Es martes por la tarde y los fieles se incorporan de a poco a la ceremonia. Los primeros en instalarse en el recinto ubicado en Arturo Prat con Sargento Aldea, en Santiago Centro, son parejas mayores que llegan vestidos formales y con libros bajo el brazo. Se suman familias con hijos y abuelos que se saludan y le dan la mano a quienes no conocen. “Firmes, firmes”, cantan fuerte y el resto del grupo los sigue.
Es un acto solemne para los feligreses de la Corporación Evangélica Pentecostal, considerada la iglesia evangélica más grande de Chile por sus pares. Ellos son parte de una red de más de 4 mil corporaciones religiosas que se han “descolgado” como ramas de las principales tendencias protestantes que llegaron a Chile: los adventistas, metodistas, presbiterianos, luteranos, y los bautistas.
El mérito de este credo es que de la mano de su crecimiento en Chile -según el censo de 2002 el 20% de los chilenos se declara evangélico- ha logrado que gran parte de sus fieles comprometa el diezmo una vez por mes. Y ello les ha permitido asegurar su desarrollo.
Es hora de la ofrenda en Sargento Aldea y ese compromiso queda de manifiesto. De los bolsillos de los asistentes al culto del martes, salen principalmente billetes, algunos arrugados y casi todos de 5.000 y 10.000 pesos. Otros incluso depositan sobres. Los entregan al recolector de turno con los ojos cerrados mientras se canta un himno. El funcionario les agradece con un “Gloria a Dios”.
Gracias a ese sistema subsisten 18 mil pastores en todo Chile. Ellos -algunos más abiertos, otros más herméticos- manejan recursos, en muchos casos, millonarios. Son los “mentores” que se encargan no sólo de guiar a sus seguidores, sino que de cuidar el patrimonio de sus iglesias. Y lo hacen invirtiendo en fondos mutuos, comprando acciones, entre algunas iniciativas a las que han apostado en el último tiempo. Luego se pagan “el sueldo” y rinden cuentas al Ministerio de Justicia.
Sobre esta iglesia se habla de negocios que comienzan a ser millonarios: sus adherentes son pagadores excepcionales de sus cuotas al culto, y las corporaciones recaudan US$ 1 millón al año por diezmos. Ése es sólo el punto de partida.
La “billetera”, en general, es abultada, aunque los números se resguardan con recelo: las ramas más conocidas pueden controlar sobre 300 iglesias, y en varias de ellas se habla de ofrendas mensuales que bordean los $ 70 millones. Y pese a que no existe una estimación total de cuánto recaudan las iglesias evangélicas en Chile, entre el 30% -en iglesias anglicanas- y el 90% -de fieles metodistas entre otros- pagan sus diezmos. Como comparación, sólo el 7% de quienes se declaran católicos hace esa contribución mensual, que alcanza el 0,5% de su renta.
“Son iglesias que partieron operando en zonas populares del país. Como ejemplo, en comunas del sector occidente, hay un sacerdote católico por cada 40 mil habitantes, versus uno evangélico cada 5.000 personas, que son además excelentes pagadores de sus diezmos”, detalla el director de Asuntos Religiosos del Gobierno, Juan Wehrli.
Así, y pese a que su presencia se orienta a las comunas más populares del país -en San Ramón por ejemplo hay más de 200 templos evangélicos versus sólo una decena de iglesias católicas-, son un credo que avanza, no sólo en recursos sino que también en fieles.
De acuerdo a Wehrli, “extraoficialmente el último censo (que se publicará en marzo de 2013) debiera arrojar que los evangélicos crecieron un 5% en los últimos 10 años”. Él recalca que es una cifra importante considerando que “la simpatía por la iglesia católica cayó a 60% versus el 95% que tenía hace 50 años”.
El deber del diezmo
Hace años que la población evangélica crece a tasas sostenidas en Chile. Los primeros evangélicos en llegar a Chile fueron las “iglesias históricas”, aquellas que llegaron con el fin de educar religiosamente a los colonos del sur del país. Ahí se inscriben los anglicanos, luteranos, bautistas, pentecostales-metodistas y los adventistas, las más reconocidas en el país. Aunque no son las únicas. Dentro de las 4.000 iglesias hay un grupo de organizaciones creadas con posterioridad que han alcanzado bastante visibilidad: la Alianza Misionera Cristiana, el Ejército de Salvación y la Iglesia Evangélica Pentecostal, entre otras.
