Los jardines de Cerro Castillo fueron el escenario elegido. El fin de semana del 25 de septiembre de 2010, a pocos días de haber celebrado el Bicentenario, Sebastián Piñera se reunió con su ministro de Hacienda, Felipe Larraín, y juntos hicieron un anuncio que, para muchos, tuvo ribetes de ciencia ficción: Chile alcanzaría el desarrollo en 2018, coincidente con el aniversario 200 de la independencia nacional.
El anuncio era parte de un discurso que el propio mandatario ya había adelantado durante su carrera a La Moneda, un año antes. Sin embargo, en esta oportunidad la promesa de desarrollo y de lograr alcanzar el ingreso per cápita de naciones de Europa tenía un aval: los economistas estadounidenses Robert Merton, Laurence Kotlikoff, Edward Glaeser y Jeffrey Sachs flanquearon a la dupla Piñera-Larraín, reconociendo que era posible dejar el subdesarrollo.
En esa ocasión, el presidente se refirió a que Chile lograría un ingreso per cápita -medido en el poder de paridad de compra- cercano a los US$ 20 mil, cifra internacionalmente reconocida como la frontera entre las naciones en vías de desarrollo y aquellas que logran el progreso. Un mes después, fue el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) el que dio el espaldarazo final: en una de sus publicaciones trimestrales, indicó que Chile alcanzaría el desarrollo en 2015, tres años antes de la meta autoimpuesta por el gobierno, al proyectar un ingreso personal de US$ 19.379, muy cercano a la barrera del desarrollo.
Pero alcanzar la barrera simbólica de los US$ 20 mil, que ostentan hoy naciones periféricas de Europa como Portugal, Estonia y Hungría, podría conseguirse mientras lee este artículo. El alto crecimiento alcanzado durante los últimos años (en torno al 6% anual) y una menor población a la proyectada (16,5 millones establecida por el último censo, en vez de los 17,4 millones estimados previo a su realización el año pasado) empujaron el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita a los US$ 19.273 durante 2012. Casi rozando el prometido “desarrollo”.
Para 2013 el escenario es aún más optimista. El ingreso promedio por habitante bordearía los US$ 20.500, empatando así a Polonia. Chile, según esta medición, será el primer país latinoamericano en cruzar esta barrera. El nuevo rico del barrio.
El primero del curso
Desde la década de los noventa, cuando al país se le tildó como el “jaguar de Latinoamérica”, que Chile no recibía un cartel tan rimbombante. Si bien en esa época el apelativo se prestó para parodias y bastante incredulidad, es cierto que también marcó el estado de ánimo de un país que no sólo experimentaba después de 17 años de dictadura un régimen democrático, sino que además este despertar político iba acompañado de progreso económico. Éste se manifestaba claramente en la larga lista de tratados de libre comercio que Chile comenzó a firmar en aquellos años.
Esta vez el rótulo de “nuevo rico de la región” responde a un escenario incluso más nítido: el PIB per cápita chileno está muy por encima de los US$ 7.200 en promedio que suman las economías latinoamericanas y se acerca con paso firme al ingreso de naciones europeas.
Pero la cifra del ingreso no es la única que sustenta el supuesto progreso chileno. Anecdóticamente, la elaboración del pasado censo -proceso que partió en 2010- ya preveía esta “riqueza”. Así, preguntas como ¿cuántos televisores o lavadoras hay en el hogar? fueron suprimidas. Se asumió que todos ya contaban con este tipo de tecnología.
En el Banco Mundial reconocen que la economía nacional se acerca a cambiar su estatus. Una caída en los índices de pobreza (14,4% según la última Casen), la aleja de la realidad de Brasil (32% de pobres), Perú (41,1%), Venezuela (38,5%) y Bolivia (85,2%), aunque, como precisa la entidad, aún a medio camino del promedio OCDE, donde las tasas bajan del 10%.
La misma organización avala el progreso del país, tomando como factor relevante la irrupción de la clase media, una de las más fortalecidas del continente. De hecho, en Chile más del 50% de la población se ubica en esta categoría. El avance de este sector, más otros indicadores, como la cobertura educacional primaria y secundaria (98%), la baja tasa de mortalidad infantil (7,3 por cada mil nacidos vivos), y el aumento de la esperanza de vida (78,9 años) ponen a Chile en el Primer Mundo.
Pero más allá de estos buenos indicadores, no todos creen que Chile esté en condiciones de celebrar el ingreso al selecto club de los países ricos y son más cautelosos, situándolo entre las naciones de ingresos medios con miras a acercarse al desarrollo.
El economista de BBVA Research Felipe Jaque, la entidad que corrigió al alza el PIB nacional al cruzarlo con los datos preliminares del último censo, cree que aún está lejana la meta de entrar al Primer Mundo. “Acá se está acortando la brecha con países intermedios, como algunos europeos, pero la nueva meta debe estar entre los US$ 25.000 y los US$ 30.000 per cápita”, afirma.
Asimismo, Jaque recalca que el outlook para Chile deberá cambiar cuando salgan las cifras oficiales del censo 2012, y los organismos internacionales, como el FMI o el Banco Mundial, fijen nuevas metas, esta vez más exigentes, para la economía local.
Y aunque las cifras que exhibe el país son auspiciosas y las que se proyectan para los próximos años son igualmente buenas, con un crecimiento para 2013 de 4,9%, lo cual auguraría un avance más rápido para superar la barrera de los US$ 20.000 per cápita, en el corto plazo no se ve posible -de acuerdo a los informes de organismos mundiales- que la desigualdad se corrija. El país ostenta una de las disparidades más altas del mundo al repartir la riqueza. El coeficiente de Gini, el cual mide la desigualdad, sitúa a Chile en el lugar 141 de 160. Mucho más cerca de naciones africanas que del mundo desarrollado.
A quién mirar y a quién no
Con todo, el horizonte hacia el mundo desarrollado todavía aparece difuso. Mientras para el gobierno la periferia europea se ha transformado en su norte, para algunos expertos el ingreso per cápita de Nueva Zelandia y Australia (US$ 28.000 y US$ 41.000, respectivamente) es el modelo que debe adoptar la economía nacional.
Según el investigador de Libertad y Desarrollo Francisco Klapp, economías como la neozelandesa y la australiana, parecidas a la nuestra por depender de recursos naturales, son el ejemplo a seguir. Ambas naciones, que superaron la barrera de los US$ 20.000 a inicios de la década pasada, sostuvieron el crecimiento en la exportación de sus recursos naturales, pero aplicando tecnología e innovación a sus sistemas productivos, algo que Chile recién comienza a asimilar. Para el ex ministro de Hacienda Eduardo Aninat, en cambio, Corea del Sur es el objetivo, aunque ello lleve a Chile posponer la celebración del desarrollo por otros 10 años.
¿Se puede quemar el pan en la puerta del horno? Informes del FMI y la opinión de expertos creen que no. Chile seguirá en la senda hacia el desarrollo (los plazos difieren entre las fuentes consultadas), y el país no caería en la trampa de Argentina, una de las superpotencias a inicios del siglo pasado y que no logró el despegue. Lo mismo Venezuela, que llegó a tener una de las rentas per cápita más altas del orbe en la década de los sesenta. Hoy está relegada al lugar 73, pese a ser uno de los mayores productores de petróleo a nivel global.