En 1978, el economista Fernando Dahse decidió hacer un quién es quién entre los empresarios más ricos de Chile. El resultado fue un libro que mapeó las principales riquezas, sus patrimonios y deudas. Los cuatro años que siguieron a la publicación fueron tiempos de optimismo, en los cuales estos grupos aumentaron sus créditos, alentados por la positiva situación de los mercados nacionales.
Pero cuando comenzó la crisis de 1982, el alza de tasas de interés afectó severamente a los empresarios más ricos del país, quienes se habían endeudado de forma vertiginosa. El resultado: un brusco cambio en la lista que Dahse redactó. Algunos, como el grupo Cruzat y el BHC desaparecieron. Otros, como Angelini y Luksic, aprovecharon el momento y compraron las empresas de los más grandes.
“La lección para los empresarios es que siempre se producen imprevistos”, explica Rolf Lüders, “debiéramos haber operado con menores niveles de apalancamiento, dados los plazos de vencimiento tan cortos del crédito en pesos”.
Fuente: El Mapa de la extrema riqueza en Chile, Fernando Dahse
La riqueza que fue
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Las palabras “visionario” y “soñador” constantemente surgen cuando se habla de Manuel Cruzat Infante, quien encabezó el que fue, por lejos, el principal grupo económico chileno hasta antes de la crisis de 1982. Era dueño, entre otras empresas, de Elecmetal, Copec, el Banco Santiago, CCU y el Consorcio Nacional de Seguros. “Cruzat se preocupó de formar y hacer crecer las empresas”, explica un ejecutivo que lo conoció, “pero el manejo de los pasivos no fue su preocupación. Eso se lo dejó a otros, que no lo hicieron bien”, recuerda la misma fuente.
En 1978, Dahse calculó que el valor del patrimonio de Cruzat llegaba a los US$ 1.000 millones, el más alto entre todos los grupos económicos del país. Sin embargo, su deuda se elevaba hasta los US$ 700 millones, y el ajuste que generó la crisis del 82 hizo imposible que cumpliera con sus compromisos financieros. “De esta experiencia aprendimos que hay que saber manejar el endeudamiento y posteriormente administrar bien los pasivos. También que los negocios tienen su tiempo, que no hay que adelantarse ni llegar atrasados”, añade el ejecutivo.
Pese a la desintegración del grupo, el legado de Cruzat se mantiene vivo en muchos profesionales que se formaron en sus compañías. Entre otros, Sebastián Piñera, Carlos Alberto Délano y Sergio Cardone pasaron por su departamento de estudios. “Fue un semillero de empresarios, él ha formado a casi toda la clase empresarial chilena”, dice un cercano. El éxito de esta generación, sin embargo, contrasta con la situación actual de Manuel Cruzat Infante: su corredora de bolsa acaba de ser suspendida por la SVS y su único negocio realmente activo es Curauma. Mientras tanto, Copec y Forestal Arauco hoy están en manos de los Angelini, mientras que CCU es del clan Luksic.
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Javier Vial Castillo lideraba el segundo grupo económico más importante del país al iniciarse los 80. Además de controlar el Banco Hipotecario de Chile, el holding participaba en los sectores financiero, agrícola, minero, industrial y comercial, entre otros. Entre sus empresas estaban Compañía Industria, Fensa-Mademsa, Inforsa y otras más pequeñas, como la Radio Portales, además de su participación en el Banco de Chile. “Se trataba de un conglomerado diversificado, administrado en forma descentralizada en base a criterios establecidos y que tuvo un departamento de estudios excepcional”, explica Rolf Lüders, socio del grupo.
Según Dahse, el patrimonio de BHC era del orden de US$ 520 millones en 1978, aunque Lüders asegura que el número habría sido menor. “Sin duda, sin la crisis de 1982 o con una menor intensidad de ésta, el grupo BHC habría seguido creciendo y consolidándose”, dice Lüders. Pero durante 1981 las tasas de interés subieron vertiginosamente y la deuda del holding, que principalmente estaba en préstamos a corto plazo, se disparó. “Visto ex post , el endeudamiento de las empresas BHC fue exagerado. Pero, ¿se podrían haber previsto estas alzas de tasas de interés? Ni siquiera durante la Gran Depresión las tasas de interés reales llegaron a los niveles de esa época”, argumenta el economista.
