Por María Jesús del Pozo Noviembre 22, 2012

El reloj marcaba las 2:30 de la madrugada del miércoles 21 de noviembre cuando el presidente de la Cámara de Diputados, Nicolás Monckeberg, puso por fin término a la dura sesión donde se debatía la Ley de Presupuestos. La discusión había comenzado a las 11:00 de la mañana del día anterior, y durante esas 15 horas se sucedieron encendidos discursos y negociaciones varias entre personeros de Hacienda, liderados por el ministro Felipe Larraín, y parlamentarios de gobierno y oposición, quienes entraban y salían de la sala con ritmo vertiginoso. A pesar de los intentos, no salió humo blanco. Sólo a las dos de la tarde de ese miércoles, la Cámara logró despachar el proyecto. Pero, en el trayecto, importantes partidas de Educación y Salud se rechazaron.

En ese ambiente, marcado por la tensión y el cansancio, la figura delgada y calma de una mujer sentada casi todo el tiempo en la testera del hemiciclo no pasó inadvertida. Con insistencia y durante todas las sesiones se acercaban a ella diputados de las distintas bancadas para hablarle. Ella miraba tranquila a sus interlocutores y contestaba. A lo lejos, parecía tener respuesta para todo. Y, probablemente,  era así: Rosanna Costa, directora de Presupuestos del gobierno -repartición que depende de Hacienda-, redactó de su puño y letra el proyecto que se discutió con intensidad durante esos dos días. Y, casi con seguridad, desde ahora en adelante protagonizará escenas similares en el Senado, donde el trámite del Presupuesto 2013 debe quedar sellado antes del 30 de noviembre.

Reconocida como un engranaje central en la administración del presidente Sebastián Piñera, Rosanna Costa no es sólo la encargada de hacer “cuadrar la caja” y defender con fiereza los recursos públicos. Su influencia también se ha extendido al plano del análisis de las políticas públicas y leyes que se promueven desde el Ejecutivo para cristalizar su programa de gobierno. “A ella le toca tomar decisiones muy duras, pero siempre mantiene el control, porque tiene experiencia y no le vienen con cuentos”, dice la jefa del Segundo Piso, María Luisa Brahm. “No sólo se debe medir su ascendiente por las cosas que hace, sino que también por aquellos proyectos que detiene”, agrega otro personero de La Moneda.

El diputado UDI Ernesto Silva, presidente de la comisión de Hacienda de la Cámara, va más allá: “Rosanna es quien tiene mayor nitidez en el gobierno sobre cómo se deben hacer las cosas en el Estado para plasmar nuestras ideas con éxito”. Con todo, y pese a que su talento y conocimiento técnico es aplaudido transversalmente, no son pocos los que la miran con recelo. Desde la oposición critican su poca disposición al diálogo y escaso manejo político. Desde el oficialismo hay quienes apuntan a su poca flexibilidad para discernir cuándo es aceptable o no “abrir la billetera”. “Claramente es una excelente directora de Presupuestos, pero no sería raro que la Alianza no se reelija por culpa de su extremado celo en el manejo de las cuentas públicas”, dice un diputado RN.

 

La carta de Piñera

No hay versiones encontradas: Rosanna Costa siempre fue la carta de Piñera para que asumiera la jefatura de la poderosa Dirección de Presupuestos (Dipres). Se conocieron a comienzos de las década del 90, cuando la economista de la UC se desempeñaba como cabeza del Programa Económico del Instituto Libertad y Desarrollo. Desde ahí, Costa se convirtió en su principal asesora en materias económicas, presupuestarias y laborales durante los años en que el mandatario fue senador.

Además, durante la última campaña presidencial de Piñera, Costa trabajó con entusiasmo en los grupos Tantauco de la mano del actual ministro de Hacienda, Felipe Larraín -a quien conoció en sus años universitarios: fueron compañeros de curso-, y el ex ministro de Economía Juan Andrés Fontaine, con el que también trabajó en la segunda mitad de los 80 en el Banco Central: primero en el equipo de Cuentas Nacionales y luego en el Programa Monetario del ente emisor. En Palacio aseguran que el total respaldo de ambos fue crucial al momento de concretar su nombramiento.

