Por María José López Mayo 17, 2012

La de Fernando Echeverría es una historia de terremotos.

Primero fue el de 1985, remezón de 7,8º Richter que dejó más de un millar de edificios capitalinos en el suelo. Poderosa razón para que su empresa Echeverría Izquierdo Ingeniería y Construcción -golpeada por la crisis económica del ´82- se abocara a la reconstrucción de la zona central del país. Al poco andar su compleja situación se revirtió y hoy es  una de las cinco compañías del rubro más grandes de Chile: en su cartera hay 150 edificios, 3 millones de m2  de superficie construida, 10 plantas de poder y más de 7 mil unidades habitacionales vendidas.

Veinticinco años después, otro terremoto volvió a transformar su vida.

La madrugada del 27 de febrero de 2010 el empresario estaba en Cachagua. Pero a las pocas horas del sismo decidió volver a Santiago. Durante el trayecto, Sebastián Piñera -motivado por la trayectoria de Echeverría en temas de construcción- lo llamó a su celular para hacerle una propuesta: encabezar la Intendencia Metropolitana. No lo dudó ni un minuto y aceptó la oferta.

La opinión pública no cree que se va a poner el bien común por sobre el bien particular. Entonces lo mejor, en mi caso, era irme. Me encantó el servicio público, pero desgraciadamente uno también tiene que equilibrar las cosas, y si iba a ser una fuente de conflicto, lo mejor era dar un paso al lado

Pese a su entusiasmo y determinación inicial, sabía que la tarea no sería nada de fácil. Desde la intendencia debería enfrentar las tareas de reconstrucción de una región sumamente dañada por el terremoto. Pero las dificultades no terminaron ahí. Como jefe del gobierno metropolitano, Echeverría tuvo que hacer frente  al incendio de la Cárcel de San Miguel y las masivas marchas estudiantiles que se sucedieron periódicamente el año pasado en la capital.

Pero la “sacudida” mayor vino tiempo después: el 18 de julio del 2011 Piñera le ofreció ser ministro de Energía. Echeverría de nuevo dijo “sí”. Tal vez, reflexiona públicamente ahora por primera vez, “demasiado rápido”. Al tercer día su paso por esa cartera se truncó: debió renunciar por incompatibilidades que había entre ese ministerio y su empresa de ingeniería y construcción.

-A casi un año de su renuncia, ¿cómo analiza ese episodio?

- Con dolor. Tenía una responsabilidad hacia el gobierno y hacia el presidente Piñera y no les estaba cumpliendo. 

-¿Su mea culpa?

-Creo que malinterpreté los tiempos. También hubo desinformación: no conocía el contrato que Echeverría e Izquierdo suscribió en 2009 con una filial de Enap, ni que yo por ser ministro de Energía pasaba inmediatamente  a ser presidente de Enap. Recién al tercer día, cuando hice mi declaración de intereses, me enteré. Por esto me criticaron mucho. Un señor hizo una columna por ahí…

"Hoy los empresarios no pueden estar en cargos públicos"

-Carlos Peña dijo que “entre rasguñar su ya abundante patrimonio y dañar al gobierno, prefirió dañar al gobierno”, y que “las minorías cuyas redes e intereses están en todas partes son ciegas para ver los conflictos entre el interés propio y el interés público”.

-La verdad es que fue bien duro. Pero yo no me siento para nada una víctima y cuando uno comete un error, tiene que reconocerlo. Y eso estoy haciendo. Cometí un error porque el análisis lo debí haber hecho antes de haber contestado al ofrecimiento que me estaba haciendo el presidente. Sólo después de hacer eso debí haber aceptado.

-¿En qué momento decidió renunciar?

