Por Juan Pablo Garnham Mayo 9, 2012

El domingo pasado en San Carlos de Apoquindo las tribunas empezaron a llenarse a eso de las seis de la tarde. Católica jugaba contra Cobresal, pero con la mente en el clásico de esta semana contra Universidad de Chile. Todavía estaba fresco en la cabeza de los cruzados el fracaso en la Copa Libertadores, donde no pasaron de la primera fase, y la salida de Mario Lepe. Ahora, con el técnico interino Andrés Romero, los resultados han mejorado, pero la inquietud todavía está ahí. 

Algo más de seis mil fanáticos llegaron al estadio, entre ellos los que tomaron la decisión de relevar al técnico. En el palco de la marquesina estaban sentados juntos tres de los directores de la Sociedad Anónima: Luis Larraín, director ejecutivo de Libertad y Desarrollo; Jaime Estévez, presidente de la S.A.; y el ejecutivo histórico del grupo Matte Luis Felipe Gazitúa, vicepresidente y representante en el directorio de la Fundación UC.

Los goles llegaron. Uno, dos, tres, cuatro y cinco, y con ellos el respiro. Larraín, Estévez y Gazitúa los celebraron como propios, sabiendo que, por ese día, la tarea estaba cumplida. Pero, con la convicción también de que las metas a largo plazo todavía están insatisfechas: luego de registrar una recaudación récord de US$ 25 millones en su  salida a la Bolsa -Azul Azul sólo recaudó US$ 15 millones, pese a ser un equipo con una hinchada mucho más numerosa-, han tenido que lidiar con una situación económica ajustada y resultados futbolísticos pendulares. 

Sólo en el primer año de gestión de la sociedad anónima, las pérdidas rozaron los $ 3 mil millones, y hoy trabajan para lograr sus objetivos. “Tenemos que redoblar los esfuerzos para poder desarrollar una línea sostenible y no caer en las tentaciones que han sido clásicas del fútbol, que terminan con los clubes con déficits reiterativos”, dice Estévez. 

¿Pugna de poder?

El 23 de noviembre de 2009, los hinchas de la Universidad Católica estaban emocionados y satisfechos luego de que finalizara el proceso de apertura en bolsa del club. La venta del 80% de su propiedad se consideró un éxito. Sin embargo, a poco andar la nueva administración se percató de que la situación económica de la institución no era del todo sana. Recibieron un club con pérdidas por cerca de $ 200 millones mensuales, las que quedaron al descubierto luego de que se realizara la desagregación del negocio del fútbol de las otras ramas deportivas de la Universidad Católica. Además, y como quedó estipulado en la constitución de la nueva sociedad, ésta debió pagar US$ 18 millones a la Fundación UC -hasta entonces dueña del 100% del club- por concepto de traspaso de derechos de jugadores, marca y activos. 

Así las cosas, al interior de Cruzados reconocen que pronto se dieron cuenta que la situación era insostenible y que era urgente detener la pérdida de recursos. Por lo mismo, muchas de las promesas que se hicieron en la apertura, como invertir sumas importantes de dinero en San Carlos de Apoquindo, llevar su proyecto de fútbol formativo a otras zonas de Santiago, y fortalecer el plantel profesional, tuvieron que esperar. Hoy, las críticas apuntan a la lentitud en el proceso de recuperación, demora que muchos justifican en el poder que la Fundación UC tiene en el club, pese a ser dueña de sólo el 20% de las acciones. 

Cuando se realizó la apertura del club deportivo, la Fundación traspasó los activos de la rama fútbol y a la vez fijó una serie de exigencias que debía cumplir Cruzados S.A. Entre ellas la entrega del 1% de sus ingresos, el pago de 1.000 UF mensuales por el arriendo de San Carlos de Apoquindo, y el poder de designar dos directores en la mesa gracias a una serie especial de acciones, las cuales incluso les permiten tener poder de veto en algunas decisiones, como la elección del presidente de la sociedad. 