Desde entonces, su voz dentro del gobierno ha adquirido cada vez mayor relevancia. “Es una profesional de gran seriedad y capacidad analítica, su rigurosidad técnica es 100% confiable. Además, es ampliamente reconocida en el mundo de la Concertación, porque como asesora parlamentaria estrechó lazos con amplios sectores políticos”, explica Fontaine.

Como cabeza de la Dipres, una de sus principales tareas es visar todas las leyes que requieran un informe financiero, o sea prácticamente el 90% de los proyectos de ley que se envían posteriormente al Congreso. “Es ahí donde ejerce su poder e influencia, donde mete su baza. Luego, el rol de negociar con el Parlamento les cabe a los ministros”, recalcan desde La Moneda.

Su poderosa opinión en torno a las políticas públicas que implementa el gobierno no termina ahí. En todas las reuniones que sostiene el presidente Piñera con sus ministros está ella o alguno de sus más cercanos colaboradores. También asisten a esas citas un miembro de la Segpres y María Luisa Brahm. “La Rosanna es clara, dura, pero siempre amable y simpática. Ella tiene voz y voto en los proyectos que cada cartera presenta, y el presidente la oye mucho, pero claramente es él quien finalmente decide”, revela el ministro secretario general de la Presidencia, Cristián Larroulet.

De hecho, quienes conocen la mecánica interna del gobierno aseguran que Larroulet y Costa “juegan de memoria”. “Se conocen mucho desde los tiempos de Libertad y Desarrollo y entienden muy bien el rol que cada uno juega: ella es la “mujer no”, o sea la encargada de manejar con celo la billetera del Estado para que no se despilfarren los recursos, y él es el negociador. La idea es que las leyes salgan los más fieles posible al diseño dado desde la presidencia.

 

El frente interno

Quienes han trabajado con ella aseguran que el liderazgo de Rosanna Costa es silencioso, pero convocante: se le reconoce más por lo que hace que por lo que dice. De hecho, sus apariciones en prensa son escasas. Lucas Palacios, hasta hace poco su colaborador más cercano y hoy subsecretario de Obras Públicas, asegura que Costa establece relaciones de mucha confianza con sus interlocutores, apoyada en su gran bagaje técnico. “Trabaja muy bien con el ministro Larraín y genera lealtades muy fuertes con su equipo. Es exigente, pero dedica tiempo para explicar, sigue el trabajo de todos sus colaboradores, pero nunca les corta las alas”, agrega.

Su rutina comienza  a las 8:00 de la mañana. A esa hora abre las puertas de su oficina, pero ya en el trayecto desde su casa al Ministerio de Hacienda ha leído la prensa y fijado las prioridades de la jornada diaria de trabajo. A su cargo hay más de 350 personas, divididas en las áreas de gestión, área pública, espacios contingentes, revisión de proyectos de ley y tecnología. Las reuniones se suceden sin pausa durante el día y su comunicación con el ministro Larraín es permanente.

Costa deja Teatinos 120 siempre después de las nueve de la noche. “Le gusta revisar los documentos con calma y ésta sólo la encuentra cuando todos se van. Por eso, casi siempre la luz de su oficina es la última que se apaga en el ministerio”, cuenta un asesor de Hacienda. Estas jornadas se pueden extender notablemente en las épocas de mayor trabajo: redacción del discurso del 21 de mayo y la elaboración de la Ley de Presupuestos.

Previo a la cuenta pública que el presidente da a la nación todos los años en mayo, el trabajo en Hacienda y, especialmente en la Dipres, es intenso. “Todo lo que se ofrece debe poder financiarse”, explica un cercano a la directora de esta repartición. Por eso con los cuadros macro de lo que se puede gastar en el año y en el mediano plazo en la mano, recibe las peticiones de cada ministro y conjuga los petitorios con las directrices globales que entrega el Ejecutivo. Con ese cúmulo de papeles, Rosanna Costa se sienta y trabaja cada uno de los sectores. Luego entrega ese trabajo a quienes redactan el discurso.

