Por Axel Christensen Octubre 11, 2012

El pasado mes de septiembre se cumplieron 10 años de la puesta en marcha de los multifondos. A pesar de que son los actores más importantes del mercado de capitales chileno, llama la atención que este aniversario no haya generado demasiado ruido. Posiblemente sea una señal positiva de que el sistema de ahorro previsional ha funcionado bien en este periodo.

Desde la creación de las AFP en 1981 hasta el 2000 existió un único fondo (el equivalente al Fondo C de hoy). Ese año, como respuesta a la excesiva volatilidad para las personas que estaban próximas a pensionarse se creó un fondo más conservador, invertido exclusivamente en renta fija (que corresponde, con algunas modificaciones, al Fondo E actual). El 2002 se agregaron los fondos de mayor retorno y riesgo esperado (fondos A y B) y un fondo intermedio entre los existentes (Fondo D).

Después de estos diez años, ¿han cumplido los multifondos los objetivos? Para responder esta pregunta clave, repasemos los propósitos del cambio. En primer lugar, el objetivo más importante de un sistema de contribución definida como el chileno es aumentar el valor esperado de la pensión. Para lograr esto, la creación de multifondos permitió a los cotizantes poder optar por opciones más rentables, aunque tomando mayor riesgo por ello.

¿Se cumplió el objetivo? De acuerdo a datos de la Superintendencia de Pensiones, los que optaron por los fondos más riesgosos A o B tuvieron rentabilidades reales (después de inflación) de 6,4% y 5,6%, respectivamente, entre 1,5 y 0,5 puntos porcentuales, mayores a los que hubieran tenido de haber seguido en el fondo histórico C. Parece poco, pero el impacto de la rentabilidad compuesta es muy potente. Significa entre 15% y 5% más de ahorro en 10 años, que se pueden traducir -de mantenerse esa diferencia- en pensiones significativamente más altas al jubilar.

Ahora, esto no ha sido obra de magia. Las personas que optaron por estos fondos de mayor rentabilidad también sufrieron con la mayor volatilidad, incluyendo las fuertes caídas durante la crisis del 2008. En casi lo que indicaría un texto de finanzas, en esta última década el Fondo A ha superado en rentabilidad al B; el B al C y así sucesivamente hasta el E (aunque los que optaron por este último casi nunca recibieron una cartola con números negativos).

Es oportuno avanzar en aumentar las opciones de diversificación de los fondos de pensiones para incluir activos inmobiliarios y estrategias de inversión de menor liquidez.

Otro objetivo fue permitir una mayor participación de los afiliados en las decisiones de ahorro para la vejez. Es decir, que las personas sintieran como propio lo que contribuía para su pensión futura. Curiosamente, al momento de lanzamiento de los multifondos, escoger en qué fondo contribuir empezó a ser tema en almuerzos de familia y comidas entre amigos. Hasta hoy, más de 4 millones de afiliados han tomado decisiones activas, es decir, distintas al camino que por defecto define la ley, que va cambiando a las personas al cumplir cierta edad. Incluso hoy algunos contratan los servicios de asesorías que les indican a qué fondo cambiarse.

Sin embargo, acá los resultados quizás no sean tan positivos: aún hay muchos cotizantes que consideran no tener suficiente información o educación financiera para tomar una decisión apropiada. Si bien existe mucha publicidad de las AFP que compara rentabilidades, no existe aún una manera apropiada para comunicar los riesgos que se asumen al escoger multifondos (incluyendo el riesgo de ser demasiado conservador). Adicionalmente, algunas personas han tomado decisiones de cambios de fondo mirando retornos pasados. Asustados por la crisis del 2008, varios afiliados se cambiaron de fondos A, B al D y E. Lamentablemente, lo hicieron tarde y se perdieron buena parte de la recuperación del 2009 y 2010. Junto con la mayor libertad de elección viene aparejada mayor responsabilidad en la decisión. A diez años de este cambio, falta aún avanzar más en educación.

También es oportuno avanzar en otros frentes: aumentar las opciones de diversificación de los fondos de pensiones para incluir activos inmobiliarios y estrategias de inversión de menor liquidez pero mayor retorno esperado. Ello pasa por revisar los incentivos de las AFP, aún muy enfocadas en retornos de corto plazo, y reorientarlas al objetivo central: el pagar pensiones lo más cercanas a lo que el trabajador ganaba antes de jubilarse.

La reforma del 2002 también buscó generar mayor competencia, al abrir la administración de los aportes del ahorro previsional voluntario (APV). Ello permitió que fondos mutuos, compañías de seguros y corredores de bolsa entraran a competir con las AFP por estos recursos. En diez años de 200.000 personas que hacían APV pasaron a más de un millón. Hoy los fondos mutuos ofrecen más de 500 fondos destinados a APV, con cerca del 20% de mercado.

Buenos resultados para los primeros diez años no aseguran lo mismo para la década siguiente. En sus comienzos los multifondos contaron con la cuota necesaria de suerte de toda reforma. Partieron en el punto inicial de una significativa alza de los mercados accionarios emergentes, a los cuales los fondos de pensiones destinaron gran parte de su inversión extranjera y que ha permitido entregar las rentabilidades antes señaladas. Pero esa estrategia ganadora no necesariamente prevalecerá de aquí en adelante.

No obstante, esta semana hubo una clara señal de que las perspectivas de la industria siguen siendo atractivas. En una operación que sorprendió al mercado, el grupo financiero norteamericano Principal anunció su intención de adquirir hasta el 100% de AFP Cuprum por la no despreciable cifra de 1.500 millones de dólares.

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