En 1983, el BHC comenzó su proceso de quiebra. Vial judicializó sus problemas -en vez de negociar con el Estado, como lo hizo Cruzat-, lo que lo llevó a pasar seis meses en Capuchinos y a dañar severamente sus nexos empresariales. El proceso judicial duró más de catorce años. Asimismo, su principal activo, el Banco Hipotecario de Chile, desapareció para siempre. Pero Fensa-Mademsa e Inforsa, corrieron mejor suerte. Hoy la primera es manejada por el grupo SK y la segunda es controlada por los Matte.
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Ad portas de la crisis de 1982, la familia Matte era el tercer grupo económico más rico del país. Con firmas como Forestal Mininco y el Banco Bice en su portafolio, se destacaba por ser un conglomerado con pocas empresas, pero alto patrimonio. Si bien en el gobierno de Allende perdieron el control de algunas de sus compañías -Cemento Melón, entre otras-, en las más emblemáticas, como la Papelera, aseguraron su propiedad. “CMPC ha logrado adaptarse a los tiempos, ha dado con una forma de hacer negocios que la hace lo suficientemente flexible y dinámica para adquirir nuevas responsabilidades”, destaca hoy el secretario general de la firma, Gonzalo García, quien añade que pese a lo profundo de la crisis, Chile adoptó reformas que le permitieron contar con un sector financiero sólido en vaivenes posteriores.
Marcados por una política conservadora y un bajo endeudamiento -características que el holding mantiene hasta hoy-, el grupo logró sobreponerse a la difícil situación financiera de esos años. “Si hay que nombrar algunos hechos relevantes después del año 82´, es fundamental mencionar el desarrollo del negocio forestal que hoy le da a CMPC un patrimonio muy importante para seguir desarrollándonos,” enfatiza García.
Tanta relevancia tiene el sector forestal para el grupo, que al interior de la firma distinguen que fue clave el crecimiento del negocio de celulosa y tissue. Hoy son negocios fuertes y la internacionalización de ambas filiales ha llegado a Brasil y México.
Hoy el grupo fundado por Eliodoro Matte Ossa representa la segunda familia más rica de Chile, con una fortuna estimada en más de US$ 10.000 millones -casi 30 veces más que su patrimonio a inicios de los 80-, y a su portafolio se agregó, entre otras compañías, la eléctrica Colbún, otro de sus brazos de inversiones.
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Anacleto Angelini Fabbri tuvo su estreno como empresario varios años antes de la crisis del 82, y ya en esa época tenía el control de varias empresas relevantes para su portafolio, las pesqueras Eperva e Iquique. Pero eso no implicó que su holding no resintiera el ajuste que experimentó la economía chilena.
“En 1980 compró la Pesquera Guanaye, que sentaría las bases para formar las sociedades Corpesca S.A. y SPK S.A. Incursionó, además, en los sectores de energía y minería. Sin embargo, la crisis económica de 1982 impuso un freno a la expansión. Al igual que el resto de las empresas del país, enfrentó problemas financieros y debió recurrir a acreedores nacionales y extranjeros”, dicen en la firma.
Transcurridos cuatro años de ese episodio, Angelini dio un paso decisivo: tomó el control del 41% de Copec y realizó un aumento de capital que consolidó su patrimonio. Con ello, pagó sus obligaciones financieras y le dio un nuevo impulso al negocio. “El grupo Angelini invirtió más de mil millones de dólares y priorizó la inversión en aquellas áreas en las cuales Chile tuviera ventajas competitivas frente a otros países, como la energía y los recursos naturales”, añaden desde la firma.
Hoy los Angelini controlan un holding que vende lo mismo que el 5% del PIB chileno y que les ha valido acumular una riqueza estimada por sobre los US$ 6.000 millones. Entre sus empresas se cuentan, además de pesqueras y forestales, Gasco, Metrogas, Eléctrica Guacolda, la Minera Isla Riesco, y la recientemente adquirida Terpel, en Colombia.
