Por Juan Pablo Garnham Marzo 15, 2012

El argentino Alfredo Casero (49 años) cree que el mundo es como una gran torta de chocolate en medio de la cual uno está parado. "Y adentro de la torta está lleno de sánguches de miga. Entonces vos vas a comer tanto dulce, que si vas para abajo encontrás lo salado, ¿me entendés?", dice desde su casa en el norte de Buenos Aires. La frase, como mucho de lo que ha hecho en su carrera, camina al borde de esa línea entre la estupidez y la inteligencia en la que se mueve su humor. Lo concreto es que Casero siempre ha buscado esos sánguches de miga, por más que tenga que romper la torta y empezar de nuevo. "Lo único que he hecho siempre ha sido deshacer lo que estaba haciendo, buscando otra cosa", dice el comediante.

Ahora lo que Casero está destruyendo es, a su modo, la forma de hacer cine en Argentina. A través de su último proyecto, Cha3DMubi, se está saltando todos los pasos que la industria le impone a cualquier filme en ese país: no va a recurrir al Instituto Nacional del Cine y Artes Audiovisuales ni a los subsidios del gobierno. Además, también quiere saltarse a las distribuidoras. "Que te distribuyan una película es lo peor que te puede pasar. Estás quince días, te la pasan, no fue un negocio para ellos y a la mierda tu película. Y vos, que pusiste corazón más que plata, te das cuenta de que cometiste un error", dice Casero.

La fórmula se basa en la plataforma de crowdfunding, Ideame, creada por los argentinos Tiburcio de la Cárcova y Mariano Suárez  (con el apoyo de Wenceslao Casares, entre otros) en 2011, con presencia en Argentina, Brasil, México y Chile. En ese sitio, Casero presenta su proyecto e invita a gente a financiarlo. Las personas que donen plata pasan a ser productores de la película. La meta es recaudar US$ 22.000 y hasta la fecha lleva $ 14.519. Ya van 382 personas que han donado desde un dólar hasta mil. A su vez, los financistas se llevan "premios" por su aporte, como una postal, una polera, su entrada a la película o incluso una cena con Casero, la que se garantiza si donas más de US$ 500, algo que él ve con humor. "Quiero ir a comer con este tipo y preguntarle '¿Usted, por qué gasta mil dólares para ir a comer conmigo? ¿Qué quiere de mí? ¿Qué pretende usted? ¿Ah?'", comenta carcajeando.

Los financistas se llevan "premios" por su aporte, una polera, su entrada a la película o incluso una cena con Casero,  algo que él ve con humor. "Quiero ir a comer con este tipo y preguntarle '¿Usted, por qué gasta mil dólares para ir a comer conmigo? ¿Qué quiere de mí? ¿Qué pretende usted? ¿Ah?'", comenta carcajeando.

Pero el premio preferido de Casero es un souvenir de una de sus tantas creaciones cómicas y se lo lleva quien pague US$ 75. "Son los soretes en kerosén, una belleza. Fueron hechos hace quince años ya. Se podrían presentar en el Guggenheim", dice, ahora seriamente.

El chiste de ser emprendedor

La razón de que haya suficiente gente dispuesta a darle plata a un humorista como Alfredo Casero se llama (o se llamaba) Chachachá y terminó en 1997. "Fue una intervención artística sin quererlo, sin saberlo tal vez", explica. Era un programa de televisión en el cual se sucedían una serie de sketches de humor experimental, absurdo y muchas veces improvisado donde era difícil predecir lo que iba a aparecer en pantalla: en un capítulo unos ratones acuden a conversar con el periodista Jorge Lanata para discutir sus demandas políticas; en otro, un Batman argentino con sobrepeso, el mismo Casero, encabezaba una reunión de "Batmanes" del Mercosur. "Al programa entré medio a las estocadas, tipo Scarface, y así terminó también", dice. Se acabó por falta de rating, pero, de forma similar a lo que pasó con el programa de Canal 2 Plan Z en Chile, con los años se fue transformando en un mito y sus personajes en íconos de la argentinidad.

Cuando Chachachá se acabó, Casero no paró. Tuvo una banda musical, grabó siete discos, fue éxito de ventas en Japón, ha aparecido en una veintena de películas, series y telenovelas y ganó el premio Martín Fierro por actuación. Además, seguía haciendo sus shows de humor experimental en toda Argentina. El problema era que, fuera donde fuera, siempre le preguntaban lo mismo: "¿Y, Casero, cuándo vuelve Chachachá?". Para él era como que le preguntaran cuándo se iba casar con ese gran amor de la vida que te diste cuenta que no iba a funcionar. "O sea, no te casás", dice. En la televisión le ofrecían proyectos, pero nunca iban en la línea que le interesaba y él los rechazaba. "No me da placer hacer algo en lo que no creo", dice.

