Claro desarrolla un megacomplejo destinado a realizar recitales, con restaurantes y centros comerciales. “La idea es que llegues, te estaciones, te sientes, veas el show y salgas de vuelta a comer”, resume el empresario.
En las oficinas de Jorge Claro, el creador y uno de los accionistas del Canal del Fútbol, se “respiran” distintos negocios. Algunos piensan en acciones, otros ponen su foco en películas y recitales. Varios apuntan al negocio ovejero. Y muchos miran la tecnología. Pero lo que este empresario nunca olvida es su origen. Por eso, la muralla principal del lobby de Claro y Asociados -ubicada en el barrio financiero de Nueva Las Condes- está cubierta con 10 pelotas oficiales de distintos mundiales de fútbol. Él lo tiene claro: todo lo que hace hoy es consecuencia del CDF, un negocio avaluado en US$ 600 millones, del cual él es dueño en un 20%.
De esa exitosa “aventura” han pasado justo 10 años. Por eso, Claro se pasea feliz por sus oficinas de mucho vidrio y pocas puertas. Para celebrarlo organizó una fiesta, el 2 de mayo, en el Club Hípico, donde además de sus amigos tiene invitados a futbolistas y autoridades de gobierno. Es un intento por rememorar una historia que partió con un computador y cuatro personas. Un buque que en muchas ocasiones estuvo más cerca de chocar con un iceberg que de navegar por aguas tranquilas. Pero que, con los años, logró números azules hasta facturar por estos días cerca de US$ 100 millones anuales.
Pero Claro hoy es mucho más que fútbol. En 2007, tras “refinanciar las deudas y con la claridad respecto de sus flujos para los cinco años siguientes”, decidió reflotar una pequeña consultora fundada en los años 80, la cual rebautizó con el mismo nombre: Claro y Asociados. Sólo que ahora las arcas estaban bastante más holgadas. Y eso le daba libertad para incursionar en distintos negocios.
Para eso era fundamental contar con lo que Jorge Claro califica como “un equipo de excepción”. Empezó a reclutar jóvenes para que se sumaran a “su club”. Así nació el semillero de este empresario, cuyo actor principal es su hijo Matías, que desde hace algún tiempo es socio de la firma. Luego se integraron otros profesionales, todos menores de 30 años. Entre ellos Pablo Armas y José Mujica, quienes venían del Santander Investment. Ellos, junto a Matías, comenzaron a reapuntalar la firma.
El primer intento del team fue levantar un fondo dedicado a invertir en hoteles. Pero el colapso de Lehman Brothers, en 2008, dejó ese proyecto en nada. La crisis, sin embargo, también generó oportunidades. La industria del salmón, apaleada por las turbulencias económicas, y el indomable virus ISA, tuvo problemas crediticios. Entonces, la Asociación de Bancos contactó al empresario para que realizara una asesoría. Gracias a ese trabajo, Claro y Asociados, reingresó al radar del mercado, reconoce su socio fundador.
Su acercamiento al análisis de riesgos y oportunidades de los diversos negocios fue distinto. Antes del CDF lo hacía desde la teoría. Pero su paso por el canal le permitió ganar un know how, con lo que dejó de hablar desde el manual y puso en práctica su expertise como administrador de empresas. Con la consultora en marcha, decidió apostar por un nuevo rubro: el capital de riesgo. Creó distintas divisiones para que interaccionaran al interior de su empresa. El modelo empezó a funcionar.
“Chile cambió”
Jorge Claro es de esos empresarios que miran oportunidades, adelantando las necesidades que pueden generarse en el país. Eso lo vio en el CDF: porque vio una oportunidad en un nicho donde pocos daban crédito. Hoy insiste que Chile ha cambiado, que existen nuevos patrones de consumo, que la gente sale y se entretiene más; y que hay mayor acceso a cosas que antes no estaban al alcance de la mano. Por eso, mientras camina por su oficina, afirma que le escandaliza la satanización que se ha creado en torno al lucro y afirma que está decidido a seguir creciendo como empresario. “Me importa nada que Camila Vallejo me encuentre un capitalista”, dice, medio en broma, medio en serio. Hoy está en eso: viendo nuevas oportunidades de negocios. Y en ellas dice, replicará el mismo modelo de siempre: inyectar capital a una buena idea y entrar de lleno a la administración, hacerla un negocio rentable, y luego llevar a cabo la desinversión.
