Por María José López Septiembre 13, 2012

El primero en tomar la palabra fue Juan Claro. El martes pasado, durante el último directorio de Energía Llaima, el empresario felicitó a su equipo por la reciente adjudicación de la construcción de la planta solar que abastecerá de energía a la Minera Gaby, propiedad de Codelco. “Este es un gran momento para Llaima”. “Entre todos lo logramos”, dijo Claro, presidente de la firma. Su opinión optimista fue compartida por todos sus socios: José Antonio Garcés Silva, Salvador Said y su primo Gonzalo, todos ellos -junto con Claro- accionistas de Embotelladora Andina.

Ese día hubo felicitaciones especiales para uno de los hombres que ocupaba un sillón en el directorio: su yerno Ian Nelson (45), el “cerebro” de Claro en sus negocios energéticos. Si bien ha sido el experto que ha asesorado al ex presidente de la Sofofa desde 2009, cuando el empresario creó Energía Coyanco -su primer emprendimiento hidroeléctrico-, fue a mediados del año pasado que se transformó en pilar del negocio: asumió la gerencia general de Energía Llaima, la matriz que agrupa a Coyanco y todos los emprendimientos en energías renovables no convencionales (ERNC) del grupo.

Nelson trabaja a pasos de Juan Claro. A pocos metros del empresario está su hijo Pedro, quien también administra la nueva “aventura familiar”. Aunque los tres discuten cada proyecto, son Claro Jr. y Nelson quienes salen a terreno con mayor frecuencia.

Para todos, la licitación de Codelco ha sido trascendental en el grupo: les ganaron a grandes competidores internacionales, y firmaron con la danesa Sunmark un contrato por US$ 60 millones. Pero la adjudicación tiene un componente más profundo: es la fórmula que le permite a Claro diversificarse en el mercado energético. Ahora no sólo tienen la minihidráulica Guayacán en el Cajón del Maipo, que comenzó a operar en septiembre de 2010 -donde han invertido cerca de US$ 24 millones- para  generar 12 MW, sino que ahora apuestan por ir más allá. Esa fue la razón que encontraron los socios para crear una matriz que bautizaron como Llaima.

La idea es transformarse en un protagonista en este mundo: para ello ya han postulado a varias licitaciones, porque su idea es abastecer a otras mineras con energía solar, pero que por el momento prefieren mantener en anonimato.

Lo mismo ocurre en materia hidroeléctrica. Tienen en mente levantar nuevas centrales a lo largo de Chile. Si ello se concreta los socios ya han acordado inyectar cerca de US$ 400 millones: su meta es producir con estos proyectos en torno a los 120 MW de aquí a 5 años.

Para ello Claro ha dado pasos concretos. En 2011 compró derechos de agua en cuencas que van de la VI a la X Región. Él mismo visitó varios terrenos. Por estos días Nelson explora el potencial hidroeléctrico de la provincia de Tinguiririca para expandir el negocio. Además, en su plan está levantar una segunda central en el Maipo, que bautizaron como “Canelo” y, que, de aprobarse, generará 16 MW.

Energía clara

 

El cerebro

Nelson trabaja a sólo pasos de Juan Claro. A pocos metros del empresario está su hijo Pedro, quien también administra la nueva “aventura familiar”. Aunque los tres discuten cada proyecto, son Claro Jr. e Ian Nelson quienes salen a terreno con mayor frecuencia. 

Si bien hace sólo un año Nelson trabaja de lleno para los proyectos energéticos de Claro, la relaciónIan Nelson, ingeniero civil a cargo de Energía Llaima, matriz de las iniciativas que desarrolla Juan Claro. entre ambos nació hace muchos años. Fue a principio de los 90, cuando el empresario recién formaba Metrogas. Entonces necesitaba que una consultora hiciera un estudio para ver la factibilidad económica de la futura compañía que traería gas desde Argentina. Contrató a Gamma Ingenieros, consultora de la cual Nelson era socio. “De inmediato quedó con una muy buena impresión de él”, cuenta un cercano.

Por eso, en 1995 contactó a Nelson de nuevo. El ingeniero acababa de volver de París, donde había realizado un MBA. Tras pocas conversaciones, Nelson aterrizó en la naciente compañía.

El vínculo, más tarde, trascendió a lo personal: en el 2001 Nelson se casó con Antonia Claro, hija del empresario. En Metrogas estuvo durante dos décadas. Ahí, además de ser gerente de Grandes Clientes, tuvo otro rol: se dedicó a buscar proyectos que reducían los gases efecto invernadero y comenzó a involucrarse en temas medioambientales. “En total estuve 18 años. Introdujimos el gas natural en Concepción y la V Región. Dado que esta industria prácticamente no existía en el país, fue realmente una gran aventura”, cuenta.