-Legalmente no había conflicto de interés. Yo no me fui por eso, sino porque la opinión pública iba a tomar mal que yo me quedara sabiendo que había un vínculo entre mi empresa y Enap. Me pareció que iba a tener una muy mala recepción pública. Fui a hablar con el presidente, y como es rápido para entender las cosas, hablamos no más de cinco minutos. A él también le pareció que mi permanencia en el cargo no sería bien vista. Decidimos que lo mejor era tomar el remedio amargo, pedir perdón y dar un paso al lado. Ahí estaba María Luisa Brahm y llamaron a Andrés Chadwick. Entre todos coincidimos en que lo mejor era que yo saliera.

-¿Volvería a trabajar en el sector público?

-No quedé con ninguna mala sensación. Sigo teniendo mucha admiración y buena relación. De todas formas, yo no tengo espacio para volver. Hoy los empresarios como yo no pueden estar en cargos públicos. Aunque somos ciudadanos como cualquier otro, la opinión pública no lo va a entender. Quizás en el futuro puede ser, pero yo ya estoy muy viejo para eso.

-Hay varios ministros que tenían participaciones en empresas…

-Pero son casos diferentes, no tienen esta connotación de una empresa que está activa. Hay gente que vendió sus acciones. Pero yo no tenía posibilidad de vender, porque esta empresa no se transa en el mercado. Lo pensé bien y decidí que lo mejor era dar vuelta la página y volver a trabajar en lo que he hecho toda mi vida.

-Los conflictos de interés son uno de los flancos más débiles del actual gobierno. ¿Cuál es su visión sobre el tema?

-Pienso que ha sido un debate tremendamente mezquino y que lo único que ha hecho ha sido restar a que algunas personas se incorporen al servicio público. Creo que hay gente que podría ser muy valiosa para Chile, que ahora probablemente no lo va a hacer. Durante mi ejercicio comprobé que necesitamos que gente con capacidad de gestión se meta en la cosa pública. Pero lamentablemente este tipo de episodios puede que hagan que estas personas ahora sean más reticentes a participar.

-¿Por episodios como el que usted vivió?

-Hoy día hay tal desconfianza que para gente que ha tenido una trayectoria empresarial como la mía no es factible estar en un cargo público porque va a ser mal visto.  Antiguamente no era así. Gustavo Ross, un tremendo empresario, fue ministro de Hacienda; Modesto Collados fue dos veces ministro, y él era un empresario de la construcción; Máximo Honorato fue alcalde de Santiago, Raúl Alcaíno lo mismo…

La gente hoy no quiere nada: ni hidroeléctricas, ni termoeléctricas ni eólicas. Quieren los beneficios de la modernidad sin asumir sus costos. A mí como empresario me tiene absolutamente preocupado el tema

-Ha investigado bastante…

-Es que hoy la opinión pública no cree que se va a poner el bien común por sobre el bien particular. Entonces lo mejor, en mi caso, era irme. Me encantó el servicio público, pero desgraciadamente uno también tiene que equilibrar las cosas, y si iba a ser una fuente de conflicto, lo mejor era dar un paso al lado rápido y asumir los costos del caso inmediatamente.

-La opinión pública también vio conflictos de interés durante su gestión como intendente. Asumió en 2010, el año de la reconstrucción posterremoto y usted es socio de una de las cinco constructoras más grandes del país.

-Hubo personas, sobre todo desde la oposición, que trataron de buscarle la quinta pata al gato, pero la verdad es que creo que el momento en que yo asumí era un momento tremendamente dramático y que requería un montón de medidas especiales que quizás en otro momento habrían sido distintas.

-¿Logró separar sus labores de intendente con las de su empresa?

-Casi no supe. Hubo gente a cargo. En la empresa hay un gran equipo, hay gerentes, hay directores y otra gente que se encarga. Yo renuncié a todos los directorios y la empresa siguió funcionando.

-¿Se mantuvo 100% al margen?

-La verdad es que yo no participé durante ese año y medio que estuve en el gobierno. Le pedí a un amigo, Pablo Ihnen, que me reemplazara en el directorio.