Para detectar buenos proyectos decidió potenciar su equipo. Ha sumado a varios jóvenes, entre ellos a Juan Luis Alcalde, el ex gerente general de Mega. Él
encabeza el área de medios de Claro y tiene en sus manos uno de los proyectos más ambiciosos del grupo:un megacomplejo, destinado a realizar recitales, con restaurantes, centros comerciales, estacionamientos, etc. En este plan trabaja junto a Rodrigo Guzmán, ex ejecutivo del family office de María Teresa Solari, quien está a cargo de las inversiones inmobiliarias. “La idea es que llegues, te estaciones, te sientes, veas el show y salgas de vuelta a comer”, resume Jorge Claro. El grupo ya firmó una promesa de compraventa por el terreno y está a la espera de algunos permisos para echarlo a andar. Además, ya han avanzado en las conversaciones para tener un sponsor. El objetivo, según dicen, es que a mediados del 2014 se inicie la construcción del proyecto.
No es la única oportunidad que están viendo en el área de entretenimiento. El grupo también está invirtiendo en cine. Matías Claro asegura que actualmente están financiando Videoclub, la nueva película de Pablo Illanes, que debiera estrenarse este año. Además, los Claro ya han comprometido el financiamiento de otras dos películas del director chileno.
Su irrupción en las finanzas
“El planeta Claro” incluye otros sectores. El empresario decidió, además, poner sus fichas en el rubro financiero. Su máxima: “Apostar por riesgo conocido o acotado”. Su incursión en esta área vino casi por casualidad. Vio una oportunidad de negocio cuando un pequeño equipo comenzó manejándole su patrimonio familiar.
Para su expansión, Claro se asoció a la familia Guerrero (ligados a Pilmaiquén) y a Fernando Gómez, ex ejecutivo del Santander, para formar DVA Capital, una administradora de fondos de inversión privados. En los últimos días, la empresa contrató a Felipe Mercado, ex gerente de estudios de Banchile, como nuevo portfolio manager. Actualmente, DVA Capital maneja dos fondos de inversión, uno en renta variable internacional y otro que invierte en acciones chilenas. Entre ambos han levantado US$ 25 millones. Según Matías Claro, la apuesta es aún más ambiciosa: de aquí a tres años pretenden levantar montos cercanos a los US$ 300 millones, y lanzar un nuevo fondo de acciones latinoamericanas.
Aunque uno de los focos de Claro es su negocio ganadero. Si bien, el empresario cuenta que en su infancia tuvo veraneos rodeados de ovejas en Tierra del Fuego -donde su padre tenía un campo-, tuvo que aprender desde cero acerca de esta industria. Para esto fue una pieza clave su hermano Daniel, agrónomo y quien se especializó en el estudio de las ovejas y su genética. Es una “especie de Giro Sin Tornillo”, dice entre risas. A partir de sus conocimientos, Daniel desarrolló una nueva raza, la Golden Sheep, una variedad con mucha carne y poca grasa; y aportó con 2.000 de estos animales al proyecto.
Fascinado con los descubrimientos, Jorge empezó a explorar este mercado. Aunque al comienzo la idea fue asociarse con Gonzalo Vial, finalmente desecharon la alianza. “Nos dimos cuenta que tenemos estilos de trabajo distintos”, explica Claro. En los últimos cinco meses, Claro compró dos campos en Osorno, que en total suman 700 hectáreas. Además, arrendó otro predio de 1.100 hectáreas en Valdivia y adquirió 10 mil ovejas. Contrató un administrador y piensa “importar” expertos desde Australia y Nueva Zelandia, países punteros en la producción de ganado. “Aquí la clave es producir una genética de calidad, que genere mucha más productividad que la que hasta ahora ha estado presente. Que crezcan rápidamente, que no se engrasen, etc.”, cuenta Claro.
Para Navidad, espera comer carne de cordero, aunque su principal objetivo es destinar la producción al extranjero. Hasta ahora, ha invertido cerca de US$ 10 millones, pero apuesta a crecer y llegar a las 100 mil ovejas. Él, por ahora, las llama Golden Lamb, aunque todavía no ha definido bien el nombre con el que, a fin de año, las va a comercializar.
Suma y sigue
Claro y Asociados acumula negocios tan diversos, como el inmobiliario. Ya tienen un proyecto en La Dehesa, donde pretenden construir una clínica, entre otros inmuebles. “Además estamos viendo edificios en Concepción y en Santiago, y también bodegas”, detalla Matías.
Asimismo, están trabajando en el área de tecnologías de la información y, según cuentan ambos, están en medio del proceso de compra de una empresa de este rubro. Además, Claro y Asociados maneja un fondo de inversión social que entrega una rentabilidad cercana a la de un depósito a plazo, con el plus de que el aportante “apoya una buena obra”. Con este fin, ya ha levantado US$ 5 millones. Según Matías Claro, éste es el punto de partida de nuevos fondos de este tipo. Él mismo quiere involucrarse de lleno en este sector, aprovechando la red de contactos y el conocimiento adquirido mientras trabajó en el área social del actual gobierno. Dentro de las opciones que barajan a futuro también contemplan proyectos en minería y, por supuesto, ampliar la oferta del Canal del Fútbol. Porque como dice el empresario, “uno nunca debe olvidarse de sus orígenes”.