Formar una nueva agrupación es un proceso sencillo. De ahí el gran número de iglesias evangélicas que existen en Chile. Basta con seguir algunos pasos como fijar domicilio, tener estatutos religiosos, organizar la administración y solicitar la apertura al Ministerio de Justicia, que pide al Consejo de Defensa del Estado que revise los antecedentes para autorizar su funcionamiento legal. Esto explica el alto número de iglesias que se han “descolgado” de las ramas más conocidas del evangelismo, todas las cuales cuentan con su gobierno corporativo. A diferencia de los católicos, que dependen de una autoridad central, cada una de las iglesias reporta a un pastor. Ellos son asesorados por consejeros o grupos elegidos por los propios fieles, algo así como un directorio. El pastor además reporta sus actividades, incluidas las financieras, a un obispo o un superintendente.
Cada rama funciona con absoluta independencia y los recursos no se traspasan de una iglesia a otra. Aunque sus líderes se reúnen en algunos consejos, como la Mesa Ampliada de Iglesias Evangélicas, donde discuten líneas generales de acción. Además, se ven en ocasiones especiales, como en el Te Deum Evangélico y en la cita anual que se agenda con el presidente.
El modelo tiene como meta que sus fieles aporten el 10% de su sueldo a la iglesia, porcentaje que se paga directamente a cada pastor. Este último debe deducir tres gastos de ese total: los costos de operación de su corporación; una cuota de entre 10% y 30% que se entrega a la administración central de cada iglesia; y su sueldo, el que en algunos casos es fijo y se pacta por contrato, y en otros fluctúa de acuerdo a la recaudación. En todo caso, el capellán evangélico de La Moneda, el pastor anglicano Alfred Cooper, explica que los sistemas para gestionar los pagos de los pastores consideran distintas variables. “Los anglicanos pactamos un pago para cada pastor dependiendo dónde vive o los hijos que tenga. Pueden ganar desde $ 600 mil a $ 1.500.000, y es un servicio para la comunidad”, detalla el religioso.
Manuel Covarrubias, representante legal de la Iglesia Presbiteriana, añade que estas cifras no debieran ser privadas. Porque pese a que los recursos son importantes, son redestinados para su funcionamiento. En 2010, esta última Iglesia -una de las más pequeñas del segmento-, movió una caja de $ 439 millones, y sólo por diezmos recibió cerca de 90 millones de pesos. Los anglicanos, en tanto, recaudaron por este concepto cerca de US$ 1 millón.
Aunque para las corrientes históricas el diezmo es una forma de financiamiento, porque no tienen otros ingresos, en las iglesias más extremas, lo ven como una obligación divina. “El 95% de los fieles ofrenda con un convencimiento bíblico, porque así Dios lo ordenó, y Dios ama al dador alegre”, dice el pastor Eliseo Caro, de la Iglesia Evangélica Pentecostal.
Crece la cuenta corriente
Para fortalecer su patrimonio los protestantes han ideado distintas fórmulas. Una importante es el “negocio inmobiliario”. Sus ramas más importantes manejan cientos de propiedades en todo Chile, incluidos colegios, hogares de ancianos, sus sedes e iglesias. La Iglesia Metodista Pentecostal de Chile es un buen ejemplo de esta tendencia. Así lo explica Milton Almarza, asesor financiero de esa Iglesia, quien detalla que desde el 2001 -cuando se adscribieron a ser una corporación de derecho público-, han comenzado el traspaso de cerca de 300 propiedades a nombre de la corporación, con el fin de que los bienes sean de la iglesia y no de personas naturales.
En la Iglesia Anglicana consideran que es relevante que estas propiedades se mantengan como un bien colectivo, como forma de resguardarse. De hecho, de acuerdo a sus estimaciones, sus inmuebles a lo largo del país -unos 40- tienen un valor cercano a los $ 2.000 millones.
