Por Natalia Saavedra Octubre 11, 2012

El expediente estaba listo para su visto bueno en la Dirección General de Aguas (DGA). No se trataba de una carpeta cualquiera: allí estaba la petición de un derecho de aguas solicitado por la eléctrica Guardia Vieja de Colbún -firma controlada por el grupo Matte-, que “descansaba” en el servicio desde 1995.

Habían pasado casi 20 años desde la primera vez que se había pedido ese derecho en el río Putaendo. Considerado un “tema conflictivo”, dicen ex funcionarios de la DGA, siempre postergaron la decisión de otorgarlo. Pero tras varios análisis, el entonces director del servicio, Matías Desmadryl, decidió cambiar las cosas: en diciembre de 2011 consideró que no habían razones jurídicas o técnicas  para negar ese derecho. Así, firmó el expediente, tal como lo hacía para aprobar las demás peticiones que ingresan al organismo.

El conflicto no tardó en estallar: a los seis meses de su aprobación, la Junta de Regantes de Río Putaendo acusó a la DGA de entregar el derecho, a pesar de que ellos le habían advertido que obstaculizaba la construcción del Embalse Chacrillas, obra estatal anunciada por el presidente Piñera en agosto del 2011, en una visita a la zona. A juicio de los regantes, la decisión se traducía en “secar” esa iniciativa que aseguraba el riego de sus cultivos.

Las críticas apuntaban directamente a Desmadryl. Justo antes de que la cabeza de la DGA tomara esa importante determinación, dicen los regantes, el director de Aguas había respondido a regantes y parlamentarios de esa zona que esos derechos solicitados en 1995 -y no otorgados anteriormente- seguirían rechazados y “que Guardia Vieja tenía 30 días para apelar, pero que prevalecería la opinión de la DGA”, según consta en una carta que le hicieron llegar los agricultores a Piñera.

Después de tensas reuniones, en septiembre el incidente se solucionó fuera del organismo: fueron los agricultores y Colbún, quienes después de arduas negociaciones llegaron a un acuerdo de conciliación: construirían en conjunto una central de pasada que permitía conciliar ambos proyectos. Pese a que el MOP le resta gravedad al tema, el hecho puso en el ojo del huracán la gestión de la DGA, organismo del que Desmadryl se alejó voluntariamente, aunque muchos cuestionan su gestión. “Le faltaba experiencia para manejar un organismo tan complejo como ése. Por eso generó anticuerpos”, dice una fuente de gobierno. Además, como venía del mundo privado, le critican “el sello que le dio a la institución”. Él se defiende: “Respecto de mi salida, hay quienes dicen que habrían existido presiones políticas. Yo me resisto a creerlo”.

“Le faltaba experiencia para manejar un organismo como la DGA. Por eso generó anticuerpos en el gobierno”. Además, le critican “el sello empresarial que le dio a la institución”. Él se defiende: “Hay quienes dicen que habrían existido presiones políticas. Yo me resisto a creerlo”.

Al pizarrón

Cuando Matías Desmadryl asumió en la DGA, el 5 de abril de 2010, la misión que le encargó Sebastián Piñera era clara: realizar un diagnóstico acabado de un servicio que estaba funcionando mal. El primer paso de este abogado -quien trabajó para Aguas Andinas- fue estratégico: pidió un informe al Banco Mundial para que analizara los principales problemas y la ruta que debía seguir la política hídrica chilena. El trabajo tardaría tiempo. Por eso, mientras los resultados llegaban, puso en práctica una serie de cambios que tenían como fin mejorar la gestión cotidiana de la DGA: apurar los plazos de tramitación y optimizar su sistema de información.

“Se intentó hacer mejorías administrativas con el Código de Aguas existente. No se entró en una discusión de fondo para debatir una reforma política más profunda”, explica Pedro Rivera, ex jefe de Estudios de la DGA.

Esa decisión generó “ruidos” al interior del organismo: varios de los “herederos” de la administración de Rodrigo Weisner -director de Aguas durante el gobierno de Miche-lle Bachelet- se sentían incómodos con el estilo del nuevo director. Hubo otro escenario complejo: Desmadryl se encontró con un servicio que registraba una deuda histórica de $ 300 millones y un sistema de información donde estaba catastrado sólo 17% de los derechos de aguas del país.

Estas mismas materias le valieron cuestionamientos: en octubre de 2010, la Fiscalía Nacional Económica (FNE) requirió al organismo ante el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia por no haber informado sobre la entrega de derechos de aguas para proyectos hidroeléctricos, solicitando una multa de casi US$ 1 millón.

La FNE dijo que de 13 oficios que le había enviado, sólo había respondido a seis. Entonces, Desmadryl se defendió señalando que el requerimiento obedeció a una falencia histórica de la DGA. El conflicto terminó en una nueva mediación, pero puso al gobierno en una situación incómoda. “Históricamente la DGA no disponía ni procesaba toda la información solicitada, quedando apilada en estantes”, explica hoy Desmadryl.

No fueron las únicas críticas. A mediados de 2010, la DGA contrató al ex asesor de HidroAysén, Carlos Chiappa, justo en momentos en que se definía si otorgarle o no un derecho de aguas adicional a ese megaproyecto. Los ambientalistas salieron al paso y pusieron en tela de juicio el nombramiento. Desmadryl también se defiende. “El señor Chiappa, según lo dispone la ley, como cualquier otro funcionario público debe abstenerse cuando concurran las causales correspondientes, y en el caso de HidroAysén así lo hizo”, asegura.