La riqueza que fue
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A inicios de los 80, el grupo Luksic consolidaba un patrimonio cercano a los US$ 150 millones, algo inferior al de otros conglomerados: el traspaso de varios de sus paquetes accionarios en empresas emblemáticas -como Crav, Madeco y Carozzi- por expropiaciones durante la Unidad Popular los habían afectado. Pese a ello, el manejo administrativo de su fundador, Andrónico Luksic Abaroa, un empresario tildado de apolítico y prudente, se tradujo en convertir la crisis del 82 en una oportunidad. “Un hito para el grupo es que en 1979 se compró el Ferrocarril Antofagasta Bolivia. Sobre esa base se crea, en 1982, Antofagasta Holdings plc, que al año siguiente adquiere participación en Michilla, principal yacimiento minero en esos años”, recuerdan en Quiñenco.
Un bajo nivel de endeudamiento -no superaba los US$ 31 millones a inicios de los 80’- empujó su crecimiento, el cual le valió años más tarde, hacerse de compañías emblemáticas de otros grupos, como CCU. “El grupo Luksic era más pequeño en esa época justamente porque no se endeudó más allá de sus posibilidades y fue cauto en las distintas etapas de su crecimiento. No fue casualidad que el resultado fuera positivo después de la gran crisis”, detallan desde el clan, que actualmente acumula un patrimonio que supera los US$ 17.000 millones, por lejos la principal fortuna de Chile.
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Los hermanos Jorge, Amador y Carlos Yarur Banna controlaban este grupo que centraba sus operaciones en el rubro textil y en el financiero.
De acuerdo a Fernando Dahse, el patrimonio del grupo a fines del 78 bordeaba los US$ 100 millones, principalmente radicados en el Banco de Crédito e Inversiones y en la Fábrica de Manufacturas de Algodón Yarur. Recién se recuperaban de la crisis de los 70, reestructurando sus operaciones y estrategias, cuando llegaron los problemas nuevamente.
“El banco hizo provisiones para protegerse, pero cuando vino la caída del 14% del PGB, se produjo una situación de insolvencia de buena parte de los deudores”, explica un ejecutivo. Luego de la crisis, la estrategia fue colaborar con las autoridades y con los deudores para resolver todos sus problemas. Esta estrategia, sumada a la apertura comercial del país, afectó al rubro textil y disminuyó la importancia del BCI durante los ochenta, pero fue útil a largo plazo. En 1991, fueron el primer banco chileno en pagar todas sus deudas, el mismo día que Jorge Yarur falleció. “Una vez recomprada la cartera, el banco era un actor más bien pequeño, con 5% de participación de mercado”, explican. En la década siguiente, esto cambió: hoy son el tercer banco privado en el país, con colocaciones que alcanzaron los US$23,6 millones los primeros seis meses de 2012 y han diversificado sus negocios.
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A pesar de que aún sobreviven como grupo económico, en 50 años la familia Edwards ha sufrido un cambio drástico en su portafolio. En la década del 60 era el holding más grande de Chile, con inversiones inmobiliarias, bancarias, industriales y en varios medios de comunicación. Esta última actividad es la que mantiene hasta hoy.
En 1978, contaban con 40 sociedades y un patrimonio aproximado de US$ 74 millones. Además, sus compañías tenían influencia en la escena nacional y Edwards era altamente respetado por sus pares. Antes de la crisis, el Banco de A. Edwards era su estandarte empresarial y era un operador tan poderoso, que en 1980 compró el Banco Constitución. Pero su situación cambió drásticamente luego de 1982, y cuatro años más tarde la familia vendió la entidad a los Ergas. Para pagar sus pasivos, además, el grupo intensificó el plan de venta de activos, el cual ya estaba en marcha desde fines de los setenta, cuando enajenaron sus participaciones en Hucke, Pesquera Coloso y Ladeco.
Durante los años 80, el grupo se enfocó en pagar las deudas que dejó la crisis y en el desarrollo de sus proyectos periodísticos. A partir de la década de los 90, Agustín Edwards redirigió su dedicación hacia la sociedad civil: dirigió organizaciones como Paz Ciudadana, la Fundación País Digital y la Federación de Criadores de Caballos, entre otras.