“Chile retrocede tres puestos en ranking de competitividad mundial”. Ése fue el titular de las noticias económicas hace una semana, en las cuales se destacaba el descenso del país en el índice que mide el desempeño financiero de las 55 mayores economías del mundo, incluyendo a Chile. El país, acostumbrado a estar en el top 25 en el pasado reciente, quedaba relegado al lugar 28 en el listado elaborado por el International Institute for Management Development en Suiza.
Pero el retroceso en uno de los rankings más reputados a nivel mundial fue sólo el gran panorama. En el detalle de la imagen, el país salió primero en la solidez de sus políticas monetarias, el mejor del mundo en su sistema previsional y líder indiscutido en el manejo fiscal de la economía. Un camino diametralmente distinto del que Chile transitaba hace 30 años: el próximo 14 de junio se cumplirán tres décadas desde la devaluación del peso, jornada que para muchos marcó el punto de partida de una de las peores crisis que ha vivido el país. En apenas unos meses el Producto Interno Bruto (PIB) se desplomó hasta cerrar 1982 con un decrecimiento del 14%. Casi uno de cada cuatro chilenos quedó sin trabajo.
Un hito, que con la lejanía que da la historia, es visto como el punto de inflexión entre los altibajos del pasado en la planeación de políticas macroeconómicas, y la estabilidad y prosperidad de las últimas décadas. El origen de la nueva economía chilena.
Fue en ese momento en el cual Chile tocó fondo en que se pusieron en marcha diversas transformaciones que permitieron el tránsito hacia, según concuerdan todos los economistas consultados, la adultez de la economía nacional. Tipo de cambio libre, mayor regulación, política fiscal y monetaria ordenada, apertura a los mercados internacionales, reforma previsional y la privatización de las empresas públicas son las transformaciones que vinieron tras la crisis del 82. Reformas que hoy son vistas como pilares de la solidez que demuestra el país, que marcaron el tránsito desde la adolescencia a la adultez.
La moneda libre
Con más relevancia hoy que nunca, al discutirse la conveniencia de que Grecia permanezca en la Zona Euro o adopte una moneda que pueda darle más margen de maniobra para solucionar su crisis, la liberación del tipo cambiario hecha por Chile, proceso que se hizo de manera transitoria desde 1982 y por casi 20 años, surge como referencia.
Un elemento que está en el ADN del nuevo modelo chileno es la regulación y supervisión del sistema financiero. Pero todo partió de un panorama crítico: entre 1981 y 1986 se intervinieron 14 bancos y ocho sociedades financieras, muchas de ellas por falta de liquidez y en medio de denuncias de préstamos irregulares, y cuyas deudas en gran parte fueron asumidas por el Fisco chileno.
El actual tipo de cambio, de real libre flotación desde 1999, ha sido una de las herramientas que han mantenido alejado al país de nuevas crisis cambiarias. Así lo cree el ex economista en jefe de la OCDE, Klaus Schmidt-Hebbel. “Con el sistema de libre flotación jamás podríamos tener una nueva crisis cambiaria, porque estamos blindados contra un evento de esas características. Nuestro tipo de cambio es un termómetro fantástico para shocks favorables o desfavorables, y para momentos de mayor o menor certidumbre e incertidumbre de la economía chilena o de la economía internacional. Con los años, el mercado cambiario en el país se ha perfeccionado con instrumentos sofisticados, como precios a futuro o derivados, ideal para el carácter exportador de nuestra economía”, afirma.
Hoy nadie discute modificar el modelo cambiario. De aquella estrepitosa caída del 14 de junio del 82, cuando el peso se devaluó en 18%, para todos resulta evidente seguir con un sistema libre. De igual forma, nadie difiere en que esa crisis acentuó la necesidad de contar con una política fiscal seria, junto con un manejo de la inflación responsable, atributos reconocidos a nivel internacional.
“Gracias a una política fiscal responsable, a la buena regulación financiera y a la política monetaria, tenemos 30 años en que no ha habido una crisis macroeconómica en el país, incluso frente a situaciones internacionales graves”, recalca el ex director de Presupuestos (1990-1996) y ex presidente ejecutivo de Codelco, José Pablo Arellano.
Pero la seguridad de este blindaje es puesta en duda, en parte, por el decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Católica, Francisco Rosende. Reconoce la importancia para evitar que se repita lo de 1982, pero no asegura que Chile quede inmune ante una crisis. “No me atrevería a decir que superamos un umbral que no repetiremos en el futuro. Quizás no se dará una crisis cambiaria, pero sí una presión inflacionaria, lo cual es negativo. Y muchas personas creen que una vez que pase esta crisis internacional vendrá una presión inflacionaria”, explica Rosende, quien a su vez ve en la modernización del Estado hecha en los años 70 y 80 la principal causa del repunte de las finanzas de Chile.
Vigilancia permanente
Un elemento que está en el ADN del nuevo modelo chileno es la regulación y supervisión del sistema financiero. Pero todo partió de un panorama crítico: entre 1981 y 1986 se intervinieron 14 bancos y ocho sociedades financieras, muchas de ellas por falta de liquidez y en medio de denuncias de préstamos irregulares, y cuyas deudas en gran parte fueron asumidas por el Fisco chileno.