La discusión se tradujo en que dos de sus directores, Andrés Fazio y Jaime Allende, abandonaran Cruzados, en marzo y abril de 2011 respectivamente, criticando el modelo de administración. “Eran partidarios de que la fundación flexibilizara algunas condiciones para poder sanear la empresa”, relata un cercano a los ex directores. Pese a que la salida de ambos relajó el ánimo al interior del club, la duda respecto la influencia de la fundación en el día a día de Cruzados persiste hasta hoy. 

Y aunque en el directorio descartan la idea de que existan bandos dentro de la mesa, pero dentro y fuera de la UC todos reconocen el poder que aún mantienen sus antiguos dueños. De hecho, sindican a Luis Felipe Gazitúa, representante en el directorio de la fundación, como quien detenta esta influencia, no por nada en él recae este poder de veto. 

Alfredo Morgan, accionista minoritario y panelista del podcast Foro Cruzado, explica que entre quienes compraron pequeños paquetes del club existe la sensación de que Gazitúa es un director con mucho poder. Cuestión que se intensifica dada la falta de un grupo controlador con mayor visibilidad. “Sería bueno revelar cuál es el real nivel de influencia que tiene, ya que es un ícono del continuismo de la antigua UC”, agrega Morgan.

La última cruzada

Con todo, quienes conocen de cerca el día a día del directorio de la UC explican que Gazitúa ha asumido este rol pues es reconocido entre sus pares de la mesa como el que más sabe de fútbol. Incluso la familia Del Río -el grupo que detenta más acciones del club- respalda su gestión. En esta línea, cercanos al clan desestiman quiebres en la mesa y aseguran que la administración ha sido prudente, tomando en cuenta la escasez de recursos. “Ha habido una gran coincidencia de visiones y se ha valorado la experiencia de los directores más antiguos”, explica Víctor Pucci Labatut, quien junto a Guillermo Agüero y Juan Pablo Del Río representan a este grupo en el directorio cruzado. 

Los Del Río han apoyado permanentemente las decisiones de la fundación, la cual es representada por Carlos Williamson, a nombre de la Universidad Católica, Luis Larraín y Andrés Ibáñez, lo que a juicio de algunos inclina las decisiones a favor de la visión que tiene la antigua administración UC. El resto de la mesa la componen Juan Tagle y Jorge Garcés, como accionistas minoritarios; y Alex Harasic en representación de Cecilia Karlezi, hija de María Luisa Solari.

Pero los coletazos del poder de la fundación no sólo se sienten en materia financiera. En opinión de algunos ex integrantes de la administración UC, este grupo ha dilatado definiciones clave que se han traducido en efectos negativos para el equipo. Un ejemplo: la tardía salida de Mario Lepe, pese a no cumplir con las metas que le había trazado el club. 

A ello se sumaría -agregan las mismas fuentes- que la fundación habría demorado varios meses en reducir la planilla de trabajadores que traspasó a Cruzados y que tiene pendientes asuntos como absorber vacaciones del personal, que sumarían otros varios millones de pesos. 

Problemas de caja

Al interior de Cruzados reconocen que en ciertos momentos existieron visiones diferentes sobre cómo administrar el club, pero que hoy los esfuerzos están centrados en lograr un equilibrio. Estévez desestima que la Fundación UC haya entorpecido la toma de decisiones, pero reconoce problemas administrativos que hoy están atacando. Cuando partieron administrando el club, en 2009, lo recibieron con una caja de $ 3.200 millones y pérdidas anuales por unos $ 1.500 millones. Cuestión que también afectó el precio de la acción: hoy está en torno a los $ 200, lejos de los $ 310 que anotó en su apertura.

“Había un equipo de administración y se recortó al máximo. El gerente general, Juan Carlos Pareja, y el gerente deportivo, el Tati Buljubasich, se quedaron prácticamente solos”, reconoce. Un director recuerda que a tal llegó la estrechez que tuvieron que ingeniárselas para cubrir los vacíos. Tanto, que en algunas oportunidades incluso invitaron a sus amigos a sesiones de brainstorming para delinear un plan de marketing para el equipo. 

Durante 2011 la administración logró reducir las pérdidas, pero todavía la última línea de Cruzados está en rojo, con un saldo negativo a diciembre del año pasado por $ 343 millones. 

