Eran los primeros meses de 2011 y un grupo de arquitectos e ingenieros se paseaba por el techo del mall Costanera Center. Su vista, sin embrago, estaba enfocada hacia el cielo: el edificio, conocido como Gran Torre Santiago -de Horst Paulmann-, que por ese entonces sobrepasaba los 40 pisos de altura, de un total de 62 proyectados.
En la base del rascacielos había 300 paneles de vidrio ya instalados y el cronograma sugería que se montarían 40 diarios, o el equivalente a un piso y medio por semana. Pero la cara del arquitecto estadounidense Lawrence Ng, presente en esa comitiva, hizo presagiar que un nuevo problema se sumaría a la larga lista de contratiempos que acumula el cuestionado proyecto comercial.
Larry, como lo conocen sus cercanos, es el profesional a cargo de todo el diseño del Costanera Center, incluyendo la torre. Socio de la prestigiosa firma internacional Pelli Clarke Pelli, Ng visitó Santiago a principios de 2011 para revisar el avance de las obras. Al mirar los cristales ya instalados su cara de molestia fue notoria para todos los presentes. La pigmentación de las ventanas no era la que él y su equipo habían diseñado para el inmueble.
Ése sería el inicio no sólo de un impasse entre Cencosud, el dueño del proyecto, y la china Far East Aluminium, contratada para instalar el muro cortina. Además, sería el causante de un retraso de 18 meses en la fecha de entrega de la iniciativa inmobiliaria, inicialmente estipulada para el 27 de diciembre de 2011.
Desde ese entonces y hasta hoy, el rascacielos más alto de Chile luce aún sin todos sus vidrios. Pese al atraso, por estos días no se ve frenesí para terminar de forrar el edificio. Aunque quedan 1.200 paneles por instalar -equivalentes al 15% de la superficie total del edificio- apenas se vislumbran unos pocos obreros. Nadie puede explicar por qué la instalación de ventanales ha bajado de 30 a cerca de 10 cada día, como afirman en la obra.
Pese a la lenta velocidad con que se trabaja en la obra, en Cencosud aseguran que el megaproyecto sigue caminando de acuerdo al cronograma y que será abierto en diciembre próximo.
La trastienda de la modificación de los vidrios no sólo implicó que el multimillonario proyecto cambiara la fecha de apertura desde mediados de 2012 a fines de 2013. Más que una anécdota, como fue reproducido en diarios y revistas, la exigencia del arquitecto estadounidense generó un sobrecosto en la obra que se maneja con total reserva. Esa alza fue financiada de manera compartida entre el holding controlado por Horst Paulmann y Far East Aluminium, que encareció el proyecto que ya suma un alza considerable de sus costos: de los US$ 600 millones que valdría inicialmente, pasó a US$ 1.070 millones.
Vidrios chinos
Las cosas sucedieron así: esa tarde de inicios de 2011 en el techo del Costanera Center los ejecutivos de Cencosud y de Far East Aluminium miraban con atención a Lawrence Ng. El arquitecto estaba enojado. “No me gustan esos vidrios chinos”, señaló fríamente Larry. En seguida, el arquitecto exigió que se cambiaran todos los paneles. No era lo que la firma de arquitectos con sede en New Haven, Connecticut, había diseñado para la torre más alta de Sudamérica.
Intentaron convencerlo. Le hicieron pruebas de cómo se veían las ventanas con distintos tipos de luces y de noche, pero no hubo caso. Era necesario cambiar a la francesa Saint-Gobain, proveedor de los cristales y contratada por Far East, ya que eran muy transparentes. Había que buscar otro abastecedor. Le explicaron que ya había 300 paneles instalados y que otros 2.750 estaban en camino desde China, donde Saint-Gobain tiene una fábrica. La negativa fue tajante.