“La actitud regulatoria anterior a 1982 era muy laxa. Había prácticas que se sabía que existían, pero que se consideraban como parte de una economía en la que el mercado se autorregulaba”, dice Joseph Ramos, economista de la Universidad de Chile.
La reforma a la Ley de Bancos de 1986 y el fortalecimiento de herramientas como las superintendencias muestran el carácter más fiscalizador y supervisor por parte del Estado. Un cambio frente al paradigma previo, en que se confiaba mucho más en el rol del propio sistema. “Antes del 82 había una sensación de laissez faire total, de que el mercado podía dar todas las soluciones. Creo que eso se murió. La gente que vino después fue mucho más pragmática y menos dogmática”, plantea Luis Felipe Céspedes, ex jefe de Investigación Económica del Banco Central.
A 30 años del "big bang"
Rolf Lüders, ex ministro de Hacienda del gobierno militar, plantea que el cambio del sistema financiero es una clave del éxito del modelo: “Las principales lecciones que se pueden sacar del episodio son: uno, que en Chile -por su dependencia de materias primas y productos agrícolas que tienden a tener precios altamente volátiles- el tipo de cambio no debiera fijarse y, dos, que el sistema financiero debiera blindarse mucho más de lo que estuvo entonces. La reforma bancaria la considero un modelo”.
Otro hito del “crecimiento” del modelo chileno fue la ley de 1989 que entregó plena autonomía al Banco Central, que le permitió tener mayores facultades para combatir la inflación y determinar la política cambiaria. Carlos Cáceres, presidente de Libertad y Desarrollo y quien encabezó el instituto emisor entre 1982 y 1983, lo define así: “El rol de un Banco Central autónomo e independiente que tenga como propósito exclusivo la estabilidad en el nivel de precios constituye otro ingrediente significativo para enfrentar contingencias económicas difíciles”.
Nuevos dueños
La caída de los grupos Vial y Cruzat-Larraín, los dos que dominaban la escena en 1982, fue un sello de la crisis. Y una consecuencia a largo plazo fue la reestructuración de los grupos económicos y su carácter. “Los grupos actuales son mucho más orientados a la producción, no a la especulación financiera. Son mucho más sólidos, tienen bases de capital mucho mayores, son empresas muy solventes, que están respaldadas por producción real”, afirma Manuel Agosin, decano de Economía de la Universidad de Chile.
Un elemento que predominó fue la entrada de un actor nuevo y poderoso: las AFP, que comenzaron a invertir los recursos previsionales en empresas y proyectos chilenos. “El impacto de los fondos de pensiones, que inyectaron más capital al sistema, puede cuantificarse en un décimo del crecimiento de Chile entre 1981 y 2001, según un estudio que hicimos junto a Vittorio Corbo”, comenta Klaus Schmidt-Hebbel. A esto se sumó la reconfiguración de la propiedad de las compañías, que el Estado debió intervenir tras la crisis de 1982 y luego volvió a privatizar.
La caída de los grupos Vial y Cruzat-Larraín, que dominaban la escena en 1982, fue un sello de la crisis. Una consecuencia fue la reestructuración de los grupos económicos. “Los grupos actuales son mucho más orientados a la producción, no a la especulación financiera”, afirma Manuel Agosin, decano de Economía de la U. de Chile.
También fue el momento del definitivo cambio de eje en la orientación de la economía chilena. El sector exportador se convirtió en el motor definitivo del sistema. “Desde los años 80 hasta el 2006 tuvimos un período de precios del cobre muy bajo, comparados con los actuales. Entonces, todo eso ayudó a través del tipo de cambio, al sector exportador”, plantea Arellano. Un símbolo es que Chile es uno de los países a nivel mundial con una mayor cantidad de tratados de libre comercio.
Un adulto joven
La escena podría marcar el cambio del país. Juan Herrera, en el segundo capítulo de Los 80, no encuentra cómo decirle a su esposa que la empresa en la que trabajaba había quebrado y él ya no tenía empleo. Era 1982, con un sistema que estaba explotando para reformularse.
Para los expertos, la evaluación general de los últimos treinta años es que Chile aprendió de ese momento crítico. “El caso chileno es un caso de aprendizaje exitoso en términos de que la banca se fortaleció notablemente luego de la crisis del año 82. Adoptamos un marco regulatorio bastante apropiado”, dice Agosin.
Carlos Cáceres afirma que la economía chilena es hoy un “adulto joven”: “La economía nacional se encuentra en un estado de madurez. Se aprendieron las lecciones de la crisis y se adoptaron las medidas consecuentes. Para movernos en una dirección de economía adulta se requiere de medidas que, manteniendo el rol subsidiario del Estado, hagan posible incrementar sostenidamente los niveles de competitividad”, señala.
Pero, en general, todos coinciden en que el “Big Bang” sigue teniendo efecto expansivo tres décadas después. El estado de ánimo lo resume Eduardo Aninat, ministro de Hacienda de Eduardo Frei Ruiz-Tagle. “La economía chilena ya llegó a su adultez. Más que eso: el sistema político, social y económico de Chile se encuentra hoy infinitamente más sereno y maduro que hace 30 años”.