Las críticas fueron acumulándose, así como la desconfianza sobre si la DGA mejoría o no su gestión. En septiembre pasado, Desmadryl comunicó su renuncia voluntaria a la DGA para asumir un cargo en el Banco Mundial. Muchos afirman que su salida fue resultado del conflicto generado por el visto bueno que le dio a Colbún, pero en el MOP niegan esa versión. En todo caso, su reemplazante será elegido mediante un concurso de Alta Dirección Pública.

Aguas agitadas

El futuro de la DGA

Más allá de los últimos episodios, los expertos se preguntan cuál será el futuro de la DGA a poco tiempo de que se inicie un nuevo gobierno. Óscar Cristi, PhD en Economía de Recursos Naturales -y quien participó en la elaboración del informe del Banco Mundial- explica que el problema es que “el ente público administra un activo de un valor enorme, pero carece de los recursos financieros y administrativos para responder a ello”.

La DGA enfrenta, además, otros problemas. Eso es al menos lo que plasma el documento: que el organismo no cuenta con autonomía suficiente para tomar decisiones difíciles; no tiene fuentes independientes de financiamiento, ni medidas para evitar la remoción arbitraria de su titular. Además, se considera que su autoridad puede ser insuficiente, considerando que tiene que negociar con ministerios, otros organismos de  gobiernos locales e importantes compañías privadas.

En ese contexto, lo que preocupa a gremios como la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA) es si además de los cambios que ya está experimentando la DGA, será posible lograr un consenso en materia política para analizar la forma en que se manejará la institucionalidad global de aguas en Chile en el largo plazo. “Hay una dispersión de instituciones, atendiendo cada una aspectos diferentes en materia hídrica y puede estar atentando contra una visión inclusiva. Si bien hay ciertas facultades de la Comisión Nacional de Riego, la Dirección de Obras Hidráulicas o la misma DGA, sería lógico hacer una revisión de los criterios para alinear estos servicios bajo una sola autoridad”, recalca Patricio Crespo, presidente de la SNA.

Loreto Silva, subsecretaria del MOP que ha apoyado esta gestión, detalla que discutir reformas institucionales de envergadura es una segunda etapa del trabajo. Mientras tanto, tiene el convencimiento de que el actual Código de Aguas es un modelo que permite el desarrollo y que las reformas no requieren de una cirugía mayor a la regulatoria actual.

“Se necesita perfeccionar el sistema. Algunos cambios han tomado meses y años, y otros tomarán varios períodos de gobierno, por la naturaleza y envergadura que éstos tengan. En este sentido, uno de los aspectos que requiere ser corregido es el referido al fortalecimiento de la institucionalidad de aguas”, agrega Desmadryl.

Desde que el MOP tuvo acceso a las conclusiones del Banco Mundial, en 2011, ha intentado mejorar la gestión de la DGA. Sus primeros resultados: aumento presupuestario de 30% y  reducción de 40% en los tiempos de tramitación.

No sólo el MOP espera dirigir la discusión. La SNA entregará un documento que elaboró en conjunto con la CPC y varios gremios, que tiene como fin que el gobierno se analice lo antes posible cambios más relevantes.

 

Los avances

Desde que tuvo acceso a las conclusiones del Banco Mundial, a comienzos del 2011, el MOP ha puesto en marcha una serie de medidas para mejorar la gestión de la DGA que muestran sus primeros resultados: un aumento presupuestario de más de 30% (de $10.500 millones en 2009 a $14 mil millones en 2012, unos US$ 26 millones), la reducción de 40% en los tiempos de tramitación, y la elaboración de tres reglamentos. Silva además destaca el ingreso de dos proyectos de ley al Congreso, que están en su segundo trámite parlamentario. El primero busca transparentar el mercado del agua en Chile, facilitando la normalización de los títulos de dominio, otorgándoles a las organizaciones de usuarios la capacidad de regularizar varios derechos de aguas a la vez, acelerando la tramitación y el registro de esos derechos.

Junto con ello se espera la pronta aprobación de un segundo proyecto de ley, que tiene como fin hacer más estrictas las capacidades de fiscalización y sanción de la DGA.

Además del presupuesto 2012, $1.500 millones se invertirán en estudios. El monto  quintuplica el gasto de hace tres años. A ello se suma que en noviembre lanzarán una plataforma de información que registrará todos los movimientos del mercado de aguas, y que ya está en marcha blanca. “Lo que permitirá constituir incluso derechos de agua por Internet”, añade la subsecretaria.

Con todo, dicen desde el MOP, aún queda mucho por hacer. Aunque se han logrado reducir los tiempos de tramitación, éstos aún rondan los dos años de espera. Y pese al aumento presupuestario propuesto por el gobierno de Piñera, los recursos están lejos de alcanzar los niveles de países como Australia, donde existe un desarrollado modelo de gestión del agua. Sólo en su plataforma informática gastaron US$ 1.800 millones.  

Un funcionario del MOP “aterriza” el escenario. “Hemos avanzado, aunque los recursos están lejos de ser los necesarios para hacer de este servicio un organismo a la par de los desafíos que supone ser el administrador del agua en Chile”.

Relacionados