Para subsanar esta situación, Estévez asegura que es clave solucionar un castigo contable que afecta los resultados del equipo. “Cuando la Fundación UC traspasó sus derechos a Cruzados nos vendió todos los pases de los jugadores en cerca de $ 5.700 millones. Este activo pierde un cuarto de su valor anualmente, porque se va depreciando y afecta negativamente sus resultados”, explica y agrega: “Esto implicó una depreciación de unos 

$ 1.100 millones por este concepto en el ejercicio pasado. Si bien tuvimos un buen 2011,  la lectura sigue siendo negativa porque los jugadores pierden valor en los balances”. Por el contrario, añade, que no se valoriza a los futbolistas que provienen del fútbol formativo y pasan al plantel, que son la columna vertebral del equipo. 

En el directorio descartan que existan bandos en la mesa. Pero dentro y fuera del club todos reconocen el poder que aún mantienen sus antiguos dueños. De hecho, sindican a Luis Felipe Gazitúa, representante en el directorio de la Fundación UC, como quien detenta esta influencia.

Segundo tiempo

Hoy los énfasis están puestos en la profesionalización de la institución. Durante 2011 reclutaron a  un community manager, a cargo de las relaciones entre el club y las comunidades asociadas a él. Además, contrataron una agencia de publicidad y reforzaron las áreas comerciales, de finanzas y de servicios legales. Y pese a que en la actualidad el club cuenta con mayor holgura económica, desde la administración no han desatendido los esfuerzos por disminuir los costos del club: en 2011 se redujo en 20% los costos del Programa de Medicina Deportiva y en 30% un contrato de servicios administrativos que tenían con la Fundación UC. El resto del plan apunta a aumentar el borderó, el número de socios y fortalecer los contratos con sus partners comerciales, como Puma, DirectTV, La Tercera y Homecenter Sodimac, entre otros.  

La primera evaluación de los ajustes es positiva. Durante 2011 -y pese a las pérdidas finales- registraron un alza de sus ingresos operacionales de 85%, alcanzando los $ 6.016 millones. 

Pese a estas buenas noticias, todavía hay temas pendientes que hacen ruido, sobre todo en la hinchada. El principal apunta al traslado de su centro de entrenamiento a un sector más accesible de la Región Metropolitana, debido a la dificultad que genera para los jóvenes llegar a San Carlos de Apoquindo. También están pendientes las mejoras a largo plazo que requeriría el estadio, ya que pese a que se han hecho inversiones específicas en el recinto, la crítica se centra en aumentar su capacidad. 

En Cruzados reconocen que es un tema que les da vuelta, pero agregan que lo más importante es invertir en San Carlos cuando se justifique. Para ello han maqueteado algunas ideas con el arquitecto Gonzalo Mardones, pensando en un estadio que permita la realización de eventos, encuentros deportivos y que tenga efectivamente mayor aforo. “Pero lo primero que tenemos que hacer es traer a los hinchas de vuelta al estadio. ¿Qué sacamos con tener un estadio más grande vacío?”, explica Estévez. 

Fundamental es también potenciar la venta de jugadores. Mientras el mercado apuesta  por  jóvenes promesas del plantel como Felipe Gutiérrez y Cristopher Toselli, al interior del club siguen de cerca la posible venta de Gary Medel, de quien se ha rumoreado que está en el interés de Real Madrid. La UC aún es dueña del 50% de su pase, lo que implicaría que si el Sevilla lo traspasa recibiría cerca de 3 millones de dólares. 

El tercer pilar para revertir estos resultados financieros es no gastar sumas importantes en contrataciones. Su modelo se orienta a la formación de jugadores que luego pasen al plantel. Prueba de ello es que en el partido contra Cobresal siete jugadores eran de su cantera, y que destinan anualmente $ 1,5 millones de dólareas a las ligas juveniles. 

El presidente de UC confía en que los cinco goles que metieron el domingo y los que esperan anotar en el clásico universitario de este sábado les permitan respirar más tranquilos, no sólo en lo deportivo, sino también en lo económico. “Mal que mal, una cosa amarra a la otra”, concluye. 

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