La decisión de Ng no sólo repercutió en un retraso de 18 meses en la entrega del muro cortina. Hoy Far East y Saint-Gobain están enfrascados en una pugna legal a miles de kilómetros del polémico rascacielos, evidenciando los ribetes que ha alcanzado el “caso de los vidrios”: en julio pasado, Far East Aluminium presentó una acción civil contra Saint Gobain en Francia. La primera acusa a la gala de haber errado en la coloración y especificaciones de los cristales, lo que habría ocasionado este percance en Santiago. Aunque el error ya fue financiado entre Cencosud y Far East, igualmente los chinos decidieron materializar esta queja, por la merma que les produjo en sus arcas, sumado al eventual retraso que tendrá la obra, lo cual podría abrirles un nuevo flanco con Paulmann. La demanda sigue debatiéndose entre abogados en París.
Con la salida de Saint-Gobain, fabricantes del rechazado cristal “163 II”, se inició la búsqueda de un nuevo proveedor. Viracon, con sede en Estados Unidos, fue seleccionado por la oficina Pelli para elaborar los 7.654 paneles de vidrio que darán envoltura a la torre Gran Santiago. Entre la elección del nuevo fabricante y la llegada del primer embarque transcurrió un año.
Dardos cruzados
Según comentan en Far East China, Cencosud aprobó la muestra del vidrio originalmente usado. De hecho, aseguran tener los documentos firmados por ejecutivos del área inmobiliaria del holding, donde se visó el vidrio “163 II” de Saint Gobain. Al mismo tiempo, alegan que el resto del proyecto, como el mall y la Torre 4 -edificio de menor altura ya terminado en la avenidaVitacura-, utilizan el mismo cristal cuestionado y no se ha realizado ningún cambio.
El hecho de que Far East haya decidido responder económicamente, dicen en el mercado, se explica porque un conflicto con Paulmann les habría generado quedar fuera del megaproyecto.
Pero los desencuentros entre ambas firmas están lejos de terminar. El retraso producido por el cambio de cristales debería quedar solucionado el 19 de abril próximo, cuando por contrato (el nuevo, suscrito entre la china y Cencosud) la empresa deba entregar la fachada hasta el piso 60. En Far East estiman que pretenden entregar el muro cortina recién en junio.
De ser así, como relata un cercano a Cencosud, habrá un nuevo roce, más una serie de multas a Far East por el incumplimiento de los plazos, lo que viene a intensificar el incómodo debut de los chinos en Latinoamérica.
Futuros moradores
Como una verdadera torre de Babel, al interior del rascacielos se hablan varios idiomas, inentendibles entre sí. Mientras en Cencosud aseguran que las cosas funcionan de acuerdo al cronograma: que los vidrios serán instalados en abril y que el rascacielos será abierto en diciembre, en Far East explican que recién en junio se finalizaría la “carcasa”. Lo que en pocas palabras, dicen al interior de la obra, significa que el edificio no podría ser habitado antes de mediados de 2014. “De lo contrario, tendrían que arrendar los pisos en bruto”, comenta un ingeniero relacionado con la polémica construcción.
Las versiones encontradas no terminan ahí. La corona del rascacielos, a la altura del piso 60, aparece actualmente desnuda y con el hormigón a la vista. Los responsables de poner los cristales alegan que esa zona ha resultado la más difícil de finalizar, debido a unos problemas milimétricos de desviación de los muros que sostienen los cristales, lo cual hizo complejo colocar los espejos en el tiempo estimado. Ésa será, informan en Far East, la última área donde se visualizarán los vidrios.
Independiente de estos fuegos cruzados, Cencosud ya comenzó a arrendar los pisos de su emblemático proyecto. Ofrece el m2 a 0,65 UF (22% más que el valor de las oficinas en la zona). Ya hay interesados del sector financiero, dicen desde el área inmobiliaria del retailer. Incluso, aseguran cercanos al grupo, los pisos superiores están siendo ofertados a 1 UF/m2, muy por encima de los 0,8 UF/m2 que pagan los niveles sobre el piso 40 en la vecina torre Titanium.
En una de las firmas que ya han tenido conversaciones comentan que por ahora desde Cencosud no han manifestado algún cambio en la fecha de entrega de los pisos, extraoficialmente definida para el primer trimestre de 2014.