No es la única vía que los protestantes ocupan para ahorrar. Han apostado, por ejemplo, por el mercado de capitales. “Invertimos algunos excedentes en depósitos a plazo, e incluso algunos hermanos que saben de finanzas nos hacen alguna recomendación en fondos mutuos”, añade Manuel Covarrubias, de la Iglesia Presbiteriana.
Hay un grupo, incluso, más avezado. De acuerdo a los registros de la SVS, compañías como Enersis, Endesa, Madeco y Gasco, cuentan entre sus inversionistas a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, la Corporación Metodista, la Iglesia Cristiana Pentecostal y la Iglesia Evangélica Luterana, entre otras. Esto se pudo hacer a partir del año 2001, cuando la Ley de Culto permitió que se convirtieran en corporaciones de derecho público.
Y aunque no son desarrollados directamente por las iglesias, el mercado evangélico se ha presentado como un universo que atrae inversiones específicas. Por ejemplo, el cementerio Canaán, proyecto desarrollado por el empresario de esta religión Richard Contreras, quien se asoció a la familia Cueto, hoy controladores de la operación.
No es lo único. Los protestantes han ido pavimentando su presencia en los medios de comunicación. Son dueños -a través de la Mesa Ampliada de Iglesias Evangélicas- (una unión inter iglesias donde participan las principales corrientes) de la señal Televisión Nacional Evangélica, que se trasmite desde fines de 2008 en en canal 99 de canal VTR. Además, controlan cerca de 200 radios (la mayoría comunitarias y otras reconocidas en el dial FM como Armonía), y varias editoriales de libros religiosos.
En 2010, en tanto, Sonda lanzó la compañía de celulares 3 Génesis dirigida a evangélicos, y hace sólo dos semanas, un segundo proyecto llegó a competirle. Se trata del operador móvil, Gtel, red que apoya el pastor Eduardo Durán y que funciona en la red de Movistar.
El presidente de esta firma, Joel Bendersky, explica que la iniciativa está respaldada por la firma española JSC Ingenium, especializada en infraestructura de red para operadores móviles, con operaciones en Europa y otros países latinoamericanos, y que su meta es alcanzar los medio millón de clientes en cinco años.
Los trapos sucios
El hecho de que los protestantes hagan negocios es bien visto por los mismos fieles como parte de su desarrollo para extender la evangelización. Los más escépticos, sin embargo, consideran que las nuevas maneras de recaudar no han sido del todo positivas. Porque han producido conflictos por diferencias de opinión.
Dentro de las disputas más bulladas se encuentra la que puso en jaque la realización del Te Deum Evangélico de 2012. La pelea se originó por un desacuerdo entre los obispos metodistas Eduardo Durán y Roberto López, quienes discreparon sobre la forma de llevar adelante su iglesia, lo que finalmente implicó que ambos religiosos separaran aguas. Ambos reclamaron para sí su principal activo: la Catedral Evangélica. El conflicto se resolvió finalmente luego que se ordenara que la sede pertenecía a la corporación presidida por Roberto López.
Una batalla más antigua fue la acusación que, en 2009, se le hizo a la Iglesia Evangélica Pentecostal de lucrar con la entrega de licencias de educación falsas a sus fieles. El caso fue investigado por la Fiscalía de Colina y recayó en la presentación de cargos contra los directores de los colegios que facilitaron documentos, sin autorización del Mineduc. “Eso se investigó y ni hubo ninguna malversación de platas”, dice escueto el pastor Caro sobre el caso.
Precisamente con el fin de evitar que organizaciones con fines de lucro proliferen con la insignia de ser evangélicas, la Secretaria General de la Presidencia le encargó a Wehrli, que analice los posibles cambios en la Ley de Culto que permitan darle mayor transparencia a estas corporaciones religiosas.
Por ello, dice que “el objetivo del Gobierno es elaborar un informe para evaluar si el Ministerio de Justicia debe ser más estricto a la hora de entregar o caducar personalidades jurídicas a estas instituciones. Asimismo tiene como fin analizar mejores mecanismos de control, ya que hoy una persona puede denunciar, pero son mecanismos más bien desconocidos y poco utilizados”.