El ejecutivo fue perfeccionándose en esta área: ha integrado comités de asesores medioambientales en la Sofofa, la Conama y la Comisión Nacional de Energía. También ha colaborado con equipos de los ex ministros de esa cartera Alejandro Jadresic, Jorge Rodríguez Grossi, Marcelo Tokman, Ricardo Raineri y Laurence Golborne. En paralelo, colaboró en la creación de la Ley 19.300, llamada “Bases Generales del Medio Ambiente”,  participó en varios decretos de planes para descontaminar Santiago, y el 2003 escribió el libro Cambio climático: el aporte del gas natural en la Región Metropolitana.

El 2009, cuando Juan Claro visitó el Cajón del Maipo para ver la posibilidad de invertir en una central energética, el primero en acompañarlo fue Nelson. Solían conversar del tema durante los fines de semana, y cada vez que Claro visitó la zona, su yerno lo acompañó. “Es su asesor energético. Sin duda es en quien más confía en este tema”, dice un cercano.

Fue Nelson quien además lo ayudó a reclutar el staff de profesionales que hasta hoy trabaja con Claro. Por eso, a principios del año pasado, cuando Claro junto a sus socios decidieron crear la matriz y ampliar la red de centrales energéticas, le pidió a Nelson que asumiera la cabeza de ella. Nelson nuevamente aceptó: en junio del 2011 aterrizó en el piso 17 de Isidora Goyenechea 3477, el centro de operaciones de la firma.

Génesis

El interés de Claro por la energía no es casualidad. Su abuelo, Raúl Claro Solar, fundó la Compañía General de Electricidad (CGE) en 1905, y luego fue su padre, José Claro Vial, quien la presidió. Por lo mismo, según relatan sus cercanos, el tema siempre fue un asunto obligatorio en comidas y sobremesas familiares en la casa de los Claro González. Esta motivación por el tema lo llevó a participar más tarde en los directorios de Gasandes, Gasnor, Gasco y Metrogas. Asimismo, mientras encabezó la Sofofa, fue uno de los principales defensores de la Ley Eléctrica, proyecto creado por Bruno Phillippi y conocido como “Ley Corta”.

“El tema siempre le ha apasionado. Estaba esperando una oportunidad”, cuenta un amigo. Por eso, aprovechando los incentivos que da la ley al desarrollo de energías renovables no convencionales (ERNC), a principios del 2009 aceptó la propuesta del agrónomo Pedro Guillón, a quien había conocido a fines de los 70, cuando ambos frecuentaban las reuniones dirigidas por Mario Rodríguez, más conocido como Silo.

“Queremos desarrollar nuevos proyectos en el Norte, básicamente para proveerle calor a la gran minería. Nos han pedido ofertas para “calor distrital”: calor para agua sanitaria y calefacción en campamentos mineros”, cuenta Ian Nelson.

A mediados del 2008 Guillón se contactó con Claro para proponerle un nuevo negocio. Le contó que tenía un campo de 19 hectáreas en el Cajón del Maipo, en plena cordillera, y que pretendía levantar ahí una central de hidroeléctrica. Claro “enganchó” de inmediato.

La intervención en Barrancones

En agosto de 2010, cuando faltaban pocos días para el lanzamiento de Coyanco, Juan Claro hizo noticia. Pero por un motivo distinto. Cuando la Corema de la IV Región aprobó el estudio de impacto ambiental que permitía la instalación de Barrancones en Punta de Choros, se dijo que Sebastián Piñera le pidió a Claro -quien tiene casa en ese sector-, que sondeara ante la empresa Suez Energy, gestora de la iniciativa, la posibilidad de cambiar la ubicación de la planta.

Aunque la mediación de Claro nunca se confirmó, desde Energía Llaima reprochan que proyectos de gran envergadura como Barrancones y Castilla no se lleven a cabo -por la oposición de las comunidades- a pesar de cumplir con la normativa. Para evitar polémica, Ian Nelson asegura que buscan instancias de conversaciones con sus “nuevos vecinos”, además de asesorías de expertos en esta materia, como Sustentable. Además, para él es clave interactuar con las asociaciones y gente de la zona: por ejemplo, suele conversar con la ambientalista Sara Larraín, quien tiene casa en Cajón del Maipo.

Con todo, Nelson dice que lo ideal para que estos conflictos se resuelvan es que Chile cuente con tribunales especializados. “Coincido con la visión que entregó la ministra de Medio Ambiente. Involucrar a tribunales no especializados en estos temas no es lo adecuado para el desarrollo del sector. Es una lástima: lo que está sucediendo produce que los proyectos sean más caros y difíciles; y que existan más barreras a la entrada de nuevos jugadores”, explica.

Aunque hoy Llaima aún es un emprendimiento pequeño, están en permanente búsqueda de nuevos negocios para crecer. Con respecto a la energía solar términa, dice que “queremos desarrollar nuevos proyectos en el Norte y en la Zona Central, básicamente para proveerle calor a la gran minería. Nos han pedido ofertas para “calor distrital”: calor para agua sanitaria y calefacción en campamentos mineros”. Porque la idea final de Claro es convertirse en un actor relevante en esta industria. Por eso tiene en mente explorar otro tipo de energías, como el biogas y el gas natural. Claro, dicen sus cercanos, eso será más adelante.

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