Estreno en Bolsa

- Su vuelta al mundo privado ha sido agitada. Este año estará marcado por el aterrizaje en Brasil y Colombia, además de su apertura a la Bolsa. ¿Fecha probable?

-Presentamos nuestra solicitud a finales del año pasado y esperamos que nos respondan luego, en unos 15 días más. Es un paso importante para nosotros: de ser una empresa que se dedicaba en un principio a obras menores, como remodelaciones de casas y canchas de tenis hoy estamos posicionados en el rubro de la ingeniería y construcción en todo ámbito.

-¿La apertura a Bolsa tiene como objetivo financiar la  internacionalización?

-Sí, el crecimiento y la internacionalización, porque también tenemos planes para crecer en Chile. Tenemos diversas unidades de negocio, siendo el montaje industrial y los edificios corporativos nuestras dos grandes áreas de ingresos. Somos también los líderes en el área de celulosa y energía. Ese expertise hay que exportarlo.

-El proceso de internacionalización de la empresa comenzó hace 10 años, cuando aterrizaron en Argentina. Luego vino Perú. Después Colombia. Ahora es el turno de Brasil. ¿Cómo se gestó el salto?

-Hemos trabajado mucho con Metso, firma finlandesa y principal distribuidora de equipos para celulosa. Junto a ellos reconstruimos en seis meses la planta de Arauco, devastada por el tsunami. Metso nos convidó a Brasil y nos presentaron a nuestros actuales socios, el grupo Midplan de Belohorizonte, para participar de un plan que hay para construir alrededor de ocho o nueve fábricas de celulosa. Ganamos la primera licitación para la fábrica de celulosa perteneciente a la compañía Suzano Papel. Es un contrato de alrededor de US$ 50 millones. Cuando se termine su construcción -en dos o tres años más- va a ser la más grande del mundo. También estamos participando en la fábrica que quiere hacer CMPC en Guaiba, al sur de Brasil. De todas formas, nuestro principal mercado es Chile. Del total de nuestros ingresos -este año esperamos US$460 millones- el 95% proviene de aquí. Además, hay buenas oportunidades para crecer: en minería hay obras por US$ 100 mil millones.

-Su empresa es también especialista en construcción de termoeléctricas. ¿Cuál es su opinión frente a la paralización de proyectos?

-Es preocupante. La gente hoy no quiere nada: ni hidroeléctricas, ni termoeléctricas ni eólicas. Quieren los beneficios de la modernidad sin asumir sus costos. A mí como empresario me tiene absolutamente preocupado el tema energético. Lo dice Daniel Fernández en una columna: hemos aceptado que gente como Tompkins, que son terratenientes, financie campañas cuyo fin es frenar estos proyectos. Eso no lo podemos dejar pasar. 

-Con respecto a los impuestos verdes, ¿cree que sería buena medida que se le cobren mayores impuestos a ese tipo de construcciones para paliar sus efectos de contaminación?

-No conozco el detalle del proyecto. Pero sí estoy de acuerdo que a través de los impuestos tenemos que hacernos cargo de las externalidades negativas que provoca una cierta actividad. Es por eso que estoy plenamente de acuerdo en mantener el impuesto a los combustibles, así como creo que se le debiera aplicar el mismo impuesto también al diésel. Respecto a posibles impuestos a la generación de electricidad con combustibles fósiles tendría la prudencia de no aplicarlos hoy, ya que tenemos uno de los costos de energía eléctrica más altos del mundo y cualquier encarecimiento de ellos implicaría elevar estos costos aún más, comprometiendo la capacidad del país para crecer.

-¿Y del alza de impuestos a las empresas en general?

-Por principio no soy partidario del aumento de los impuestos. Pero pienso que si con una contribución del 2% adicional de las empresas podemos lograr un mejoramiento significativo de la  calidad de la educación, la medida estaría plenamente justificada.

 

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