Hasta que llegaron las redes sociales. Amigos suyos y gente en Twitter lo empezaron a motivar para que hiciera algo con Ideame. Casero empezó a contestar la preguntita ésa de otra manera: si quieren ver Chachachá de vuelta, ayuden. Postuló el proyecto a Ideame y ellos no se demoraron en aceptarlo. La idea es hacer una película que ya tenga sus entradas vendidas antes de llegar al cine, asegurando al menos el mínimo para financiar el proyecto. En el sitio de Ideame publicó los quince cines alrededor de Argentina donde espera proyectar el filme a partir del 10 de mayo y sus respectivas cantidades mínimas de espectadores para arrendar la sala. Lo empezó a difundir en cada lugar al que iba y por su cuenta de Twitter (@alfredocasero1). Y ya comenzó a grabar. 

El que ríe, paga

Si bien no tendrá claro cuál va a ser el costo del proyecto hasta que termine, calcula que necesitará entre 40 y 50 mil dólares, de los cuales la mitad aproximadamente serán solventados por los "productores" a través de Ideame. Para todo esto, el tema de la difusión, incluso a nivel personal, ha sido fundamental. Continuamente está tuiteando, motivando a la gente que lo sigue, ofreciendo seguir a sus followers que cambien su avatar por el logo de la película. "Si la persona no se mueve, la plataforma no trabaja sola", dice el director fundador de Ideame, Tiburcio de la Cárcova, "cuando la persona está más vinculada a las redes sociales, estos proyectos funcionan mejor". Sin embargo, De la Cárcova aclara que proyectos de artistas poco conocidos también han logrado financiarse a través del sistema.

Tanto Casero como la gente de Ideame están optimistas de que la película llegue a la meta de US$ 22.000. Si no lo logra, los aportes de todos los productores vuelven a ellos y el proyecto llega hasta ahí. "Si esto funciona, bien. Si no funciona, moriré en el intento, pero moriré feliz", dice Alfredo Casero y luego se corrige, "no digo que voy a morir, yo no moriré nunca". A lo que va es a que, sin importar lo que pase, seguirá trabajando en nuevos proyectos porque cree que, si tienes una idea, hay que hacerla, sin importar si el Estado no te da plata o si una empresa te financia con "peros" tu proyecto. "Voy a tener un millón de problemas, pero hay que aprender a hacerlo y fundirse. Fundirse muchas veces", comenta.

Piensa que, por ejemplo, en el futuro podría usar perfectamente Ideame para financiar nuevos discos, asegurándose que compren su música quienes les interesa y lo recomienda no sólo a artistas, sino a todos quienes quieran "hacer cosas". "Si vos tenés ideas metidas en el alma y no las llevas a cabo se te pudren adentro y después te convertís en una persona con mal aliento de origen mental", comenta, "los que te dicen 'no, eso no se puede', son una manga de gente así".

Esta actitud y este proyecto han transformado a Casero en un extraño ejemplo de emprendimiento. De hecho, sacó aplausos en la versión local de las charlas TED, con frases como "lo único que se empieza desde arriba es un hoyo". Este salto de artista irreverente a emprendedor es, al menos, improbable. La plata, dice, nunca ha sido lo que más le ha importado. Eso se va a ver después. Lo que a él le interesa es empezar por algo. "Esto es el principio de los buenos negocios que van a venir más adelante. La idea es que esto sea un iniciador. Esto es comenzar", dice Casero antes de soltar un suspiro. "¡Ahhh, qué mágica es esa palabra!".

Una máquina que también funciona en Chile

En Chile también hay casos exitosos que han logrado financiamiento a través del crowdfunding. El proyecto Bus Conciencia, un laboratorio móvil que lleva talleres de experimentos a escuelas rurales, logró pasar su meta de US$ 8.000 (consiguieron US$ 646 extra) con la ayuda de ochenta personas. Una plataforma de diseñadores que hacen poleras consiguió US$ 4000 y un webcomic animado logró $ 1512.

Como éstos, la plataforma Ideame ha recibido más de 700 proyectos hasta la fecha, pero no cualquiera es aceptado, ya que se buscan propuestas de calidad. La maquinaria parte cuando se postula una iniciativa. En Ideame realizan un trabajo de curatoría, donde seleccionan las más viables e interesantes y las apoyan para "venderse" y difundirse mejor. Los interesados pueden financiar el proyecto con sumas que van desde un dólar y reciben premios, distintos tipos de agradecimientos, a partir de su donación. La idea logra el financiamiento sólo si llega a su meta.

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