La confección del presupuesto, en cambio, es un trabajo bastante más largo, que comienza en abril con la evaluación del presupuesto que se está ejecutando y las reuniones con las diversas carteras para conocer sus prioridades. “El presupuesto tiene que ser el reflejo de los lineamientos del gobierno, porque financia sus compromisos. El fin último es lograr la mejor asignación de recursos, que siempre son escasos, con la mirada macro puesta en lo que se puede hacer para que la economía se potencie en términos de que al entregar beneficios y cubrir las demandas que tiene el país no se pongan en riesgo objetivos como el empleo y  el crecimiento”, dicen desde la Dipres.

La tarea no es fácil y en el camino son varias las batallas que se deben dar. Los frentes son internos y externos. En el campo doméstico las principales dificultades se dan en las negociaciones con las diferentes carteras. Este año, por ejemplo, trascendieron las diferencias que la Dipres mantuvo con el MOP y la Cancillería. “Los ministros tienen sus lineamientos, pero deben entender que los recursos no dan para todo y que si quieren darle más plata a algún programa se debe quitarle a otro, si no se puede hacer eso, deben entender que hasta ahí llega la negociación”, dice un funcionario de la Dipres.

Una fuente de palacio agrega que en algunos casos se ha notado cierta irresponsabilidad de algunos ministros que se tiran con el “tejo bastante pasado” esperando que sea Hacienda la que diga que no. “La Rosanna ha sido clave en darle disciplina a este gobierno y en su rol de mantener a raya el gasto fiscal, pese a coyunturas extraordinarias como los efectos del terremoto del 27-F y los movimientos estudiantiles”, agrega un funcionario del gobierno.

 

Al borde del precipicio

Durante la tramitación de la Ley de Presupuesto el trabajo de Costa y Larraín se amplifica. Se reúnen varias veces al día en el ministerio e, incluso, durante los fines de semana en la casa del titular de Hacienda. A esos encuentros a veces también asisten parlamentarios. Entre decenas de tazas de café, la directora de la Dipres hace gala de su gran conocimiento técnico, su humor italiano y su ironía. “Es impresionante el nivel de detalles que maneja, eso le permite defender sus posturas con firmeza. Se complementa muy bien con el ministro: él es el que negocia y ella previamente le informa las pautas de restricción”, cuenta el diputado RN Joaquín Godoy.

En el Congreso la llaman la “Thatcher del gobierno” porque, dicen, tiene mucho carácter, pero es muy simpática y dulce, por lo que no cuesta mantener buenas relaciones con ella. Sin embargo a la hora de negociar, los parlamentarios de la Concertación son bastante más duros en sus apreciaciones. “Le gusta caminar al borde del precipicio. No da respuestas ni entrega soluciones con rapidez, es mala para dialogar y le gusta estirar el elástico hasta el final antes de sentarse a negociar”, dice el diputado PS Carlos Montes.

También critican el diseño que ha dispuesto esta administración, donde el trabajo de las subcomisiones es casi nulo. “Antes avanzábamos más en las subcomisiones ministeriales, los ministros sectoriales llegaban más empoderados y se podían descomprimir algunos temas. Hoy eso no pasa y todo lo cierra Hacienda”, señala el senador Ricardo Lagos Weber, quien, no obstante, reconoce que Costa en estos años ha crecido en su cargo y hoy es más autónoma al momento de tomar decisiones y negociar con los parlamentarios.

“Con ella todo es negro o blanco”, agrega el diputado DC Pablo Lorenzini, quien añade que su manejo político es limitado. Sin embargo, desde la vereda opuesta matizan estas percepciones. “Es bueno que estire el elástico hasta el final porque ella tiene la visión global de lo que se busca y sabe en qué se puede ceder y en que no”, dice Ernesto Silva. Godoy agrega que es falso que no ceda: “Durantre la negociación del Presupuesto 2013 en la Cámara ella finalmente accedió a bajar los créditos Corfo de Educación al 2% y peleó para que eso sucediera. El punto es que ella se flexibiliza sólo cuando está frente a buenos argumentos”.

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