas que rebajan impuestos. Se crearon con la intención de integrar a comunidades pobres. Por eso, además de preparar el carnaval, en el año realizan actividades de integración para grupos vulnerables.
Ello explica por qué la rutina de Toro gira en torno a esta fiesta. No le incomoda la hora y media que recorre habitualmente entre su casa en Recreo -en Barra de Tijuca- y União do Governador, el barrio donde está la sede principal de su escuela , la cual está rodeada de cuatro barrios pobres que son parte de la comunidad que le da vida. Tampoco le importa que a medida que se acerca el carnaval se sumen a su rutina viajes diarios entre su agencia de viajes, ubicada en el centro de Río, y la Ciudad de la Samba -donde se ubica el sambódromo-, a media hora de distancia. Es allí donde las 12 escuelas del grupo de elite tienen un espacio reservado para montar sus siete carros alegóricos, y donde Toro supervisa los últimos detalles de la puesta en escena. Allí se mezclan pintores, diseñadores, escultores y arquitectos: 400 personas que se encargan de poner en marcha el desfile.
Este año, como de costumbre, Alejandro Toro está nervioso. El lunes União da Ilha, la escuela donde es socio, saldrá a escena frente a 120 mil espectadores en el sambódromo de Río de Janeiro. Eso sucederá poco antes de las 10 de la noche.
"Esto requiere de una gran inversión. El año pasado hicimos la fantasía del Quijote de la Mancha y una sola pieza de la escenografía costó $ 150 millones", recalca Toro, quien asegura que esta fiesta alimenta el resto del año a muchos sectores de la economía de Brasil, incluido el turismo. Según él, éste es un negocio millonario para el país. "Acarrea beneficios para todos, desde la comunidad hasta los empresarios, que aunque no lucramos con la actividad ganamos protagonismo en todo el mundo", asegura.
La actividad no para tras la competencia. Sólo marzo es mes de vacaciones para la escuela. Cuando comienza abril, Toro y sus directores echan a andar una serie de actividades sociales que tienen como fin fidelizar a la comunidad de la escuela, que es de donde provienen todos los bailarines y músicos que desfilan cada febrero. No sólo eso: desde entonces el grupo a cargo de cada escuela comienza a cranear el montaje que desarrollarán al año siguiente. Las exigencias son altas: además de siete carros alegóricos obligatorios, cada escuela tiene prohibición de repetir cualquier elemento utilizado en carnavales pasados.
Los meses corren rápido. Ya en agosto la idea debe estar bien definida. Ese mes comienza la disputa por elegir el tema principal que será parte de esta ópera popular, como llaman en Brasil al carnaval. "Ahí empieza lo más intenso, que son los tres meses previos, donde se fabrica todo lo necesario para poner en escena el desfile", dice Toro.
Lo clave es preparar con tiempo el presupuesto, a lo que el chileno le dedica bastante energía. Porque el director técnico del equipo, a quien le llaman Carnavalesco, gana 300 mil reales al año, unos $ 84 milllones. Los gastos más relevantes se completan con el sueldo del director artístico, que gana unos US$ 4.000 por mes, y las primeras bailarinas. "Tenemos ingresos directos porque se nos pagan derechos por desfilar y por la transmisión televisiva, además del dinero que entra con los eventos que se realizan en nuestra sede y, no menor, los aportes de empresas", explica Toro.
¿Carnaval exportable?
Toro decidió que el carnaval podía exportarse. Por eso, hace dos años, trajo su escuela a Chile: desfilaron en el Hotel Pirigallo de las Termas de Chillán. El Carnaval de Río ya tiene eco en varios países de la región. "Cuando termina el carnaval muchos trajes se venden a Argentina para el Carnaval de Gualeguaychú y cerca de 3.000 personas de distintas escuelas viajan a ser parte del staff allá", relata Toro.
Más allá de esas ideas, Toro hoy tiene puestas sus energías en el desfile que realizarán en tres días. Luego, un mes de descanso hasta que comienza la cuenta regresiva: el reloj para el próximo carnaval corre una vez más.